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Los mineros se colocan a la vanguardia de la pelea contra el presupuesto
La fraternidad se forja en la lucha
Roberto Sáenz
“La enajenación del obrero en su producto no sólo significa que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia externa, sino que esta existencia se halla fuera de él, es independiente de él y ajena a él y representa frente a él un poder propio y sustantivo, que la vida que el obrero ha infundido al objeto se enfrenta a él como algo extraño y hostil” (Marx, Manuscritos económicos-filosóficos).
En los últimos días el gobierno ha logrado contener la corrida contra el peso. Con un mix de extrema restricción monetaria –el congelamiento de la emisión de pesos hasta junio del año que viene- sumado a las Lelic, bonos al 70% de interés anual para los bancos, la demanda de dólares se frenó y el gobierno recuperó algo de compostura.
Pero a la corrida sin fin contra el peso se la reemplaza ahora con otra irracionalidad: tasas impagables –las más altas del mundo- que son pan para hoy y hambre para mañana; porque no sólo se desarmaron con altísimo costo las Lebacs, si no que ahora se arma simultáneamente otra bola de nieve con este nuevo instrumento financiero[i].
Y no se trata sólo, ni principalmente, del “mundo de las finanzas”. Se trata de que la suma del déficit cero, la emisión cero y las tasas estratosféricas, apuntan a matar porciones enteras de la economía real amenazando con desatar una depresión económica. Una depresión combinada con tasas inflacionarias por las nubes como se espera en el cierre de septiembre: un aumento de precios del 7% sólo en este mes (cifra que debe ser récord desde el 2001).
Mientras el campo, la industria exportadora, las empresas de servicios con tarifas dolarizadas, el complejo hidrocarburífero, etcétera, están de parabienes cobrando en dólares, los trabajadores pagan el pato cobrando salarios miserables que han quedado a la mitad en dólares de los del año pasado.
Se le debería caer la cara a la cínica, autoritaria y anti-obrera Vidal, que acaba de firmar por decreto un vergonzoso “aumento” a los docentes por un miserable 20%: una reducción brutal de su ya magro salario real.
La contracara de esto: los heroicos mineros de Río Turbio, que habiendo desembarcado en el Congreso esta semana, han dado la señal de largada en la pelea contra el presupuesto del gobierno, presupuesto que los gobernadores, fuerzas políticas patronales y burocracia están maniobrando para ver cómo lo dejan pasar.
Mientras que por arriba las burocracias (más allá de determinados matices) están en un operativo de contención con la excusa de la “gobernabilidad”, por abajo los mineros se han colocado a la vanguardia de la pelea contra el ajuste, haciendo el inmenso esfuerzo por arribar a la Capital con un importante contingente: acampando frente al Congreso, yendo a confraternizar con los trabajadores y trabajadoras del INTI, Astilleros Río Santiago, del Posadas, recorriendo facultades para estrechar vínculos con los estudiantes, etcétera. Nos dan así un ejemplo de coordinación efectiva en la lucha, que tan bien le vendría a una parte de la izquierda que vergonzosamente mira para otro lado: se pone de espaldas a la experiencia concreta de uno de los sectores más de vanguardia y con mayor tradición de la clase obrera de nuestro país[ii].
Nuestro partido está orgulloso de haberse puesto a disposición de los mineros para facilitar estos vínculos entre los trabajadores; de haberse colocado incondicionalmente a disposición de su lucha por la continuidad de su fuente de trabajo; lucha minera que se ha colocado a la vanguardia del enfrentamiento al ajuste de Macri.
Las corrientes revolucionarias nos forjamos en la experiencia real con nuestra clase. La fraternidad, la fusión entre la izquierda revolucionaria y nuestra clase, se hace en estas experiencias; el resto es puro verso, oportunismo y aparatismo.
Experiencia que luego del acampe de esta semana esperamos que tenga un nuevo punto de confluencia en el plenario clasista de nuestra Corriente Sindical 18 de Diciembre, que este sábado 6 llevaremos adelante en el Hotel Bauen.
El plan “doble cero”
El plan económico de “shock” al cual ha girado el gobierno luego del fracaso estrepitoso del “gradualismo” ha sido bautizado “doble cero”: cero déficit fiscales primarios y cero emisiones monetarias. Sobre el plan de déficit cero hemos hablado en muchas editoriales, el presupuesto girado al Congreso es su columna vertebral. En este editorial pretendemos detenernos en la otra pata del ajuste:
el congelamiento de la emisión.
La cuestión es así: habitualmente la emisión monetaria sigue el camino de la inflación. Si uno multiplica la cantidad de productos por los precios promedio de los mismos, lo que obtiene es la cantidad de moneda necesaria para que la economía funcione (dado, simultáneamente, un determinado ritmo de operaciones de compraventa)[iii].
Si un gobierno emite demasiada moneda que no se corresponde con la cantidad de productos, lo que puede ocurrir es inflación: igual cantidad de mercancías se expresa en mayores precios. Pero si hace lo contrario, es decir, si un gobierno retira pesos de circulación a igual cantidad de mercancías, lo que va a hacer es dificultar y / o impedir que las mismas se puedan vender.
Esto es, groso modo, lo que está generando el gobierno con su política de congelamiento monetario. Al retirar pesos de circulación con la excusa de que no vayan a comprar dólares, al exigirles encajes enormes a los bancos (inmovilizar el 40% de sus carteras), al pagarles en retribución tasas inverosímiles del 70% anual en pesos por la adquisición de Lelics (bonos emitidos por el Estado renovables cada 7 días), no solamente se crea un nuevo endeudamiento irracional (a la postre, impagable), sino que se restringe decisivamente el crédito induciendo una depresión económica con el sólo objetivo que los fondos provenientes del FMI se utilicen exclusivamente para pagar deuda[iv].
La política económica del gobierno es criminal. Con el objetivo de generar excedentes para pagar deuda (y plusganancias exorbitantes para los sectores capitalistas beneficiados), se somete a la economía a una cuasi depresión y ni así hay garantías de éxito en materia de estabilización económica.
Como dijimos arriba, la irracionalidad de una corrida imparable contra el peso, producto de un endeudamiento exorbitante, se la reemplaza con otra irracionalidad: la condena a muerte de la economía por inanición mediante la restricción monetaria y la creación de un impagable nuevo endeudamiento.
La “estabilidad” lograda por el gobierno está atada con alambre. La coyuntura se corre de uno a otro factor dinámico, sin que se alcance a avizorar ninguna estabilización real. Si durante un determinado período el factor dinámico se ordenó alrededor de la corrida contra el peso, la dinámica puede pasar ahora por una multiplicación de las luchas, incluyendo en esto la eventualidad de desbordes, así como el estallido de la crisis social que se está cocinando “a fuego rápido”; factores que en su conjunto hacen del país una “olla a presión”.
La pelea contra el presupuesto del terror
La principal pelea del momento es derrotar el presupuesto macrista. Repitiendo un escenario que viene dándose desde diciembre pasado (y que también ocurrió en la pelea por el derecho al aborto), la lucha se va a sustanciar alrededor de la aprobación del presupuesto oficialista, y de la presión que se pueda ejercer desde la calle para que esa iniciativa fracase: la calle y el palacio.
Si es por los bloques de la oposición y la burocracia, el presupuesto pasaría de una u otra forma. La excusa es que “no se puede dejar al gobierno sin presupuesto”; que eso sería “atentar contra la gobernabilidad”… La lógica es la que ya conocemos: hay que esperar al 2019 aunque en el medio se vaya la vida de los trabajadores.
Por eso llegaron los mineros a Buenos Aires. Entienden mejor que muchos grupos de izquierda que la lucha se concentra ahora en la pelea por quebrar el presupuesto: una lucha política que pone en juego la continuidad del gobierno.
Desde ya que existen otras luchas: la pelea por la reapertura de las paritarias, contra las suspensiones masivas y los despidos, etcétera. Pero cualquier idea de que la dinámica podría ser hoy como la de los años ’70, dónde existía una clase obrera en condiciones homogéneas de contratación, concentrada alrededor de las paritarias, etcétera, es descabellada[v].
La burocracia administra pérfidamente sector por sector estas negociaciones; obtiene migajas y divide. En la actual coyuntura, lo que coloca las cosas al plano político es la pelea contra el presupuesto. Presupuesto que, por lo demás, es una de las patas privilegiadas de la (eventual) estabilización del gobierno.
Por esta razón, no puede haber política revolucionaria hoy que no se centralice en esta batalla; que sea intransigente en la idea que al presupuesto oficialista no se lo puede emparchar, que hay que derrotarlo (poniendo un millón de trabajadores en las calles el día que se discuta en diputados y exigiendo para esa jornada un nuevo Paro General).
El ejemplo de los mineros
Sesenta mineros de Río Turbio recorrieron 3000 kilómetros colocándose a la vanguardia de esta pelea. La mina juega su supervivencia en esta pelea; esto en la medida que depende del presupuesto oficial y el gobierno pretende asfixiarla. Por eso es incomprensible y vergonzoso que grupos que se dicen de “izquierda”, no le pongan el cuerpo a esta lucha.
Los “mineros del carbón” son un ejemplo para los trabajadores. Han venido desde Río Turbio para encabezar una batalla que es de toda la clase obrera. Están reivindicado su trabajo y su condición de trabajadores. Han realizado en la noche de hoy miércoles 3/10 un sentido homenaje a sus 14 compañeros caídos una década y media atrás por la desidia de la gestión empresaria. En cuanto llegaron a Buenos Aires se fueron a llevar solidaridad y establecer vínculos con el INTI, Astilleros, Posadas, Télam, etcétera: un ejemplo vivo de clasismo y solidaridad entre trabajadores.
Y resulta ser que algunos idiotas de la izquierda osan argumentar que los compañeros tendrían no se sabe qué “déficit”, que “no serían de izquierda”, lo que es una idiotez soberana además de un sectarismo pequeño burgués, porque antes que nada nuestra clase es nuestra clase.
Por lo demás: ¿qué puede haber más de izquierda que el ejemplo vivo de la fraternidad en la lucha de los compañeros? ¿Cuántos ejemplos han de pasar por encima de las barreras corporativas para confraternizar, para reconocerse como clase con otros trabajadores y trabajadoras?
Nuestro partido está orgulloso de estar haciendo la experiencia con los mineros. Haberle puesto el cuerpo al acampe y a la jornada histórica del miércoles 3/10. Estar colaborando en sus recorridas, en la puesta en pie de elementos de coordinación real; de estar a disposición para lo que necesiten. No hay otra manera de forjar a la militancia revolucionaria en la identificación real con nuestra clase.
Ciento cincuenta años atrás Marx insistía en la importancia del autoreconocimiento de clase: que la clase obrera se reconozca como clase y se eleve al plano político: “no queremos un parche aquí o allá en nuestra condición de explotados; queremos sacarnos de encima las cadenas de la explotación” sería un poco el planteo, la perspectiva trazada por Marx.
Y los partidos que nos decimos revolucionarios estamos para eso: no para sustituir a la clase obrera, sino para ayudarla a su elevación política al poder. A que conquiste el dominio de sus condiciones de existencia. Porque de eso se trata incluso la crisis bajo Macri. Echarlo sería un paso adelante extraordinario en la experiencia; un paso adelante que no se debe subordinar a cualquier elucubración de una secta cualquiera. Pero la gran tarea es madurar una alternativa de poder a partir de la experiencia de la clase obrera. Y qué mejor manera de recorrer este camino que forjar nuestros partidos en experiencias como la de los mineros, astilleros y otras que van colocándose en el centro de la escena conforme se radicalizan los asuntos.
[i] La diferencia entre uno y otro instrumento es que las Lebacs eran bonos al público, mientras que las Lelics son exclusivas para bancos; lo que en definitiva no hace a la diferencia, salvo que con los bancos se puede negociar menos determinadas condiciones que con los inversores individuales.
[ii] Sobre todo el caso del PTS, que se llena la boca todos los días de estupideces y autoproclamación y ha estado completamente ausente en el acampe.
[iii] A esto último se lo llama velocidad de rotación. Marx explica en El capital que la cantidad de mercancías, la cantidad de dinero y la velocidad de los intercambios son las proporciones que permiten entender cuánto dinero hace falta para que funcione una economía.
[iv] Imaginarse un escenario donde ya no hay más crédito, donde se va al cajero a cobrar la quincena y simplemente no hay pesos, donde se deja de usar la tarjeta porque se hace impagable, etcétera.
[v] Nos referimos al esquema del PO que asimila mecánicamente las cosas al Rodrigazo del ‘75.
Por Roberto Sáenz, Editorial SoB 489, 4/10/18