Jun - 24 - 2019

Por Johan Madriz

El pasado 15 de junio se presentó el libro “Los amigos de Lucifer: la ideología anti comunista en Costa Rica” del profesor e historiador de la Universidad de Costa Rica Jorge Barrientos. En él se aborda un análisis de discurso alrededor del anti comunismo del periodo 1948 a 1962.

Durante estos años en el país se transita de un auge del movimiento obrero organizado políticamente en el Partido Comunista, a una guerra civil que enfrenta a este bando con una nueva facción de la burguesía agrupada en el Ejército de Liberación Nacional que, tras ganar el conflicto, establece un régimen de facto que ilegaliza las organizaciones obreras no alineadas con el gobierno y encarcela, exilia y asesina a cientos de militantes. Asimismo, en el plano internacional acaba de terminarse la carnicería de la Segunda Guerra Mundial y el proyecto revolucionario ruso se encuentra en una debacle política bajo la egida del estalinismo.

Así, en plena Guerra Fría, se establecen las condiciones para avanzar en un ataque contra los proyectos de izquierda que no se circunscribe únicamente a la violencia física sino que hace a la lucha por las ideas, plano en que la burguesía cuenta con el apoyo de la Iglesia Católica para esgrimir un ideario anticomunista en el país.

Conversamos brevemente con el autor.

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JM: Al escribir tu libro ¿cuál es la tesis con la que partes y a cuáles son las principales conclusiones a las que llegas?

JB: La motivación al discutir este tipo de cuestiones políticas históricas –el asunto principal– es el anticomunismo y la manera en que los partidos hegemónicos, después de 1948, construyen una forma muy sutil, muy bien ideada e ingeniosa de gobernar sin necesidad de más traumas políticos violentos y armados. De manera tal que, después de 1948 se monta una estrategia de dominación consensuada, ideológica, de persuasión político-social y manipulación respecto a temas simbólicos de lo que representan proyectos políticos alternativos.

No se acude tanto a la violencia, eso no significa que no exista, claro que existe violencia. La historia de Costa Rica, como la de muchos países latinoamericanos, es una historia de la violencia política y social, pero hay una menor dosis, que se utiliza para gobernar el país. Es la teoría de que en 70 años, supuestamente, Costa Rica ha pasado por una estabilidad democrática, pero también hay escenarios de mucha violencia y confrontación social.

Por otra parte, el anticomunismo en Costa Rica es de diversidad ideológica y partidaria. Es decir, que Liberación Nacional encabeza este movimiento pero también se le unen todo el grupo oligárquico clásico de los cafetaleros y terratenientes costarricenses. Ellos estaban unificados en el Partido Republicano (con el que Calderon Guardia de manera oportunista en el 43 para sacar adelante el gobierno y las garantías sociales, principalmente el Código de Trabajo), e inmediatamente después del 48 todos esos grupos oligarcas se vuelven a unir en torno a su proyecto político y se erige una burguesía profundamente anticomunista, independientemente del color de la bandera.

Al final, las conclusiones tienen que ver con que en Costa Rica el anticomunismo sirvió muy bien para legitimar el orden establecido y legitimar a los partidos políticos dominantes, hegemónicos, y pues el anticomunismo caló tan profundo en las sensibilidades y en las ideologías de las personas que terminó viéndose como algo normal, natural, del costarricense. Entonces, hay una supuesta propensión a no estar asociado a esas ideologías exóticas, aventureras, aberrantes, violentas y agresivas, sino más bien mantener un perfil más bajo de sostener el sistema y mantener una estabilidad político-ideológica de la mano de la burguesía, con un capitalismo más o menos estatista que distribuyera la riqueza un poco y tratara de sostener la lucha de clases y el impacto del conflicto político-social.

También, de alguna manera, el anticomunismo termina [en términos formales] junto con la Guerra Fría en el 91, pero se sigue reproduciendo después. Se reconfigura de diferentes maneras y hasta la fecha sigue estando presente.

JM: El análisis del trabajo inicia en 1948, por lo que está marcado por los acontecimientos de la guerra civil, la instauración de la Junta Fundadora de la Segunda República y el gobierno de facto. Estos hechos son un punto de inflexión en la lucha contra la organización política de la clase obrera y del comunismo en general. Sin embargo, el gobierno que sobreviene después toma medidas por las cuales se le tacha de “comunista”, como la nacionalización bancaria. ¿Cómo abordas esto en el texto?

JB: Creo que Costa Rica se ha dedicado hasta la fecha, e históricamente durante los siglos XIX y XX como país subdesarrollado, a copiar modelos hegemónicos internacionales. A partir de 1931-34 a nivel mundial se empieza a poner en boga la teoría keynesiana del estatismo económico para poder sostener la debacle de la crisis de 1929, de manera tal que Costa Rica se apega a eso, del papel más fuerte del Estado en la economía, construir y desarrollar instituciones estatales.

A partir de 1948 Figueres sabe que la mejor manera de combatir al comunismo es el estatismo social. Instituciones sólidas dentro del marco del capitalismo. Esto con el fin de redistribuir un poco la riqueza y, pues, es bastante ingenioso ese modelo figuerista de la Junta Fundadora de 1948-49: las reformas que hacen con el ICE, el voto femenino, la abolición del ejército, el Tribunal Supremo de Elecciones, las instituciones autónomas, etc. forman parte de una estrategia de construcción de hegemonía muy bien elaborada.

Si hay algo de lo que se puede jactar la burguesía costarricense, a diferencia de otras en Latinoamérica, es que es mucho más ingeniosa y reflexiva a la hora de gobernar, no gobierna con la represión. Mientras en la mayoría del resto de la región es con violencia y terrorismo de Estado, en Costa Rica estas instituciones sostienen el sistema de una forma mucho más sutil. Se sostiene así hasta los años 80’s cuando se entra en un nuevo periodo político-económico donde la burguesía se sustenta de otras maneras, mediante otros mecanismos.

JM: ¿Cuál es el papel de la Iglesia Católica en la generación de este discurso?

JB: A lo largo de la época contemporánea la Iglesia ha sido fundamental. A pesar de la Revolución Francesa y de aquella frase que decía Diderot de que la humanidad solo será libre el día en que el último monarca sea ahorcado con las tripas del último sacerdote, la Iglesia se sigue sosteniendo. Lo que hay es un cambio de amo entre monarquías y reyes a pasar a nuevos gobiernos republicanos con la burguesía dirigiendo.

La burguesía, sea o no religiosa, necesita pactar con la Iglesia Católica para sostener los nuevos regímenes, el nuevo modelo de Estado. Entonces, de alguna u otra forma, se puede encontrar que la Iglesia sigue siendo la mano derecha en educación y formación política del régimen burgués y a partir de ahí, en el siglo XIX, es muy poderosa.

En el siglo XX, se encuentra una Iglesia profundamente metida en la discusión política. Por ejemplo, hacia 1928 funda el Opus Dei en España en los albores de la crisis económica del 29 y en momentos en que se venía resquebrajando el modelo monárquico con Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera. En 1931 empieza la Republica, cuando gana la izquierda moderada. La iglesia está ahí muy metida y empieza inmediatamente a minar la Republica, es una de las que más motivan al llamado hacia los militares para que den un golpe de Estado porque están gobernando los comunistas.

Su papel político sigue siendo central en el siglo XX. En Costa Rica tienen un papel protagónico tanto en el momento de las reformas sociales de Calderon Guardia, como en el 48, cuando Sanabria incluso se vuelca contra sus mismos aliados de la izquierda y dice que lo del 40-44 fue coyuntural, pasajero, una necesidad. Pero después de los 50’s a pesar de que apoyaban el reformismo social, de una manera oportunista, se vuelcan por completo al proyecto figuerista, socialdemócrata, estatista y con los grupos burgueses que empiezan a montar este bloque hegemónico.

Ideológicamente la Iglesia sigue siendo central, tanto que Costa Rica inaugura el Congreso Anticomunista Latinoamericano de 1959, tras haberse celebrado un Congreso Centroamericano. De aquí sale el Movimiento Costa Rica Libre en 1961. La Iglesia es cómplice de esto. Después vendrá en los años 80’s a sumarse el papel de las iglesia pentecostales.

JM: En la presentación mencionabas que existe una institucionalización del anticomunismo que está presente en el Estado. A pesar de que tu trabajo abarca el periodo 1948-1962 ¿cuáles son los rasgos que persisten aún de esto?

JB: El trabajo lo que trata de hacer es de alguna manera es ve la parte neurálgica, histórica, de los años 40′ y 50′ pero que da muchas pistas para poder evaluar e interpretar los 70′ y 80′. En Costa Rica el anticomunismo sigue, normalizado, ya no normativizado. Porque a nivel de la normativa desde los 70’s participa la izquierda con el PASO, claro, hay que recalcar que es una izquierda reformista, socialdemócrata, con un discurso más o menos comunista y con representantes del viejo Partido Comunista de los 40′, pero que como proyecto político tiene mucha reforma social de corte centroizquierdista que no sale del juego democrático de la burguesía.

En los años setentas es interesante el crecimiento de la izquierda. Tienen diputados de nuevo, representaciones locales y en 1974 Figueres Ferrer quita la misma ley que había aprobado, el artículo 98 [de la Constitución que prohibía los partidos comunistas], y con eso la izquierda ya vuelve a participar. Setentas y ochentas se pueden interpretar mucho a la luz del 48. La izquierda toma fuerza en 1978 con Pueblo Unido que, junto a otras agrupaciones, logran cuatro diputados, en el 82 también. En 1986 con la crisis del marxismo y del socialismo real soviético, el proyecto estalinista, viene de bajada y en el 90 se da la caída del bloque del Este.

En general Costa Rica empieza de nuevo a permitir, dentro de la llamada democracia costarricense, que la izquierda participe. Antes de esto no se puede decir que haya democracia, no se puede plantear que una democracia pueda funcionar si se le niega la participación política a la tercera fuerza más importante. A partir del 48 esa fuerza es ilegalizada, aniquilada. Si se considera como democracia tuvo un funcionamiento muy limitado, muy restringido.

JM: El libro se titula “Los amigos de Lucifer”, ¿de dónde viene ese encabezado?

JB: Tiene que ver con la interesante creatividad que tenían los conservadores del régimen político y la Iglesia Católica. Toda la narrativa que construyen histórica, política y de interpretación de la realidad alrededor del conflicto social que esta sucediendo en Costa Rica y el mundo en la década del 40.

Tratan de trasladar la discusión política (del conflicto social, las tensiones económicas, las desigualdades) a planos teológicos, religiosos, espirituales, el bien y el mal, los buenos y los malos. Totalmente dicotómicas. Para ellos es muy funcional meter miedo en las personas. Al llevar la discusión al plano teológico les permite ganar la batalla del debate político y teórico.

Llevan la discusión política al plano que les interesa, el teológico, donde pueden ganar, donde pueden convencer a la gente y construir quién es el malo de la película. A partir de la discusión teológica los grupos de izquierda quedan debilitados a nivel de discusión con el pueblo pobre trabajador por la narrativa de que los comunistas son ateos, blasfemos, satánicos, del bloque del mal. Es una forma bien pensada de las elites políticas que gobiernan el país para ganar la batalla de las ideas. Entonces constantemente se hace alusión a que los comunistas son amigos cercanos al satanismo, a la magia negra, etc., incorporando esas categorías religiosas logran de una manera muy sencilla descalificar al enemigo político.

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