Elecciones en Paraguay
La continuidad de la continuidad
Fernando Dantés
El día de ayer, domingo 22 de abril, se realizaron los comicios generales de Paraguay en los que se elegía presidente, vice, senadores, diputados, gobernadores y juntas. Como no podía ser de otra forma, se alzó con el triunfo el Partido Colorado, que viene gobernando el país de forma ininterrumpida desde 1948 con la sola excepción de la presidencia del depuesto Lugo. O sea, de los últimos 70 años, gobernaron 66.
Digamos algo de los números, aunque sean en el fondo, cosméticos. Con una participación de algo más del 61% del padrón, los colorados del candidato Mario Abdo Benítez tuvieron el 46% de los votos emitidos y la oposición de su majestad del Partido Liberal el 42%. Estos últimos se presentaron en una alianza con la fuerza centroizquierdista de Lugo, que fue candidato a senador y no parece sentir molestia alguna por no ser candidato a presidente, siendo aún hoy el político más popular del país. La pusilanimidad no cae tan mal como la corrupción descarada y el bandolerismo político. Si bien la oposición denuncia importante irregularidades, que son moneda corriente, nadie parece querer hacer nada serio al respecto.
Queda en evidencia nuevamente que el aparato del Estado, incluido el electoral, está firmemente en las manos de los colorados. El Partido Liberal, presentado como opositor, es el otro partido clásico de la burguesía paraguaya y juega el triste rol de socio menor en el reparto del Estado con sus prebendas y cargos, aceptando mansamente la voluntad del partido mayoritario.
La única luz de cuestionamiento a este régimen evidentemente corrupto fue la presidencia de Lugo entre el 2008 y 2012. Se trató del primer presidente no colorado de los últimos 70 años y el único no colorado ni liberal desde hace alrededor de 130 años. Pero las esperanzas que despertó fueron poco más que un sainete ni muy gracioso ni muy original. Sin cambiar nada de la política económica, quiso satisfacer las esperanzas del golpeado pueblo paraguayo sin cuestionar tampoco al régimen político, no fue ni muy reformista ni muy disruptivo. Y cuando los dos partidos que dominaban la situación desde siempre consideraron que el experimento había durado mucho e impusieron un “golpe blando” para destituirlo, Lugo no opuso ni resistencia ni queja demasiado estridente. Su presidencia fue, en suma, “ni muy, ni muy, ni poco”. Hoy no es ni una molestia. El verdadero problema es que defraudó las esperanzas de los sectores populares paraguayos, golpeados por este régimen autoritario, dejando por legado la derrota de una lucha que no llegó a darse.
El del Partido Colorado, que gana nuevamente sin cuestionamiento serio alguno, es prácticamente un régimen de partido único con algún maquillaje, mal aplicado y de mal gusto, aquí y allá. Recordemos que era el partido de Stroessner, dictador militar del país durante más de 30 años, que fue depuesto por un golpe de Estado encabezado por otro colorado, también militar. El gobierno de Stroessner terminó en 1989 como comenzó en 1954, con un golpe de estado del Partido Colorado contra el Partido Colorado. Sus altos funcionarios han sido siempre históricamente militares de alto rango o funcionarios de las FFAA. El presidente ahora saliente, Horacio Cartes, fue una cosa “renovadora” en el partido llamado “Asociación Nacional Republicana”, en lugar de militar es un empresario condenado en los 80 por una estafa de 34 millones de dólares que estuvo cuatro años prófugo hasta ser perdonado por la Corte Suprema y que, según denunció una filtración de Wikileaks, se trata de un probado narcotraficante. El nuevo presidente electo, el ya mencionado Abdo Benítez, es una vuelta a los viejos valores tradicionales de los colorados: es el hijo del también militar secretario personal de Stroessner. Por supuesto que, a pesar de sus muy pocas diferencias, estos personajes tienen las muchas coincidencias del sometimiento de Paraguay al FMI y los EE UU, su atraso económico, la represión de cualquier oposición real, el neoliberalismo feroz, la no menos feroz explotación de los trabajadores y la convicción principista de mantener en la pobreza a amplias capas de la población.
Es evidente que el régimen colorado-liberal no puede dar nada a los trabajadores y el pueblo paraguayo. La única luz de esperanza se dejó ver tenuemente en las luchas de los últimos años, encabezadas centralmente por el movimiento estudiantil. Las movilizaciones del 2015 fueron una verdadera bocanada de aire para el asfixiado pueblo paraguayo (ver los artículos de Rafael Salinas “El narco-presidente Cartes en dificultades”, “Sin el ‘lastre de los sindicatos’ ni su ‘chantaje social’” y “Breve prontuario de Cartes & Family Corp.” del periódico Socialismo o Barbarie nº 352 del 8 de octubre del 2015).
Por Fernando Dantés, SoB 466, 26/4/18