Venezuela, entre la espada de las deudas impagables y la pared de las sanciones de EEUU y la UE
¿Comienza el default de la deuda externa?
Por Rafael Salinas
El martes último, junto con anuncios de nuevas sanciones de EEUU y la Unión Europea contra Venezuela, las agencias informaban que había comenzado el proceso de default de su deuda pública.
“La calificadora de créditos estadounidense Standard & Poors (S&P) rebajó hoy la deuda soberana de Venezuela en moneda extranjera a default después de que incumpliera el pago de los intereses en dos bonos.
“La calificadora anunció que la decisión se justifica por el hecho de que las autoridades venezolanas no abonaron 200 millones de dólares de los cupones correspondientes de bonos globales emitidos con vencimiento en 2019 y 2024.
“El pago no fue hecho después de que este fin de semana se cumplieran los 30 días del período de gracia. En consecuencia, colocó en grado SD/D (selective default/default) la deuda soberana de Venezuela a largo y corto plazo en moneda extranjera…” (Agencia EFE, 14/11/2017).
Esto no fue una sorpresa. El gobierno de Maduro se había destacado como un “pagador serial” de la extraordinaria (e injustificable) deuda pública venezolana. Esto lo fue haciendo a costa de las crecientes penurias de los trabajadores y las masas populares. Pero, finalmente, como sucedió en el caso de Argentina y tantas otras cesaciones de pago, no fue suficiente para saciar a los vampiros de las finanzas.
Como en otros casos similares, también en la Venezuela chavista no han sido los ricos –sean “pitiyanquis” opositores o “boliburgueses” oficialistas– los afectados por esta situación. El pago de la deuda, sumado a la baja de los precios de hidrocarburos y a que Venezuela (igual que antes del chavismo) sigue siendo importador de infinidad de artículos que podría producir, fue llevando a una situación cada vez más crítica. Así, hacer frente a los vencimientos de la enorme deuda, se fue haciendo imposible.
El gobierno de Maduro ya venía rascando el fondo del cofre. A esta situación de liquidación de las reservas para pagar a los usureros internacionales, se suma otro elemento de crisis. Por diversas causas no del todo claras –entre ellas la gestión misma de la industria petrolera– la producción petrolera venezolana viene en declive.
La OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo), de la que es miembro Venezuela, informa en el Boletín Mensual del Mercado Petrolero (Octubre 2017) “que la producción de PDVSA [la empresa estatal venezolana] sufrió la mayor caída en lo que va del año, ubicándose en 1,890 millones de barriles por día (bpd) el pasado mes de septiembre 2017, una reducción de 51,9 mil bpd con respecto al mes de agosto 2017. Adicionalmente, el reporte de la OPEP muestra la caída libre de la producción de PDVSA este año, equivalente a 199 mil barriles promedio año por día en relación a la producción de 2016. Un desplome de 9,53%.
“Según opinión de técnicos, PDVSA «ha perdido capacidad para incrementar la producción de los yacimientos por la falta de inversión y mantenimiento de la infraestructura petrolera en el último quinquenio, ocasionando daños estructurales».”
Los acreedores faltaron a la cita. En su reemplazo llegó el default
En una situación cada vez más complicada, el gobierno de Maduro venía desde hace más de un mes incumpliendo vencimientos de la deuda. Era evidente que el carro ya corría al borde del precipicio.
Sin embargo, el domingo pasado Maduro anunció con bombos y platillos que todo estaba por solucionarse. El lunes 13 se realizaría una reunión en Caracas con los bonistas y acreedores donde se implementaría una reestructuración de la deuda que ya estaba prácticamente acordada.
En su programa de TV –“Los domingos con Maduro”, donde infructuosamente intenta imitar a Chávez–, el presidente anunció triunfante que en esa reunión “han comprometido su participación 414 inversionistas tenedores de deuda externa venezolana, que significa el 91% de todos los tenedores de deuda externa, entre los cuales hay banca norteamericana como arroz, también italiana, británica, venezolana…”.
Y añadió: “El default nunca llegará a Venezuela. Venezuela siempre tendrá una estrategia clara y ahora nuestra estrategia es renegociar y refinanciar toda la deuda (…). Que estén claros todos los acreedores y agentes financieros. […] Con la instalación de la mesa de renegociación de la deuda externa, Venezuela comenzará una estrategia clara, seria y abierta, para buscar nuevos senderos porque Venezuela tiene derechos económicos internacionales y los va a hacer valer!!!”
Pero el curso de los acontecimientos fue muy distinto del anunciado el domingo. El lunes 13, aunque no se dieron datos precisos a la prensa, fue evidente que no concurrieron a la reunión los 441 bonistas acreedores del 91% de la deuda, ni mucho menos. La reunión terminó en menos de media hora y evidentemente sin llegar a acuerdos concretos.
Luego, Maduro se limitó a reiterar su intención de refinanciar o reestructurar todos los bonos y demás deudas externas de Venezuela y PDVSA. Esto se realizaría después de pagar los 2.000 millones de dólares que suman esas deudas hasta fin de año.
Como corolario, Maduro nuevamente juró y rejuró que ni Venezuela ni PDVSA caerían en suspensión de pagos. Pero, lo concreto, es que la anunciada “reestructuración de la deuda” del lunes pasado resultó un bluff y/o una expresión de deseos. No hay nada en concreto, salvo quizás posibles reestructuraciones parciales de deudas con China y Rusia… donde juegan intereses geopolíticos más que económicos.
Es que no hay que olvidar que en este cuadro no sólo pesan los intereses financieros, sino también los geopolíticos. El gobierno de Trump –que tiempo atrás amenazó con enviar los “marines” para terminar con el “comunismo” en Venezuela– comenzó ahora a hacer presiones para trabar reestructuraciones de la deuda venezolana.
Por ejemplo, voceros del gobierno “advirtieron” a los tenedores de bonos venezolanos que “negociar con Venezuela podría ser ilegal”. ¡Aquí se contradicen, por un lado, los intereses de los usureros de Wall Street (que quieren cobrar lo que prestaron) y, por el otro, la política hacia Venezuela del Gran Matón de la Casa Blanca!
Finalmente, el martes 14 sí se llegó a algo concreto… al inicio de default de la deuda venezolana… pero dictado desde Wall Street. Nos referimos a la medida tomada por la calificadora de créditos estadounidense Standard & Poors (S&P) –que comentamos al principio– de rebajar la calificación de la deuda de Venezuela a “default selectivo”… Es una pendiente que difícilmente lleve a otra cosa que al default en toda la regla y sin la menor preparación para enfrentarlo.
Por el no pago de la deuda externa
Este desenlace, paradójicamente, es producto –entre otros factores– del religioso cumplimiento de las “obligaciones internacionales” con los usureros que lucraron con bonos y otras obligaciones emitidas por el Estado venezolano y PDVSA.
Desde hace bastante tiempo, ya era evidente la imposibilidad de cumplir con el endeudamiento disparatado de la boliburguesía y sus gobiernos (endeudamiento que también regó generosamente los bolsillos de la burguesía opositora).
En una coyuntura económica mundial adversa, la bonanza petrolera se había derrumbado. Este sube y baja no es nada novedoso. Ha sido el ciclo reiterado a lo largo de un siglo de la Venezuela mono-exportadora de hidrocarburos. El chavismo de Chávez, ni menos por supuesto el de Maduro, intentaron un cambio real para salir de este ciclo infernal. Algo que fuese más allá de los discursos.
Cuando llovieron los dólares, se llenaron los bolsillos, sin impulsar cambios radicales de la economía venezolana ni de sus relaciones con la economía mundial… ¡Cuando se acabó la bonanza petrolera, la solución fue endeudarse… o, mejor dicho, endeudar al Estado y a PDVSA, y simultáneamente poner a pan y agua a los trabajadores y los pobres! ¡Y eso lo aprovecharon todos los privilegiados, oficialistas u opositores!
Ahora se llega a la cesación de pagos, en la perspectiva de una renegociación de la deuda en la que los acreedores impondrán las condiciones más leoninas… como siempre para que las cumplan los de abajo.
En esta situación, en la cuestión de la deuda, los trabajadores y sectores populares deben luchar por una alternativa propia, por sus propios intereses, que no son los de las pandillas que encabezan respectivamente el gobierno de Maduro y sus opositores de la derecha.
Esta alternativa debe ser la del no pago de la deuda externa. De las deudas contraídas por el Estado y sus empresas, los trabajadores y los pobres no han recibido nada. ¡Ningún beneficio! Su único papel, su única relación con ellas, ha sido el de ajustarse cada vez más el cinturón para pagarlas a sus usureros.
Los trabajadores y el pueblo de Venezuela deben negarse a hacer más sacrificios, para cubrir las deudas de otros.
Por Rafael Salinas, SoB 448, 16/11/17