Socialismo o Barbarie Internacional El crack financiero global abre una nueva situación mundial Parte I
La crisis financiera y económica detonada en el centro del capitalismo mundial es un acontecimiento de importancia y consecuencias inconmensurables, que ha abierto una nueva situación internacional. Después de los primeros temblores registrados hace más de un año, la crisis ha dado un salto cualitativo. Se ha producido el crash de Wall Street, el centro financiero del mundo, y el incendio llegó también simultáneamente a todos los mercados financieros de Europa, Japón, China y el resto del planeta.
Los “bomberos” de los gobiernos de esos países y sus bancos centrales ya han rociado el incendio con billones y billones de dólares, euros, libras y yenes, pero el fuego no se apaga. Se arman “rescates” colosales a costos incalculables, pero ninguno han impedido que entidades financieras inmensas –que hasta hace pocas semanas eran presentadas al mundo como ejemplos de buen capitalismo, eficiencia y libre empresa– se desplomen como castillos de naipes. Los que aparecían como altares del capitalismo mundial en su etapa neoliberal –los cinco bancos de inversión de Wall Street– han desaparecido de la faz de la tierra, devorados por la crisis, en cuestión de semanas.
Los más acérrimos neoliberales, los gobiernos de EEUU y la Unión Europea que todo lo privatizaban, ahora han salido al ruedo a nacionalizar decenas y decenas de bancos, entidades hipotecarias o papeles financieros. Los banqueros, financistas, empresarios y el propio FMI, que durante décadas protestaron contra la intervención del estado en la economía, ahora lloran implorando que el estado intervenga para salvarlos. Por supuesto, a costa de montañas de dinero que saldrán de los impuestos que paga el resto de la población, de recortar violentamente los gastos sociales, del desempleo masivo, de pensiones de retiro reducidas a la nada y de salarios de hambre para los que aún tengan la suerte de seguir siendo superexplotados en un empleo…
Es la hora de la reducción al absurdo del capitalismo en su versión neoliberal. De la privatización de las ganancias, pretenden pasar ahora a la “socialización” de las pérdidas. ¡Pero está por verse si las masas trabajadoras de EEUU y del resto de mundo van a aceptar tranquilamente sacrificarse para salvar a los tiburones de Wall Street!
Porque este inmenso cataclismo financiero y económico, que además ocurre en el centro del mundo, marca un antes y un después. Tienen razón los que han señalado que se trata del “Muro de Berlín del capitalismo” en su versión neoliberal, “modelo” que se impuso mundialmente desde la “revolución conservadora” de Reagan y Margaret Thatcher. Luego de un terremoto como éste en el centro económico y geopolítico del mundo, las cosas no pueden seguir igual.
Esta “caída del Muro del Berlín del neoliberalismo” ya ha abierto una nueva situación mundial: ha hecho saltar por los aires los dos pilares de la estabilización mundial de las últimas décadas. Por un lado, la propia forma de organización del capitalismo mundial anudada alrededor de una libertad irrestricta para que el mercado haga valer su ley de explotación, tomando al mundo como campo de valorización del capital prácticamente sin freno alguno; por el otro, la ambición de una hegemonía mundial “imperial” que se pretendía incuestionable por parte del (hasta ahora) jefe de los imperialismos, el imperialismo norteamericano.
El fin de estas bases de la estabilización post 1989 ha abierto un panorama o situación mundial profundamente distinto, que estará marcado por más contradicciones, polarización social y política, más disputas entre economías y Estados, divisiones entre los de arriba y, sobre todo, más luchas entre las clases. Una situación mundial donde es muy probable que presenciemos el retorno a los rasgos más clásicos del capitalismo, marcado por tremendas crisis, guerras y revoluciones.
Una combinación de diversas crisis, con la economía en el centro
La crisis que hoy ocupa el centro de la escena, la situación financiera y económica, no es sin embargo el único nudo de ésta a escala mundial. Hoy, a distintos niveles y dimensiones, se entrecruzan diversos conflictos y situaciones críticas que configuran un contexto mundial muy distinto –para tomar un punto de referencia clave– del que aparecía en 1989-91, con el derrumbe de la ex URSS y la restauración del capitalismo en todos los países “socialistas” de Europa y Asia.
¡Parece increíble que estamos a tan poco tiempo –en perspectiva histórica– de ese momento en que se llegó a hablar del “fin de la historia”, de la clase obrera, de la lucha de clases y de la perspectiva misma del socialismo! Una sociedad mundial inmovilizada por los siglos de los siglos en el capitalismo neoliberal globalizado, que abarcaba (y unificaba) todo el planeta; un sistema de estados “unipolar”, regido por el superimperialismo de EEUU, que dictaba las normas del orden mundial; una extensión universal de la “democracia” de los ricos, un “pensamiento único” para todos los seres humanos, y así hasta el infinito…
Es importante, entonces, pasar en limpio estos nuevos elementos y factores críticos que no se presentaban en 1989-91, y que son parte de un panorama mundial tan diferente, marcado ahora no por la “caída del comunismo”… sino por lo que amenaza ser la más grave crisis de la economía capitalista en casi un siglo.
Una crisis financiera y económica mundial comparable a la de 1929
No sólo desde la izquierda y el marxismo, sino también desde la derecha, ya se caracteriza a la actual crisis como la más grave desde la de 1929. Como dijo Alan Greenspan –uno de los “padres de la criatura”–, “éste es un hecho que sucede probablemente una vez cada siglo… esto está sobrepasando cualquier cosa que yo haya visto… no lo puedo creer”. Efectivamente, para establecer comparaciones de la presente crisis, hay que referirse a la de 1929 o la Gran Depresión de 1873.
El mecanismo esencial es común con la crisis del 1929: la plétora de capital ficticio hace estallar todo, en la medida en que la caída de la tasa de ganancia no da ya para remunerar a estos capitales dedicados a la especulación financiera. Aunque con otros tipos de “instrumentos financieros”, la orgía de especulación que precedió al derrumbe, también es parecida con la de 1929.
Pero, el derrumbe no sólo afecta a los capitales ficticios sino al capital en su totalidad, que no es otra cosa que acumulación de trabajo humano, que ahora es destruido en enormes proporciones. Las consecuencias golpean sobre el conjunto del ciclo de reproducción del capital.Es decir, no sólo sobre el ciclo del capital-dinero, sino también del capital productivo. Esto nos lleva a la gravedad de las consecuencias que tendrá la crisis financiera en la llamada “economía real”; es decir, en la esfera de la producción.
Los resultados ya se sienten en todas partes, aunque con desigualdades según los países. Hoy es imposible de responder con certeza es hasta dónde llegará esto. Pero el hecho innegable de la extensión mundial de la crisis financiera, con la inmensa destrucción de capital-dinero que esto conlleva, agiganta las posibilidades no sólo de una recesión a escala mundial, sino incluso de una depresión al estilo de los años 30, que podría tener incalculables consecuencias.
A esta altura, el escenario “optimista” es el de una recesión más o menos severa, que afecte en primer lugar a EEUU, Europa y los países de la periferia más dependientes del ciclo estadounidense, así como también de sus enredos financieros.
Sin embargo, no pueden excluirse situaciones mucho más dramáticas –y más parecidas a la situación posterior al crash de 1929– si llegara a producirse un colapso sistémico de las finanzas estadounidenses y mundiales (un peligro que ya viene siendo advertido por varios analistas). Tal colapso dejaría sin financiamiento a los intercambios que se producen en la economía real y podría, entonces, abrirse un escenario cualitativamente distinto: el de una depresión mundial.
En todo caso, hay que prever que de una crisis de estas dimensiones no se sale fácilmente. Los “planes de rescate” –al estilo del que está implementando Bush– son una piedra al cuello de los trabajadores y el pueblo, pero eso no significa automáticamente que sean el mágico salvavidas mediante el cual el capitalismo saldrá rápidamente a flote y después todo seguirá como antes.
Más bien, por el contrario, la continuidad de la crisis marca hasta el momento el fracaso de las recetas que se están aplicando desde los gobiernos de los países capitalistas centrales.
Esto es así porque ante el quebranto multimillonario de “papeles tóxicos” (cuya valuación –aunque nadie tiene datos fidedignos– rondaría los 228 billones de dólares, varias veces el PBI mundial) un paquete de “rescate” de “sólo” 700.000 millones de dólares aparece como completamente insuficiente por decir lo menos.
Ahora lo afectado es el núcleo del capitalismo mundial
Este es un aspecto de inmensa importancia de esta crisis. Por diversos motivos, después de la Segunda Guerra Mundial, las grandes crisis capitalistas habían cambiado de epicentro. En 1929, se ubicó en los dos países capitalistas más avanzados del planeta: EEUU y Alemania. En cambio, en toda la segunda posguerra, el epicentro de las grandes crisis, de los crash financieros y económicos, se alejó de los países centrales para trasladarse a la periferia, a las tierras de los salvajes del “Tercer Mundo” y de los no menos bárbaros “comunistas”. En efecto, la crisis que acabó con la ex URSS, los defaults financieros y de la deuda que se sucedieron desde 1982 en América Latina, la crisis del sudeste asiático de 1997, la de Rusia en 1998, la de Turquía (2000–01), el derrumbe de Argentina en 2001… todo pasaba convenientemente alejado de Wall Street.
Desde allí no sólo se daban lecciones y sermones a los “bárbaros” sobre cómo evitar las crisis, sino que también aprovechaban la oportunidad para hacer jugosas ganancias.
El cambio de epicentro que presenta la actual crisis no sólo tiene un profundo significado. Lo más importante serán sus dramáticas consecuencias. Que se derrumben Tailandia o Corea, Turquía o Argentina puede generar algunos problemas. Pero semejante crisis en el centro económico–financiero y geopolítico del mundo es otra cosa cualitativamente distinta.
Esto tiene que ver con el papel económico-financiero ya insostenible que viene jugando EEUU desde la Segunda Guerra Mundial.
Está en cuestión el rol de EEUU como centro financiero y económico
EEUU emergió de la Segunda Guerra Mundial como el centro económico, financiero y político del planeta. Pero esto ya venía en decadencia, y ahora la crisis pone en tela de juicio la estructura “yanquicéntrica” de las finanzas y la economía mundial.
Cuando EEUU ocupó ese lugar, no sólo había sido (junto con la URSS) el gran vencedor de la guerra, sino que era también indiscutiblemente lasuperpotencia económica, con el 50% del PBI mundial, los mayores avances científicos, tecnológicos y de productividad en sus manos, las reservas de oro del planeta en sus arcas y, además, el gran acreedor del resto del mundo. Todo eso había, además, convertido al dólar en lamoneda mundial, incluso antes de que se legalizara eso en los acuerdos de Bretton Woods.
Hoy la situación es muy diferente. No sólo EEUU ya no ocupa esa posición a nivel productivo, sino que se ha convertido en el gran deudor del planeta. Un deudor, además, insolvente, mientras mantenga el escandaloso déficit de cuenta corriente que arrastra desde hace largo tiempo, que hace juego con la astronómica deuda pública, tanto del gobierno federal como de los estados y municipios. El nivel de consumo de EEUU –que lo había convertido en el “consumidor de última instancia” a nivel mundial– sólo se viene sosteniendo con más y más endeudamiento público, empresario y familiar. Lo de las hipotecas es apenas un rubro de este endeudamiento universal (e insolvente).
Estos problemas estructurales han encendido luces rojas desde hace tiempo. Pero no se hizo nada para solucionarlos, entre otros motivos porque la “solución”, en términos capitalistas, implica un ajuste brutal, lo que podría desencadenar reacciones políticas y sociales imprevisibles.
Ahora la crisis pone al rojo vivo el cuestionamiento del papel central que ocupa EEUU en las finanzas mundiales. Antes, frente a las diversas crisis que asolaban la periferia, desde Washington y Wall Street se exigían perentoriamente sacrificios y “ajustes” a los países en desgracia. Ahora le toca a EEUU ser “ajustado”. Desde Europa, se le exige que “asuma sus responsabilidades”.
Crisis del dólar como moneda de reserva y del comercio mundial
Esta situación crítica, tanto coyuntural como estructural de EEUU, tiene una implicación particular y muy importante en la situación del dólar como moneda de reserva y comercio mundial. En relación con esto, ya se venían presentando dos contradicciones graves que ahora pueden estallar:
a) En las últimas décadas, de la mano del neoliberalismo, se acentuó cualitativamente un rasgo esencial del capitalismo desde sus orígenes: su carácter mundial. Las operaciones productivas, comerciales y financieras del capitalismo se internacionalizaron a gran escala. Es la mal llamada “globalización”. Pero este cambio desnuda la contradicción de un capitalismo globalizado cuya moneda de reserva, comercio y finanzas –el dólar– no es “global”, sino que la emite un estado nacional.
b) Esta contradicción se pone hoy al rojo vivo porque el estado que emite la moneda mundial es el mayor deudor del planeta. Y, peor aún, es un deudor insolvente.
Si este deudor insolvente no ha sido aún “declarado en quiebra” es porque sus acreedores temen, con razón, que su bancarrota los arrastretambién a ellos al abismo. Pero la crisis ahora va a tensar más esta contradicción.
Por otra parte, el problema de la moneda del comercio mundial siempre se ha resuelto en la historia no por deliberaciones pacíficas sino por cambios en las relaciones de fuerza entre las potencias mundiales. El dólar asumió la corona porque EEUU ganó la Segunda Guerra Mundial. La libra esterlina (que hasta 1914 tenía además respaldo oro) perdió la primacía cuando Gran Bretaña salió maltrecha de ambas contiendas.
Que el dólar se mantenga en pie como moneda de reserva y del comercio está estrechamente ligado a que el resto del mundo le siga prestando dinero a EEUU y sosteniendo así los déficits de cuenta corriente y fiscal. Si los montos inauditos de los “rescates” se fuesen agrandando más y más, el Tesoro de EEUU y el banco central (la Reserva Federal) pueden ver comprometida su situación al punto que el dólar vaya siendo, preventivamente, dejado de lado como moneda de reserva y comercio internacional. Si se llegase a esa situación (en la que aún no estamos), pocos van a querer seguir prestando a EEUU para que pueda sostener sus déficits.
Los problemas del dólar están relacionados también con el problema más amplio de cómo se va a sostener el actual grado de “globalización” de la economía y las finanzas.
La “globalización” y las acciones defensivas de estados y regiones en tiempos de crisis
El capitalismo, desde sus inicios, constituyó un mercado mundial, una “economía-mundo”. La tan mentada globalización no fue otra cosa que dar un salto en esa tendencia secular del capitalismo. Hubo avances notables en ese sentido a varios niveles: de la producción, del comercio, de las finanzas, del entrelazamiento de inversiones mutuas entre los distintos países centrales, etc.
Sin embargo, esta realidad de ninguna manera resolvió una tremenda contradicción histórica propia del capitalismo: la subsistencia de los Estados y fronteras nacionales, ni, por ende, el hecho de que, finalmente, y a pesar de todo, las corporaciones económicas multinacionales no dejan de tener “patria”. Un supuesto “Imperio” sin fronteras donde se habría acabado con todo esto que sólo podía estar en la cabeza de superficiales intelectuales “posmarxistas” y/o posmodernos a la moda.
Pero, desmintiendo lo anterior, las grandes crisis, como la de 1929, ya implicaron –en su momento– saltos hacia atrás en los procesos de “globalización”. Para defender sus respectivos intereses, las burguesías de EEUU y Europa alzaron barreras proteccionistas que potenciaron undislocamiento del mercado mundial que ya de por sí el crash de Wall Street había desatado. Junto con la restricción crediticia, esto fue fundamental para generar un escenario de depresión mundial en los años 30.
No decimos que ahora vaya a suceder exactamente lo mismo. Tanto la producción como los capitales a nivel mundial están hoy cualitativamente más entrelazados y en cierta medida “fusionados”. Sin embargo, repetimos que eso no ha terminado con las rivalidades, las diferencias de intereses y la competencia feroz entre las corporaciones de los distintos países imperialistas, así como sus estados y agrupamientos regionales. Y, como siempre, la crisis exacerba todo eso.
Contra la tendencia a la globalización que había sido predominante hasta la reciente crisis de la OMC (Organización Mundial de Comercio), ahora seguramente va a operar una tendencia en sentido contrario, la del “sálvese quien pueda”. Es decir, si la crisis arrecia, atrincherarse a nivel de estados y/o bloques regionales.
Por lo pronto, EEUU y Europa no han logrado acordar un plan unánime para encarar la crisis. Por el contrario, se están manifestando profundas diferencias. Desde Europa se exige a EEUU que “asuma sus responsabilidades”; es decir, que proceda a un ajuste feroz. Asimismo, protestan contra la eventual (y casi inevitable a futuro) devaluación del dólar, que no sólo es una estafa a los acreedores de EEUU, sino también una maniobra “desleal” para hacer perder competitividad a la UE en el mercado mundial.
Por si esto fuera poco, ni siquiera a nivel de la misma UE han podido acordar otra cosa que un genérico “apoyo” a la respuesta nacional que cada país miembro pueda dar a “sus” problemas…
Crisis del sistema mundial de estados
La zozobra actual llega para profundizar aún más la crisis del sistema mundial de estados; es decir, del orden político mundial. Los fracasos de EEUU en sus aventuras militares en Afganistán e Iraq han sido un factor fundamental (aunque no el único) para que se desvaneciese el delirio neoconservador del “Nuevo Siglo Americano” que trató de llevar adelante la administración Bush.
La caída de la ex URSS y el fin de la “guerra fría” produjeron un espejismo. EEUU, la gran potencia del capitalismo (pero que venía en verdad en un curso de declive), pareció recobrar una absoluta primacía mundial, mayor aún que la de 1945, porque ya no existía el rival del Kremlin.
En verdad, EEUU estaba muy lejos de eso. La estrategia de los neoconservadores para afirmar a EEUU como la superpotencia que iba a ejercer una hegemonía absoluta en el siglo XXI, estableciendo un imperio colonial-petrolero en Medio Oriente y Asia central, fue un fracaso que nadie sabe cómo resolver sin que signifique una retirada vergonzosa. Peor aún, EEUU está ante la perspectiva de empantanarse en una tercera guerra, interviniendo también en Pakistán.
La ilusión de un sistema unipolar, con capital en Washington, ha sido reemplazada por la realidad de un mundo multipolar, donde numerosos estados ya no obedecen órdenes y actúan por cuenta propia. Y, lo que es más, muchas veces lo hacen, en mayor o menor medida, contra los intereses de EEUU.
EEUU enfrenta en todos lados “desobediencias” que hubieran sido inconcebibles pocos años atrás. ¡Que a menos de 20 años del derrumbe de la ex URSS, una flota rusa llegue al Caribe –al que EEUU considera como su mar interior– para hacer maniobras militares con Venezuela, es uno de los tantos síntomas de la presente situación geopolítica!