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“Con una pequeña ayuda de mis amigos”[1]
“El discurso de Moyano [frente al Ministerio de Trabajo] intercaló reclamos salariales y judiciales, pero también incluyó un párrafo electoral. ‘En 2019 terminemos con este desastre. Nos gobierna el FMI”
La Nación, 17/10/18
En los últimos días la coyuntura pareció calmarse. Todo el año ha sido un ida y vuelta entre el vértigo de una crisis sin fin y momentos de remanso político. Nada aventura que ahora sea muy distinto. Pero en todo caso hay que tomar nota de las características del momento.
A favor de esta “calma” transitoria operan varios factores, entre ellos uno regional de mucho peso como el triunfo electoral en primera vuelta de Bolsonaro en Brasil. También, la maniobra de llevar las tasas a niveles astronómicos de manera tal de quitarle presión al dólar. Y, sobre todo, el operativo de contención del peronismo y la burocracia sindical, con la excusa de “cuidar la gobernabilidad”.
En el ínterin de estos días de “paz”, el gobierno ha venido tejiendo silenciosamente el acuerdo con los gobernadores y los bloques parlamentarios para que se vote el presupuesto de déficit cero, no sin sufrir “fuego amigo” con la denuncia de Carrio –siempre más show que otra cosa- de que Macri encubre a su familia en los casos de corrupción (algo que sin duda es cierto, ver el archivo judicial de la causa del Correo Argentino).
Maniobras como movilizar a la Basílica de Lujan están a la orden del día para quitar presión el 24 de octubre. La tarea de la izquierda, al contrario, pasa por hacer todo lo que esté a su alcance para romper este operativo de contención jugándose a movilizar masivamente ese día, incluyendo la posibilidad de realizar una vigilia desde la noche anterior[2].
Del dólar a las tasas
El primer factor que puede desestabilizar este supuesto “remanso” es la economía. Tasas al 50, 60 o 70% son insostenibles; hasta los propios funcionarios lo reconocen. Y, sin embargo, es de momento el mecanismo montado por el FMI y el gobierno para frenar la corrida del dólar. La cosa entraña una paradoja porque, simplemente, reestablece el mecanismo confiscatorio que llevó a la corrida actual: facilita la llegada de dólares que se cambian a pesos para comprar bonos del Estado, y que luego de un plazo se vuelven a cambiar a dólares que se fugan del país con una ganancia astronómica.
A esta vuelta de tuerca brutal en el endeudamiento, se le suma la restricción monetaria expresada en el congelamiento de la emisión. Conclusión: la economía nacional se queda sin crédito, se endeuda a tasas siderales y se multiplica la recesión.
Esto lleva a un segundo factor de trasmisión de la crisis: el deterioro social de los trabajadores. La crisis ha comenzado a afectar la “línea de flotación” de un sector de la clase trabajadora de escasos recursos que no venía haciendo parte de la población desocupada (la que recibe planes sociales). Son aquellas familias a las que, por ejemplo, les llegó una boleta de luz de $4000 y sacaron un “crédito” de usura para pagarla. Pero luego le llegó otra boleta por igual monto, en este caso del gas, y entonces decidió no pagarla porque no tiene más recursos para afrontarla y se termina colgando a la red. Quizás en esta misma familia algún de integrante se quedó sin trabajo, lo cual agrava todo cuadro empujándola a la marginación social.
Así las cosas, en una franja social creciente de los trabajadores se acumula una olla a presión que en algún momento puede estallar conforme la crisis abarca a cada vez más familias.
Ante la falta de canales de protesta por el rol traidor de la burocracia, a muchos se les viene simbólicamente a la cabeza la “imagen de diciembre”: una sucesión de saqueos y estallido de la crisis social contenida cuando las familias hacen sus “cuentas” y enfrentan la injusticia de no poder pagar unas fiestas mínimamente dignas…
Tensión en la cadena de pagos
De momento, la sangre no ha llegado al río otorgándole a la coyuntura una “calma” ficticia. Con las tasas por las nubes y el gobierno ocupándose de monitorear que la cadena de pagos no se rompa, la presión sobre el dólar aparece contenida.
¿Cómo se da una crisis en la cadena de pagos? Se expresa en los cheques rechazados. La generalidad de las operaciones de compra y venta mayorista se hacen a crédito. Es decir: se adquiere el bien ahora y se paga a 30, 60 o 90 días. La cadena de pagos se “estresa” cuando los pagos se alargan –cheques renegociados a más largo plazo- y, sobre todo, cuando se lo va a cobrar al banco y la cuenta se encuentra sin fondos. El gobierno y los bancos se están ocupando de intervenir en esa instancia: que dichos cheques puedan ser diferidos y no se declaren incobrables.
Parches de este tipo tienen que ver también con determinadas medidas para evitar quebrantos de créditos: por ejemplo los anuncios miserables respecto de los créditos hipotecarios UVA; o instrumentos como el “Ahora 12” que son una lisa y llana estafa porque a un plan de pagos propagandizado como “sin intereses”, ahora se le carga el 50% anual.
El propio Dante Sica, Ministro de Producción y de Trabajo, ha reconocido que tasas a este nivel son insostenibles. La jugada del gobierno es bajar las tasas a fin de año, cuando por efecto del “encauzamiento electoral”, dicha medida no vuelva a sumar presión sobre el tipo de cambio.
El plan es ganar tiempo político, “completar la agenda del año” (acuerdo con el FMI, presupuesto aprobado y G-20 exitoso visita de Trump mediante), dando una imagen de estabilización, y que eso condicione los comportamientos sociales llevando todo al terreno electoral.
Este operativo de “estabilización” tiene una base material vinculado a la idea que la recesión haga su trabajo: que meta miedo al despido, que limite el reclamo salarial, que frene la dinámica inflacionaria, al tiempo que la macrodevaluación del peso (que dejó los salarios reales a la mitad), les dé a los empresarios una “ganancia competitiva” que les permita reiniciar un ciclo exportador.
La pugna entre la crisis social generada por el propio plan de shock del FMI –eventualmente explosiva- y una eventual dinámica de “estabilidad política”, son las dos caras del actual “remanso”; un remanso atado con alambre como reconoce off the record el propio gobierno, y sobre cuyas posibilidades de consolidación nadie pone las manos en el fuego.
De Bolsonaro a Carrió
Un segundo factor “estabilizador” de la actual coyuntura es el triunfo de Bolsonaro en primera vuelta en Brasil. Candidato de extrema derecha, nadie puede tener dudas de que fortalece a Macri. Es que Brasil es el gigante regional y lo que ocurra allí repercutirá en todo el continente. Claro que el efecto de Brasil sobre la Argentina no es mecánico y que el eventual triunfo de Jair Bolsonaro el domingo 28, no dejará de generar profunda contradicciones.
Y sin embargo, así como un triunfo del PT en la segunda vuelta reflejaría distorsionadamente que el péndulo político comenzaría a rebotar hacia la “izquierda”[3], un triunfo de Bolsonaro será sin duda un factor de afianzamiento del giro a la derecha regional (al menos, en lo inmediato).
Un triunfo de Bolsonaro puede tener consecuencias no queridas para la burguesía[4]. Bolsonaro supone la hipótesis de que el régimen político en Brasil retroceda de una democracia burguesa en su momento más o menos estable, a un régimen lisa y llanamente bonapartista (eventualmente con formas parlamentarias): un régimen apoyado en las fuerzas armadas que deje “pintadas” las instituciones representativas.
Si en lo inmediato su efecto será hacia la derecha (el recrudecimiento de los ataques “fascistoides” sobre los trabajadores, las mujeres, la juventud, las minorías y la izquierda), para nada se puede descartar que genere un “efecto rebote”: una radicalización política como hace años no se ve en Brasil.
De cualquier manera, es prematuro todavía sacar conclusiones definitivas; estamos en una batalla abierta por derrotar a Bolsonaro en las calles y en las urnas, y se viene una movilización masiva el próximo sábado 20, que seguramente será multitudinaria en Brasil, con réplicas en muchas partes del mundo (y de la cual participaremos con nuestros compañeros y compañeras de SoB Brasil y una delegación de nuestro partido que viajará al país hermano).
Como contrapeso al efecto benéfico de Bolsonaro sobre Cambiemos, está la crisis política del propio Cambiemos, que escaló en las últimas jornadas. Un factor de la misma es la incomodidad de los radicales por el plan de shock ortodoxo de Macri y el FMI. Es sabido que eso no va a significar ninguna acción concreta de parte de este partido burgués y reaccionario con toda una historia de servicios a los capitalistas. Sin embargo, un poco a modo de fachada, un plan tan ortodoxo los incomoda sobre todo porque toca parte de su base social de “clases medias” con algún peso en electorados como el de Córdoba, donde la UCR sigue teniendo gravitación.
Pero junto con esto, está el escandálate de esa figura tan desagradable como reaccionaria que es Carrió, que para darse imagen de “independiente” y / o “fiscal de la república”, ha metido el dedo en la llaga del encubrimiento de Macri a su familia, aunque expresado esto ahora elípticamente por la vía de un juicio político a Garavano, juicio político que es más para la tribuna que otra cosa.
La crisis en Cambiemos y el ascenso de Bolsonaro operan contrarrestándose y se verá cuál es el desenlace de los acontecimientos.
“Todos a Luján”
Más allá de todo lo anterior, el principal factor de contención es el rol siniestro que viene jugando la burocracia sindical. El premio de la entrega es difícil de asignar porque unos son más pérfidos que los otros.
La CGT, ahora conducida por un “duunvirato” luego de la renuncia de Schmid (Daer y Acuña), ha comenzado a hablar de un “paro general de 36 horas”… para noviembre. La jugada es tan evidente que no se sabe bien a quién quieren engañar: dejar pasar la aprobación del presupuesto –aprobación de vida o muerte para Macri- y luego de consumado ese hecho convocar a un paro general sin perspectiva alguna.
Si de los traidores de la CGT pasamos a los traidores del 21F -Moyano, Pignanelli y Palazzo-, su canallada es, si se quiere, más pérfida aun. Dotados de un enorme poder de fuego al dirigir los gremios más importantes del país, se les ocurrió la “genial” idea de movilizar este sábado 20 a la Basílica de Luján…
Su preocupación es básicamente la siguiente: ¿cómo hacer como que “luchan” quitándole todo atributo de pelea real a la cosa? ¿Cómo mover una “masa” de trabajadores pero como ocurrió el 21 de febrero pasado, que no tenga efecto dinamizador alguno?
La burocracia moyanista es maestra en este tipo de acciones. El poder social-estructural potencial de la clase obrera argentina es inmenso, lo mismo que sus tradiciones de lucha. Pero no hay mejor idea para anestesiar su consciencia y realizar una acción masiva que sólo sea a efectos simbólicos, que anule su fuerza social, que movilizarlos a una basílica en las afueras de la capital.
Por si esto no alcanzara, está la ayudita que le da la UOM a Macri, que repite otro clásico de los burócratas sindicales: la movilización “corporativa” de las bases solo por el salario. El libreto reivindicativo es un clásico de los sindicatos peronistas: el trabajador es considerado en su mera condición de explotado. No se puede pensar en cuestionar ese estatuto social: el reclamo es por unos pesos más para seguir siendo explotados como siempre (¡y ni aun así se alcanzan los objetivos en un contexto de inflación brutal y salarios miserables![5]).
Para remachar la condición subordinada de los trabajadores tienen a mano otras maniobras: no juntar a los trabajadores de un gremio con los trabajadores de otro, movilizarlos sólo por el salario, no involucrar a la clase obrera en otras causas como podría ser los derechos de las mujeres o posicionarse contra Bolsonaro: nada que aumente su horizonte político (o les haga pensar que hay un mundo fuera de la adscripción peronista).
Y, por supuesto, en este operativo de contención, evitar como la peste cualquier escenario de desborde,donde contaminados por la bronca ambiente e, incluso, por la izquierda, puedan ir de frente contra el gobierno.
La idea es un poco “y a nosotros qué nos interesa el presupuesto si nuestro problema es la patronal”… Así las cosas, los pesos pesados de los trabajadores, los más grandes gremios, se borran olímpicamente de la pelea del 24; tratan de evitar que se repitan jornadas históricas como el 14 y 18 de diciembre.[6]
¡Todos al Congreso!
A lo anterior hay que agregarle el show político de la “oposición”. A pesar de las poses, la voluntad mayoritaria es que el presupuesto salga. Incluso más: ninguno exige la ruptura con el FMI, a lo sumo lanzan un “muy audaz” pedido de “renegociación”… El mantra es que “no se puede dejar al gobierno sin presupuesto”, que eso sería “afectar la gobernabilidad”.
Su caradurismo es siniestro. Un sector del peronismo votará, lisa y llanamente, a favor: la gente que responde a Urtubey, Schiaretti, etcétera. Otros como Massa y sus adláteres, se “abstendrían” pero dando quorum, no vaya a ser que se caiga la sesión. Y otros, como los k, dicen que van a “votar en contra”; y quizás lo hagan. Pero el tema no es simplemente votar en contra sino tomar medidas efectivas para que el presupuesto no se apruebe: por ejemplo, movilizando masivamente el 24.
Pero el kirchnerismo tampoco parece estar dispuesto a eso. Sus principales aliados sindicales se van el sábado a Lujan. Y si bien las CTA han convocado para el 24, hasta el momento no se sabe a cuánto se van a jugar.
Sin embargo, sería un error sacar conclusiones apresuradas. Las cosas podrían dinamizarse en pocos días dando por tierra con el actual escenario de remanso. El gobierno podría deslizarse al triunfalismo con el cálculo de que “los números le dan”, pero la realidad es que la “estabilización” que se está viviendo está atada con alambre: los factores trasmisores de la crisis están presentes y en cualquier momento podrían irrumpir nuevamente.
Faltan varios días para el 24 y sería un error sacar cualquier conclusión: todos los escenarios están abiertos. La tarea planteada en lo inmediato es empujar con todas nuestras fuerzas por una movilización multitudinaria que rodee el Congreso Nacional impidiendo que se vote este presupuesto del terror poniendo en pie eventualmente una vigilia desde la noche anterior.
Desde el Nuevo MAS, la Corriente Sindical 18 de Diciembre, Las Rojas y el ¡Ya Basta!, comprometemos todas nuestras fuerzas para esta tarea.
[1] La frase es el título de una conocida canción de Los Beatles de 1967 que integró su famoso álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Bands.
[2] De momento no está completamente confirmado que el 24 haya sesión en diputados por el presupuesto, pero tampoco se ha dado una información distinta. Sirva esto como ejemplo de hasta qué punto los bloques parlamentarios pueden “jugar a las escondidas” con la presión de la calle.
[3]Decimos distorsionadamente porque las bases materiales del desgaste del PT tiene que ver con las promesas incumplidas: 12 años de gestión de un “reformismo” sin reformas que se dedicó a garantizar la continuidad de los negocios capitalistas en Brasil.
[4] Aclaremos que el gobierno de Trump y la banca están de parabienes con Bolsonaro, expresado esto en la figura de Paulo Guedes, un banquero neoliberal fanático y futuro “superministro de economía” si se impone el ex capitán.
[5] Por definición, los sindicatos son reformistas en el sentido que no cuestionan el carácter de explotados de los trabajadores. Es sobre esta base limitada que se apoya la burocracia, que al trabajar por limitar el horizonte del trabajador, no puede pensar las condiciones de su emancipación.
[6] Agreguémosle a esto el rol de la CTEP, que Papa Bergoglio mediante y acuerdos con Vidal y Stanley, se ocupan de evitar movilizar a los movimientos de desocupados los días “calientes”.
Por José Luis Rojo. Editorial SoB 491. 18/10/18.