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Un paro general político
Millones de trabajadores y un solo grito: “¡Macri no va más!”
Roberto Sáenz
“Las personas que tenían ocasión de tratar de cerca al monarca recordaron más de una vez, después de la revolución, que en los momentos más trágicos de su reinado, al sobrevenir la rendición de Puerto Arturo y la pérdida de la escuadra en Zusima, como diez años después, durante la retirada de las tropas rusas en Galicia, y dos años más tarde, en los días que precedieron a la abdicación, cuando todos los que rodeaban al zar estaban abatidos, abrumados y estremecidos, sólo él daba muestras de sangre fría. Se informaba, como de costumbre, del número de verstas recorridas en sus viajes a lo largo de Rusia; recordaba episodios de sus cacerías y anécdotas sacadas de las entrevistas oficiales y, mientras retumbaba el trueno y ya centelleaba el rayo sobre su cabeza, aquel hombre seguía interesándose por las barreduras de su vida cotidiana. ‘¿Qué es esto? -se preguntaba uno de los generales de su intimidad- ¿Una entereza inmensa, casi inverosímil, conseguida a fuerza de disciplina? ¿Fe en la determinación divina de los acontecimientos? ¿O, simplemente, falta de discernimiento?” (León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, capitulo IV, “El zar y la zarina”).
El paro general de ayer martes 25 fue histórico. No se realizó por ninguna reivindicación parcial sino, lisa y llanamente, en repudio al gobierno de Macri. Fue, en ese sentido, un paro general político. Esto fue así aun si la burocracia sindical se esforzó por evitar que adquiriera un carácter activo generalizado.
Simultáneamente, y como haciéndose el “distraído” frente a la contundencia de la medida de fuerza, el gobierno anunció un nuevo acuerdo con el FMI, previa crisis política con la salida de Caputo. El nuevo acuerdo es un pacto de terrorismo económico contra los trabajadores: dejar que el dólar se deslice hasta $50, seguir fogoneando los precios, hundir los salarios reales, restringir brutalmente el crédito y alentar los despidos. En síntesis: inducir una depresión económica.
En el medio, los dirigentes sindicales, la “oposición” peronista y los k tratan de hacer equilibrio llevando todo hacia el 2019; buscan garantizar la gobernabilidad en condiciones cada vez más difíciles.
La brutalidad del plan de Macri es proporcional al odio que crece contra él. El país va rumbo a un choque social sin precedentes entre los trabajadores y un gobierno que de la mano de Trump, el FMI y los grandes capitalistas, quieren imponerles una durísima derrota.
Ha llegado la hora de plantear abiertamente la salida anticipada del gobierno. Hay que derrotar el plan de déficit cero, hay que romper con el FMI y dejar de pagar la deuda externa; pero esto sólo lo lograremos si echamos a Macri: ¡fuera Macri, el déficit cero y el FMI!
Al mismo tiempo, y como salida más democrática en las actuales circunstancias, hay que proponer un programa alternativo planteando la convocatoria a una Asamblea Constituyente donde sea el pueblo el que decida.
Sobre todo, se trata de alentar lo más estratégico conforme se radicalizan los asuntos: ¡que los trabajadores tomen en sus manos todas las tareas empujando la coordinación de las luchas, el desborde a los dirigentes y la unidad obrero-estudiantil!
La coyuntura evoluciona rápidamente. Nuestro partido estuvo en la primera fila de los cortes de ruta: es así como se forja a las jóvenes generaciones. Nuestras tareas inmediatas pasan por acompañar a los mineros y otros sectores en el acampe que a partir del lunes 1º de octubre, realizar un enorme plenario nacional de la Corriente Sindical 18 de Diciembre el sábado 6 y preparar la delegación de Las Rojas al Encuentro Nacional de Mujeres en Chubut.
Todo esto mientras avanzamos en la incorporación al partido de una nueva camada de trabajadores y jóvenes, extendiéndonos territorial y nacionalmente.
Un paro político
Profundicemos sobre el carácter del paro general. Si bien las direcciones sindicales lograron que fuera una medida contenida, tuvo más condimentos que un paro normal.
A pesar de que las CTA y Moyano evitaron la movilización de contingentes de masas de los trabajadores, el acto del 24 tuvo su importancia; le dio un componente más activo a las jornadas. Esto sin perder de vista que el podio por el carácter activo, nos lo llevamos los sectores clasistas y la izquierda en los cortes en la mañana del 25 (con un lugar destacado para nuestro partido, como ya hemos señalado).
La contundencia del paro fue tan grande que dio cuenta de algo más: los trabajadores utilizaron la convocatoria para dar una señal política de que a Macri no se lo aguanta más: el gobierno es un fiasco y un fracaso completo.
Este carácter político de la jornada se coló en los discursos de los dirigentes. Micheli llegó a decir que “o cambian el plan o que se vayan” (al día siguiente se desdijo). Yasky, el principal representante sindical del kirchnerismo, planteó que “hay que derrotar el presupuesto de déficit cero”. Incluso Schmidt en la conferencia de prensa de la CGT el 25, se animó a decir que “si no se cambia la política, habrá nuevas medidas de fuerza”…
Sin embargo, no se puede dejar de señalar que Palazzo, representante del moyanismo en el acto del 24, fue muchísimo más moderado. Planteó que no eran “golpistas”, que “el cambio es con las elecciones del año que viene”, que van a convocar a “una marcha a Luján el 20 de octubre”… Ya Pignanelli había anticipado que “no quieren que se vaya Macri”. Y el propio Moyano señaló que el paro era solo “contra el FMI” (todos ellos están en el espacio del 21F).
Más allá de los matices, la burocracia está comprometida en una política de contención. El problema es que el gobierno no les deja mucho margen de negociación. Y al no ser creíble el camino meramente reivindicativo, se agiganta el carácter político de las medidas.
Esto se expresa, incluso, en el hecho que todo el debate apunta a concentrarse en el presupuesto, un instrumento político por excelencia.
La burocracia moyanista y Yasky plantean que convocarán a una “gran movilización” el día que se trate el presupuesto en Diputados. Pero de ser multitudinaria, dicha movilización podría introducir una enorme presión sobre el Congreso, o incluso desbordarse.
Que el debate se concentre en el tema presupuestario, y que no haya márgenes reivindicativos, son algunos de los elementos que llevan los desarrollos al plano político. El gobierno se ha decidido por una política de confrontación expresada en el “no hay otro camino” de Macri: todo lo que tiene para “ofrecer” es ajuste y represión.
Por su parte, el paro general y las luchas que crecen por abajo (ver ahora los petroleros de Comodoro Rivadavia y el paro nacional ferroviario que se realizaría el martes 2), muestran que los trabajadores están enteros: crece la disposición de no dejar pasar el ajuste brutal.
La dinámica es la de un choque frontal de locomotoras; choque frontal para el cual debemos prepararnos desde ahora a sabiendas de que el gobierno no se irá del poder amablemente.
Terrorismo económico y pretensión reaccionaria
La contracara del paro general es el nuevo acuerdo con el FMI. Se trata de un verdadero pacto de guerra económica contra los trabajadores.
Sus pautas básicas son las siguientes: a) dejar correr el dólar hasta $50 (más devaluación de la moneda); b) congelar el circulante induciendo una depresión económica para impedir que la devaluación se vaya a los precios[1]; c) hundir los salarios reales en dólares de manera que hacia fin de año queden a la mitad de diciembre pasado; d) alentar –solapadamente- un aumento del desempleo; desempleo que ya ha llegado al record de la última década: 12% en el gran Buenos Aires (el temor a quedarse en la calle es un clásico factor disciplinador).
Agreguemos un par de datos. Uno muy importante es el valor que fija para el dólar el presupuesto: $40 promedio para el año que viene… Se trata de una cifra que no se la cree nadie. ¿Cuál es la razón de poner un dólar infravaluado? Dar una garantía adicional al déficit cero, sobrecumplir esta meta.
¿Cómo se lograría esto? Muy simple: los gastos presupuestados se calculan en pesos a un dólar a 40. Pero si el peso se devalúa más que esta cifra, los gastos en dólares serían menores. Al mismo tiempo, como el principal impuesto es el IVA, en la medida que los precios crecen más por la inflación, ingresan más pesos al fisco y se sobrecumple el ajuste fiscal.
Con este panorama tan favorable a los empresarios, ¿cómo se explica la renuncia de Caputo, un hombre de los mercados? Caputo dio el portazo por dos razones: una, no quiso someterse al diktat de Christine Lagarde que implicaba que no pudiera intervenir libremente en el mercado del dólar. Dos, planteó el temor de que el país estalle si no se para la corrida cambiaria: “Caputo creía que permitir que la moneda se siga debilitando en el futuro era peligroso, tanto desde el punto de vista económico como político” (Sofía Diamante, La Nación, 26/09/18).
El FMI juega a la corrida cambiaria: apuesta a un ajuste brutal por devaluación. De ahí que haya establecido pautas para que el dólar pueda estirarse hasta $50 a finales del año, como ya hemos señalado. Esto se obtiene con la “banda” fijada entre 34 y $44, sumado al planteo de que el dólar podría correrse hasta un 3% más por mes de aquí a fin de año.
Con el apoyo de Trump, Lagarde, la gran patronal exportadora, la franja más reaccionaria de las clases medias y las fuerzas represivas, Macri parece pretender erigirse en un presidente “bonapartista” aplicando un ajuste brutal que deje exhausta a la sociedad[2], que desmoralice a los trabajadores.
Su problema es que las fuerzas de los trabajadores, las mujeres y la juventud, están intactas. Argentina no es Grecia, como parece creer Lagarde, que de la mano del traidor centroizquierdista de Tsipras, impuso un ajuste brutal después que la burocracia sindical hubiera desmoralizado a los trabajadores con decenas de paros generales aislados, que no consiguieron nada.
Es fácil firmar acuerdos en Nueva York, dejarse llevar por las mil y una adulaciones, anunciarse “listo para competir por la reelección”, mientras el país se incendia… Macri parece alejado de la realidad, en una suerte de “burbuja” mientras se procesa el ascenso de masas eventualmente más imponente en años; un ascenso que podría desbordar el operativo de contención de las direcciones sindicales y los k.
Porque el país está transformándose en una caldera a presión con mil y un problemas sin resolver: despidos de médicos en el Posadas, escuelas cerradas por problemas de infraestructura, la irrupción de “batallones pesados” de la clase obrera como el Astillero Río Santiago, Río Turbio, los petroleros de Comodoro Rivadavia (un elemento nuevo), un eventual paro nacional de los cuatro gremios ferroviarios, etcétera.
Como en una vuelta de campana, el sueño reaccionario de Macri podría transformarse en un “ticket de salida”; quedar pedaleando en el aire cual “gobierno kerenskista” que es la categoría política que el marxismo ha atribuido a estos gobiernos que parecen fuertes y se revelan débiles, sin los suficientes atributos para llevar adelante sus planes.
Alertemos, en cualquier caso, que estos escenarios nunca se producen sin enfrentamientos sociales de magnitud. De la Rúa decretó un Estado de sitio y salió por los aires no sin antes cargarse decenas de trabajadores fallecidos.
En todo caso un papel clave, mediador, lo tienen los gobernadores, diputados y senadores peronistas y del Frente Renovador en el Congreso, y los kirchneristas fuera de él. ¿A qué se van a jugar? ¿Le van a votar a Macri este presupuesto escandaloso? ¿Se someterán a eso cuando en el horizonte se vienen (no importa cuando) elecciones? ¿Se incendiaran sin más, “patrióticamente”, por este gobierno?
Macri no se aguanta más
Como hemos señalado, en condiciones como estas no hay salidas reivindicativas. El ajuste pactado con el FMI deja poco margen negociar.
En estos términos, las cosas se elevan al plano político por su propia naturaleza. De ahí que la burocracia haya exhibido matices en su discurso; cada vez es menos realista “esperar al 2019”… ¿Cómo podemos esperar cuando el gobierno quiere ponernos frente a “un pelotón de fusilamiento”?
Porque se trata de un gobierno reaccionario que no expresa ninguna “democracia”; nada de lo que está haciendo es lo que se votó. Un gobierno que ha pasado un acuerdo con el FMI forzando un ajuste brutal por una vía básicamente extraparlamentaria (no otra cosa es la corrida cambiaria inducida los últimos 3 meses que terminó haciendo renunciar a Caputo[3]).
Cuando los periodistas televisivos afirman que exigir la renuncia de Macri sería “golpista”, se muestran con bajo nivel político/cultural o deliberadamente idiotas al servicio del sistema: ninguna movilización popular es “golpista”. Por el contrario, es lo más democrático que hay: ¡el derecho a levantarse contra la tiranía, la opresión y la explotación de un gobierno que busca pasar medidas impopulares que nadie votó!
Si la política de Macri se impone, no se tratará de un mero ajuste económico: producirá un giro reaccionario global y una derrota de los trabajadores.
Junto con plantear “Fuera Macri, el presupuesto de déficit cero y el FMI”, hay que colocar una salida de conjunto: que los trabajadores y el pueblo puedan decidir y discutir sobre todos los problemas del país en una Asamblea Constituyente soberana: acabar con el déficit cero, romper con el FMI, dejar de pagar la deuda externa, aumentar los salarios el 45% indexados mensualmente, prohibir por ley despidos y suspensiones, establecer un férreo monopolio del cambio de divisas, el comercio exterior y la banca, estatizar bajo control obrero todo empresa que vaya al cierre o despida garantizando la continuidad estatal de empresas como el Astillero y Río Turbio, etcétera.
Y al calor de estas tareas y de las luchas, se trata de impulsar lo que es más importante y estratégico: que los trabajadores tomen en sus manos todas las tareas; que se vaya esbozando desde abajo –aun sea de momento de manera absolutamente incipiente- una alternativa de poder de los trabajadores.
[1] La economía funciona por intercambios de compra/venta, dichos intercambios se facilitan con el crédito: adquiero una mercancía hoy y la pago mañana. Si se restringe la circulación de la moneda, se restringe el crédito y de esa manera se induce una caída del consumo y la producción en general: el traspaso de la devaluación a los precios se limita por la caída de la demanda.
[2] Bonapartista alude a un gobierno que se coloca por encima de las clases sociales para arbitrar las cosas a favor de los poderosos. Para ponerse por encima de las clases hace falta un punto de apoyo “externo” como el aparato represivo, o, en su defecto, una fuerza social “supranacional” como es el imperialismo.
[3] La polémica específica entre él y el FMI es que Lagarde impuso taxativamente que el Banco Central no puede vender dólares por encima de un cierto tope y de una cierta metodología para parar las corridas contra el peso como quería Caputo que por unos días la última semana se negó a acatar esta orden.
Por Roberto Sáenz, Editorial SoB 488, 27/9/18.