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A diez días de las elecciones de octubre
¿Hacia un gobierno hegemónico?
Roberto Sáenz
“Lograr las reformas fiscal y laboral son la otra fijación de Macri, aunque prefiere no ahondar en precisiones. Espera a que el triunfo que da por descontado en las elecciones esté firme para negociar en las mejores condiciones con el peronismo no kirchnerista. Por eso elude estratégicamente cualquier tipo de detalle a la espera de que los proyectos se discutan con otro clima político” (La Nación, 7/10/17).
Los días que restan hasta las elecciones transcurren en medio de una cierta apatía electoral. Eso ocurre más allá que en puerta de fábrica se detecta preocupación por las medidas que vendrán luego del 22/10 y que el gobierno dejó, ex profeso, fuera de la campaña electoral.
La apatía proviene de que a las PASO se las presenta como una “elección sin importancia” pero desde su establecimiento en 2011 groso modo los resultados quedaron puestos con las mismas transformando la “elección verdadera” en octubre un trámite.
Este rasgo antidemocrático (el vaciamiento de las elecciones) se multiplica por la circunstancia que la coyuntura transcurre en medio de la desaparición forzada de Santiago Maldonado, un escándalo que ha llevado a que Naciones Unidas denunciara en un informe reciente el encubrimiento organizado desde Estado argentino de lo actuado por la Gendarmería.
La izquierda deberá terciar hasta el 22/10 en un clima de gran polarización entre Macri y los k. La votación se mantendrá seguramente dentro del piso creado en los últimos años; un piso alto para los estándares internacionales perro muy lejos de los delirios autoproclamatorios y oportunistas del FIT (que se la pasó anunciando su objetivo de “obtener 20 diputados”)[1].
En todo caso la tarea es empujar un voto de independencia de clase que rompa la falsa polarización entre los de arriba apoyando los candidatos de la Izquierda al Frente por el Socialismo en todos los lugares donde logramos romper el piso proscriptivo y a Zamora y el FIT críticamente en las candidaturas nacionales de CABA y provincia de Buenos Aires.
El gobierno a la ofensiva
Señalamos ya en estas páginas que a lo largo del año las coyunturas fueron cambiantes. Un año fue el que vivimos hasta comienzos de julio y otro distinto el que se configuró a partir de esa fecha dándole el triunfo electoral a Macri en las PASO.
¿Cuál es la explicación de que el gobierno haya retomado la iniciativa y finalmente seguramente se imponga el 22/10? En el fondo, la elucidación es sencilla: el gobierno expresa la fortaleza de la unidad de la gran patronal y el imperialismo, esto en primer lugar.
A esto se le debe sumar una base social reaccionaria de una parte mayoritaria de las clases medias de los centros urbanos, que en muchos casos está arrastrando “ideológicamente” (en las motivaciones y temas políticos) a sectores de la clase obrera que vienen arrastrando una gran confusión.
Sumado a lo anterior está la desmovilización y / o complicidad del grueso de las direcciones sindicales y también el kirchnerismo que con la excusa de las elecciones ha jugado a meter todo en “el juego institucional”[2].
Si a la formación de este “bloque político-social” se le suma el giro a la derecha que caracteriza la actual coyuntura internacional, se explica que el gobierno llegue al 22 de octubre con mucho a su favor.
Sin embargo, no hay que perder de vista que el comienzo del año mostró otra cara de la realidad; una cara que sigue estando presente (la bronca y los sectores que no confían en el gobierno, los elementos de vacancia política), aunque soslayada.
Si la bronca y la movilización que se expresaron en los primeros meses del año, en el dilatado conflicto de los docentes, en la movilización democrática contra el 2 por 1 a los genocidas, incluso, en la multitudinaria concentración en Plaza de Mayo el 1 de septiembre (por la aparición con vida de Santiago) no alcanzaron a dar vuelta las cosas, eso no quiere decir que dichas contra tendencias de la realidad vayan a desaparecer como por arte de magia; en algún punto de los desarrollos seguramente se harán nuevamente presentes.
El gobierno aguantó la escalada de las movilizaciones (¡ayudado por el rol traidor de la CGT!) y a partir de julio comenzó a dar vuelta la coyuntura vía dos andariveles: uno, por el lado de la ofensiva de despidos de la patronal y el temor a los mismos entre sectores de la clase obrera; dos, mediante una ofensiva política reaccionaria que agarrándose de la herencia de corrupción de los k como el caso De Vido, de desastres como el del chavismo en Venezuela, lograron hacer valer una agenda de motivaciones políticas reaccionarias que le facilitaron el triunfo electoral.
En las PASO Cambiemos expresó una primera minoría electoral; no una mayoría lisa y llana. Pero a pesar de eso, y de la crisis generada durante algunas semanas por la desaparición de Santiago Maldonado, el que el gobierno haya logrado revalidar su triunfo del 2015 dando una idea de continuidad, hizo que los “factores de poder” (empresariado, inversores, medios, etcétera) terminaran otorgándole una “carta de confianza”[3].
De las PASO a estas elecciones definitivas el domingo 22 no apareció nada que pudiera modificar la dinámica política en curso (el caso Maldonado amenazó con esto pero no llegó a desatar una crisis política[4]). Más bien, el fenómeno ha sido el contrario: el gobierno parece encaminado a alzarse con un triunfo electoral mayor que en las PASO con la posibilidad cierta de imponerse en los cinco principales distritos: CABA, Córdoba y Mendoza (en los que ya se había impuesto en agosto) sumándole provincia de Buenos Aires y Santa Fe.
Las coyunturas políticas son siempre síntesis de determinaciones distintas, de tendencias contrapuestas donde unas dominan sobre las otras. La coyuntura está a la derecha y el gobierno se va a imponer electoralmente, lo que seguramente va a reforzar en lo inmediato esa dinámica. Pero eso no quita que esa sea toda la realidad: en algún momento emergerán, seguramente, contra tendencias. Volveremos sobre esto más abajo.
La apuesta a la desmovilización
Toca ahora apreciar el papel del kirchnerismo. Es bastante claro que ha quedado a la defensiva. En el juego de la falsa polarización (que sin duda le conviene y al cual contribuye para cerrarle el paso a terceras fuerzas), Cristina ha llevado de las de perder.
Esto es claro y tiene que ver con razones de fondo. La primera es que existe un amplísimo sector del movimiento de masas, y sobre todo de la clase obrera, que hizo la experiencia con sus 12 años de gobierno. Experiencia con el hecho que las tan mentadas “conquistas” obtenidas bajo sus tres mandatos han sido mucho más superficiales que lo que el kirchnerismo las presenta.
Esto es evidente porque, en definitiva, el kirchnerismo nunca fue un gobierno que simpatizara realmente con las demandas obreras. La creación de empleo que efectivamente hubo (bajo la presión del Argentinazo), no dio lugar a ninguna limitación en materia de la flexibilización laboral imperante, ni conquistas sociales duraderas que puedan ser consideradas como tales.
Cristina sigue defendiendo a rajatabla el aberrante impuesto al salario. Si el de Perón fue un gobierno burgués que buscó disfrazarse de “gobierno obrerista” cooptando a la clase obrera al tiempo que le concedía conquistas reales, el kirchnerismo estuvo completamente alejado de este perfil (un rasgo que compartido con Chávez en Venezuela y Morales en Bolivia).
De ahí que la desorientación política que se vive entre amplias porciones de los trabajadores respecto del verdadero carácter del gobierno macrista tenga esta explicación material: en un mundo donde todavía a las porciones más gruesas de los trabajadores les cuesta girar hacia la izquierda, la experiencia con el progresismo burgués se procesa mayoritariamente por la derecha (ver también el caso de la crisis con el PT en Brasil)[5].
Pero a esto hay que agregarle un segundo factor: ¿Cómo hace una corriente burguesa progresista como los k para recuperar los favores de la patronal cuando la situación general del país está estabilizada? Se trata de un acertijo que Cristina no alcanza a develar y que no le será fácil de resolver salvo que dé un decidido giro a la derecha.
Es que la gestión k ha quedado identificada (por la patronal y el imperialismo), como un “momento de excepción”, un momento donde se tomaron medidas “estatistas y proteccionistas” a contramano de lo que sigue siendo la tónica mundial: el neoliberalismo mundializado (ver la reivindicación que acaba de hacer Obama de Macri agradeciéndole “volver a insertar a la Argentina en el mundo”[6]).
Desde el punto de vista de su programa económico-social el kirchnerismo tiene el problema de que debería pasarse, con armas y bagajes, al neoliberalismo; y desde el punto de vista de la gobernabilidad, la patronal considera que no necesita a los k como bomberos de una situación de desborde; ¿qué hacer entonces?
Un poco lo que hace Cristina y explica su comportamiento en los “frentes de lucha”: jugarse a la desmovilización. Es, por ejemplo, el bochorno del pasado domingo 1ª de octubre, segundo aniversario de la desaparición de Santiago Maldonado, donde siendo convocantes brillaron por su ausencia las agrupaciones kirchneristas.
En general, como fuerza archi-burguesa que es, los k nunca se apoyaron en la movilización; su terreno privilegiado siempre ha sido el juego institucional; y no va a ser Cristina la que venga a cambiar esto ahora. La cosa viene a reforzarse cuando su principal mensaje electoral (“ponerle un freno al ajuste de Macri”), es un mensaje institucional: un llamando al voto útil para “hacerle frente al gobierno en el parlamento”.
Una orientación que es puramente para la tribuna porque sin alcanzar mayorías propias Cambiemos va a reforzar su representación en el parlamento; apostando, además, a tener como aliados -para formar mayoría en ambas cámaras- al peronismo no kirchnerista y al Frente Renovador; de ahí que si no es primordialmente en las calles no habrá manera de detener el ajuste.
Si de todos modos los k se encuentran en un “callejón sin salida” dentro del peronismo, esto es por dos razones. Primero porque, institucionalmente y todo, son de momento una fuerza opositora. Sus votantes son claramente opositores y su elección, de todos modos, será digna; esto a contramano de todo el resto del peronismo que quiere ir a alguna suerte de acuerdo con Macri.
Y esto lleva al segundo problema: la gran patronal está a muerte con el oficialismo; además, ya ha hecho la experiencia con los k y no quiere saber nada con ellos; en esas condiciones el problema lo tiene el peronismo en su conjunto para encontrar un punto de referencia más moderado para reorganizarse. La paradoja es que Cristina resta como su principal figura, pero simultáneamente es una figura que la mayoría de los sectores consideran que no los puede llevar nuevamente al gobierno.
Las perspectivas de la izquierda
Es en este contexto que se debe apreciar la polarización electoral entre Macri y Cristina. Lo real es que uno es oficialista y otro opositor. Pero desde el punto de vista de clase ambos trabajan por cerrarles el paso a las terceras fuerzas, más estratégicamente a la izquierda (una izquierda que se ha ganado un lugar en el debate nacional pero no alcanza a pegar un salto en calidad).
Además, no hay que descartar que macristas y kirchneristas lleguen a algún tipo de acuerdo de gobernabilidad; es muy posible que después del 22/10 muchos de esos juicios espectaculares contra Cristina se cajoneen; se los deje dormir el sueño de los justos.
El escenario que venimos desarrollando plantea el lugar de la izquierda en la actual coyuntura. La razón por la cual se encamina a una elección que no supere el techo de las últimas votaciones tiene que ver –primeramente- con la dinámica general de la coyuntura. Tanto el FIT como la Izquierda al Frente por el socialismo nos encaminamos a mantener los votos obtenidos en las PASO expresando que existe un piso político-electoral consolidado de la izquierda roja importante en torno al 4 % nacional.
En donde la Izquierda al Frente no logró romper el 1.5% (como en provincia de Buenos Aires y CABA), posiblemente la mayoría de nuestros votos vayan al FIT o Zamora; de todas maneras, no se puede excluir que el FIT pierda votos hacia los k por cuenta de la dinámica del voto útil.
Pero el FIT sueña con diputados y representaciones en varias provincias que no están nada claro si vendrán. La orientación oportunista y autoproclamaría ha impedido todo paso unitario en materia electoral entre ambos frentes de la izquierda; el FIT parece opinar que todos los votos de la izquierda son su propiedad. Y cuando otro frente de la izquierda sale legítimamente a disputárselos, reaccionan apelando a la justicia patronal.
Expresando elementos de adaptación electoralista y ceguera aparatista han salido a anunciar diputados que difícilmente se obtendrán sin la unidad de ambos frentes: es el caso de Córdoba y la predica sobre el famoso “9 diputado”, es el caso de CABA (donde además está la candidatura de Zamora); incluso podría ser el caso de la provincia de Buenos Aires (lugar donde de todos modos es probable que consagren un diputado).
Por responsabilidad exclusiva del FIT, de su oportunismo, de su adaptación electoralista, de su vaciamiento político y de su sectarismo también, la izquierda no termina de configurarse en un polo político alternativo, incluyendo en esto la dificultad para intervenir mediante el método del frente único en eventos más generales de la lucha de clases.
Si de todas maneras además de promover las candidaturas de Izquierda al Frente en el interior del país (y también en la provincia de Buenos Aires en los municipios donde lo logramos), llamamos al voto crítico a Zamora y el FIT en CABA y provincia, es por un elemental criterio de clase[7].
Prepararse para volver a las calles
En todo caso para las elecciones falta muy poco. Lo que realmente se ha empezado a discutir es el día después. Nos queremos detener en dos últimas cuestiones que tienen importancia para lo que viene.
La primera es si el macrismo expresa una nueva hegemonía política en el país; los alcances de su casi seguro triunfo electoral.
Macri tiene el mérito de ser una tercera fuerza política –ni peronista ni esencialmente radical- que aparece controlando los desarrollos, incluso con la posibilidad de ir a una reelección. Este es un dato real, sobre todo, además, en el hecho que el peronismo le falta un largo trecho para resolver su pleito interno; para aparecer nuevamente como una opción de gobierno (lo que incluye resolver también qué rol tendrá Massa y el Frente Renovador en el futuro).
Sin embargo, de ahí a que ya exprese una “nueva corriente hegemónica” faltan al menos una serie de pruebas en la realidad, pruebas no solo electorales. Porque el concepto de hegemonía da cuenta de una dominación eventualmente “avasallante”: que pase por arriba y / o resuelva toda una serie de mediaciones.
La subsistencia de toda una serie de instituciones y / o formas de representación (políticas, sindicales, etcétera) que hacen difícil teorizar por ahora sobre una nueva hegemonía: un “tercer movimiento histórico” como el que soñó en su momento Alfonsín.
Ofensiva, iniciativa, gobernabilidad sin duda alguna; sobre todo por los apoyos de clase del gobierno que ya mencionamos, por el importante triunfo electoral con el que se va a alzar el 22, por el rol traidor de la mayoría de la CGT. Pero hegemonía es algo más complejo porque significa “avasallar” otras representaciones / mediaciones.
Esto se combina con un segundo elemento: el gobierno buscará un acuerdo político más general, irá “por todo” de manera acelerada, o seguirá dentro de la pauta de una estrategia más gradual. Es muy difícil dar una definición por adelantado. Sobre todo porque si se alza con el triunfo electoral que se espera, va a aparecer muy fortalecido y ha anunciado ya toda una serie de contrarreformas anunciando extraoficialmente que pretende “acelerar el ritmo de los cambios”.
Pero atención que no es lo mismo ir “sector por sector” que consagrar reformas por ley. Temer en Brasil carece casi de legitimidad. Pero avasallando todo con un gobierno ultra reaccionario apoyado por la gran patronal y el imperialismo, ha consagrado por ley contrarreformas tremendas como el congelamiento del presupuesto por 20 años, el aumento de la edad jubilatoria a 49 años, la imposición de convenios por fábrica y hasta individuales a la baja respecto de los convenios por rama.
¿Estará el macrismo en condiciones de imponer un escenario así? Que el gobierno está a la ofensiva y que dicha ofensiva se va a reforzar luego del 22, no queda la menor duda. Que pueda imponer una ofensiva tan global y profunda como la de Temer ya es muchísimo más complejo.
Se trata de una cuestión que se irá develando en las próximas semanas y meses. Pero alertamos contra lecturas impresionistas que olvidan que subsiste aún un gran escollo: unas relaciones de fuerzas que no han sido desafiadas abiertamente y que, en un punto u otro, seguramente plantearán grandes enfrentamientos.
Para ese escenario hay que irse preparando desde ahora; preparar a la militancia y el activismo obrero, popular y juvenil.
[1] Recordar el famoso “con 20 diputados esto no pasaba” de Del Caño contra Manuela Castañeira en la polémica en oportunidad de la represión en Pepsico. El PO ha repetido lo propio en un reciente reportaje en Clarín donde anuncian que obtendrían varios diputados nacionales en todo el país…
[2] No solo se excusó de movilizar el 7 de agosto a San Cayetano sino que nuevamente el 1 de octubre sus agrupaciones no participaron del acto en Plaza de Mayo por el segundo aniversario de la desaparición de Santiago Maldonado; además que ya han señalado su negativa rotunda a volver a convocar en el eventual tercer aniversario el 1 de noviembre.
[3] El dólar se aplacó, la débil recuperación en curso parece afianzarse, crece la convicción de que Macri podría lograr la reelección en el 2019, todos elementos que pueden facilitar la convicción que se puede “hacer negocios” en el país con un horizonte de cierta estabilidad.
[4] De todos modos, atención, no se trata de un caso cerrado aún; el juez Lleral está ahora al frente de manejar los tiempos pero no se puede descartar que pasadas las elecciones el tema vuelva a los primeros planos; es que se trata de un problema no resuelto y la familia Maldonado es un punto de apoyo, un factor activo para que la cosa no se cajonee.
[5] Una franja de vanguardia gira hacia la izquierda como se puede apreciar en nuestro país en los importantes resultados obtenidos por ambos frentes de izquierda en las zonas obreras.
[6] Elemento este muy importante en la medida que, efectivamente, desde el 2001 las reformas de libre mercado habían quedado congeladas en el país, descongelamiento que ha iniciado a pasos acelerados el gobierno macrista (hecho que preside toda la lógica de su política económica).
[7] De paso dejamos anotado que no nos parece bien que el MST no haga lo propio; que más allá de consideraciones erradas, organizativistas, lo que denota es la falta de claridad alrededor de los criterios elementales de independencia de clase que lo caracterizan.
Por Roberto Sáenz, Editorial SoB 443, 12/10/17