A dos años y medio de la “Cumbre Mundial del Cambio Climático”, se agravan y multiplican las catástrofes ecológicas
La globalización de los incendios
Por Claudio Testa
No echemos la culpa a Dios ni al Diablo. Tampoco nos molestemos en rezar y/o hacer conjuros para ganar el favor de ambos personajes. Los responsables son hombres. O, con más precisión, los hombres que llenan sus bolsillos envenenado la atmósfera, como los agradecidos accionistas de las mineras de carbón de EEUU a quienes Trump dio vía libre. O los empresarios que están destruyendo los mares y océanos tirando sus desechos industriales, por lo cual sólo el 13% del total del agua oceánica mundial permanece en estado virgen. (revista Current Biology, UK, 26/Jul/2018).
Pero lo más espectacular de las últimas semanas han sido los casos de super-recalentamiento, que además han provocado incendios con numerosas víctimas mortales en varios países del hemisferio norte, donde ahora es verano. Como veremos, esto se deriva, por un lado, de la continuidad del crecimiento de las temperaturas. También, por el otro, de la catastrófica explotación de tierras y bosques, que el capitalismo –en función de las máximas ganancias– realiza sin freno alguno. Esta es una combinación incendiaria, en el sentido literal dela palabra.
La cuestión de fondo es que el capitalismo y sus gobiernos –desde un Trump que niega el cambio climático, hasta los ecologistas “pour la gallerie” de la Unión Europea– no hacen nada coordinadamente para hacer frente a tiempo este peligro, que amenaza la existencia misma de la humanidad.
Estallan los termómetros
Efectivamente el presente verano boreal estaría siendo uno de los más insoportables. Se han batido records de temperaturas, a nivel global y locales. De conjunto, se estima que el pasado mes de julio fue en el hemisferio norte el más caluroso de los últimos 260 años (BBC News, 25/07/2018).
Pero este es sólo un promedio. No expresa en toda su magnitud los picos a que ha llegado el calentamiento. La islas británicas, por ejemplo, alcanzaron niveles de temperatura inéditos en 400 años.(BBC, cit.)
Un record sorprendente lo alcanzó también la polar Siberia, que en algunos días de julio, llegó a los 37° grados de temperatura.
Lejos de allí, aunque también en el continente Eurasiático, se rompían otros records. La capital de Georgia, Tbilisi, alcanzó un máximo histórico de 40,5ºC el 4 de julio.
En el continente americano, Canadá no se quedó atrás: “En la capital del país, Ottawa, en la provincia de Ontario, con el método combinado de medir humedad y temperatura (sensación térmica) se alcanzó 47°C el 2 de julio.”(BBC News, 14/07/2018)
Más al sur, en California, la localidad de Chino, cerca de Los Ángeles, registró su temperatura más alta en la historia: 48,9ºC. En la misma Universidad de California, la temperatura alcanzó los 43,9ºC. Es la mayor registrada en 79 años.
Y así continúan las cifras records, a medida que vamos recorriendo el globo terráqueo. En África la mayor temperatura del continente se dio en Ouargla, norte de Argelia, el 5 de julio. Se alcanzaron los 51,3ºC. Este es también un record histórico.
Comentando este record, Matt McGrath, especialista en Medio Ambiente de la BBC, subraya que esto no es una peculiaridad de la región: “La explicación, en el caso de África, se enmarca en lo que viene ocurriendo en varios lugares del mundo” dice. “Argelia ha visto un incremento en las temperaturas en los últimos 30 años, especialmente por el efecto de unas olas de calor que se han duplicado en intensidad y duración desde 1988.”
“De hecho, los investigadores creen que Argelia es uno de los lugares más afectados por el cambio climático. Un estudio de 2014 del Banco Mundial sugirió que las temperaturas más altas en el norte de África iban a ocurrir en Argelia”, agregó. “Si el planeta falla en reducir sus emisiones de CO2, Argelia podría ver aumentar sus marcas en el termómetro en hasta 8ºC hacia el final de este siglo”, advirtió.
Pero estos casos que comentamos no son excepciones. De la misma manera en el Reino Unido, Noruega, Suecia, Australia, Japón, y alrededor del Mar Caspio, se han batido nuevos records de temperaturas y/o de sensación térmica.
También arden los bosques
¿Qué hay de común entre Grecia, California, Canadá y otros países y regiones castigados con temperaturas records? Que si tienen la suerte (o la desgracia) de tener grandes y bellos bosques, en ellos estallan espontáneamente incendios catastróficos y, además, difíciles de apagar.
En esta temporada, en muchos países y regiones, desde California a Grecia, se han venido sucediendo esos incendios con numerosas víctimas.
Los incendios forestales iniciados espontáneamente por las altas temperaturas, son mucho más difíciles de controlar y apagar que los originados por ejemplo en algún descuido humano. Es que en los primeros, los focos de incendio pueden tender a reproducirse y extenderse imprevisiblemente.
Esto puede ser peligrosísimo en zonas habitadas, como fue sobre todo en Grecia. Los habitantes de la zona y los mismos bomberos pueden encontrarse inesperadamente cercados, sin posibilidad de escapar y sobrevivir. Por eso este verano, en Grecia, California y otras regiones, creció notablemente el número de víctimas.
¿Por qué este peligro (y sus víctimas) se van multiplicando?
Esta es otra consecuencia del hambre insaciable de ganancias del capitalismo. Paradójicamente, la tala de bosques no hace disminuir el peligro de incendios forestales arrasadores, sino que por el contrario lo acrecienta.
Es que la deforestación, la tala indiscriminada y desmedida de bosques, pone simultáneamente en peligro a los sectores que no han sido talados.
Como señala un estudio reciente, “la deforestación de los bosques interrumpe el patrón regional de precipitaciones. Cuando se cortan los árboles del bosque, además de liberarse carbono a la atmósfera, sale menos vapor de agua… Los bosques utilizan el agua para refrescarse a sí mismos y sus alrededores, liberando humedad a la atmósfera que al cabo de unos días vuelve a caer en forma de lluvia a una distancia cercana o lejana, en función de la velocidad del viento. […] En concreto, es la evaporación del agua y la transpiración de las plantas en la superficie terrestre lo que contribuye de media al 63 % de las precipitaciones en la tierra…” (EFE, Roma, 20/07/2018).
Las altas temperaturas impactan entonces sobre terrenos y bosques parcialmente talados y así mucho más secos. Eso se agrava especialmente en áreas habitadas. Es una combinación mortal que lleva a tragedias como la de Grecia.
A dos años y medio de los “Acuerdos de París”… sin ninguna mejoría
Hace dos años y medio, en diciembre del 2015, se realizó el París la COP21, la última “Cumbre del Cambio Climático”, auspiciada por la ONU.
Alrededor de esa cumbre se montó un “teatro” espectacular. Se hizo creer a gran parte del planeta que al fin iban a tomarse medidas para evitar un Apocalipsis ecológico, que amenaza la existencia misma de la humanidad. Por nuestra parte, cumplimos el deber de decir la verdad sobre esa reunión tan publicitada, aunque se nos tomase por aguafiestas y criticones permanentes.
Recordemos la definición que hicimos del documento acordado en esa Cumbre, llamado “Convención-Marco sobre el Cambio Climático”: “Una farsa diplomática que a la larga puede tener consecuencias trágicas para la humanidad.” Y explicábamos así nuestra denuncia y rechazo:
“El pasado fin de semana, terminó en París la COP21, la última Cumbre del Cambio Climático. Lamentablemente, la amenaza que implican para la supervivencia de la humanidad los cambios climáticos generados por la contaminación, no tuvo una respuesta seria, a la altura de este difícil desafío.
“La anterior Cumbre del Clima, realizada en Copenhague en 2009, había tenido un final vergonzoso, un desbande de las delegaciones, sin llegar a acuerdos para enfrentar este peligro cada vez más evidente…
“Ahora, seis años después, los gobiernos, en primer lugar los de EEUU, China y la Unión Europea, no podían repetir un desenlace semejante, ni tampoco hacerse los desentendidos. ¡Se hubiesen incinerado a la vista de todo el mundo!
“Pero el principal oficio de estos personajes es ponerse la careta más conveniente según las circunstancias. Entonces, todos, de la noche a la mañana, se volvieron «ecologistas». Y la Cumbre COP21 terminó en un show mediático, que nada tuvo que envidiar a la entrega de los Oscars.
“Como dijo luego un comentarista: «Ante todo, que parezca que los gobiernos hacen algo para luchar contra el cambio climático. Porque lo primero es preservar las buenas intenciones de los gobernantes, alimentar la idea de que son gente preocupada por el medio ambiente y el bienestar de las personas. Así que ahí tenemos las ridículas fotos en las portadas, con los mandatarios cogidos de la mano y levantando los brazos. Y los titulares eufóricos sobre un acuerdo que no debería llamarse histórico sino histriónico, porque si algo ha dado un salto cualitativo aquí es la teatralidad de los gobiernos.»
“Efectivamente, a diferencia de Copenhague, aquí se salió con un papel firmado, la «Convención-Marco sobre el Cambio Climático». Después de trabajosas deliberaciones, firmaron el 12 de diciembre 32 páginas donde se detallan medidas para la «mitigación» de las «emisiones anuales mundiales de gases de efecto invernadero»… para «poder mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2ºC con respecto a los niveles preindustriales, y de seguir esforzándose por limitar el aumento de la temperatura a 1,5ºC», etc., etc….
“Nada que festejar…
“Sin embargo, si se leen atentamente las 32 páginas de esa “Convención-Marco” –redactadas en ambiguo lenguaje diplomático, donde puede leerse “blanco” pero también “negro”–, la conclusión es que no hay mucho que festejar…
“Comencemos por la disección de la enrevesada cita de más arriba. ¿A qué se juega el mundo? ¿A qué apuntamos? ¿A limitar el aumento de temperatura media mundial a 1,5ºC o a 2ºC?
“Esto puede parecer una discusión ociosa, pero no lo es. Los científicos especialistas en el tema concuerdan que un aumento de 2ºC temperatura media mundial, ya podría implicar cambios catastróficos, entre ellos el mencionado derretimiento de los hielos.
“El hecho es que la Cumbre del Cambio Climático de París no fijó un objetivo categórico y obligatorio, sino «seguir esforzándose por limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5ºC». O sea, una expresión de deseos… Algo así como: «¡Ojalá me saque el gordo de Navidad!».
“Pero tampoco los 2ºC son el «techo» de calentamiento global fijado imperiosamente en relación a la era preindustrial. Como no hay medidas drásticas –es decir, medidas revolucionarias y no «evolutivas»– esto puede ir a más. Los antecedentes de no-cumplimiento y/o no-aceptación de acuerdos anteriores, como el Protocolo de Kioto de 1997, nos hace ser razonablemente pesimistas en ese sentido.
“Es que la medida fundamental (aunque no la única) para enfrentar el aumento de la temperatura media mundial, es reducir drásticamente las emisiones de los gases de «efecto invernadero» que causan el calentamiento global: el dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso y los gases industriales fluorados.
“Pero esto exigiría una transformación revolucionaria de la producción industrial y del transporte –en primer lugar en los dos grandes envenenadores del mundo, Estados Unidos y China–, que además golpearía directamente los intereses de las petroleras y otros sectores mineros e industriales.”
Y finalizábamos diciendo:
“El capitalismo no puede ir más allá de la lucha más feroz por las ganancias. Tras ese objetivo, erigió estados imperialistas que desataron guerras mundiales que costaron decenas de millones de víctimas. Para eso esclavizó (y sigue esclavizando) a otros pueblos. Pero ahora, cuando la humanidad enfrenta una amenaza sin precedentes, no es capaz de mover un dedo.
“Por eso, enfrentar este peligro consecuentemente, implica necesariamente la lucha por una nueva sociedad. Terminar con el capitalismo, imponer revolucionariamente una sociedad socialista, es la única garantía de que la humanidad podrá unirse para hacer frente a esta amenaza mortal.”
Lamentablemente, los hechos nos han dado la razón: no hay mundialmente ningún esfuerzo serio para hacer frente a esta cuestión que a la larga será de vida o muerte.
Trump agrava aun más el escenario
Para finalizar, subrayemos que Trump empeoró mucho más el escenario. Al frente del imperialismo yanqui está un negacionista del cambio climático. Estrechamente relacionado con la industria más contaminante, la del carbón, Trump ha dejado de lado la careta hipócrita del “progresista” Obama.
Abiertamente Trump defiende la “libertad de empresa”… para envenenar al mundo y llevar a la humanidad a una catástrofe ecológica. Todo en aras de los sagrados bolsillos de sus socios y amigos.
Por eso, más que nunca, la lucha por salvar a la humanidad de este peligro mortal, es inseparable de la pelea por un nuevo sistema social: terminar con el capitalismo e imponer un orden socialista.
Por Claudio Testa, SoB 480, 2/8/18