La crisis política y económica abierta por la Primera Guerra Mundial en el continente europeo y el triunfo de la Revolución de octubre en 1917 en Rusia conformaron el marco político, en Alemania, para el desarrollo de un ascenso revolucionario de las masas. Ascenso que se extendió a Europa y el resto del mundo.
Las penurias que trajo la guerra colocaron a los obreros y trabajadores alemanes en general, en el centro de las protestas. Estas protestas también se hicieron carne en las filas del ejército y de la marina de guerra. Por otra parte, el ejemplo que dieron los revolucionarios rusos, luego de que los soviets tomaran el poder en 1917, proclamando el Decreto de Paz, avivó aún más la movilización obrera.
El asesinato del archiduque de Austria, Francisco Fernando, en Sarajevo, detonó la guerra de Austria contra Serbia. Austria contó entonces con el apoyo de Alemania. Luego del atentado al archiduque, comienzan grandes movilizaciones contra la guerra. El estallido del conflicto bélico provocó una crisis política en el Partido Socialdemócrata Alemán (PSD) Surgió una fracción que se opuso a votar el presupuesto de guerra y la intervención alemana en la guerra. Este sector fue encabezado por Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, se conformó primeramente como fracción interna del partido y se denominó Grupo Internacional.
Liebknecht había nacido en Leipzig en 1871 y fue elegido diputado para el Parlamento de Prusia en 1908 y luego diputado del Reichstag (Parlamento alemán) en 1912. Rosa Luxemburgo era polaca. Había tenido que huir de Polonia, donde querían apresarla por sus actividades revolucionarias. En Alemania entró al PSD, y fue encarcelada en suelo alemán por su oposición a la guerra.
El 4 de agosto de 1914, Alemania le declara la guerra a la Rusia zarista. En enero de 1916 el Grupo Internacional toma el nombre de Liga Espartaquista, en honor a Espartaco, quien había dirigido la más grande rebelión de esclavos en Roma, y un tiempo después rompe con el PSD alemán. Los espartaquistas constituirán así el primer embrión del Partido Comunista Alemán.
El 28 de enero de 1918 se declara la huelga general en las ciudades más importantes de Alemania y se organizan los Consejos Obreros. Tres días después la huelga es prohibida y se declara el Estado de sitio.
A fines de octubre de 1918 comienzan nuevos motines en la marina de guerra. Mientras las tropas y la población esperaban el fin de la contienda bélica, en Kiel, el Comando Alemán de la Marina se aprestaba para un último ataque. Esto provocó la reacción de los marinos y se desarrolló hacia el interior de Alemania, provocando un movimiento revolucionario. Los espartaquistas dirigen a los obreros en la toma del ayuntamiento, el Reichstag y otras dependencias en Berlin. El régimen monárquico del Kaiser Guillermo II cae y se establece la República de Weimar, denominada así por el lugar donde se reunió la Asamblea Constituyente. El gobierno provisional lo encabeza el socialdemócrata Federico Ebert.
El nuevo régimen estableció “la derogación del estado de guerra, la proclamación de las libertades democrático burguesas, el decreto de la amnistía de los presos políticos y la declaración de la jornada laboral de 8 horas. Al mismo tiempo, dejó en sus puestos a los antiguos oficiales monárquicos en el ejército y a los antiguos funcionarios, prohibiendo a los consejos inmiscuirse en los problemas militares” (1). Ebert ordenó el desalojo de la embajada soviética y el golpe final contra los obreros y soldados revolucionarios se dio en el Congreso de los Consejos de obreros y soldados, donde en diciembre de 1918 se acordó dejar el gobierno en manos de Ebert. Este aprovechó esta resolución para largarse al desarme de las milicias obreras que se habían formado. No obstante la política contrarrevolucionaria del gobierno socialdemócrata, el 5 de enero de 1919 estalla una insurrección armada en Berlín. Unos días antes se había fundado el Partido Comunista Alemán.
Ebert liquida la insurrección y Kart Liebnecht y Rosa Luxemburgo son arrestados y asesinados el 15 de enero de 1919.
Hacia la revolución de 1923
Alemania profundizaba su crisis económica. El desarme del ejército alemán trae como consecuencia una desocupación creciente. No había materias primas ni víveres que pudieran abastecer a la población. A esto se sumaban las sanciones económicas que las potencias triunfantes imponían, mediante el Tratado de Versalles, a la Alemania de Ebert. Sobre las espaldas de los trabajadores cayó el costo de la guerra. Por otro lado comenzaron a surgir tendencias de derecha. Es en 1919 que se crea el Partido Fascista de Baviera, dirigido por Adolfo Hitler. Los fascistas armaban bandas que provocaban y atacaban a los obreros, levantando un programa político profundamente reaccionario sobre la base del chauvinismo y el odio a la Rusia bolchevique.
Las condiciones políticas y económicas fueron abriendo paso a una nueva situación revolucionaria. El fermento de las necesidades cotidianas y el ascenso de las luchas, hicieron eclosión en una nueva huelga general en la segunda semana de octubre, y al fin de la misma, entre el 22 y el 23 de octubre, las formaciones obreras armadas se largaron a tomar las comisarías en Hamburgo. En poco tiempo, la insurrección se extendió a los barrios obreros. Allí se levantaron barricadas y se enfrentó a la policía. Pero mientras los obreros luchaban en las calles de Hamburgo, el Partido Comunista Alemán abandonaba su orientación insurreccionalista.
Desde comienzos de ese año los franceses y los belgas habían ocupado la cuenca minera del Rhur, con el objetivo de hacer de Renania un estado títere. El gobierno alemán llamó a la población de la región a la “resistencia pasiva” y a una “huelga general patriótica”. La medida fue insuficiente, mientras la desocupación y la hiperinflación provocaban un desastre social.
Los trabajadores comenzaron a organizar comités de de control de precios y la distribución de alimentos. La acción obrera en Berlín termina con el gobierno del canciller Wilhelm Cuno. En su lugar asumió una alianza entre el Partido Popular Alemán y el PSD. En ese momento los comunistas decidieron preparar la insurrección general. Se planteó entonces la posibilidad de constituir “gobiernos obreros” con la izquierda del PSD en Turingia y Sarajevo.
Los comunistas entraron al gobierno de Turingia y Sajonia, lo que alarmó extremadamente al gobierno, que comenzó a planear la intervención. El objetivo central era liquidar las milicias obreras. Fue así que el ejército entró a Sajonia para aplastar a los obreros armados. Los socialdemócratas se negaron a tomar medidas y así los comunistas, luego de infructuosas negociaciones con el PSD, resolvieron levantar la huelga general y abandonar la insurrección. Esta orden se demoró en llegar a Hamburgo y los obreros hamburgueses quedaron aislados, lo que facilitó a las fuerzas del gobierno terminar con dicha movilización revolucionaria.
Una reivindicación crítica
León Trotski pronunció un discurso el 11 de abril de 1924, en el soviet de Tifilis, Geogia. Se tituló “Camino a la Revolución Europea” y constituyó el primer balance crítico del proceso revolucionario alemán. En uno de sus tramos, el revolucionario bolchevique planteó: “Finalmente, está la experiencia de Alemania, donde hay un buen Partido Comunista devoto de la causa de la revolución, pero que carece aún de las cualidades necesarias: sentido de la proporción, resolución y templanza. Y este partido en un determinado momento permitió que la revolución se le escurriera entre los dedos. Toda nuestra Internacional como también cada trabajador individual deben tener siempre estos tres modelos históricos en mente, estas tres experiencias históricas: la Revolución de Octubre aquí, una revolución comenzada, dirigida y completada por nosotros; la revolución en Italia, preparada por la historia, alzada por los trabajadores sobre sus espaldas, pero saboteada, reventada por el Partido Socialista; y la revolución en Alemania, preparada por la historia, y que la clase trabajadora estaba lista para cargar sobre sus espaldas, pero que un Partido Comunista honesto, carente del carácter y la dirección necesarias, no pudo comandar.”
La Revolución Alemana era fundamental para Lenin, Trotski y los bolcheviques. De su desarrollo y desenlace dependía la extensión de la revolución socialista, abriendo grandes posibilidades de consolidarse en Europa. A 90 años de ese heroico y gran proceso, el tiempo no invalida su experiencia. La clase obrera no madura como una planta, a la cual se riega día a día y en un plazo determinado florece. No es un proceso de la naturaleza, es un hecho de la lucha de clases que combina triunfos y derrotas. Es la prueba que hoy tienen las nuevas generaciones obreras y revolucionarias.
Oscar Alba
1) EcuRed, 4/12/2013.
La Revolución Alemana