Lo que dejó el 42 aniversario del golpe militar
La estabilidad, primero
José Luis Rojo
“Las dos mujeres dejaron atrás divisiones políticas para abrazar la causa del Nunca Más: (…) ‘Este camino es juntos. Esta memoria no tiene banderas políticas. Nos reclama a todos’. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, por su parte, admitió: ‘Podemos pensar distinto, tener diferencias, pero no somos enemigos. Todo es para bien, nada es para molestar y violentar a nadie ni acusar ciegamente a nadie. Simplemente, queremos que no se olvide y que se castigue con todo el peso de la ley” (La Nación, 24/03/17).
La jornada 24 fue multitudinaria pero pasó sin pena ni gloria. La crisis del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia significó que las columnas de la izquierda arribaran a la Plaza de Mayo casi de noche, a las 20 hs., cuando estaba terminando de leerse el documento del propio Encuentro.
Los k coparon una Plaza prácticamente cerrada hasta la mitad y realizaron una suerte de “operativo cerrojo” (en connivencia con algunas fuerzas integrantes del propio Encuentro), que dificultó el ingreso en la Plaza de la izquierda clasista.
El día anterior Estela de Carlotto había inaugurado un “espacio de la memoria” junto con Vidal. Podría haberse hecho en otra fecha, nada lo impedía. Sin embargo, se priorizó “lo institucional por encima de las banderas políticas”. Se legitimó así, en la previa del 24, un gobierno que ha hecho del negacionismo del genocidio militar una de sus banderas; se le echó agua a la jornada del día después.
Si quedaba alguna duda del giro a la derecha de los k, la jornada del sábado pasado no ha hecho más que certificarlo.
La reducción del aniversario a una efemérides
El diario La Nación afirmó que la jornada del 24 tuvo “un neto corte opositor”. En realidad, esto fue así solo de parte de los sectores que se movilizaron de manera independiente. Si la evaluación dependiera del perfil que le aportó el kirchnerismo, se trató una escenificación de lo que es su propio slogan: un “día de la memoria”, un acto contra nadie.
¿Qué significado tiene esto? El que le otorgaron los k bajo su gobierno al transformar la jornada en un feriado. La idea es quitarle pimienta como jornada de lucha, institucionalizándola.
Por un lado, la transformación en un feriado podría tener un elemento de conquista en el sentido que el Estado se ve obligado a reconocer oficialmente la importancia de la fecha. Pero, al mismo tiempo, al institucionalizarla, al estatizar el recuerdo, es como que se le quitara potencialidad disruptiva.
Es que la lucha contra la impunidad no es algo que esté en el pasado; algo ocurrido mil años atrás, sino una pelea política actual.
La semana pasada se logró volver a meter en prisión a Etchecolatz. Simultáneamente, se conocía un documento del sistema penitenciario donde se planteaba, por razones “técnicas” (superpoblación carcelaria), mandar a domiciliaria a genocidas de la calaña de un Astiz y varios otros[1].
Es decir: la pelea contra el genocidio de la última dictadura, contra la impunidad, contra el relato oficial de que “no hubo 30.000 desaparecidos”, es una pelea abierta.
De ahí que la apuesta a transformar el aniversario del golpe en una efemérides, sea una orientación regresiva. Una apuesta para intentar quitarle aristas al 24 en tanto que jornada de lucha; echarle baldes de agua fría. En conjunto, despolitizar la jornada, quitarle carácter opositor.
La consigna es no hacer olas
Así las cosas, la jornada del 24 no dejó gran cosa: no tuvo mayor impacto sobre los desarrollos.
Las organizaciones que dentro del Encuentro se jugaron al acto común con los K, que durante el 24 mismo le siguieron haciendo el juego (como el PCR, entre otros), fueron cómplices de aguar el carácter de la jornada (por más multitudinaria que haya sido), de debilitar el Encuentro como expresión independiente en el seno del movimiento de los derechos humanos.
Pero el “operativo gobernabilidad” tiene más condimentos. Empezando por las paritarias, salvo bancarios y algún que otro gremio, se están aviniendo a firmar el 15% pedido por el gobierno con algún adicional. No importa si la inflación se proyecta para el 20% o más: todos los gremialistas rinden pleitesía a la consigna de aquietar las aguas encrespadas por diciembre.
Incluso entre los sindicatos docentes de la provincia de Buenos Aires, con los que Vidal (¡la misma Vidal!) va de provocación en provocación, la burocracia se ha encargado de planchar las cosas.
La paritaria no está cerrada. Los sindicatos docentes junto con estatales y otros están a punto de montar una “Carpa Blanca”. También han decretado un paro de 24 horas para la semana que viene.
Pero esto no indica ningún giro, salvo cuidar las formas. La política sigue siendo “negociar con los pibes en las aulas”: es decir, que no haya conflicto, lo que está en línea con todo el resto de la dirección sindical.
Esto se agrava porque cuando se dejan pasar las coyunturas para golpear al gobierno, este se rearma y pasa a la contraofensiva; veamos sino la decisión de Vidal de jubilar forzadamente miles de docentes. Docentes la mayoría de los cuales no quieren quedarse en su casa a los 60 años (una decisión que debe ser libre); que para colmo implicaría que cobren la mitad de su salario actual.
Los gestos de “distensión” no se quedan ahí. En el frente judicial se aprecia lo mismo. Es realmente aburrido seguir los tejes y manejes de la justicia, las razones “técnicas” por las que ahora se deja en libertad los dirigentes k antes detenidos, los “enojos” de Macri con la Corte Suprema.
En todo caso, y más allá del show, lo que se demuestra es que la “apretada judicial” a los k no parece ir más allá de “una moneda de cambio”; en la Argentina no existe un proceso judicial autónomo tipo “Mani pulite” en Italia (un procesamiento de corrupción política que se realizó de manera independiente); que todo es una tranza.
Casualmente, el relajamiento judicial sobre los k (que podría volver a escalar dependiendo de las circunstancias) llega justo ahora, sumándose como otras tantas expresiones del “pacto de gobernabilidad” que parecen haber pasado el gobierno, los k y las conducciones sindicales; un acuerdo de gobernabilidad que no necesita estar escrito, que se opera mayormente en los hechos.
A estas señales de distensión hay que agregarle el calendario político, es decir, el acuerdo acerca del encauzamiento de los desarrollos.
Este “almanaque” está pautado como en tres “etapas”: ahora, no hacer olas dejando pasar un marzo tranquilo; llegar al Mundial en junio y luego del Mundial, en agosto, poner en marcha anticipadamente la campaña electoral.
El 2019 está demasiado lejos
Parte de esto es la interna del peronismo, su recuperación del “alma”, las presiones por la unidad, la consigna de “hay 2019” que es la piedra de toque y mantra actual de los k, la justificación para acabar con cualquier veleidad de “resistencia con aguante”.
Dentro del PJ se expresan dos orientaciones políticas generales que quizás no sea tan fácil congeniar. No tanto entre los k, Massa y Randazzo, que vienen de hacer reuniones conjuntas. Una de las propuestas fue lanzada por Rossi, que planteó astutamente una interna “desde el Frente Renovador hasta la izquierda”…
Por otro lado está el otro sector del peronismo, el de Pichetto y los senadores, el de los gobernadores, que en palabras del propio Pichetto quieren un peronismo “de centro”, que deje de lado cualquier “veleidad estatista, populista” y promueva un “capitalismo moderno”.
En todo caso, a la burocracia y a los k les alcanza con la consigna “hay 2019” para “entretener” a su base política, para desviar todo a lo electoral (dándole apoyo en los hechos al ajuste de Macri por dos años más).
Desde ya que estos planes pueden parecer muy “lindos” pero no están librados de imprevistos. Para el 2019 falta demasiado, repetimos.
Primero, la marcha económica, con un Banco Central que ha invertido en pocos días 1800 millones de dólares para aplacar la cotización. Es probable que en la medida que las aguas se calmen, y que el gobierno recupere oxígeno, esto repercuta favorablemente en la economía.
Si la economía mundial no explota (ver la guerra comercial decretada por Trump), el país tendría en lo inmediato las suficientes reservas para aguantar las contradicciones económicas; esto sobre todo si se imponen las paritarias a la baja, si hay tranquilidad, si el gobierno vuelve a la carga con el ajuste. Habrá que ver cómo se desarrollan las cosas.
Segundo, está la apertura del debate sobre el aborto legal, un factor dinámico de la realidad. Se verá si es un factor desestabilizador dependiendo, entre otras cosas, del grado de polarización que se genere.
Sin embargo, el factor clave son las relaciones de fuerzas. Un factor que se expresó en diciembre y admiten “tranquilidad” siempre y cuando no sean desafiadas de conjunto; que no haya grandes provocaciones de parte del oficialismo. Por ejemplo, enviando la reforma laboral al Congreso durante el Mundial.
La población puede ser agarrada por sorpresa, pero también puede reaccionar como ocurrió en diciembre. Aplanar la coyuntura sin desafiar las relaciones de fuerzas es una cosa; volver a la carga con provocaciones, es otra. Falta demasiado para las elecciones, y la realidad ha demostrado que este es un factor complejo para los planes de la gobernabilidad.
Las tareas de la izquierda
Las grandes tareas de la coyuntura son quebrar el aislamiento en que se encuentran conflictos como el Posadas, el Inti, el ataque a la docencia, a los estatales, los despidos, la miseria salarial de unas paritarias firmadas a la baja en casi todos los gremios.
Parte de esto mismo es dejar abierta la posibilidad de realizar nuevos encuentros como el que hicimos en el Hospital Posadas en febrero, sobre todo si se vienen nuevos ataques; la confluencia de las experiencias y corrientes clasistas es más necesaria aun en momentos que la burocracia se niega a luchar; cuando se encuentra en una suerte de “tregua eterna” cerrada en su negativa de que se generen nuevas jornadas como las de diciembre.
Se acabó la unidad de acción. Hay que denunciar que su política de gobernabilidad significa dejar pasar el ajuste y facilitar una nueva contraofensiva reaccionaria del gobierno ni bien tenga oportunidad de hacerlo. Las derrotas y retrocesos siempre vienen de la mano de este tipo de conducciones como los k.
Parte de esta pelea por una franja clasista en el movimiento obrero es la que queremos llevar adelante desde nuestra Corriente Sindical “18 de Diciembre”, que en las próximas semanas concretará su lanzamiento formal.
En segundo lugar, hay que seguir en las calles por el aborto legal. Se ha abierto un fenómeno progresivo con el ingreso a la pelea de una nueva generación de compañeras que hay que ayudar a madurar. Se trata de ganar toda una nueva camada para Las Rojas y nuestro partido.
En el calendario de la izquierda está, por último, el Primero de Mayo. Hay que tomar nota de la presión de los k sobre la izquierda, la necesidad de defender la independencia política de clase. En los últimos años los k quedaron a la defensiva con la izquierda.
Pero la estabilización de la coyuntura los favorece a ellos. Camino hacia el Primero de Mayo debe ser la oportunidad también para discutir la unidad de la izquierda clasista: la unidad entre el FIT y la Izquierda al Frente en las luchas y en el terreno electoral.
En definitiva, se trata de una agenda para quebrar la gobernabilidad e ir colocando desde ahora una perspectiva de independencia política de los trabajadores, fortaleciendo en estas peleas a nuestro partido.
[1] Graciela Fernández Meijide, simpatizante del actual gobierno, salió a avalar esta perspectiva supuestamente por razones “humanitarias”…
Por José Luis Rojo, Editorial SoB 462, 28/3/18