Mar - 15 - 2018

Tras el declive de Estados Unidos

Geopolítica del siglo XXI, fluidez en todas partes

Por Immanuel Wallerstein
Wallerstein Commentary N° 467, 15/02/2018 (*)

Introducción de SoB: La situación internacional –la “arena geopolítica”, como dice Wallerstein–, va efectivamente de sorpresa en sorpresa. La de esta semana fue el despido sin preaviso del Secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, que se habría enterado por los medios de ese cambio. Simultáneamente, se anunció el nombre de su reemplazante, el director de la CIA, Mike Pompeo. Esta “fluidez” no es simplemente producto del carácter peculiar del presidente Trump… refleja también cambios más amplios y de fondo. Días antes de este incidente tan “Trumpian», el gran historiador estadounidense Immanuel Wallerstein sintetiza las causas profundas de la creciente inestabilidad geopolítica mundial y los vaivenes de la conducción de Estados Unidos.

La arena más fluida en el sistema-mundo moderno, que está en crisis estructural, es posiblemente la arena geopolítica. Ningún país llega, ni de cerca, a dominar esta arena. El último poder hegemónico, Estados Unidos, ha actuado durante mucho tiempo como un gigante indefenso. Puede destruir pero no controlar la situación. Aún proclama reglas esperando que el resto [de países] las cumplan, pero puede ser y es ignorado.

Ahora hay una amplia lista de países que actúan según su conveniencia, a pesar de las presiones de otros países para que actúen en tal o cual sentido. Un vistazo a la situación del mundo confirmará sin dificultad la incapacidad de Estados Unidos para salirse con la suya.

Los dos países, además de Estados Unidos, que disponen de un fuerte poderío militar son Rusia y China. En su momento, se tuvieron que mover con cuidado para evitar las reprimendas de Estados Unidos. La retórica de la guerra fría[1] describió dos campos geopolíticos en competencia. La realidad era diferente. En realidad, la retórica enmascaraba la eficacia relativa de la hegemonía estadounidense.

Ahora es prácticamente al revés. Estados Unidos tiene que moverse con prudencia en relación a Rusia y China, con el fin de evitar perder toda capacidad de obtener su cooperación en las prioridades geopolíticas de Estados Unidos.

Mírese a continuación a los llamados aliados más fuertes de Estados Unidos. Podemos discutir sobre cuál es el aliado más cercano, o sobre quién lo ha sido durante mucho tiempo. Se puede elegir entre Gran Bretaña e Israel o incluso, dirían algunos, Arabia Saudita. También se puede hacer una lista de antiguos socios fiables de Estados Unidos: Japón y Corea del Sur, Canadá, Brasil y Alemania. Calificarlos como los segundos.

Fijémonos ahora en el comportamiento de todos estos países en los últimos veinte años. Digo veinte porque la nueva realidad es anterior al régimen de Donald Trump, aunque indudablemente él ha empeorado la capacidad de Estados Unidos para salirse con la suya.

Tomemos la situación en la península de Corea. Estados Unidos quiere que Corea del Norte renuncie a las armas nucleares. Este es un objetivo que Estados Unidos repite regularmente. Es cierto que lo hizo cuando Bush y Obama fueron presidentes. Y continúa siendo cierto con Trump. La diferencia es el modo de tratar de lograr este objetivo. Antes, las actuaciones de Estados Unidos añadían cierto nivel de diplomacia a las sanciones. Esto reflejaba la comprensión de que demasiadas amenazas públicas por parte de Estados Unidos eran contraproducentes. Trump cree lo contrario. Él ve las amenazas públicas como el arma básica de su arsenal.

Sin embargo, Trump tiene días diferentes. El primer día amenaza a Corea del Norte con la devastación. Pero en el día siguiente se dirige con prioridad a Japón y Corea del Sur. Trump les acusa de otorgar un apoyo financiero insuficiente para cubrir los gastos derivados de la presencia militar permanente de EEUU en la zona. Entonces, en el vaivén de una posición a la otra, ni Japón ni Corea del Sur tienen la sensación de estar protegidos de forma segura.

Japón y Corea del Sur han hecho frente a sus temores e incertidumbres de forma dispar. El actual régimen japonés busca afianzar las garantías de Estados Unidos ofreciendo un apoyo público total a las (cambiantes) tácticas estadounidenses. De ese modo espera complacer lo suficiente a Estados Unidos para que Japón reciba las garantías que desea.

El actual régimen de Corea del Sur desarrolla una táctica bien diferente. Persigue, de forma abierta, relaciones diplomáticas más estrechas con Corea del Norte, muy en contra de los deseos de Estados Unidos. De ese modo espera complacer suficientemente al régimen de Corea del Norte como para que éste responda aceptando no intensificar el conflicto.

No está claro que alguno de estos enfoques tácticos vaya a servir para enderezar la posición de EEUU. Lo que es seguro es que Estados Unidos no está al mando. Tanto Japón como Corea del Sur buscan a hurtadillas disponer de armas nucleares para fortalecer su posición, ya que desconocen lo que pueda depararles Estados Unidos en el futuro. La fluidez de la posición de Estados Unidos debilita aún más el poder de Estados Unidos debido a las reacciones que genera.

Tomemos sino la situación aún más complicada en el llamado mundo islámico, desde Magreb a Indonesia, y en particular en Siria. Cada potencia principal en la región (o que se ocupa de la región) tiene un enemigo (o enemigos) principal diferente. En este momento, para Arabia Saudita e Israel es Irán. Para Irán es Estados Unidos. Para Egipto es la Hermandad Musulmana. Para Turquía, los kurdos. Para el régimen iraquí, los sunitas. Para Italia, Al Qaeda, lo que hace que sea imposible controlar el flujo de migrantes. Y aún podíamos seguir.

¿Y para Estados Unidos? ¿Quién sabe? Esto es lo que da miedo a todos los demás. Estados Unidos parece tener en este momento dos prioridades bastante diferentes. Un día, es la aquiescencia de Corea del Norte con los imperativos de EEUU. Al día siguiente, es poner fin a la participación de Estados Unidos en la región de Asia oriental o, al menos, reducir su desembolso financiero. Nadie sabe a qué atenerse.

Podríamos dibujar una situación similar en otras regiones o subregiones del mundo. La lección a retener al hacerlo es que al declive de Estados Unidos no le sigue [la emergencia de] otra hegemonía. Lo que ha ocurrido es que, la fluidez de la que hablamos se ha plegado al zigzag caótico general.

Por supuesto, en ello reside el gran peligro. De pronto, en todo el mundo la gente piensa, y sobre todo las fuerzas armadas, en accidentes nucleares, en errores, o en una locura. A corto plazo el debate geopolítico más importante es cómo lidiar con este peligro.

* Publicado en español por “Kaos en la Red”

1.- Se refiere al período que va desde poco después de la Segunda Guerra Mundial (1939-45) hasta el derrumbe de la Unión Soviética (1989-92). (Nota de SoB).


 

Despidos en la Casa Blanca

La última “sorpresa” de Trump confirma a Wallerstein

Por Claudio Testa

El sorpresivo “despido” de Trump de su inicial secretario de Estado, Rex Tillerson, confirma el panorama internacional de crisis y gran “fluidez” que caracteriza y describe muy bien Wallerstein en su artículo.

Y confirma también un contexto mundial donde se destaca el debilitamiento cualitativo de Estados Unidos, con una contradicción que puede ser peligrosísima para el mundo. El imperialismo yanqui ya no tiene poder geopolítico como para hacerse obedecer sin chistar, pero sí tiene capacidad para destruir al mundo y al género humano.

Y, desde esa posición, EEUU puede poner hoy sobre la mesa, el supremo chantaje de una ex-superpotencia que hoy está geopolíticamente en un declive muy difícil de revertir.

En la historia, este tipo de chantajes y el juego al “todo o nada” han dado resultados muy variados. Muchas veces han sido fatales para sus promotores y de un costo atroz para los pueblos involucrados. La Segunda Guerra Mundial del siglo pasado, cuyas consecuencias aún vivimos, fue uno de los mayores ejemplos de cómo los tiros pueden salir por la culata.

Sin embargo, esas viejas épocas tenían una inmensa ventaja sobre el presente. No existían armas nucleares. Las guerras podían ser terribles, pero el renacimiento y la reconstrucción eran posibles.

Pero hoy en Washington los incendiarios de guerra no tienen sólo fuego a su disposición, sino también armas nucleares. Y ahora, por lo menos de palabra, habrían decidido salir a reconquistar el mundo.

Por supuesto, el destituido Rex Tillerson, aunque hizo rabiar a Trump por su “moderación”, no era un ángel de la paz. Pero, como señala un especialista en las intrigas de Washington, “Tillerson, antiguo patrón del gigante petrolero Exxon, había chocado desde las primeras semanas con el mandatario. Reflexivo y acostumbrado a gestionar acuerdos a largo plazo, su gestión se vio pulverizada por el estilo Trump…”[1]

Pero no se trató tanto de formas y modales como de contenidos. Tillerson se habría opuesto a embestir “a lo bestia” en puntos fundamentales (y críticos) de política exterior. Hablamos del pacto nuclear con Irán (que implica enfrentamientos no sólo con Teherán sino también con Rusia, China, la Unión Europea y la gran mayoría de la ONU), el traslado de la Embajada de EEUU a Jerusalén (otra provocación repudiada por casi todos los Estados del mundo), las relaciones conflictivas con la Unión Europea, las amenazas de intervenciones militares varias, desde Venezuela a Corea… Y, además, en relación a Corea del Norte, las oscilaciones entre amenazas de guerra nuclear y el anuncio inconsulto de una reunión amigable con Kim Jong-un.

El reemplazante del aturdido ex presidente de Exxon, será un personaje tanto o más preocupante que Trump. Se trata del actual director de la CIA (Central Intelligence Agency), Mike Pompeo.

Pompeo es un personaje más cercano a un matón de barrio que a un modoso ejecutivo y/o diplomático habituado a las negociaciones. Un corresponsal en la capital estadunidense da un dato clave acerca de él: “Mike Pompeo llegó a Washington en 2010, montado en la ola ultraconservadora del Tea Party.”[2]

Recordemos que el “Tea Party”, aunque algo heterogéneo, nació como una corriente fascistoide, asentada principalmente en los sectores racistas de la población blanca, especialmente de los Estados del sur y centro de EEUU. Su clientela social es la misma que históricamente tenía el Ku Klux Klan. Odian a los negros. Odian a los latinoamericanos. Y, con el Tea Party, odian también al resto del mundo, porque está dejando atrás a EEUU y ya no lo obedece. De esa matriz ha nacido el nuevo y más “combativo” Secretario de Estado, Mike Pompeo.

Anotemos finalmente que el desplazamiento de Tillerson y la promoción de Pompeo, dejó un puesto vacante en la dirección de la CIA. Su reemplazante será Gina Haspel.

La designación, por primera vez en la historia, de una mujer al frente de la CIA, esbozó inicialmente un cierto festejo “feminista” en los medios serviles a EEUU. Pero la fiesta duró poco al difundirse el currículum de este personaje.

Gina Haspel ascendió a las cumbres de CIA como torturadora. Su mérito ha sido superar en crueldad y barbarie a sus competidores varones.

“Haspel –informa un corresponsal de “El País” en Washington– dirigió una prisión secreta en Tailandia, donde los detenidos eran sometidos a tortura…, según se recogió en una investigación del Senado de EEUU… Esa investigación estableció que la hasta ahora segunda de Pompeo, ordenó la destrucción de las cintas en las que estaban registradas esas torturas a las que fueron sometidos los detenidos y que se guardaban en el centro de Tailandia…”.[3]

El gran interrogante

En resumen: ¿el declive de EEUU, que señala bien Wallerstein y en el que coincidimos, piensa ser superado “a lo bestia” por la administración Trump? Para eso sirven personajes como Pompeo y Haspel. Pero por ese camino se abre el peligro de “reacciones en cadena” que se vuelvan finalmente incontrolables…

Walllerstein, acertadamente, describe ese retroceso global de EEUU, en un mundo que lo desobedece cada vez más: “Estados Unidos aún proclama reglas esperando que el resto [de países] las cumplan, pero puede ser y es ignorado… Ha actuado durante mucho tiempo como un gigante indefenso. Puede destruir pero no controlar la situación.”

Pero ahora, con Trump, puede abrirse un peligro mundial… que EEUU pretenda recuperar ese control “sea como sea”.

Dicho de otra manera: ahora que se ha sacado de encima al vacilante Tillerson y puesto al frente al pistolero del Far West Mike Pompeo, ¿con qué guerras piensa amenazar Trump, para que EEUU sea otra vez “el poder hegemónico” y vuelva a “controlar la situación” mundial como en otras épocas?

El imperialismo yanqui nació tardíamente, cuando otras potencias eran los dueños del mundo. Eso lo obligó a hablar hasta por los codos de “democracia”… pero en verdad su nacimiento y desarrollo estuvo signado por el famoso “Big Stick”, el “Gran Garrote”. Como decía el refrán de la época: “habla suavemente, pero lleva un gran garrote”.

Hoy es al revés. La política de Trump podría definirse como la agitación vociferante del “Gran Garrote” frente a todo el planeta… pero hasta ahora nadie importante se arrodilla y se somete a él.

Si esto sigue así, y Trump decide pasar de la vociferación a la acción, la situación mundial entraría en otro terreno extremadamente peligroso… en primer lugar para Estados Unidos.

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1.- J. M. Ahrens, “Trump destituye a su secretario de Estado, Rex Tillerson”, Washington, “El País”, 13/03/2018.

2.- Rafael Mathus Ruiz, “Con un nuevo secretario de Estado, Trump endurece su visión del mundo”, “La Nación”, 14/03/2018.

3.- “Gina Haspel, experta en operaciones encubiertas, primera mujer que dirigirá la CIA”, “El País”, 13/03/2018.

Por Immanuel Wallerstein, Wallerstein Commentary N° 467, 15/02/2018

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