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Hace tres años, Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático
Hasta ahora, un fracaso que pone en peligro a la humanidad
Por Roberto Ramírez
Hace unos tres años, se realizaba en París la “Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático”. Ésta duró del 30 de noviembre al 11 de diciembre de 2015.
Al finalizar, se encendieron los fuegos artificiales del inmenso aparato publicitario y mediático del capitalismo mundial. Nos decían que, gracias a ese acuerdo histórico, comenzarían a solucionarse progresivamente todos los mecanismos contaminantes y autodestructivos que están en marcha desde la Revolución Industrial (iniciada a mediados del siglo XVIII) y que hoy amenazan la existencia misma de la humanidad y, en general, la vida en nuestro planeta.
Por nuestra parte, junto a muchos activistas y científicos honestos, denunciamos todo esto como un fraude monumental: “Una farsa diplomática que a la larga puede tener consecuencias trágicas para la humanidad”.[Socialismo o Barbarie, N° 362). Y, en el artículo “Finalizó la Cumbre del Cambio Climático”, añadíamos:
“El pasado fin de semana, terminó en París la COP21, la última Cumbre del Cambio Climático. Lamentablemente, la amenaza que implican para la supervivencia de la humanidad los cambios climáticos generados por la contaminación, no tuvo una respuesta seria, a la altura de este difícil desafío.
“La anterior Cumbre de Clima, realizada en Copenhague en 2009, había tenido un final vergonzoso, un desbande de las delegaciones, sin llegar a acuerdos para enfrentar este peligro cada vez más evidente, de consecuencias ya a la vista, como el acelerado derretimiento de los glaciares y los polos.
“Ahora, seis años después, los gobiernos, en primer lugar los de EEUU, China y la Unión Europea, no podían repetir un desenlace semejante, ni tampoco hacerse los desentendidos. ¡Se hubiesen incinerado a la vista de todo el mundo!
“Pero el principal oficio de estos personajes es ponerse la careta más conveniente según las circunstancias. Entonces, todos, de la noche a la mañana, se volvieron ‘ecologistas’. Y la Cumbre COP21 terminó en un show mediático, que nada tuvo que envidiar a la entrega de los Oscars.
“Como decía luego un comentarista (Javier Adler, “El histriónico acuerdo de la Cumbre del Clima de París”): «Ante todo, que parezca que los gobiernos hacen algo para luchar contra el cambio climático. Porque lo primero es preservar las buenas intenciones de los gobernantes, alimentar la idea de que son gente preocupada por el medio ambiente y el bienestar de las personas. Así que ahí tenemos las ridículas fotos en las portadas, con los mandatarios cogidos de la mano y levantando los brazos. Y los titulares eufóricos sobre un acuerdo que no debería llamarse histórico sino histriónico, porque si algo ha dado un salto cualitativo aquí es la teatralidad de los gobiernos».
Todo ha ido empeorando
La predicción de Adler se cumpliría. Con el tiempo, las cosas irían empeorando, tanto en relación a los desastres climáticos y ecológicos, como a las políticas de los Estados más responsables del envenenamiento mundial.
La llegada a la presidencia de Donald Trump –que practica un negacionismo criminal no sólo del cambio climático, sino también de la responsabilidad N° 1 de los gobiernos y las industrias contaminantes que ellos protegen– dio mundialmente “vía libre” a los capitalistas para continuar con lo de siempre: destruir la naturaleza, bajo la consigna “las ganancias primero”.
Esto lo tienen que reconocer hasta columnistas de publicaciones defensoras incondicionales del sistema capitalista y que no tienen un gramo de “socialistas”. Este es el caso interesante de Luisa Corradini, corresponsal en París del diario La Nación de Buenos Aires.
En su artículo “Clima: un giro drástico en la economía global, el desafío en la lucha contra el calentamiento” (La Nación, 18/11/2018), Corradini señala que:
“En menos de un siglo, la huella colosal de las actividades humanas precipitó al planeta en una nueva era geológica, en la que todos los sistemas se ven afectados: el ‘capitaloceno’. Así lo llaman algunos expertos que, al mismo tiempo, no se explican la apatía criminal frente al drama anunciado y preconizan –como única solución– un cambio total del sistema económico actual.
“«A veces tuvimos la impresión de asistir a una tragedia griega: uno sabe lo que va a pasar. Y cómo se producirá, pero nadie parece dispuesto a evitarlo, confesaba en septiembre la paleoclimatóloga francesa Valérie Masson-Delmotte, a propósito de la degradación del clima.
“Masson-Delmotte se refería a un informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), la ONU Medioambiente y el Banco Mundial. Según este texto, sólo nueve países presentaron a Naciones Unidas programas concretos para limitar la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
“Mientras espera que los otros 177 países respeten sus compromisos de hacer lo mismo, la OCDE constata con preocupación que ‘los gobiernos continúan consagrando cerca de 500.000 millones de dólares por año para subvencionar el petróleo, el carbón y el gas, y que la mayoría de ellos no fueron capaces de poner fin a su dependencia de las energías fósiles’.
“«Esta inercia podría hacernos perder la guerra contra el calentamiento climático», advirtió el secretario general de la organización, Ángel Gurría. Es decir, el objetivo de un calentamiento máximo de 2° a fines del siglo XXI.
“Pero, ¿cómo explicar esta indiferencia suicida? Desde hace algunos años, investigadores, historiadores y economistas de primera línea avanzan una explicación radical. La humanidad no habría entrado en el antropoceno con la Revolución Industrial y la globalización de las economías. Ingresó –afirman– en el ‘capitaloceno’, la era del sistema capitalista triunfante, incapaz de contener su carrera desenfrenada por las ganancias…
“[…] Lund rememora la historia de la máquina y de la locomotora a vapor, patentada en 1784. Otros científicos señalan la aceleración de este proceso a partir de 1950: polución industrial masiva, sexta extinción animal, acidificación de los océanos, desertificación, pesca descontrolada, licuefacción de los hielos, concentración de GEI (gases de efecto invernadero), recalentamiento… Todo se agravó, se ‘globalizó’. Esos especialistas hablan hoy de un ‘capitalismo devastador’.
“En otras palabras, la única solución para evitar la extinción del planeta sería cambiar de sistema económico, como advirtió el mes pasado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), un grupo de científicos convocados por la ONU para asesorar a líderes mundiales. Aunque la afirmación se asemeje más a una ‘boutade[1] que a una propuesta seria.[…].”
Aquí, la inteligente columnista de La Nación entra en crisis… y hace un brusco viraje en que se estrella contra la realidad. Es que inevitablemente llega a la misma conclusión lógica que los científicos especialistas en cambio climático. Dicho sin tanta “diplomacia”: o la humanidad acaba con el capitalismo o el capitalismo acaba con la humanidad, destruyendo el planeta.
Y existe una alternativa al capitalismo. Se llama socialismo… y que no es la caricatura que se derrumbó en 1989/91 en la Unión Soviética ni tampoco el capitalismo maquillado de “rojo” que impera en China. Por supuesto, Corradini busca otras alternativas pero no las encuentra…
Trata de explicar el impasse criminal en materia de ecología que reina entre los gobiernos (¡y no sólo entre los “negacionistas” como Trump!) alegando que “las democracias de mercado no están adaptadas a las transiciones radicales”.
¿No será, más bien, que los capitalistas –sean “democráticos” o bestias como los gobernantes de Arabia Saudita que disuelven en ácido a sus críticos– no “están adaptados a ganar menos”? ¿No será que prefieren poner en peligro a la humanidad antes que a sus ganancias?
Y, en esta cuestión de vida o muerte para la humanidad, no se puede jugar a la lotería. Como advertía ya en 1979 la Academia de Ciencias de Estados Unidos (y Corradini recuerda): “Teniendo en cuenta la inercia del sistema climático, si esperamos poder observar los cambios antes de actuar, habrá que aceptar que sea imposible evitar sus principales efectos nocivos”.
Esto se dijo hace 40 años. Hoy los “cambios” y “efectos nocivos” se multiplican y golpean en todo el planeta. ¡Buena parte de California acaba ser arrasada por el incendio más devastador de su historia, con centenares de víctimas… mientras su gobierno sigue negando oficialmente el cambio climático!… Claro que las industrias del petróleo y el carbón están en primera fila de los que apoyan a Trump.
Nota:
1.- “Boutade”, en francés, “broma”, “ocurrencia graciosa”…
Por Roberto Ramírez. SoB 496, 22/11/18