Uno de los principales temas de falsificación mediática de los últimos meses ha sido la propaganda de los “brotes verdes”. No se trata de un nuevo champú, sino de imponer, a contramano de los hechos, la idea de que la crisis mundial pasó o que está en vías de superarse vertiginosamente. Por éste y otros motivos, es necesario un breve balance, en vísperas de que el final del verano en el hemisferio norte pone, especialmente a Europa y EEUU, ante perspectivas económicas y sociales que amenazan ser dramáticas y de largo plazo. La colosal intervención estatal ha evitado (hasta ahora) una depresión… pero a graves costos presentes y futuros La primera conclusión es que –por lo menos por ahora– se ha evitado una depresión como la de los años 30. La alternativa de una depresión estuvo planteada en los inicios de 2009, como señalaron también los analistas burgueses más serios; entre ellos The Economist, que estimaba en un 40% sus probabilidades.[1] Sobre esta coyuntura de la crisis, se hizo en Socialismo o Barbarie un amplio análisis que conviene tener presente.[2] El haber evitado (o postergado) un desenlace depresivo se debe esencialmente a la masiva intervención de los gobiernos de EEUU, la Unión Europea, Japón y, bajo otras formas, los de China y otros países asiáticos. Esto ha marcado una gran diferencia con la crisis iniciada en 1929, donde el gobierno de EEUU (también en esos momentos epicentro de la crisis) sostuvo una política opuesta: dejar que la crisis operase sin barreras, con la idea de que así se “saneaba” el sistema. Escarmentados con este precedente, la decisión de los gobiernos de EEUU (con Bush y con Obama) fue, a cualquier costo, apagar o, más bien, circunscribir, los focos financieros de la crisis. Este procedimiento fue seguido, con variantes más o menos importantes, por los gobiernos de Europa y Asia. Sin embargo, este accionar no es –ni puede ser– gratuito. Tiene sus consecuencias, por la cuales la crisis continúa bajo otras formas menos “espectaculares” pero no menos graves y, sobre todo, de larga duración. Veamos esto más en detalle. Los tres “pisos” del edificio de la crisis El editorial de un periódico europeo de esta semana se interrogaba sobre el incomprensible milagro de que “las bolsas de los países que más pesan en el desarrollo económico –Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia– viven días de auge sostenido… a pesar de que los indicadores económicos no sólo no se rehacen sino que pierden distancia… Pese a ser el barómetro más frecuente de cómo va a evolucionar la economía mundial, lo que está sucediendo en las bolsas debe tomarse, por el momento, con suma precaución”[3]. En efecto, el cuadro que presentan esos “países que más pesan en el desarrollo económico” podría compararse con un edificio de tres pisos: en el de más arriba, habitan los “mercados financieros”; en el del medio, la producción de bienes y servicios, el consumo, etc., y, en el inferior, el empleo y el salario. Mientras los mercados financieros viven –no sin sobresaltos y paros cardíacos– la borrachera de una nueva burbuja, en los dos pisos más abajo la cosa no está para festejos. En el segundo piso, los números de la “economía real” de EEUU y Europa (en Asia la situación es mejor) no indican una franca recuperación sino que, en el mejor de los casos, el desplome se ha detenido. Como dice The Economist: “La economía mundial ha parado su contracción. Aquí terminan las buenas noticias”[4]. En cambio, en el piso de más abajo, el desastre empeora. Los índices de desempleo siguen aumentando, a pesar de que la manipulación de estadísticas laborales, especialmente en EEUU, ya puede emular el escándalo de nuestro INDEK. Pero además el consenso es que, incluso si se produjese una verdadera “recuperación”, el empleo no se va a recuperar ni de lejos en la misma medida. A esto, agreguemos que la crisis ha dado a los capitalistas una poderosa arma de chantaje para pagar menos salarios por más trabajo. Este es el secreto de una extraordinaria “buena noticia” en medio de la debacle económica de EEUU: “la productividad del trabajo [léase superexplotación] ha aumentado un 6,4% en el segundo trimestre”, informa The Economist (13/08/09). Este increíble salto –aclara– no se debe a ningún avance técnico sino a que las empresas “han cortado muy agresivamente” con despidos a la “fuerza de trabajo”: con menos hombres y salarios se produce un 6,4% más de promedio. ¿“V”, “W” o “U”? Hay crisis para rato ¿Pero por qué se da este “desacople” entre el “auge sostenido” de la especulación y “los indicadores económicos [que] no sólo no se rehacen sino que pierden distancia”? Esto tiene que ver, en primer lugar, con el “remedio” que ya mencionamos: la masiva intervención de los gobiernos y también la forma en que ella se viene realizando. A fines de marzo de 2009, Bloomberg informaba que: “El gobierno de EE.UU. y la Reserva Federal han gastado, prestado o comprometido 12,8 billones de dólares, una suma que se acerca al valor de todo lo que se produjo en el país el año pasado… [Esta suma] “representa 42.105 dólares por cada hombre, mujer y niño en EEUU y 14 veces los 899.800 millones de dólares de moneda en circulación. El producto interno bruto de la nación fue de 14,2 billones de dólares en 2008.”[5] Esto es algo sin precedentes en la historia de la economía capitalista, de sus crisis y rescates. La forma en que lo hizo, explica además sus desiguales consecuencias. De lo que se puso en dinero contante y sonante, la mayor parte (algunos calculan el 85%[6]) habría ido a parar a los “rescates” del sector financiero. Sólo el restante 15% habría sido destinado directamente a relanzar la demanda. Es imposible saber a ciencia cierta las verdaderas proporciones, entre otros motivos porque los métodos de “contabilidad creativa”, desarrollados desde hace tiempo por las corporaciones en EEUU, también se están aplicando a los gastos del Estado. Pero, más allá de opacidad de las cifras, nadie discute que la euforia de Wall Street (y tras él, la del resto de los mercados financieros) tiene su principal origen en ese maná caído no del cielo sino de la Casa Blanca. Sin embargo, esto presenta un pequeño problema: han comenzado otra vez a inflarse burbujas especulativas que tienen poco o nada que ver con el curso de la producción de bienes y su posibilidad de consumo (“demanda solvente”, para utilizar la jerga keynesiana). La principal de estas burbujas es, precisamente, esta disparada de títulos y acciones, que ha sido bautizada como la “Burbuja del Rescate”. Viene además acompañada, entre otras, de una burbuja de los precios del petróleo, ya en acción en el período 2007/08. Acerca de esto, Gerald Celente, del Trends Research Institute de Nueva York, uno de los pocos economistas no marxistas que previó la actual crisis, sostiene que “la mayor burbuja financiera en la historia está siendo inflada a plena vista” y que “ésta será la Madre de Todas las Burbujas, y cuando reviente […] señalará el fin del ciclo de boom/quiebra que ha caracterizado la actividad económica en todo el mundo desarrollado… Dólares fantasmas, impresos de puro aire, respaldados por nada… y que producen casi nada… definen la «Burbuja del Rescate». Exactamente como las otras burbujas, ésta también reventará. Pero a diferencia de las burbujas puntocom y la de las hipotecas, cuando estalle la «Burbuja del Rescate», ni el presidente ni la Reserva Federal tendrán a su disposición los arreglos fiscales o las políticas monetarias para inflar otra”.[7] Para Celente, después de este interregno, volverá a presentarse el peligro de Gran Depresión. Más allá del tono apocalíptico de esta previsión, Celente toca un punto crucial que está preocupando incluso a fervientes dibujantes de “brotes verdes”, como The Wall Street Journal. En un artículo reciente cuyo título lo dice todo –“Después del optimismo, asoman las dudas sobre la salud de la economía”[8]–, el Wall Street Journal se hace el gran interrogante: ¿qué va a pasar con el paciente cuando lo desconecten de las máquinas que lo mantienen vivo? ¿Seguirá respirando y su corazón latiendo? Es decir, ¿qué va a pasar cuando el Estado deje de intervenir con “rescates”? Y responde: “una vez que disminuya el estímulo estatal, la economía carecerá de un gran motor como el consumo o la inversión empresarial, lo que podría hacerla volver a su fase de contracción”. Igual preocupación tiene The Economist , que hace pronósticos aún más pesimistas: “El debate [sobre el futuro de la economía] se centra alrededor de tres escenarios: V, U y W. Una recuperación en forma de V sería vigorosa… Una en forma de U sería floja y engañosa. Y una en forma de W, significaría unos pocos trimestres de crecimiento, para volver a caer nuevamente”.[9] La revista inglesa concluye que “la forma más probable en los próximos años será una U melancólica, con una larga parte inferior, plana o de crecimiento débil”. ¿Las causas? EEUU, Europa y demás estados no pueden seguir bancando la economía y las finanzas al infinito. Y las señales en esos países es que la demanda (sobre todo en EEUU) no se va a recuperar fácilmente. El fenomenal desempleo que va a ir en aumento, la bancarrota inmobiliaria que tiene perspectivas de profundizarse, el exceso de capacidad instalada que desanima inversiones productivas, los temores de los consumidores que se han volcado al ahorro saliendo del hiperconsumo a crédito, etc., todos esos motivos, van a contramano de una recuperación rápida y vigorosa, con epicentro en EEUU.[10] Algo parecido sostiene Nouriel Roubini, otro de los pocos economistas no marxistas que previó la crisis: “Los efectos de la política de estímulo se disiparán a principios del año próximo, con lo que hará falta una mayor demanda privada para apoyar el crecimiento continuo. Pero la demanda privada interna –y en particular el consumo– es débil o se está reduciendo en países muy gastadores (los EEUU, el Reino Unido, España, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda, etcétera), mientras que no aumenta lo suficiente en países muy ahorradores (China, Asia, Alemania, Japón, etc.) para compensar la reducción de sus exportaciones netas. De modo que hay una disminución mundial de la demanda agregada en comparación con la saturación de capacidad de la oferta, lo que impedirá una sólida recuperación económica mundial.”[11]
La amenaza de un Gran Depresión se ha alejado pero no desaparecido
Las estimaciones citadas de Gerald Celente, sobre las consecuencias que traería el estallido de la “Burbuja del Rescate”, nos remiten al hecho de que las medidas sin precedentes tomadas por los principales gobiernos capitalistas han evitado en lo inmediato una Gran Depresión, pero eso no implica que el peligro haya desaparecido.
En ese sentido, el economista marxista Isaac Johsua, de la dirección de ATTAC[12], analiza bien por qué la depresión no es una alternativa que el capitalismo haya logrado cerrar ya:
Estamos hoy ante “economías que funcionan basándose en las ayudas públicas”. Pero “el apoyo público no puede durar indefinidamente si es masivo. En los EEUU los márgenes de maniobra de Obama en este punto son más y más reducidos. […] El apoyo público deberá pues pararse o ralentizarse significativamente y esto en unos plazos que no son extensibles al infinito. Es entonces cuando llegará la hora de la verdad.
“En ese momento, de dos cosas, una. Puede suceder que lo privado (consumo de los hogares, inversión de las empresas, etc.) no supla a lo público, no tome el relevo. Que la espiral descendente haya prevalecido y los remedios proyectados se hayan utilizado prácticamente todos. Pasaremos, entonces, de una recesión a una profunda depresión; entraremos en un mundo nuevo.
“Pero puede suceder que lo privado supla el apoyo público. Es difícil de apreciar la probabilidad de un acontecimiento tal, pero es preciso señalar que no es el caso de la situación actual: no existe en estos momentos en los países desarrollados una dinámica autónoma de lo privado que ande sin las muletas públicas.
“Así, en los EEUU, el consumo de los hogares, no se puede sostener por sí sólo, la inversión de las empresas continúa cayendo si bien más lentamente, la pérdida de stocks prosigue. Por lo tanto, una recaída es posible en todo momento, pues la crisis está siempre presente.
“De todas formas, aunque el crecimiento vuelva, será un crecimiento blando, caótico, y esto por algunos años. En efecto, no se podrán explotar de nuevo a fondo los mismos filones: bajada de los ahorros de los hogares, endeudamiento, etc., y nada nuevo parece emerger de la crisis, a pesar de su amplitud y violencia.
“Los capitalistas se aferran ferozmente al mismo modelo [neoliberal] que acaba de fallar.”[13]
Claudio Testa
Notas:
1. The Economist daba un 40% de probabilidades a la desembocadura en una Gran Depresión en “Manning the barricades – Who’s at risk as deepening economic distress foments social unrest”, Economist Intelligence Unit, marzo 2009.
2. “El debate sobre las perspectivas de la crisis”, Socialismo o Barbarie Nº 150, 30/04/09. En la web: www.socialismo-o-barbarie.org/economia/090426_a_lasperspectivasdelacrisis
3. Editorial de El Periódico, Barcelona, 26/07/09.
4. «U, V or W for recovery», The Economist, 20/08/09
5. Mark Pittman and Bob Ivry, “Financial Rescue Nears GDP as Pledges Top $12.8 Trillion”, Bloomberg, 31/03/09.
6. Alfredo Jalife-Rahme, “En EEUU no se sabe adónde fueron a parar los 787.000 millones de dólares del rescate bancario”, La Jornada, 16/08/09.
7. Gerald Celente, “The «Bailout Bubble» – The Bubble to End All Bubbles”. Trends Research Institute, 13/08/09.
8. Sudeep Reddy y David Wessel, “Después del optimismo, asoman las dudas sobre la salud de la economía”, Wall Street Journal, 18/08/09.
9. «U, V or W…”, cit.
10. «U, V or W…”, cit.
11. Nouriel Roubini, “A Phantom Recovery?”, Project Syndicate, agosto 2009.
12. ATTAC: Association pour la taxation des transactions financières pour l’aide aux citoyens.
13. Isaac Johsua, “Crisis: tras los planes de relanzamiento, la hora de la verdad”, www.socialismo-o-barbarie.org – edición del 23/08/09.