Jul - 12 - 2018

por Marian Busch

Esta semana después de 45 años de impunidad, la justicia condenó a nueve militares chilenos por el asesinato del poeta, cantor, teatrista y docente Víctor Jara, quien fue un emblema de la música popular chilena del siglo XX y la resistencia al golpe pinochetista. El autor material del crimen sin embargo sigue impune gracias a su nacionalidad estadounidense que adoptó en 1989, año en que Pinochet se preparaba para abandonar el mando.

Proveniente de una familia extremadamente humilde, Víctor Jara se vio obligado a trabajar desde niño y su acercamiento al arte se dio por medio de su madre Amanda a la cual recuerda en una canción que mediante una historia de amor denuncia la explotación a la que se veían sometidos los obreros chilenos

“Te recuerdo Amanda
La calle mojada
Corriendo a la fábrica
Donde trabajaba Manuel

La sonrisa ancha
La lluvia en el pelo
No importaba nada
Ibas a encontrarte con él

Que partió a la sierra
Que nunca hizo daño
Que partió a la sierra
y en cinco minutos quedó destrozado
Suena la sirena
De vuelta al trabajo
Muchos no volvieron
Tampoco Manuel”

Jara se cuenta entre las filas de toda una oleada de artistas que dan voz en sus trabajos a las enormes luchas y rebeliones que caracterizan a la Latinoamérica de los 60 y principio de los 70. Apadrinado por Violeta Parra durante su carrera artística y luego de estudiar dirección teatral dirige numerosas obras, pero se hace más conocido por sus canciones que reflejan la lucha campesina, la vida de los pobres en las ciudades y son en muchos casos verdaderos himnos anticapitalistas. Militando en el Partido Comunista Cubano, viaja a Cuba y a la Unión Soviética a participar en diversos festivales internacionales. Particularmente destaca su apoyo a las lucha del campesinado chileno por la reforma agraria contra el latifundio. Un testimonio de hermosa belleza poética es su “Plegaria a un labrador”, donde usando el esquema de una invocación cristiana invierte el significado, poniendo al campesino en el lugar de aquel que es dueño de su destino.

“Levántate y mira la montaña
De donde viene el viento, el sol y el agua
Tú que manejas el curso de los ríos
Tú que sembraste el vuelo de tu alma […]

Hágase por fin la voluntad aquí en la tierra
Danos tu fuerza y tu valor al combatir
Sopla como el viento la flor de la quebrada
Limpia como el fuego el cañón de mi fusil”
 

Con los límites reformistas que la influencia estalinista le impuso, se convierte en ferviente colaborador del gobierno de Salvador Allende. Tras el golpe de estado Pinochetista de 1973 es parte de una toma que realizan docentes y estudiantes en la Universidad Tecnica de Chile donde se desempeñaba como docente. Allí es detenido horas antes de dar un concierto.

El último poema que tenemos de Jara fue escrito durante su permanencia en el Estadio de Chile, que funciono como el más grande campo de concentración de las dictaduras latinoamericanas, albergando a miles de detenidos por el régimen pinochetista. El 15 de septiembre de 1973 y tras terribles torturas, Jara es asesinado.

La condena a los asesinos del poeta es clave en un país como Chile, donde fue la propia dictadura que organizó la transición organizada a la democracia, manteniéndose en una sociedad altamente derechizada por efecto de los años de gobierno de facto y posteriores democracias ultrarepresivas la impunidad a los violadores de Derechos Humanos. Según un balance del gobierno Chileno hasta 2015 1372 exagentes procesados, acusados y condenados. De ellos, solo 163 recibieron penas de cárcel efectiva, aunque a fines de 2015 solo 117 cumplían prisión. Si bien el número de víctimas de la dictadura es de 40.000 a la mayoría de sus victimarios se les aplicó la Ley de Amnistía creada por el mismo Pinochet en 1978. Los luchadores por los derechos humanos en el país buscan romper esa impunidad tan marcada respecto a las condenas que se obtuvieron en Argentina, país donde la dictadura no pudo irse ordenadamente si no que fue echada en las calles por la movilización popular.

La influencia de Victor Jara es tan grande que sus canciones aún continúan inspirando a luchadores a lo largo de todo el mundo. Su impacto en la cultura es tal que ha sido homenajeado por generaciones de voces de la rebeldía tales como los ingleses The Clash, los españoles Ska-P, y el argentino Boom Boom Kid. Por eso no podíamos pasar este acontecimiento sin dedicarle un espacio y no vemos mejor forma de cerrar estos párrafos que con la inclusión del poema que escribió en su último día de vida y cuya transcripción manual le dio a distintos compañeros de prisión, gracias a lo cual sus versos escaparon del estadio. Como con todas las víctimas de las dictaduras militares latinoamericanas, gritamos fuerte: ¡Victor Jara, presente!

“Somos cinco mil 
en esta pequeña parte de la ciudad. 
Somos cinco mil 
¿Cuántos seremos en total 
en las ciudades y en todo el país? 
Solo aquí
diez mil manos siembran 
y hacen andar las fábricas. 

¡Cuánta humanidad 
con hambre, frio, pánico, dolor, 
presión moral, terror y locura! 

Seis de los nuestros se perdieron 
en el espacio de las estrellas. 

Un muerto, un golpeado como jamás creí 
se podría golpear a un ser humano. 
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores 
uno saltó al vacío, 
otro golpeándose la cabeza contra el muro, 
pero todos con la mirada fija de la muerte. 

¡Qué espanto causa el rostro del fascismo! 
Llevan a cabo sus planes con precisión artera 
Sin importarles nada. 
La sangre para ellos son medallas. 
La matanza es acto de heroísmo 
¿Es este el mundo que creaste, dios mío? 
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo? 

En estas cuatro murallas solo existe un número 

que no progresa, 
que lentamente querrá más muerte. 

Pero de pronto me golpea la conciencia 
y veo esta marea sin latido, 
pero con el pulso de las máquinas 
y los militares mostrando su rostro de matrona 
llena de dulzura. 

¿Y México, Cuba y el mundo? 
¡Que griten esta ignominia! 
Somos diez mil manos menos 
que no producen. 

¿Cuántos somos en toda la Patria? 
La sangre del compañero Presidente 
golpea más fuerte que bombas y metrallas 
Así golpeará nuestro puño nuevamente 

¡Canto que mal me sales 
Cuando tengo que cantar espanto! 
Espanto como el que vivo 
como el que muero, espanto. 
De verme entre tanto y tantos 
momentos del infinito 
en que el silencio y el grito 
son las metas de este canto. 

Lo que veo nunca vi, 
lo que he sentido y que siento 
hará brotar el momento…”

Por Marian Busch, SoB 477, 12/7/18

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