Ayer, miércoles 12 de febrero, Venezuela retornó a los titulares del mundo. En oportunidad de una conmemoración considerada como «El día de la juventud», se produjeron grandes movilizaciones juveniles en todo el país. Movilizaciones rivales que fueron convocadas por el gobierno de Maduro y también por un sector de la oposición patronal agrupada en la MUD (Mesa de la Unidad Democrática), su ala más extremista encabezada por Leopoldo López, que dirige el partido “Voluntad Popular”. Esta corriente tendría cierto peso en medios estudiantiles opositores al chavismo.
En distintos puntos del país, pero principalmente en Caracas, la movilización opositora fue a parar al ministerio público, reclamando la libertad de trece estudiantes de derecha detenidos en una marcha anterior. Por un conjunto de circunstancias, y ante la negativa de las autoridades al requerimiento, la movilización derivó en disturbios, cuatro coches quemados, heridos y detenidos, así como la muerte de un estudiante de derecha.
Simultáneamente, en otros lugares del país, también se registraron choques con formaciones chavistas o policías. En circunstancias que no terminan de ser aclaradas, fue muerto un conocido militante chavista, Juan Montoya, dirigente del “23 de Enero”, barrio popular donde se inició el “Caracazo” de 1989, y donde Chávez es particularmente venerado. Además, se estima que hay un fallecido más.
El gobierno de Maduro inmediatamente salió a denunciar un «intento de golpe de estado» y recibió la solidaridad de distintos gobiernos latinoamericanos. Al mismo tiempo, los medios de comunicación «escuálidos» de la región, con la CNN yanqui a la cabeza, salieron a acusar al gobierno de «matar estudiantes» y a presentar las circunstancias como una demostración del «descontrol» del país, y de que el chavismo estaría a punto de perder el poder en Venezuela.
En estas circunstancias, es importante sentar posición y establecer la realidad de los hechos.
En primer lugar, se debe decir que no se trató de un intento de golpe de estado del conjunto de la oposición. Las circunstancias son distintas a las de abril del 2002, cuando la totalidad de la oposición patronal se había enrolado en la jugada golpista.
En este caso, fue el ultraderechista Leopoldo López quien encabezó por su cuenta el llamado «a las calles», pero en condiciones minoritarias entre la oposición escuálida.
López expresa un sector con elementos de desesperación ante el hecho que, les guste o no, el chavismo se alzó con casi un millón de votos más que la oposición en las recientes elecciones municipales de diciembre pasado.
Esto fortaleció la posición de Maduro, que venía de obtener la presidencia por sólo el 1% de los votos por encima de Capriles, el candidato de la MUD. Maduro inició así su presidencia muy debilitado, y con sectores que no reconocían su triunfo electoral.
Esa débil legitimidad de origen de Maduro, fue en parte superada coyunturalmente con la elección municipal.
Esto desató una profunda crisis y división en las filas de la oposición. Allí han levantado cabeza sectores que no están dispuestos a esperar varios años para disputarle el gobierno al chavismo. El calendario electoral requiere demasiado tiempo según ellos… tiempos que «no están dispuestos a respetar».
De allí que este sector, encabezado por Leopoldo López, haya ensayado ayer una suerte de «intentona golpista»… aunque, en realidad, ni siquiera llegó a configurar realmente eso –un golpe de estado capaz de derribar al gobierno nacional–, sino, más bien, una suerte de acción provocadora.
López expresa sectores que consideran que hay que «empujar a Maduro fuera del gobierno». Pero su acción no podía tener los alcances, realmente, de un intento golpista. Fue más bien una provocación derechista que, de todas maneras, merece el firme repudio de nuestra corriente.
Dicho esto, hay que explicar la ubicación de «víctima» del oficialismo chavista. La denuncia de una «intentona fascista» que no llegó a ser tal, ni tenía condiciones para eso, le sirvió como una suerte de coartada para tapar los graves y acuciantes problemas que vive el país.
Los sectores “escuálidos” movilizados ayer poseen antecedentes golpistas, y sin ninguna duda podrían estar en un plan de ese tipo. Sectores que repudiamos y llamamos a derrotarlos con la movilización popular. Sin embargo, el gobierno se está presentando como víctima inocente de una situación, que si derivase en un golpe real, sería por su responsabilidad.
Es que la gestión del chavismo es un desastre cada vez más grande. Luego de década y media en el poder, y a pesar de haber concedido algunas mínimas reivindicaciones a amplios sectores populares, la situación del país es un desastre, sencillamente porque no logró operar ninguna transformación de fondo, estructural, anticapitalista, en Venezuela.
La crisis energética es brutal en un país petrolero; al no haberse dado un paso en la industrialización del país, hay que importar hasta el papel higiénico, que también escasea. Y esto por no hablar de consumos básicos como el azúcar, el aceite, el arroz y demás que también escasean.
La dependencia de las importaciones para afrontar los consumos más básicos ha sido siempre una característica de la Venezuela que vive sólo de la renta petrolera. Esta sigue siendo una herramienta formidable en manos de la burguesía escuálida y del imperialismo, y mantiene la dependencia del país. Esta herramienta expresa las inconsecuencias congénitas del chavismo, que nunca fue a fondo realmente contra la clase capitalista.
Pero no solamente se da esa circunstancia. El chavismo es «campeón olímpico» en reprimir las luchas obreras y a sus activistas de vanguardia. Ha tenido una política de concesiones hacia los sectores más pobres. Pero sistemáticamente ha ido al enfrentamiento con los principales sectores de la clase obrera industrial, a la que a los cuales ha buscado siempre someter y poner al servicio de los requerimientos de la gran patronal. Esto ocurrió con los trabajadores de la siderúrgica Sidor, y días atrás volvió a pasar cuando reprimió a los petroleros que reclamaban por su convenio, metiendo presos a varios de sus dirigentes.
Esto es parte de un hecho poco comentado por los medios internacionales antichavistas. Mechado con mecanismos «intervencionistas», Maduro está llevando adelante un brutal ajuste económico inflacionario. Así, una fenomenal carestía se suma a la escasez y a una política de reducción de los salarios reales.
En Venezuela como en la Argentina, los que terminan pagando los costos de la crisis económica bajo los gobiernos «progresistas», son los trabajadores. ¡De ahí que mientras denuncia al «golpismo», el gobierno reprime a los trabajadores que salen a luchar, y que no tienen nada que ver con provocadores patronales y proimperialistas como Leopoldo López !
Hoy en Venezuela no hay un golpe de estado en marcha. Pero el chavismo está creando condiciones para que el golpismo se fortalezca, llegando eventualmente a tener éxito. Esto no ocurrirá sin el concurso del gobierno de Estados Unidos, que mientras alienta una campaña por derecha de desprestigio del gobierno de Maduro, mide bien cada uno de sus pasos. Quizás mañana, Washington evalúe que hay condiciones para dar un golpe exitoso, tal como lo terminó avalando el de Honduras en el 2009 contra el presidente Zelaya.
La mejor manera de evitar un golpe real, es repudiar firmemente lo que hoy es todavía un manotazo aventurero de sectores opositores, metiéndolos presos y no ofreciéndoles «la otra mejilla» a los proto-golpistas (como hizo Chavez 14 años atrás).
Pero, al mismo tiempo, hay que repudiar también el curso de militarización bonapartista que impulsa el gobierno chavista, que le ha entregado al ejército venezolano muchas de las responsabilidades principales del estado. El gobierno se apoya en el ejército como tabla de salvación, en vez de apelar, contra los golpistas, a la más amplia organización y movilización independiente de la clase obrera y el pueblo. Y esta debería ser también la forma de hacer frente a todos los problemas.
El capitalismo de estado chavista fracasó. La salida sólo puede venir de la mano de una verdadera revolución obrera y socialista para que gobiernen los trabajadores. En esta perspectiva hay que derrotar todas las intentonas golpistas. Pero también los planes de ajuste y bonapartistas de Maduro. O sea, hay que abrir una alternativa obrera y popular independiente del gobierno nacionalista burgués, que lo desborde por la izquierda.
Declaración de la corriente internacional Socialismo o Barbarie, 13/02/2013