La reunión entre Trump y Putin profundiza grietas internas en el imperialismo yanqui y una crisis con sus tradicionales aliados
Signos de interrogación sobre la continuidad de Trump
Por Claudio Testa
Días atrás finalizó la gira europea de Donald Trump. Esta culminó el pasado lunes 16 en su reunión con Vladimir Putin en Helsinki, capital de Finlandia.
De esta gira puede decirse cualquier cosa, menos que no tuvo resonancia en el mundo, y sobre todo en Estados Unidos.
Efectivamente, como algunas estrellas del espectáculo que van dejando a su paso una estela de escándalos para que se hable de ellas, Trump encabezó estos días los titulares de política internacional de diarios y noticieros de TV.
Sus dos primeras etapas, la de Bruselas en la reunión de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y luego la del Reino Unido, donde Trump fue recibido por la primera ministra Teresa May y la reina Isabel II, ya habían echado leña al fuego. Y en Washington había desatado la ira de los “atlantistas”, tanto demócratas como republicamos. Es que Trump no descansó en hostilizar –aunque desde la derecha– a sus distintos interlocutores.
En Londres, predicó por un “Brexit duro”, de amplia ruptura con la Unión Europea, contra el Brexit “blando” y limitado que auspicia la primera ministra Teresa May, un tema que ya ha partido al medio a su gobierno y al mismo partido conservador. No contento con esto, expresó su apoyo al enemigo N° 1 de Teresa May dentro del dividido partido Tory, el exministro Boris Johnson.
Pero la presencia de Trump en el Reino Unido no sólo provocó chispas en las alturas. En Londres, desfiló en repudio a Trump una de las manifestaciones más numerosas de los últimos años, de casi medio millón de personas.
Luego, en Bruselas, sede de la Unión Europea, Trump prosiguió las hostilidades desde el escenario de la reunión de la OTAN. Asimismo, días antes del viaje había expuesto nuevamente su punto de vista respecto a la UE: “La Unión Europea es posiblemente tan mala como China, solo que más pequeña. Es terrible cómo nos tratan.” (cit. El País, 02/07/2018). Recordemos que Trump ha declarado la “guerra de tarifas” simultáneamente a China y a la Unión Europea, y este conflicto se va haciendo cada vez más duro.
Sin embargo, en Bruselas su blanco principal no fue tanto la UE en sí misma, sino sus miembros europeos que están en la OTAN. Allí los golpes de Trump apuntaron a la tacañería de Berlín y demás Estados europeos, que le dejan a EEUU casi todo el peso de financiar los gastos (cada vez más enormes) de esta alianza militar.
Lo que Trump no dice es que este creciente gasto es el de una alianza militar que funciona bajo el absoluto comando de EEUU y a su servicio. Además, la OTAN ya no es “del Atlántico Norte”. Hoy ha extendido su presencia mundialmente. Incluso en América Latina ya tiene un obediente miembro, Colombia.
Pero estos “incidentes” con los aliados tradicionales de EEUU, no fueron nada en comparación con el estallido que provocaría su visita a Putin. Esto tuvo repercusiones mundiales, en primer lugar, en Estados Unidos.
Un marco de coincidencias Trump-Putin
A diferencia de sus embestidas previas, tanto en Londres como en Bruselas, la reunión de Trump con Putin fue muy amigable. Esto dijeron en la conferencia de prensa conjunta que cerró la reunión:
“Nuestras relaciones con Rusia –reconoció Trump– nunca han estado peor que ahora, gracias a los largos años de tontería y estupidez de Estados Unidos…
“[…] Nuestras relaciones nunca habían sido peores que ahora. Sin embargo, ahora cambiaron, porque hace cuatro horas nos reunimos. Es el principio de un proceso largo, dimos el primer paso para un futuro brillante.
“[…] Fue un diálogo [con Putin] profundamente productivo. Nos fue muy bien porque es bueno para las dos naciones y para el mundo. Los desacuerdos se conocen bien y el presidente y yo los discutimos. Resolveremos muchos de los problemas, debemos hallar modos de cooperar para defender los intereses de nuestros países.”
Por su parte, Putin no fue menos (auto)elogioso:
«Las negociaciones con (Donald) Trump se realizaron en una atmósfera franca y amistosa. Fue una ronda de coloquios de verdad provechosa.
«Debemos dejar detrás el clima de Guerra Fría. No hay necesidad de un enfrentamiento. La situación cambió, es necesario afrontar los desafíos comunes. El terrorismo siempre en crecimiento y el crimen internacional, y ni hablar de los problemas económicos y ambientales. Debemos normalizar las relaciones. Solo podemos afrontar esto si trabajamos juntos.”
Putin, que negó cualquier injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016, agregó: «Rusia jamás ha interferido ni interferirá en los asuntos internos estadounidenses.”
Asimismo, reveló algunos detalles de la agenda abordada en la capital finlandesa: «Por ejemplo discutimos de Siria, donde debemos restablecer la paz y la reconciliación. Estados Unidos pueden tener un liderazgo proactivo en esta crisis. Pero sólo con la cooperación [de EEUU y Rusia] se puede alcanzar un éxito. Las negociaciones de hoy reflejaron nuestro deseo de mejorar esta relación y restablecer la confianza. […] Como mayores potencias nucleares, debemos mantener la seguridad internacional y concretar la desnuclearización de la península de Corea del Norte”
¿Crisis política en Estados Unidos?
Después de los duros choques de Trump en Londres y Bruselas, este idilio en Helsinki nada menos que con Putin, provocó revuelo mundial, con epicentro ya no en Europa sino en Washington.
La herida que en buena parte del establishment de EEUU ha causado la presidencia de Trump, nunca ha terminado de cerrarse. Y, de tanto en tanto, el tema vuelve a calentarse al compás de las divergencias que van estallando. En los últimos tiempos, por ejemplo, desde las “guerras comerciales” declaradas contra China y la Unión Europea hasta el escándalo en que finalizó la reunión del G7.
Aunque Trump agrega a esto su propia “pimienta” de actitudes poco diplomáticas, los hechos reflejan mucho más que “malos modales”.
Esto se expresa también en que la grieta por arriba entre los que se alinean con Trump y los que desearían sacárselo de encima, no sigue las fronteras entre los dos partidos tradicionales.
Ni tampoco Trump es el único que da garrotazos. Así, “casualmente”, en vísperas de la entrevista Trump-Putin, se hizo público el dictamen del “Rusiagate”. Esta es la “investigación” del fiscal especial Robert Mueller sobre supuesta conspiración entre el Kremlin y la campaña electoral de Donald Trump.
Primero, estas “investigaciones, trataron de hacer creer que Trump habría ganado las elecciones ¡gracias a las habilidades de algunos “espías rusos” que desde Moscú enviaban mensajitos falsos por internet!
Por supuesto, no defendemos a Trump y su corriente política, que es tan enemiga de los trabajadores como sus adversarios republicanos o demócratas. Pero eso es tomar por imbéciles a sus votantes, ignorando las causas políticas y sociales del descontento que engendró el “voto castigo” favorable a Trump.
Ahora, el informe final del fiscal ya no se atreve directamente a afirmar esto, pero ha seguido adelante, apuntando de hecho a la destitución de Trump.
En verdad, el “trumpism” es una expresión, aunque por la derecha, de la crisis, el descontento y deslegitimación profunda de ambos partidos tradicionales. Con toda razón, amplios sectores de las masas trabajadoras y populares los ven a ellos y sus dirigentes como ajenos a sus intereses. Por eso Trump les ganó la carrera electoral.
Y esto no es una excepción. Sin fuertes alternativas a la izquierda, esos vacíos políticos pueden ser llenados por alternativas como la de Trump en EEUU. Es lo mismo, en el fondo, que lo sucedido recientemente en Italia con la coalición Lega – 5 Stelle, otro ejemplo de esta época de crisis y, a la vez, de debilidad relativa de las alternativas a la izquierda.
Sin embargo, esto no es absoluto. Simultáneamente, también en EEUU asoman otros polos. Se están dando fenómenos de nuevas alternativas desde la izquierda.
El caso más relevante, lo hemos tratado en los recientes artículos: “Terremoto político en Nueva York: se impuso una candidata socialista…” (Ale Kur, SoB 476, 05/07/2018) y “EEUU: hace falta un partido socialista independiente del bipartidismo tradicional” (Ale Kur, SoB 477, 12/07/2018).
Desarrollar estos embriones en un sentido totalmente independiente, sería decisivo para combatir la trampa de optar entre el podrido bipartidismo demócrata-republicano y la “nueva” pandilla de derecha encabezada por Donald Trump.
Por Claudio Testa, SoB 478, 19/7/18