Oct - 25 - 2009
Por Marcelo Yunes
Periódico Socialismo o Barbarie 22/10/2009
 

Todavía no se habían apagado las cenizas del debate por la ley de medios cuando el gobierno puso sobre la mesa el Presupuesto 2010. Pero tan importante como esa ley es el paquete que la acompaña. Por un lado, la prórroga de todas las herramientas impositivas, incluidas algunas que vienen desde las épocas de la emergencia económica de 2002: ganancias, bienes personales, cheque, cigarrillos. A eso hay que agregarle una importante novedad, la suspensión por dos años de la ley de responsabilidad fiscal para las provincias. Por el otro, la puesta en marcha de negociaciones serias para recomponer la relación con el FMI, arreglar con los acreedores del Club de París y resolver de una vez el remanente de deuda con los holdouts (los bonistas que no entraron al canje de 2005). El objetivo es confeso y cristalino: volver a emitir deuda del Estado nacional que tomen los mercados financieros internacionales “normales” (no préstamos chavistas).

El problema de fondo, que trataremos más abajo en mayor detalle, es que se acabó la fantasía de “vivir con lo nuestro”. Las arcas fiscales de la Nación –el superávit fiscal, en suma– no dan abasto. Y el kirchnerismo, que se ha propuesto dar pelea como gato panza arriba hasta 2011 por lo menos, sabe que no tiene la menor chance si no robustece la capacidad de hacer política con la caja. Puede ser que el esfuerzo no alcance, pero los Kirchner tienen claro que sin margen económico la derrota es segura. Conclusión: a cortejar a los mismos prestamistas a los que se les había hecho pito catalán y corte de manga.

 

“Normalización” sí; tragar sapos, no

 Irónicamente, la iniciativa de “normalizar” la situación de Argentina en el mundo financiero data de los comienzos de la gestión de Cristina, pero nunca se pudo materializar: primero fue el conflicto con los patrones rurales, después la crisis mundial, luego la incertidumbre pos derrota electoral… Ahora que todos esos factores parecen haberse aquietado un poco, los Kirchner buscan sacar chapa de “hacer los deberes”. Pero eso no se hará a cualquier precio. Hubo y hay una negociación con el FMI respecto de las formas que tendrá la revisión de las cuentas argentinas a cargo de la misión del Fondo. El problema político es que no se puede cacarear “nos independizamos del FMI” (Néstor dixit) y después volver a tirarle la manga con la frente marchita.

 

De allí que la “recomposición de relaciones” entre el gobierno y el Fondo tenga objetivos y límites precisos. Primero: no se le pedirá plata, sino que avale la operación de saldar la deuda con el Club de París, unos 8.000 millones de dólares. Ese pago, además, será en cuotas, no de un saque como hizo Kirchner con el FMI en su momento, cuando las reservas sólo crecían y crecían. Si eso se resuelve, es una señal categórica para los banqueros de que Argentina vuelve a ser digna de crédito (en los dos sentidos). Segundo: la misión del Fondo no hará sus clásicas “recomendaciones” de política económica, que en épocas de Menem tenían valor de palabra santa. La idea es que los burócratas del FMI se quejen un poco de las cifras del Indek pero terminen diciendo que las cosas no están tan mal. Es decir, que otorguen una especie de constancia semioficial (pero muy valiosa para el mundillo financiero y los inversores) de que Argentina, después de todo, no caerá en default.1 La frutilla del postre sería arreglar con los holdouts, que deberían soportar una quita igual o mayor que la de 2005, pero salvo los buitres más buitres, una porción importante está resignada a agarrar viaje.

 

¿Cómo justifica el gobierno volver al mismo lugar de donde antes festejó retirarse? Con una mentira: el actual sería “otro FMI”, es decir, una institución más responsable, que ha hecho la autocrítica por su lamentable papel en las crisis de la deuda y su nula capacidad de previsión del crack financiero mundial, y que ahora estaría casi comprometida con el “desarrollo sustentable”. Algo así como volver al criterio de fundación de 1945. Lo único malo de este argumento es que nadie lo toma en serio: en cualquier espejo que se miren los Kirchner asoma la cara de hereje de la necesidad.

 

También hay verdades. Una: si hace falta esa bendición para pedirle plata al mundo, los Kirchner quieren mostrar que se la conseguirá sin necesidad de besarles la mano a los cardenales del FMI (por no hablar de prácticas más “maradonianas” típicas del menemato). Otra: el contexto económico internacional es ahora algo más propicio para el gobierno, porque el FMI no habrá cambiado su esencia pero anda algo de capa caída como para imponer las condiciones de antaño. Además, la teoría de los “brotes verdes” en la crisis internacional es un cuento chino, pero los bancos lograron recuperarse un poco (a expensas de transferirle el problema a la economía real) y hay cierta liquidez financiera en busca de tasas tentadoras. Como las que ofrecerá la deuda argentina una vez que se emita.

 

Nación solvente, provincias endeudadas, sueldos congelados. Ah, y 135 pesos para los niños pobres

Como se ha dicho, el objetivo número uno del Presupuesto 2010 es dotar al Estado nacional de todas las herramientas posibles para recaudar. Pero no es el único. Otro muy importante es legalizar las vías para que el Ejecutivo pueda disponer a discreción de eventuales ingresos excedentes.2 El mecanismo para eso ya es un clásico de los presupuestos K, aunque el año pasado rindió menos: subestimar los ingresos. El tercero es mandar un mensaje de austeridad… a los trabajadores. Partidas presupuestarias puede llegar a haber para todo, menos para aumentar salarios. Y el cuarto es volver a la disciplina del látigo financiero con las provincias (esto es, con los gobernadores, varios de ellos ya anotados en la carrera presidencial para 2011).

 

Con este último fin se votó una suspensión de la ley de responsabilidad fiscal, en su momento presentada como señal de “ortodoxia” en materia de gasto público. Esa ley prohibía a las provincias aumentar los gastos por encima del crecimiento del PBI, endeudarse y desviar partidas específicas (como obras públicas) a gastos corrientes (sueldos). Con esta norma en suspenso, las provincias –muchas de ellas abiertamente en rojo fiscal desde hace uno o dos años, empezando por Buenos Aires– podrán endeudarse. ¿Cómo? Emitiendo títulos que terminará comprando… la Nación. El Presupuesto delegará en el Ejecutivo la facultad de renegociar deudas provinciales, siendo que el 70% de la deuda de los estados provinciales es con el Estado nacional. También para los gobernadores la necesidad tiene cara de hereje: mientras que en Diputados el Presupuesto pasó con escaso margen, la suspensión de la responsabilidad fiscal se aprobó con holgados 150 votos.

 

Claro que para el gobierno y los medios la estrella del Presupuesto será la discusión sobre el ingreso de 135 por hijo a los trabajadores que no estén en blanco. Gracias a los desvelos de la Iglesia, la seriedad de la oposición de derecha y la infatigable labor del “periodismo independiente”, se ha logrado imponer en la agenda de este gobierno insensible el problema de la pobreza…

 

El debate sobre el tema muestra casi obscenamente el cinismo y el paternalismo burgués de todos los implicados, así como su carácter rabiosamente clasista. Las cifras no son el meollo de la cuestión. Por ejemplo, los obispos piden 180 pesos, pero incluyendo a todos los “niños, adolescentes y embarazadas en situación de vulnerabilidad social, independientemente de la condición laboral o social de los padres”. Lo de Carrió es ya desopilante: brama sobre la necesidad de un ingreso universal para los niños “de todas las clases sociales” (sic).3 El espectáculo de los fabricantes de pobres discutiendo cómo organizar mejor un té canasta para juntar limosna sería gracioso si no fuera repugnante.

 

Digamos que tampoco la centroizquierda (Lozano, de la CTA, y Raimundi) se privó de sumarse al pedido de “asignaciones universales”. Curiosamente, todos se acusan mutuamente de fomentar el clientelismo, algo imposible de evitar mientras la llave de ese ingreso la tengan Estados y gobiernos capitalistas. El caso de la CTA es incluso más escandaloso, porque dicen representar a trabajadores. ¿A esta gente no se le ocurre que la pobreza debe tener algo que ver con los bajos ingresos salariales? ¿Y que si esos ingresos mantienen a importantes franjas de trabajadores bajo la línea de pobreza, es más urgente que nunca el descongelamiento de las paritarias, algo que ni gobierno ni oposición de derecha mencionan? Una vez más, la CTA actúa más como una ONG, una especie de Cáritas laica y progre, antes que como una organización de trabajadores.

 

Perspectivas: pronóstico reservado

Ya hemos mencionado en otras oportunidades que los “fundamentals” de la economía K hacen agua. El superávit fiscal está en serio peligro (de allí la necesidad de endeudamiento). El superávit comercial ahora es récord, pero al precio de un desplome brutal de las cifras de comercio exterior, síntoma infalible de recesión. Al menos, el gobierno puede respirar porque se frenó la sangría de fuga de capitales. Un poco porque la burguesía se resignó a que los modales políticos K, aunque no tienen arreglo, son menos nocivos para la economía de lo que les gusta decir en público. Y otro poco porque el dólar, en todos lados, retrocede como refugio de valor. Es por eso que economistas y gurúes ya estiman que 2010 sería un año de crecimiento moderado, pero sin duda mejor que 2009.4

 

¿En qué sustentan ese módico optimismo? En que constatan que el gobierno hará los deberes macro (a su desagradable manera, peros lo hará) pero, sobre todo, confían en que el contexto global va a profundizar la salida de la crisis, al menos en lo que hace a la región. Por ejemplo, la mayoría asume un despegue de la economía brasileña que favorecerá a la industria argentina, en particular a las terminales automotrices. Según el IARAF, la soja volverá a ser el motor de las exportaciones, con cosechas récord (de paso: ¡qué andar discreto el de la dirigencia campestre últimamente! ¿Será que también se frotan las manos?). Y la construcción, ante la decadencia del dólar como reserva de valor, podría levantar cabeza, aunque no a los niveles de boom de 2003-2007 (Abeceb.com). Como se ve, entre terminales extranjeras con régimen de promoción a medida, pellets de soja y edificios de lujo, el “modelo industrialista” de los Kirchner goza de excelente salud…

 

Sin ánimo de pinchar globos, nos permitimos el beneficio de la duda. Más allá de que el ámbito político local pueda generar su propio “ruido” (tema que merece análisis aparte), atar el rumbo de la economía argentina en 2010 a un pronóstico casi dorado de salida definitiva de la crisis global parece más una moción de anhelo que una evaluación profunda de las tendencias reales.

 

Marcelo Yunes

 

 

 



1 Según resume el columnista Néstor Scibona, todo lo que buscan los Kirchner del FMI es la siguiente declaración: “La deuda pública argentina es sustentable” (La Nación, 18-10-09).

2 La oposición de derecha estima (acaso exagerando, pero no inventando) en 19.000 millones de pesos la “cajita feliz” que quedará a cargo del ministro De Vido (Página 12, 16-10-09). Por otra parte, nadie en sus cabales cree que el gobierno respetará el límite del 12% que el Presupuesto estipula para el aumento del gasto público. Otro chanchito que se alimentará con emisión de deuda pública, una vez que haya “fumata blanca” con el FMI.

3 Cabe preguntarse cómo gastarán los niños de los countries de Nordelta, Pilar, Fisherton o Río Cuarto sus 135 pesos mensuales: ¿pagarán la cuota para cambiar su celular por uno de última generación, con filmadora, GPS, MP4 y Play Station? ¿O acaso, sensibilizados por la prédica humanista y cristiana de la Mesías de la clase media gorila, donarán a Cáritas ese sucio dinero K manchado con sangre de “productores del campo” o con barro de piqueteros violentos?

4 Ver el informe con opiniones de una decena de consultoras y organismos en La Nación, 18-10-09.

 

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