Trump, Putin, China, Unión Europea
Las cuatro esquinas del creciente desorden mundial
Por Claudio Testa
Siguen dando mucho que hablar las tragicómicas anécdotas de la reciente gira europea de Donald Trump, que comentamos la semana pasada (ver “EEUU: Signos de interrogación sobre la continuidad de Trump”, SoB N° 478, 19/07/2018). Mientras tanto, en Yanquilandia, diversos sectores, tanto de republicanos como de demócratas, aúllan cada vez más exigiendo el “impeachment” de Donald Trump; es decir, el proceso para su destitución. Es algo que se ha redoblado luego de ratificar su invitación a Putin para visitarlo en la Casa Blanca.
Como ya explicamos la semana pasada, este “escándalo” tiene una doble faz. Por un lado, en sus estadías en Londres y Bruselas, Trump maltrató indecorosamente a gobernantes de países aliados con EEUU desde hace larguísimo tiempo.
En Londres, Trump hizo todo lo posible para humillar a la primera ministra del Reino Unido, Teresa May. Entre otros provocativos desplantes, se reunió con Boris Johnson, el furioso rival de May en la división que sufre el partido conservador por el tema Brexit.
Recordemos que Johnson es partidario de un Brexit “duro”. Es decir, de una ruptura profunda con la Unión Europea. May, por el contrario, encabeza el ala que desearía limitar todo lo posible la separación.
Los escándalos no se detuvieron en Londres. Prosiguieron aún más ruidosos en la reunión de la OTAN en Bruselas. Allí su blanco principal fueron los que hoy mandan en la UE, en primer lugar, Ángela Merkel y Alemania. En esa reunión, según una corresponsal, se comprobó que “la brecha trasatlántica que separa a Europa y sobre todo a Alemania de Estados Unidos tiende más bien a convertirse en una sima abismal.” Y que, como declaró Merkel, “ya no es posible confiar en el superpoder de EEUU”[1].
Pero, como explicamos la semana pasada, el gran bombazo fue su reunión final con Putin, en Helsinki. En este caso la onda explosiva llegó hasta Estados Unidos.
Con Putin cambió todo el clima. De las groseras provocaciones contra los tradicionales aliados europeos de EEUU, Trump, pasó al terreno de las coincidencias y acuerdos con Rusia. Además, al llegar a Washington, Trump anunció que próximamente invitaría a Vladimir Putin a visitarlo a la Casa Blanca, para avanzar en esas coincidencias con Moscú. Asimismo, proclamó que con Putin ya había logrado un primer acuerdo importante: que las fuerzas militares que tiene Irán en Siria, se alejen de las proximidades de Israel en el Golán.
Como sea, el viaje de Trump desató una tormenta política que divide y polariza cada vez más no sólo al interior del Partido Republicano (que supuestamente gobierna con Trump) sino también, en primer lugar, al conjunto de la sociedad estadounidense…
De hecho, como ya dijimos, se puso otra vez sobre el tapete la cuestión del impeachment de Trump, abonado con las historias truculentas pero no probadas, de sus relaciones secretas con diabólicos “agentes del Kremlin”. Sin embargo, ese impeachment si se realizara, no se presenta como una repetición de la famosa destitución-renuncia del presidente Richard Nixon en 1974, basada esencialmente en delitos comunes cometidos por el presidente.
En esos momentos, EEUU estaba ante la perspectiva de la derrota final en la impopular guerra de Vietnam. Pero simultáneamente EEUU era la “gran potencia” que aglutinaba al conjunto de “Occidente” (en primer lugar, a Europa occidental) en el enfrentamiento con la Unión Soviética.
Ahora, por el contrario, existe una configuración geopolítica y económica muy distinta… y, además, desfavorable a Estados Unidos, acompañada de serias divisiones en las alturas y de tendencias centrífugas actuando por todo el escenario. Si hubiese hoy un impeachment de Trump, sería a causa de esas peleas y al debilitamiento relativo del imperialismo yanqui.
Un primer y gran problema, es que China ya no es un país atrasado sino un competidor que avanza vertiginosamente y amenaza sobrepasar a EEUU como primera economía mundial. Además, China ha logrado un enorme saldo comercial favorable con Estados Unidos…, lo que lo ha transformado a éste en un deudor colosal de Pekín.
Con la actual Unión Europea, a Estados Unidos no le va mucho mejor. Alemania ya no está partida al medio ni su porción occidental es otro “protectorado” de Washington. Ahora, está unificada y, de hecho, gobernando la Unión Europea. Desde esa cúspide, Alemania también aventaja en el comercio exterior a EEUU, con amplio saldo favorable. Por añadidura, tomada en su conjunto, la economía de la Unión Europea ya supera a la de Estados Unidos.
Rusia, que parecía en ruinas luego de la disolución de la Unión Soviética en 1989/91, no tiene desde ya una economía a la altura de China (ni de EEUU). Sus fuertes son las exportaciones de hidrocarburos y armamentos. Pero, a nivel militar, el Kremlin no sólo puede medirse hoy con EEUU… simultáneamente mantiene una alianza política y militar con Pekín… que además está fortaleciendo a gran velocidad su aparato bélico…
Asimismo, Rusia, al intervenir victoriosamente en la guerra de Siria, ha convertido a Putin en un árbitro de esa región del Medio Oriente.
Importantes diferencias políticas
Lo que hay, entonces, en las amenazas destituyentes contra Trump, no es algún robo en unas oficinas de Washington –como fue el escándalo del Watergate que derribó al presidente Nixon el siglo pasado- sino divergencias políticas radicales, con repercusiones mundiales y donde se juega el futuro de EEUU.
De allí que estas divergencias no son algo meramente “personal”. Cruzan (y dividen) al establishment norteamericano. Se trata de qué respuestas dar a la crisis global de EEUU como imperialismo aún dominante pero en decadencia, y también a los problemas de su economía enfrentada a dos grandes rivales, China y Alemania-UE. El bando que representa Trump ha optado por la guerra comercial y, simultáneamente, poner en cuestión sus pactos históricos con las potencias del G7, como había quedado en evidencia con el estallido de su última reunión en Canadá. (Ver, Ale Kur, “Un G7 de crisis y una contra-cumbre en ascenso”, SoB N° 473, 15/06/201800)
En ese contexto polarizado, las situaciones son cada vez más tensas. El sector, probablemente mayoritario, que venía gobernando la declinación de Estados Unidos antes de Trump, quiere seguir adelante (aunque sea con remiendos y muletas) con el curso globalizador-neoliberal, que logró imponer ya desde antes de la caída de la Unión Soviética y el posterior ascenso de China al estrellato. Y, paralelamente, mantener la continuidad de las actuales alianzas, relaciones (y competencias) entre los mismos Estados… y también las actuales rivalidades (por ejemplo, contra Rusia).
Por el contrario, Trump refleja políticamente a sectores estadounidenses de la llamada Alt-Rigth –Derecha Alternativa– y otros parecidos. Y también a fenómenos similares europeos. Sin que esto configure una corriente mundial homogénea (ni mucho menos una organización), existen similitudes y “buena onda” entre el “trumpism” en EEUU, la Lega en Italia, la Alternative für Deutschland en Alemania, Marine Le Pen en Francia, etc…. Y, también, por supuesto, con el nacionalismo gran-ruso que lidera Putin.
Todos esos sectores esbozan cursos anti-globalizadores aunque sean diferentes en sus alcances, radicalidad y contenidos… Y no sólo en materia económica sino también, por ejemplo, en cuanto a las migraciones. Si en algo coinciden, es en el rechazo racista al inmigrante o al refugiado.
Explícitamente, Trump se ha solidarizado con ese rechazo racista de la derecha y extrema derecha europea. En una reciente entrevista al diario inglés The Sun, apoyó así el discurso y las medidas anti-inmigrantes en Europa: «Permitir que millones y millones de personas entren a Europa es muy, muy triste. Creo que están perdiendo su cultura… Cambió el tejido de Europa y, a menos que actúen muy rápido, nunca va a ser lo que era…”.
¡Y este racismo explícito no puede sorprender a nadie! ¡Trump dice lo mismo frente a los migrantes latinoamericanos!
Las guerras de aranceles
Pero no todo se resuelve expulsando migrantes. Simultáneamente, Trump enfrenta la debilidad económica relativa de EEUU, desatando las guerras de aranceles (contra China, Alemania, etc.) y las negociaciones para cambiar a favor de EEUU los tratados de libre comercio (como el NAFTA con México y Canadá).
En cambio, frente a Rusia, la situación varía. No ve mucha necesidad de enfrentamientos con Moscú no sólo porque el jefe del Kremlin es un Alt-Rigth perfecto, sino porque Rusia no es un competidor fundamental de EEUU en las guerras económicas, como lo son Alemania-UE y China.[2]
Este cuadro global, si se llevase hasta sus últimas consecuencias, no sólo pondría fin y/o modificaría radicalmente la configuración de la globalización desarrollada desde el siglo pasado. También modificaría el cuadro de amigos y enemigos. La Rusia de Putin no sería mayor problema… Por el contrario China, junto con Alemania y su Unión Europea encabezarían la lista negra de enemigos de Trump y de los Estados Unidos.
Así sería el nuevo mundo de la Alt-Rigth, que de hecho Trump ha ido esbozando al hacer estallar la última reunión del G-7, sus declaraciones de guerras comerciales y, finalmente, con sus ruidosas reuniones en Londres, Bruselas y Helsinki.
……………
1.- Ana Carbajosa, “Merkel recalca que ya «no es posible confiar en EEUU»”, El País, 20/07/2018.
2.- Sin embargo, Trump le ha reprochado violentamente a Ángela Merkel sus acuerdos con Putin para la construcción de enormes gasoductos para proveer a Europa occidental de gas ruso!
Último momento
Se posterga la reunión Trump-Putin
Como es sabido, la próxima reunión Trump-Putin, fijada en principio para la primavera de este año en Washington, desató en EEUU una tormenta de furia de la oposición demócrata y republicana. También se lanzó al ataque el fiscal especial Robert Mueller, que lleva una causa acerca de la supuesta “intervención rusa” en la campaña electoral donde fue electo Trump.
Ante esa situación, Trump anunció la postergación de la cita con Putin para al 2019.
Por Claudio Testa, SoB 479, 26/7/18