Lo primero que les quiero transmitir a todos los compañeros y compañeras aquí presentes, es algo que me pidió que diga Ana, que hoy no va a hablar porque está muy emocionada, que es agradecer a todos los militantes de nuestro partido y corriente, de todas las generaciones que lo integran, así como a los amigos, simpatizantes, militantes de otras corrientes, viejos camaradas y demás, por la solidaridad que le hicieron llegar al Negro durante su estancia en el hospital y la que se pudo observar durante los dos días del velatorio. A todos ellos, nuestro agradecimiento.
Junto con esto, voy a decir unas breves palabras. Su contexto es que todos debemos saber, y sobre todo las nuevas generaciones, que la lucha por la emancipación de la clase obrera y por la construcción del partido revolucionario es una tarea histórica. No se trata de “ver” un resultado “final”, o de sencillamente “alcanzarlo”, porque en esa lucha histórica en la que estamos involucrados los militantes socialistas, puede haber muchos “finales” y muchos “comienzos”, que justamente tienen que ver con que encaramos la tarea más hermosa que pueda haber –más allá de todos los sacrificios que implica– que es la pelea por la emancipación de los trabajadores de las cadenas de la explotación y la opresión.
Por esto mismo, lo verdaderamente importante es cuál es nuestro papel, el de todos y cada uno de nosotros, en esa pelea. Y ahí es donde entra la historia y la memoria del Negro. Porque el compañero militó de manera inclaudicable a lo largo de todos los días desde el año 1970, por la revolución socialista y la construcción del partido revolucionario.
Si se quiere, su primera etapa fue de las más ricas que le tocaron vivir, en la medida en que, como trabajador y delegado de Grafa y otras plantas industriales, el Negro fue parte de aquella generación obrera que encarnó la experiencia del clasismo, una de las más avanzadas de la clase trabajadora de nuestro país, que logró trascender los límites estrechos del sindicalismo reivindicativo y elevarse hacia la independencia de clase y, por qué no, hacia la perspectiva de la revolución socialista. El Negro fue un actor directo de esta experiencia, seguramente no con la talla de un Tosco o un Salamanca, pero con el valor de ser un cuadro obrero del movimiento trotskista, del socialismo revolucionario tan soslayado en todas las “historias oficiales” que en el mundo hay.
La siguiente década encontró al Negro, entre otras tareas, colaborando con la construcción de una corriente antiburocrática en el gremio de la sanidad de Capital Federal, en el contexto del viejo MAS. Ese proceso, con venir de más atrás que el del clasismo como producto de la herencia de la dictadura militar, sin embargo expresó tendencias y búsquedas antiburocráticas que, si no pudieron romper con los límites del sindicalismo, aportaron lo suyo en la experiencia de la lucha contra la burocracia sindical.
El Negro fue partícipe también de la construcción del viejo MAS, que más allá de que fue un proyecto que terminó explotando bajo el peso de todo tipo de problemas e inercias acumuladas, de cualquier manera constituyó, constructivamente, una experiencia de suma importancia.
Con la caída del Muro de Berlín y los cambios “epocales” de comienzos de los años 1990, vino la crisis del viejo MAS, de la vieja LIT, de porciones del movimiento trotskista y la izquierda como un todo. La caída del estalinismo fue un acontecimiento históricamente progresivo, pero su caída hacia la derecha y fortaleciendo una salida restauracionista se vivió como una derrota, de la cual los revolucionarios socialistas estábamos llamados a sacar conclusiones profundas. En la batalla que dimos desde el sector que luego llegó a conformar el núcleo de nuestra corriente, Socialismo o Barbarie Internacional y el Nuevo MAS, el Negro cumplió un papel destacado. Sin elementos de nostalgia por el pasado, tuvo una ubicación de vanguardia siendo parte y apoyando el núcleo de cuadros y dirigentes que buscamos poner en pie una nueva corriente socialista revolucionaria, así como sacar las lecciones y los balances que la situación imponía.
Con la mirada hacia adelante, pero sin perder de vista las lecciones de la experiencia anterior, el Negro se volcó a ser publicista en nuestro periódico, en notas sobre todo educativas, de la experiencia obrera de los años 1970 –entre muchas otras, de todos modos–, así como llevó adelante una reflexión sobre la experiencia del PST.
En total, el Negro aportó desde su lugar a la gran tarea histórica en que estamos empeñados los socialistas revolucionarios, y hoy no solamente lloramos su pérdida sino que, sobre todo, queremos recordar con alegría la lucha de toda su vida, que tuvo resumidamente algunos de los jalones que estamos recordando aquí.
Claro que el Negro, como cualquier cuadro, militante o dirigente, tuvo sus alzas y bajas, sus luces y también sombras. No hacemos los trotskistas panegíricos de ninguna personalidad. Pero está claro que sus puntos fuertes dominaron sus debilidades y el Negro cumplió un rol destacado, aun siendo de una generación mayor, en poner en pie una nueva corriente revolucionaria como es la nuestra y en trasmitirles sus experiencias y enseñanzas a las nuevas generaciones.
¡Saludamos entonces la vida del Negro!
¡Viva la clase obrera mundial, viva la revolución socialista, viva el Nuevo MAS y nuestra corriente internacional!
Por Roberto Sáenz, 20/12/2013