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El Papa convocó una cumbre para “prevención de abusos”
Un nuevo escalón en la crisis de la Iglesia Católica
Por Claudio Testa
El Papa Francisco acaba de anunciar que convocará para febrero próximo una reunión cumbre en el Vaticano. Van a concurrir los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo. Estas Conferencias Episcopales reúnen a su vez a los obispos de los distintos países o regiones.
El tema será la “prevención de abusos”. Es decir, de las violaciones y demás atrocidades que se han venido practicando impunemente al interior de la Iglesia y especialmente de sus instituciones educativas.
Aunque no tiene formalmente los alcances orgánicos de un Concilio ecuménico, de hecho, por los elementos de crisis que hoy atraviesan a la Iglesia Católica y que vienen agravándose, la reunión de febrero podría ser de importancia trascendental.
Es que hay varios factores de crisis (entrelazados con diferencias doctrinarias) que incluso podrían poner a la Iglesia Católica ante el inicio de un cisma de alcances internacionales.
La crisis que llevó al trono al “papa argentino”
Para entender esto en su complejidad, conviene recordar el panorama de crisis que llevó en el año 2013 a la renuncia del papa alemán Ratzinger y a la sorpresiva elección, por primera vez en la historia de la Iglesia, de un Papa no europeo. En este caso, el cardenal argentino, Jorge Bergoglio, quien asume el papado con el nombre de “Francisco”.
El Vaticano ya venía embarcado en una crisis de múltiples aspectos, tanto bajo el mencionado papa alemán como de su antecesor, el archirreaccionario “papa polaco” Karol Wojtyła.
Esta crisis ya se manifestaba en una pérdida creciente de feligreses en las regiones y países donde históricamente la Iglesia Católica había tenido sus bastiones, países de Europa occidental y América Latina, y también algunas regiones y ciudades de los Estados Unidos. En especial la juventud había comenzado a dar la espalda a la Iglesia, aunque sus familias aún se reivindicasen católicas, por lo menos en lo formal.
Los avances parciales de la Iglesia en otros continentes– como algunas regiones de África–, no podían compensar las pérdidas masivas en esos países históricos del catolicismo, tanto latinoamericanos como europeos.
Este alejamiento de las nuevas generaciones tiene múltiples causas. Una (y principal) es la distancia cada vez más sideral entre creencias, normas y mandamientos de la Iglesia –que tienen un atraso de siglos– y la realidad en la que crecen las nuevas generaciones.
Por ejemplo, la feroz condena de la Iglesia a que dos personas del mismo sexo puedan tener relaciones sexuales si así libremente lo deciden, es hoy algo incomprensible para la gran mayoría de la juventud europea y también latinoamericana. Y, en verdad, ese derecho también se lo siguen negando a personas de distinto sexo, si no han pasado antes frente al cura para casarse.
Asimismo, la Iglesia Católica ha asumido la posición de negar férreamente a las mujeres el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, si quieren o no tener hijos. Y esto no atañe sólo al derecho al aborto. ¡La Iglesia también prohíbe el uso de anticonceptivos!
Problemas mucho más graves
Pero, aunque muy importantes, motivos como ése no han sido el único factor de crisis, alejamiento y ruptura de amplios sectores con el Vaticano. En muchos países –desde Chile hasta lo que antes era la archi-católica Irlanda– el debilitamiento de la Iglesia ha tenido otras causas muchísimo más graves.
Concretamente, desde antes del arribo del “papa argentino” comenzaron a destaparse en muchos países las atrocidades cometidas por todo un sector del clero contra jóvenes e incluso niños, especialmente en los colegios y otras instituciones donde eran internos. ¡Lo más grave e indignante de todo esto no son sólo esos hechos, sino el celo con que desde arriba se intentó siempre ocultarlos y silenciarlos!
Los dos últimos papas que precedieron a Francisco –sobre todo Karol Józef Wojtyła (alias Juan Pablo II) – se destacaron en tratar de proteger con un manto de silencio los casos más escandalosos de pedofilia.
Uno de los ejemplos más famosos de ese encubrimiento –masivo, además, por el número de víctimas– fue el del sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de la congregación Legionarios de Cristo. Recién en 2006, luego de años y años de denuncias que el Vaticano desoyó, fue finalmente relevado del sacerdocio por abuso masivo de menores… pero su único “castigo” fue ordenarle que de allí en adelante llevase “una vida de oración”… ¡Qué severidad para uno de los violadores seriales más famoso del planeta!
El “detalle” más escandaloso de este caso, fue la defensa incondicional que hizo siempre de Maciel el papa Juan Pablo II… canonizado en 2014. Por años y años, el Papa lo defendió y se negó siempre a escuchar a sus víctimas. Y lo más repugnante es que ponía públicamente a este violador serial como ejemplo a seguir.
Pero el caso Maciel no fue una excepción en el mundo católico, sino una regla. Recordemos sólo algunos de los casos recientes entre una larga lista:
* En Argentina, las atrocidades del Instituto Próvolo en Mendoza y La Plata han vuelto en los últimos días a la escena judicial, comprometiendo sin excusas a la Iglesia. Allí se maltrataba y violaba a niños sordomudos.
* Este mes en Estados Unidos, la investigación que lleva adelante el fiscal del Estado de Pensilvania, informa de 1.000 casos de abusos sexuales cometidos por unos 300 curas. Simultáneamente, también en EEUU, está en curso el escándalo del cardenal Theodore E. McCarrick, uno de los cardenales yanquis más reconocidos mundialmente… Ha sido destituido al probarse la acusación de abusar de un niño de 16 años.
* En Chile, el sacerdote Karadima también logró, hace muy poco, fama internacional como pedófilo serial. Protegido de su obispo, Juan Barros, éste pudo comprometer en su defensa al mismo papa Francisco que visitaba Chile. Aunque el papa logró “zafar” dando un paso atrás a último momento… tanto él como la Iglesia quedaron severamente salpicados.
* En Francia, Philippe Barbarin, Cardenal y Arzobispo de Lyon será juzgado en enero próximo por encubrir al cura Bernard Preynat, que abusó de 70 scouts. Le hace compañía a André Fort, obispo emérito de Orleans, también enjuiciado por ocultar durante 15 años los actos de pedofilia cometidos por Pierre de Castelet, cura de su diócesis.
* En Australia, el arzobispo Philip Wilson renunció después de ser condenado a un año de prisión, por encubrir abusos a menores del cura Jim Fletcher. Pero no está solo: el cardenal australiano George Pell, que ocupaba en el Vaticano –como encargado de reformas económicas y finanzas– el “tercer puesto” luego del Papa y del Secretario de Estado Monseñor Parolín, ahora enfrenta en Australia acusaciones por encubrimiento y abuso sexual.
* Finalmente, para no cansar con lo que sería una lista interminable de abusos y atropellos, vayamos a Alemania. Allí, entre las numerosas acusaciones de maltrato de menores que enfrenta la Iglesia, se destaca el caso de los “Pequeños Cantores de Ratisbona”. ¿Quién dirigía ese famoso coro en los años que se denuncian? Nada menos que Georg Ratzinger, el hermano del actual “papa emérito” Benedicto XVI, que al renunciar en 2013, allanó el camino a la coronación del actual “papa argentino” Francisco.
El papa Francisco y los fracasos de “cambiar todo para que nada cambie”
En pocas palabras: el maltrato, que en muchos casos llega hasta el abuso sexual de los más débiles e indefensos, no es mera casualidad ni simple “maldad individual”. Es parte de un sistema de sometimiento que viene de hace siglos, y que ha conformado una institución tan peculiar como es la Iglesia Católica Apostólica Romana.
Combina su estructura absolutamente verticalista con el celibato como norma de gran parte de sus integrantes consagrados. Y esta mezcla peligrosa actúa finalmente como un vector de “deshumanización”… y, a la vez, de hipocresía, que sirve para disimular las verdaderas situaciones a su interior… en la que se incluyen los abusos sexuales.
En ese contexto, la convocatoria del papa Francisco de la “cumbre para la prevención de abusos”, en febrero del año próximo, suena más a farsa para “lavarse las manos” –al mejor estilo Poncio Pilatos–, que a una realidad alcanzable.
La Iglesia Católica se conformó históricamente –sobre todo luego de su “legalización” del año 325 con Constantino el Grande– como un verticalismo imperial que sólo excepcionalmente dejó un juego relativamente libre a sus integrantes. A diferencia de otras iglesias (como las de Oriente y siglos después, las protestantes), ese verticalismo de la Iglesia de Roma fue absoluto. Nunca tuvo a su lado una fuerte monarquía y/o Estado que la encuadrase. Menos aún aceptó en el fondo ningún juego “democrático”.
Por el contrario, esa pirámide jerárquica que es la Iglesia, en muchas ocasiones, no sólo impuso a sangre y fuego sus opiniones e intereses a la sociedad y a las mismas bases de la Iglesia. También con eso, se estructuró un “verticalismo” que no deja lugar a desobediencias.
Desde el sometimiento “doctrinario” –por ejemplo, te mando a la hoguera si dices que la Tierra gira alrededor del Sol– hasta el sometimiento sexual, todo en el fondo es obediencia en esa pirámide romana. Varían las formas, pero las estructuras de verticalistas de dominio y sometimiento subsisten… e inevitablemente se trasladan también al sexo.
Y, ese contexto, donde simultáneamente impera el mandamiento-ficción de la abstinencia sexual, da un amplio escenario para cualquier aberración.
Por último, un hecho final que prueba por la negativa lo que señalamos. En la complejidad de su desarrollo histórico, en la Iglesia se desarrollaron en ciertos momentos corrientes más “progresivas”, relativamente de “izquierda”. En América Latina, en el siglo pasado, se presentaron la llamada “Teología de la Liberación” y otras corrientes por el estilo. En general, terminaron barridas por la represión, los errores y/o derrotas políticas.
Pero una cosa a destacar es que, en términos generales, no dieron origen a escándalos como los que comentamos. Monstruosidades como las de Marcial Maciel y sus “Legionarios de Cristo” nacieron y fueron cultivados en la ortodoxia más estricta, como la del “papa polaco” Karol Wojtyła.
Por Claudio Testa, SoB 486, 13/9/18