Socialismo o Barbarie Internacional Hacia un mundo más polarizado, con menos “mediaciones” y con luchas, guerras
y revoluciones Parte II
“Si la crisis es controlada efectivamente, y creo que así será, entonces no creo que signifique que vayamos a apartarnos de un sistema de mercado. Si la crisis no llegara a ser controlada, en este caso tendría consecuencias más profundas, con otras visiones, y un escenario que yo creo que puede ser trágico.” (Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro –equivalente a ministro de Economía– de Bill Clinton y actual asesor de Barack Obama) La tremenda crisis que está viviendo la economía capitalista abrirá, más temprano que tarde, la posibilidad de luchar por la perspectiva auténtica del socialismo: la revolución social que lleve al poder a la clase obrera con sus propios organismos de autodeterminación. La confesa incertidumbre de Summers, un verdadero prócer del orden capitalista, y su alarma ante la posibilidad de que se desarrollen “otras visiones” alternativas, son representativas del inusitado alcance y profundidad de la crisis desatada, así como de sus potencialmente “trágicas” consecuencias. Recordemos que, en su momento, la caída del Muro de Berlín marcó no sólo la extensión del capitalismo a casi todo el planeta, sino también unenorme triunfo ideológico y de legitimidad, tanto del sistema capitalista en general como especialmente del neoliberalismo, en tanto modo particular de configurar el capitalismo. El neoliberalismo significó, en primer lugar, arrasar con las conquistas obreras logradas en períodos anteriores de la lucha de clases, especialmente las concesiones del “estado de bienestar social” (welfare state) de posguerra. La nueva era neoliberal vino no sólo de la mano de larestauración del capitalismo en la ex URSS, el Este y China, sino también de una suma formidable de derrotas obreras, país por país, especialmente en los años 80. La globalización neoliberal completó esto al poner de hecho a competir directamente en el mercado mundial a la mano de obra, nivelando para abajo a los trabajadores conforme a los peores grados de explotación. Junto a eso, el neoliberalismo modificó las relaciones del capital con el propio estado capitalista, especialmente en el sector financiero, dando “piedra libre” a actividades y operaciones antes más controladas y reguladas estatalmente. Asimismo, con las privatizaciones y la mercantilización de todo tipo de actividades, se ampliaron cualitativamente las áreas manejadas directamente por el capital privado. El reverso del “fracaso del socialismo” de 1989-91 significó la legitimación del neoliberalismo como algo indiscutible e imposible de cuestionar. Pero ahora es el neoliberalismo el que aparece fracasando no menos rotundamente. Y no se trata sólo de la caída de las cotizaciones en las bolsas. ¡Al mismo tiempo, millones de seres humanos se hunden en la miseria y el hambre, en la peor crisis alimentaria en décadas! Esta bancarrota es también un impacto tremendo en la conciencia de millones y millones de trabajadores en todo el mundo. Pero es un impactoen sentido totalmente opuesto al de la “caída del socialismo” de 1989-91. Aunque no se trataba de estados realmente “socialistas”, el derrumbe de la ex Unión Soviética, al tener como consecuencia inmediata la restauración capitalista, fue un duro golpe en nuestro propio terreno. Ahora, este terremoto económico-financiero es también un duro golpe… pero en el terreno de ellos. Por lo tanto, es absolutamente claro que la crisis y deslegitimación del neoliberalismo crean mejores condiciones para el desarrollo y recuperación de la conciencia anticapitalista y socialista que llegó a tener la clase trabajadora, y que fue perdiendo en las derrotas y frustraciones de las revoluciones del siglo XX. Esto seguramente va a ser producto de procesos complejos de la lucha de clases, en los que intervendrán muchos factores, y en donde losresultados de los futuros combates tendrán una gran importancia, junto con la acción de los partidos o corrientes socialistas revolucionarias. En este sentido, será esencial mantener firmemente posiciones independientes, clasistas y auténticamente socialistas, frente a engaños como el progresismo “antineoliberal” (que promete un capitalismo “con rostro humano”) o el “socialismo del siglo XXI”… que se construiría junto con los empresarios. Desde el comienzo del siglo, estos discursos están en boga –por ejemplo– en varios de los actuales gobiernos latinoamericanos: desde el propio Lula hasta Hugo Chávez, pasando por Cristina Kirchner, Correa y Evo Morales; ahora podrían generalizarse hacia otras regiones del globo. En resumen: la crisis y deslegitimación del neoliberalismo empujan ahora en el sentido de la recuperación de la conciencia anticapitalista y socialista, de la misma manera que antes las canalladas de las burocracias que culminaron con la restauración capitalista en la URSS, el Este y China, empujaban en sentido opuesto. Ahora se está abriendo la posibilidad de que la conciencia de millones y millones comience a caminar en el sentido del cuestionamiento al capitalismo y de un relanzamiento de las ideas y la lucha por el socialismo. Se agudizarán las contradicciones de clase, sociales y entre estados Cómo decíamos, con la caída del Muro de Berlín el capitalismo parecía cerrar el círculo del cuestionamiento a su dominación, comenzado con la Revolución Rusa de 1917. El capitalismo parecía terminar el siglo XX afirmando más que nunca su dominación a escala mundial,revirtiendo las concesiones a la clase obrera mundial que había otorgado como “tributo” indirecto por miedo a más revoluciones. Asimismo, hacía retroceder el proceso de autodeterminación nacional desarrollado en la segunda posguerra con la independencia de las colonias, y sobre todo lograba la vuelta al dominio directo de la explotación capitalista en el tercio del mundo donde se habían producido revoluciones que habían expropiado a la burguesía. Como es sabido, los efectos de estos hechos en la conciencia de millones de trabajadores y en las luchas cotidianas fueron tremendos. El socialismo había “muerto” después de “fracasar totalmente”. Por lo tanto, la clase obrera mundial debía conformarse con ser una clase explotada hasta la eternidad. Este panorama ideológico tiñó de conjunto la lucha de clases internacional a lo largo de las dos últimas décadas. Pero lo que está ocurriendo en estos momentos hace las veces de un “recomienzo” histórico: el supuesto “triunfador”, el capitalismo mundial,afronta su crisis más dramática en décadas. Si los desarrollos de las tres últimas décadas habían ido –por así decirlo– de “izquierda a derecha”, ahora, estos desarrollos serán en sentido contrario: de “derecha a izquierda” aunque seguramente marcados por una polarización en ambos extremos. Porque lo que esta crisis ha puesto en cuestión frente a los ojos de millones y millones no es ahora el “socialismo”… sino el propio capitalismo en su forma más contemporánea y “avanzada” de organización. Es un cuestionamiento que, por sus tremendas y potenciales consecuencias mundiales, regionales y nacionales, no hace más que actualizar el carácter de la época histórica abierta a comienzos del siglo pasado como de crisis, guerras y revoluciones sociales. Un ataque en regla contra los trabajadores La pretensión del capitalismo y los gobiernos de EEUU y de todo el mundo es “socializar las pérdidas”: que los trabajadores paguen la catástrofe perpetrada por el capitalismo. En los billones y billones que se han hecho humo en las hogueras de Wall Street estaba condensado buena parte del esfuerzo y los padecimientos de todos los trabajadores del mundo. ¡Y ahora se les pide que sean ellos los que paguen la factura de este desastre, con más trabajo, más penurias, más esclavitud laboral! Esta es la política que viene desde todos los gobiernos, en primer lugar, el de EEUU. Pero estos ataques van a dar motivos para que haya respuestas a su misma escala. ¿Qué va a pasar, por ejemplo, en EEUU, si millones pierden la vivienda y el empleo, y otros tantos ven liquidadas sus pensiones de retiro, por la pérdida de valor de los títulos y acciones que supuestamente las respaldaban? ¿Va a continuar la pasividad de las masas estadounidenses, que viene desde las derrotas de los tiempos de Reagan, o vamos a presenciar el “recomienzo” de la lucha de clases en los mismísimos Estados Unidos? La rabia con que millones de estadounidenses recibieron el “bailout”, el plan de “rescate” de Bush, y cuya presión hizo fracasar el primer intento de aprobarlo, es un anticipo de lo que puede pasar si el capitalismo norteamericano lleva adelante el ajuste salvaje que objetivamente requiere la economía de EEUU. Lo que decimos respecto de EEUU, centro de la actual crisis, es válido también para el resto del mundo, ya que nadie va a quedar inmune. Esto abre la perspectiva de una polarización mucho mayor y más dura de todas las contradicciones y enfrentamientos. Esta exasperación de las tensiones sociales y políticas ha sido un rasgo universal de todas las grandes crisis. Aunque nos referimos en primer lugar a las que atañen a la clase trabajadora, esto va a teñir a todos los sectores. Se van a presentar divisiones en la misma burguesía y su personal político (como la que paralizó durante varios días al gobierno de EEUU). Las relaciones entre estados, en una situación donde no hay quien “ponga orden”, pueden también dar cauce a situaciones críticas. La “resurrección” del keynesianismo no significará retorno al “estado de bienestar” Es necesario alertar que ya mismo está funcionando una tremenda trampa. Ahora, medio mundo se ha vuelto “antineoliberal”. El neoliberalismo es condenado (más de forma que de contenido) para sostener a continuación la posibilidad de “otro capitalismo” que funcione mejor que el fracasado neoliberalismo. Esto es lo que también intenta presentar Obama, aunque en realidad, para una facción del imperialismo, es el candidato ideal para esta situación de crisis. Ahora, todos se están diciendo “keynesianos”, en referencia a Keynes (un importantísimo economista burgués contemporáneo de la Gran Depresión de los años 30), y claman para que el estado vuelva a intervenir, regular y controlar. “Bring back Keynes!”: “¡Traigan de vuelta a Keynes!”reclama el titular de uno de los más tradicionales diarios de Londres. Sin embargo, esta resurrección del “keynesianismo” –o, mejor dicho, de la intervención y regulaciones del estado–, no significa de ninguna manera un regreso a las concesiones del “estado de bienestar social”, desmantelado por la reacción neoliberal. Muchos sectores del “progresismo”, tanto en América Latina como en Europa, argumentan incluso que el capitalismo “funcionaría mucho mejor y se saldría rápidamente de la crisis” si se bajaran las tasas de interés, se crearan empleos y se aumentaran los ingresos de los trabajadores. De esa manera, argumentan, la mayor demanda permitiría colocar la producción y superar así una recesión o depresión. En resumen: el “progresismo” sueña con volver al “estado de bienestar social” ensayado en EEUU con Roosevelt y generalizado en la posguerra en todos los países centrales (y también, más modestamente, en muchos de la periferia). Pero se olvidan de dos cosas: la primera es que el “estado de bienestar social” no fue simplemente un hecho “económico”, sino una acción política. Estuvo determinado por el terror de las burguesías de todo el mundo a la revolución socialista. Aunque la Unión Soviética había ya degenerado en el régimen burocrático que llevaría finalmente a la restauración capitalista, la sombra de la revolución obrera de 1917 aún se extendía por el mundo. El “estado de bienestar” o welfare state fue una medida necesaria para domesticar a la entonces combativa clase obrera estadounidense e impedir, después de la guerra, revoluciones socialistas en Europa occidental. Y la segunda cuestión es que el capitalismo es un sistema social marcado por dramáticas contradicciones que están en el núcleo íntimo de su configuración. Su lógica más profunda marca una sed insaciable de ganancias a despecho de la reproducción humana y de la naturaleza. Se trata de una lógica perversa que –como fue demostrado hace más de siglo y medio por Marx– inevitablemente lo lleva de crisis en crisis porquesocava estos dos manantiales de la riqueza, el trabajo humano y la naturaleza. Además, con la evolución histórica, y por distintas razones, estas tendencias a la crisis (que sin embargo nunca pueden significar un “derrumbe” del sistema si la clase obrera no lo tira abajo con su lucha revolucionaria) no hacen más que tender a agravarse. Por lo tanto, sea en su forma neoliberal, sea bajo una nueva configuración “keynesiana”, las contradicciones del sistema capitalista sonirresolubles: la única solución realista es la lucha por abrir paso a otro sistema social, el socialismo. Socialismo o barbarie: un programa obrero y socialista frente a la crisis La versión de “keynesianismo” que se está perfilando en este brusco giro “estatizante” de muchos gobiernos no debe dar lugar a ilusiones. Estas políticas, que podríamos definir como un “keynesianismo liberal”; o sea, un giro hacia una mayor intervención y regulación del estado en la actividad económica, pero tratando de mantener las condiciones de superexplotación que el neoliberalismo logró imponer a la clase obrera mundial y los países semicoloniales, como por ejemplo la flexibilización laboral y los TLCs entre EEUU y varios países latinoamericanos (algunos de los cuales, para salir del paso, ahora tratan de tener simultáneamente relaciones con Chávez). Este “keynesianismo liberal” (o “liberalismo keynesiano”), que a lo sumo intentará poner “paños fríos”, va a desarrollar a gran escala el “asistencialismo de la miseria” que vemos en tantos países de América Latina. Pero, como venimos señalando, los intentos de hacer pagar los platos rotos de la crisis a los trabajadores, se producen en un contexto muy distinto al de la ofensiva triunfante del neoliberalismo de los años 80 y 90. Hoy no están bajo la sombra del gran éxito que lograron con el “fracaso del socialismo”, sino bajo la pérdida de legitimidad que implica su actual fracaso. Además, en regiones del mundo de importancia, como Latinoamérica, casi desde el comienzo mismo del siglo XXI ya se venía en un ciclo que se ha dado en llamar de “rebeliones populares”, con una enorme acumulación de luchas, experiencias y formas de organización independientes. Estas experiencias no lograron ser desmontadas del todo en estos últimos años de gobiernos “progresistas”. Ahora podrían significar puntos de apoyopara las luchas más duras que vendrán. Porque mundialmente asistiremos a un escenario de mayor polarización, donde habrá menos “colchones” entre revolución y contrarrevolución, donde seguramente tenderán a “adelgazarse” los mecanismos de mediación de la “democracia” y a desarrollarseexpresiones sociales y políticas más radicalizadas a derecha y a izquierda. En este sentido, no deja de ser sintomático (a modo de ejemplo) lo que está ocurriendo ya en países europeos de gran estabilidad como Bélgica, donde ha habido en estos días una huelga general contra la carestía de la vida, que se realizó desbordando el previo llamado de las burocracias sindicales. Seguramente veremos hechos semejantes en los cuatro puntos cardinales, incluso en países decisivos para la estabilidad mundial de las últimas décadas, como los propios Estados Unidos. En Latinoamérica, habrá que seguir con mucha atención lo que puede ser el punto de máximo quiebre de la estabilidad regional, con la eventualidad de una guerra civil en Bolivia. También será de mucha importancia la evolución de aquellas economías o regiones más directamente atadas a la evolución económica de Estados Unidos, como México y Centroamérica toda. Y no hay que dejar de subrayar las consecuencias que podría tener la eventualidad de un ascenso en las luchas en un país clave y que ha sido pilar de la estabilidad regional en los últimos años, Brasil. En estas condiciones, se impone enarbolar un programa de reivindicaciones obreras que deberá estar marcado por algunas de las consignas más clásicas del programa de los trabajadores frente a la crisis: la escala móvil de horas de trabajo y salario; la estatización bajo control de los trabajadores de toda empresa que decida suspensiones, despida o vaya a la quiebra; la estatización de la banca y el establecimiento del monopolio estatal del comercio exterior, todo bajo el control de los trabajadores; la abolición del secreto bancario y la apertura de la contabilidad de las grandes empresas, sean privadas o estatales; la puesta en pie de comités de lucha, de autodefensa y formas de organización y coordinación al calor de las luchas, en la perspectiva de organismos de centralización nacional de las luchas. Es a partir de dar esos pasos que puede abrirse el camino hacia gobiernos obreros y populares y el socialismo. |