Washington.- Abdel Fatah al Sisi se postulará a la Presidencia de Egipto y es posible que gane sin problemas. La junta militar en el poder y el gobierno interino han hecho todo para facilitarlo.
El presidente interino Adly Mansur ascendió a Al Sisi a mariscal de campo, máximo rango en las Fuerzas Armadas egipcias, pese a su falta de experiencia en combate.
El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas lo siguió, dando al novel mariscal el “mandato” de postularse a presidente, en respuesta al “deseo de las masas”. Al Sisi contestó que era su “responsabilidad” y “obligación” hacerlo.
Para garantizar su victoria y protegerlo del control parlamentario, Mansur alteró la llamada hoja de ruta para que las elecciones presidenciales se celebren antes que las legislativas.
Para no quedarse atrás, el primer ministro interino Hazem Al Biblawi anunció un recambio en su gabinete, incluido el Ministerio de Defensa, hasta ahora en manos del mariscal Al Sisi.
Una vez que Al Sisi “se retire” de las Fuerzas Armadas y del gabinete, estará libre para postularse a la Presidencia como “civil”. Entonces se presentará a las masas egipcias como el “salvador” y el “hombre indispensable”, como lo hicieron otros militares devenidos civiles dictadores.
La apuesta de Al Sisi aparece apenas 18 meses después de que el expresidente Mohammad Morsi (2012-2013) lo designara ministro de Defensa, y contradice sus pronunciamientos anteriores, de que las Fuerzas Armadas debían retirarse de la política y volver a los cuarteles.
Mientras declaraba lealtad a Morsi y al poder civil, conspiraba contra el gobierno libremente elegido.
El reciente retiro de las aspiraciones presidenciales de dos potenciales contrincantes, Abdul Min’im Abu Al Futuh y Hamadayn Sabahi, no hace más que impulsar las ambiciones de Al Sisi.
Él quiere resucitar la tradición del régimen de hombre fuerte, que fue repudiada por la revolución del 25 de enero de 2011. Según reportes de prensa, Al Sisi ve al expresidente Gamal Abdel Nasser (1956-1970) como un modelo a seguir, y le gustaría emular su gobierno.
Pero es demasiado joven para recordar el período en que las guerras de Nasser cimentaron el culto a su personalidad.
Al Sisi tenía dos años de edad cuando tuvo lugar la guerra de Suez, siete cuando empezó la guerra de Yemen, 13 durante la guerra de 1967 y 19 al momento de la guerra de octubre de 1973. Se graduó de la academia militar en 1977 y acometió su carrera en las esferas del poder especialmente desde la inteligencia militar.
Se dice que mientras duerme tiene “visiones” recurrentes de antiguos gobernantes, como Anwar el Sadat (1970-1981). Estas visiones, especulan artículos de prensa, lo han llevado a creer que está destinado a gobernar Egipto y devolverle su glorioso pasado, tarea que requiere del culto a la personalidad, que él y los medios de comunicación estatales vienen alimentando febrilmente.
El mariscal espera que la “calle”, que rechazó la renuncia de Nasser tras la desastrosa derrota de la guerra de 1967, lo corone como moderno faraón.
Jihan el Tahri, un productor cinematográfico egipcio de renombre mundial, tituló su próxima película sobre Nasser, Sadat y Hosni Mubarak (1981-2011) “Los modernos faraones de Egipto”. Al Sisi parece estar siguiendo sus pasos.
La apuesta empezará con el anuncio de Al Sisi de su intención de postularse. La histeria popular lo impulsará, pero Al Sisi debe tomar en cuenta que esta clase de adulación masiva tiene corta vida y puede volverse en contra rápidamente.
Los egipcios, políticamente activos y conscientes, pronto se darán cuenta de que la Presidencia de Al Sisi implicará un regreso a la dictadura militar, una mutilación de la revolución del 25 de enero y la reinstauración de la plutocracia económicamente poderosa.
Cuando empiece a gobernar Al Sisi, Egipto lucirá alto desempleo, una economía estancada, una industria turística anémica, bajas reservas de divisas, malos antecedentes de derechos humanos, creciente violencia sectaria e incluso terrorismo, pero, sobre todo, altas expectativas populares.
La revolución del 25 de enero dio a la juventud poder para reclamar dignidad, libertad, justicia social y empleo.
Como Morsi antes que él, Al Sisi no podrá efectuar cambios radicales, sobre todo mientras continúen la violación de los derechos humanos de laicos e islamistas, los arrestos ilegales, las parodias de juicios y las severas condenas.
El Egipto de Al Sisi y Estados Unidos
El Grupo de Trabajo sobre Egipto, con sede en Washington, envió el 29 de enero una carta al presidente Barack Obama expresando su “profunda preocupación” por la política de Estados Unidos hacia Egipto.
“Las brutales tácticas que el gobierno egipcio usa regularmente contra civiles, la eliminación del disenso, la asfixia no solo de la Hermandad Musulmana sino también de actores políticos no islamistas y la regresión económica probablemente erosionen la popularidad de los gobernantes de Egipto en el corto plazo”, dice la carta.
Además, la misiva urge a Obama a exigir que las autoridades egipcias adopten cuatro medidas concretas antes de que Washington preste asistencia a El Cairo:
• “Poner fin a la amplia campaña de seguridad y mediática contra quienes se oponen pacíficamente a las acciones del gobierno interino y de las Fuerzas Armadas, liberar a los miles de miembros de grupos opositores, a sus partidarios y activistas detenidos bajo cargos dudosos y sin respetar el debido proceso, y permitir que todos los ciudadanos no implicados en hechos de violencia participen plenamente en la vida política”.
• “Poner fin al uso de municiones para dispersar manifestaciones, que ha causado las muertes de cientos de manifestantes desarmados, y respetar el derecho fundamental a la libertad de reunión pacífica”.
• “Cesar la represión de otros disidentes pacíficos y desechar investigaciones y demandas presentadas contra jóvenes activistas, exmiembros del parlamento, periodistas y académicos por actividad pacífica protegida por tratados internacionales de derechos humanos de los cuales Egipto es signatario”.
• “Frenar las campañas mediáticas contra Estados Unidos y organizaciones estadounidenses, que están contribuyendo a un grado inaudito de sentimientos antiestadounidenses, así como poniendo en peligro a estadounidenses y otros extranjeros, no solo en Egipto sino en países vecinos donde los medios egipcios están presentes”. Un gobierno de Al Sisi, si es que tiene lugar, deberá abordar problemas endémicos y severos en materia económica y de derechos humanos.
Si Al Sisi no lo hace en su primer año de mandato y continúan las violaciones indiscriminadas de las libertades, no es impensable que los egipcios salgan otra vez a las calles a reclamar su renuncia. Así, el mariscal podría terminar juzgado, como sus dos predecesores, en la misma cabina de vidrio a prueba de sonido.
* Emile Nakhleh, ex-funcionario de Inteligencia, es profesor de la Universidad de Nuevo México y autor de “A Necessary Engagement: Reinventing America’s Relations with the Muslim World” (Un compromiso necesario: Reinventando las relaciones de Estados Unidos con el mundo musulmán) y “Bahrain: Political Development in a Modernizing Society” (Bahrein: Desarrollo político en una sociedad que se moderniza).
Por Emile Nakhleh (*), Inter Press Service (IPS), 05/02/2014