Las desigualdades de la crisis mundial
Uno de los rasgos salientes de la actual crisis mundial, hasta el momento, es la desigualdad de sus desarrollos. Se trata de una crisis global que abarca –de una u otra manera– el conjunto de la economía mundial. Sin embargo, es un hecho que países como China, India, Brasil (el caso de Rusia es algo distinto)[1] y, detrás de ellos, muchos de los países llamados “emergentes”, han esquivado caídas recesivas de importancia: ¿a qué se debe este fenómeno? Intentaremos dar aquí una respuesta a modo puramente “especulativo” que requiere de un estudio ulterior.
Una “revolución industrial” tardía
La explicación pasa por el rol que al interior de la economía mundial han estado teniendo estos países en los últimos años. Por un lado, su dinámica ha sido parte íntima de la mundialización capitalista neoliberal: son carne y uña con el giro del mercado mundial internacional y su particular división del trabajo. Sin embargo, aun a pesar de esto, hasta ahora su dinámica en el contexto de la crisis ha sido diversa. Atención: es obvio que de producirse una recaída económica de magnitud depresiva no podrían evitar ser arrastrados (sólo representan, a groso modo, el 30% de la economía mundial).
Pero aquí queremos dar cuenta de la especificidad de sus desarrollos. Creemos que hay una razón de fondo que explica esta evolución desigual. O, en todo caso, su relativo “colchón” frente a la crisis. Se trata del hecho no casual de países, todavía con un enorme “hinterland” campesino o ex campesino, que recién contemporáneamente están siendo recorridos por las relaciones de mercancía y valor en el sentido estricto del término.
Se trata de que poseen un ancho campo de valorización del capital y una enorme fuente de mano de obra barata para la explotación capitalista, tanto nacional como internacionalmente: una nueva frontera geográfica del capitalismo en tanto capitalismo “intensivo” por así decirlo.
Es esta ventaja comparativa –geográfica y social– la que ayuda a explicar su comportamiento diverso a lo largo de la crisis. Esto amén del paquete de rescate económico chino, uno de los más grandes, sino el más grande comparativamente en términos relativos en el orden mundial.
Se trata de territorios “vírgenes” desde el punto de vista de las relaciones específicamente capitalistas (de la producción para la ganancia) que sólo en las últimas décadas se han transformado en áreas de subordinación directa –subsunción real y no meramente formal– de la fuerza de trabajo y la naturaleza a las leyes del capitalismo[2].
Así las cosas, una suerte de “revolución industrial” tardía –dicho de manera exagerada– se está produciendo en estas inmensas regiones. Una definición de “revolución industrial” con la que pretendemos dar cuenta aquí no de un supuesto componente “tecnológico” de la misma[3], sino del significado económico-social de poner bajo la ley del valor y la directa producción de mercancías enormes recursos humanos y naturales.
Es este mismo proceso el que explica, también, la paradoja del “super consumo” de materias primas provenientes de los emergentes que han mantenido a las commodities en una tendencia relativamente sostenida a pesar de la crisis económica mundial.
¿China como nuevo país imperialista?
Aquí se entrecruzan entonces varios factores que no podemos abordar exhaustivamente y que requieren de un estudio ulterior. Nos parece que esta apreciación general del carácter ex agrario en proceso de industrialización de estos países –una industrialización, como veremos más abajo, de todas maneras dependiente y subordinada–, amén de su magnitud poblacional, es lo que les ha dado el determinado “margen” que han tenido hasta ahora para manejarse en el contexto de la crisis. Se trata de una variante de las llamadas “ventajas del atraso”.
Luego de estas apreciaciones generales, están ya las determinaciones más concretas. En el caso chino, crece la discusión acerca de la necesidad de rebalanceo de su economía y de que debe apreciar su moneda, el yuan (cosa que acaba de comenzar infinitesimalmente a realizar), volcarse menos hacia las exportaciones y más al consumo interno.
En todo caso, lo que queremos destacar acá, es que el rol de China ha servido a los países emergentes y el alto valor de las materias primas funcionó como “colchón” mediador del impacto de una crisis mundial que tiene su foco, precisamente, en las economías centrales. De ahí la “rareza” de este rasgo de la actual crisis, rareza que sin embargo está siendo exagerada hasta el infinito.
Entre estas exageraciones, se pierden de vista varias cuestiones que deberían ser, al mismo tiempo, evidentes. Una muy importante es el enorme peso de las multinacionales en China. Es decir: no se trata de un desarrollo “económico” autocentrado ni “soberano” por así decirlo (aunque también exista un grado de autonomía relativo por parte de la burocracia china). Este fue el rasgo determinante del ascenso económico de las naciones europeas más importantes, de los EEUU y más tardíamente de Japón, claro que mediado por las dos guerras mundiales del siglo XX.
Pero en el caso de China (y ni qué decir tiene la India y Brasil) la cosas no son tan “sencillas”. Si bien cada “experimento” tiene su especificidad, parece de un impresionismo colosal el pensar que China vaya a dominar realmente, económica y políticamente, y de manera “insensible”, el mundo en el siglo XXI… En todo caso, la especificidad del fenómeno está hablando de otra cosa: de una situación “intermedia”, por así decirlo.
A este respecto, no debe dejar de llamar la atención que la propia asociación de estos países al G-20 no deja de ser una que no parece cuestionar ninguno de los pilares del orden económico existe: sólo se busca escalar de posiciones DENTRO de este orden de cosas. De ahí que no haya una sola reivindicación emancipadora o siquiera realmente “soberana” por parte de estos países en el concierto de los estados a nivel mundial.
Esto lo señalamos más allá del hecho cierto del carácter de primer acreedor que tiene China respecto de los EEUU. Este no deja de ser un factor de importancia que responde al problema de la relativa des-industrialización del país del norte y que es uno de los problemas más graves que atraviesan a la economía capitalista mundial como un todo[4].
Retomando nuestro argumento, señalemos que el análisis que venimos desarrollando muestra los alcances y límites del rol mediador de estos países. Es decir, por ahora su relativa “revolución industrial” ha producido el efecto del famoso “desacople” –hasta cierto punto, claro está– entre la economía de los países “avanzados” y los emergentes. “Desacople” que está llamado a “volatilizarse” en la medida que se produzca la recaída económica que se viene.
En definitiva: existe un problema “estructural” que va más allá de las dinámicas puramente “cíclicas”. En la medida que no estamos frente a naciones con la potencialidad de emerger como nuevos centros “soberanos” imperialistas, su capacidad de mediación no puede dejar de estar, vg., mediada.
Una depresión arrastraría al globo entero
Lo anterior no lo señalamos en un sentido doctrinario. Es decir, no hay razón para clausurar la pelea competitiva entre estados en el siglo XXI. Esto amén de que el capitalismo, de conjunto, está recorriendo un camino de declive –y no de ascenso– como totalidad histórica.
Pero por esto mismo su “ley de desarrollo” no puede dejar de ser muy “dura” por así decirlo: si el ascenso de un Estado al rango de nación imperialista debe implicar, necesariamente, el declive de otra, no está claro cómo esto podría ocurrir de manera indolora para China más allá del real entrelazamiento de capitales que existe a nivel mundial…
En fin, el “misterio” de los países BRIC está llamado a acabarse si se confirma la tendencia –que ya parece insinuarse– a una recaída económica en regla en la crisis mundial. Porque la misma está llamada, inevitablemente, a arrastrar a todos los países.
[1] Bajo la sigla BRIC están agrupados Brasil, Rusia, India y China y, detrás de ellos, genéricamente, otros países de la periferia dependiente o semicolonial como la Argentina donde la crisis no ha impactado hasta ahora de la misma manera que en el norte del mundo.
[2] O que si bien eran países enteramente capitalistas como la India, hizo falta la emergencia del ciclo de la mundialización para que entraran completa y dinámicamente bajo el imperio completo de la mercantilización.
[3] Está claro que la tecnología más avanzada proviene de las multinacionales de los países imperialistas.
[4] Como disgresión, digamos que la crisis ha tenido un desarrollo “sorprendente” en lo que tiene que ver con los problemas estructurales de la economía mundial: ninguno de los problemas subyacentes ha sido abordado realmente. Veamos. ¿De qué se habla cuando se dice “rebalanceo” de la economía mundial? Superficialmente, de cómo equilibrar el flujo de divisas entre las diversas economías: fundamentalmente, de cómo resolver los déficits comerciales y de balanza de pagos de los EEUU. Pero detrás de estos déficits, hay un problema de otro orden que tiene que ver con la tasa de ganancia de las corporaciones norteamericanas y el salario de los trabajadores en los propios EEUU. Por un lado, la deslocalización de la rama dos de bienes de consumo ha servido para abaratar el precio de los bienes de consumo masivo y así rebajar el valor de la fuerza de trabajo en los propios EEUU. Al mismo tiempo, estas industrias se han beneficiado de los escasos salarios chinos para recuperar sus tasas de ganancias.
Pero el dramático problema es que si bien las ganancias de las corporaciones norteamericanas en China retornan eventualmente al país del norte por diversos conceptos, esta tendencia se ha visto contrapesada por el déficit comercial y de balance de pagos…