Breve historia
La tradición de lucha del Primero de Mayo
Federico Dertaube
¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el bienestar.
George Engel
Honorable juez, mi defensa es su propia acusación, mis pretendidos crímenes son su historia. […] Puede sentenciarme, pero al menos que se sepa que en el estado de Illinois ocho hombres fueron sentenciados por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia.
August Spies
No, no es por un crimen por lo que nos condenan a muerte, es por lo que aquí se ha dicho en todos los tonos: nos condenan a muerte por la anarquía, y puesto que se nos condena por nuestros principios, yo grito bien fuerte: ¡soy anarquista! Los desprecio, desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!
Louis Lingg
Esas fueron las últimas palabras de tres de los Mártires de Chicago frente al cadalso, justo antes de ser ahorcados. José Martí, aquel líder de la independencia cubana, escribió como corresponsal del diario La Nación (sí, del diario mitrista argentino… ironías de la historia):
Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha. Les atan las piernas, al uno tras el otro, con una correa. A Spies el primero, a Fischer, a Engel, a Parsons, les echan sobre la cabeza, como el apagavelas sobre las bujías, las cuatro caperuzas. Y resuena la voz de Spies, mientras están cubriendo las cabezas de sus compañeros, con un acento que a los que lo oyen les entra en las carnes: ‘La voz que vais a sofocar será más poderosa en lo futuro, que cuantas palabras pudiera yo decir ahora.’
¡Cuánta razón tenía Spies! Esa frase, la última que salió de su boca, quedó grabada en la historia del movimiento obrero para siempre, su martirio y el de sus compañeros es una marca hecha con hierro al rojo vivo en su piel. Fueron asesinados por la democracia yanqui por luchar por la jornada de ocho horas, por atreverse a organizar sindicatos y asociaciones, por ser revolucionarios, por cuestionar la autoridad y el poder de la clase capitalista. Sus últimos gritos, los ruidos de la multitud rabiosa, el sonido de la bomba en Haymarket, todo sigue sonando en cada acto de cada rincón del mundo en cada aniversario del Primero de Mayo desde hace ya casi 130 años.
Un poco de historia: la rebelión de Haymarket
El Primero de Mayo de 1886 estalló en la ciudad de Chicago una de las huelgas más importantes de la historia de los Estados Unidos en cuanto a su magnitud, la más importante por su impacto histórico. Había un solo reclamo, nada más que uno: la jornada de trabajo de ocho horas. Esta exigencia había sido formulada por primera vez por el socialista utópico británico Robert Owen: “Ocho horas para trabajar, ocho para dormir, ocho para la recreación”. Años después, precisamente en su congreso de fundación de 1866, la Primera Internacional dirigida por Karl Marx retomaría esa exigencia para imprimirla duraderamente en sus banderas. “¡Ocho horas!”, exigieron en Inglaterra, “¡Ocho horas!”, gritaron en Francia, “¡Ocho horas!” dirán los insurrectos mexicanos en 1911, “¡Ocho horas!” conseguirían los rusos meses antes de alcanzar el poder mismo, “¡Ocho horas!” decían los Mártires de Chicago.
Estados Unidos había salido recientemente de la Guerra de Secesión, la abolición de la esclavitud (en su forma pura y descarada) había sido consagrada menos de dos décadas antes y con ella se le abrieron las puertas al desarrollo del antagonismo de clase de la sociedad contemporánea, la de la burguesía y el proletariado, los capitalistas y la clase obrera. Hacía ya varios años que se venía desarrollando la lucha por la limitación de la jornada de trabajo, lográndose en varios Estados de la Unión las diez horas. Pero el movimiento obrero seguía su desarrollo y cada conquista se veía como un escalón hacia el siguiente. Estados Unidos, como país de inmigrantes, absorbió las ideas más avanzadas del continente europeo a través de alemanes e italianos, fueron ellos los primeros dirigentes del naciente movimiento obrero.
Con anarquistas y socialistas a la cabeza se preparó la huelga de ese Primero de Mayo. 200 mil trabajadores fueron a la huelga, otros 200 mil consiguieron lo que pedían con la sola amenaza de dejar el trabajo. La magnitud del movimiento hizo correr la sangre por las venas de los capitalistas a la velocidad del miedo. La prensa fue la vocera de su espanto, “¡anarquía!”, “¡socialismo!”, “¡inmigrantes!”. Engel, Spies, Fischer y Parsons estaban entre los más destacados oradores de la jornada.
El 2 de mayo la policía disolvió por la fuerza una manifestación de más de 50 mil trabajadores. El día tres, en un acto en la puerta de la fábrica McCormick, un grupo de rompehuelgas matones de la patronal salió de la planta para romper la concentración a bastonazos. Los obreros en huelga se defendieron heroicamente familiarizando la cabeza de los carneros con sus puños. En ese punto, la muy neutral y democrática policía empezó a disparar, dejando un total de seis muertos en el piso.
Con un ingenuo respeto por la legalidad y para evitar más incidentes, los dirigentes de los obreros pidieron permiso oficial del mayor de la ciudad para realizar un acto de protesta en la Plaza Haymarket al día siguiente. El permiso les fue garantizado pero, en una clara actitud provocadora, ordenaron la disolución del acto antes de haber finalizado. Como los trabajadores se negaron a darse por dispersados antes de tiempo, la policía se abalanzó sobre ellos para echarlos por la fuerza. En ese momento, estalló entre los policías una bomba de origen desconocido que mató a uno de ellos e hirió a otros tantos. Esa fue la señal de largada de la avanzada represiva capitalista, hecha con un profundo odio, con saña de clase.
La patronal y su Gobierno buscaron a conciencia aleccionar a los trabajadores. Los Mártires de Chicago fueron apresados e hicieron cargar sobre ellos la acusación de asesinato deliberado. No se presentó otra prueba en su contra que la participación en la huelga y su ideología subversiva. Con eso era suficiente. Querían poner en el banquillo de los acusados al movimiento obrero, al socialismo, al anarquismo, pero para eso necesitaban poner gente de carne y hueso que los representara. No presentaron una sola prueba de que tuvieran algo que ver con la bomba, ni una. Querían matarlos y eso hicieron. Las garantías de un juicio justo en “la más grande democracia del mundo” eran menos importante que el sonido metálico de la caja contable de los empresarios. Así, involuntariamente, los capitalistas yanquis le dieron a los trabajadores de todo el mundo un símbolo, una bandera.
El Día Internacional de los Trabajadores
Hoy, se nos presenta al Primero de Mayo como una “fiesta”, un feriado, cosa típica de la apropiación burguesa de las tradiciones del movimiento obrero. Pero su origen es muy distinto. El Primero es un día de lucha obrero, socialista, revolucionario, internacionalista.
Los capitalistas yanquis quisieron parar las olas de la marea con las manos, pero el agua se les escurrió entre los dedos. Por esos años, los trabajadores lograron conformar su primera organización de masas, la Internacional Socialista, la Segunda Internacional. Debido a su posterior degeneración reformista, muchas veces se pierde de vista que ésta fue una verdadera constitución de los trabajadores en partido independiente, uno de los más grandes escalones a los que ha llegado la organización de la clase obrera en su historia. Así, en 1889 y en homenaje a los Mártires de Chicago, la II Internacional, inspirada en la perspectiva revolucionaria del marxismo, estableció el Primero de Mayo como el Día Internacional de los Trabajadores.
El 1º de Mayo de 1890 fue la primera gran jornada de lucha internacional de los trabajadores. Así lo reflejaba Friederich Engels:
“¡Proletarios de todos los países, uníos!” Cuando hace cuarenta y dos años lanzamos al mundo estas palabras, en vísperas de la primera revolución de París, en que el proletariado levantó ya sus propias reivindicaciones, fueron muy pocas las voces que contestaron. Pero el 28 de septiembre de 1864, los representantes proletarios de la mayoría de los países del occidente de Europa se reunían para formar la Asociación Obrera Internacional, de tan glorioso recuerdo. Y aunque la Internacional sólo tuviese nueve años de vida, el lazo perenne de unión entre los proletarios de todos los países sigue viviendo con más fuerza que nunca; así lo atestigua, con testimonio irrefutable, el día de hoy. Hoy, primero de Mayo, el proletariado europeo y americano pasa revista por vez primera a sus contingentes puestos en pie de guerra como un ejército único, unido bajo una sola bandera y concentrado en un objetivo: la jornada normal de ocho horas, que ya proclamara la Internacional en el congreso de Ginebra en 1889, y que es menester elevar a ley. El espectáculo del día de hoy abrirá los ojos a los capitalistas y a los grandes terratenientes de todos los países y les hará ver que la unión de los proletarios del mundo es ya un hecho.
¡Ay, si Marx estuviera vivo para verlo a mi lado!
Londres, 1 de mayo de 1890.
Prólogo al Manifiesto Comunista, 1890
La organización y la conciencia del movimiento obrero ha sufrido un fuerte retroceso respecto a ese momento, producto de las derrotas de las últimas décadas. Las nuevas generaciones pierden de vista la importancia de esta fecha. Pero no es la primera vez que los trabajadores sufren derrotas y retrocesos, ha habido momentos peores. Nuestra tarea es mantener viva esta tradición para preparar la señal de largada de una nueva ofensiva de la clase trabajadora. Muchas conquistas se han perdido, muchas se han reconquistado, la jornada de ocho horas está lejos de ser un hecho para todos los trabajadores. Pero, como dijo Rosa Luxemburgo, la lucha de los trabajadores bajo el capitalismo, hasta verlo derrumbado, es una tarea de Sísifo que comienza y recomienza una y otra vez. No podría ser de otra forma.
Los socialistas revolucionarios del Nuevo MAS seguimos levantando esas banderas, esa lucha, esa tradición. Por eso levantaremos una tribuna al servicio de las luchas de los trabajadores este Primero de Mayo en Congreso, porque la historia no se termina sin terminar con el capitalismo. Los trabajadores siguen peleando, aquí y en todo el mundo.
Sería corto de miras pensar esta jornada desde el limitado rincón argentino. La tradición del Primero de Mayo vuelve para acosar el sueño de los capitalistas en todos los costados del globo. Empezando por los tataranietos de los verdugos de los Mártires de Chicago, la burguesía estadounidense. En su país, el Primero de Mayo no es conmemorado ni es feriado, no lo reivindican ni el Estado ni los alcahuetes de la AFL-CIO. Pero así como lo más avanzado del movimiento obrero yanqui de mayo de 1886 fueron los inmigrantes europeos, los latinoamericanos acosados por Trump son una pesadilla que no deja dormir a su clase que amenaza con volver a hacer del Primero una muy viva fecha. El 1º de Mayo del 2006 fue la jornada de lucha más importante de los obreros en Estados Unidos en muchos años… y sus protagonistas fueron los inmigrantes. Fabriles, domésticos, de servicios, de restaurants, de cafés, los mexicanos, dominicanos, hondureños y tantos otros que residen en la principal potencia imperialista salieron a la calle a recordarles su peligrosa existencia a los Trump, los Bush, los Obama.
Desde todos los rincones del mundo, este martes volverá a sonar el grito de Spies, ese que quisieron silenciar. La corriente Socialismo o Barbarie participará de ese grito en cada uno de los países donde milita, en Latinoamérica y en Europa. En Argentina, Izquierda al Frente por el Socialismo realizará su acto en Congreso a las 15hs.
¡La sangre de los Mártires de Chicago corre por nuestras venas! ¡Viva el Primero de Mayo!
Por Federico Dertaube, SoB 467, 3/5/18