Compartir el post "Acuerdos de Ginebra: El repudio popular en el Este impidió el desarme y la desmovilización"
En el artículo “Queremos decidir por nosotros mismos nuestro futuro” –escrito en vísperas de la reunión de Ginebra– advertíamos que: “Moscú no puede merecer ninguna confianza. Si a Putin y sus oligarcas les conviene, van a vender a los pueblos del Este ucraniano en la mesa de negociaciones, siempre que Occidente le pague el precio. Es lo que el Kremlin viene rogando para las negociaciones de Ginebra, que se iniciarían ahora”.
Efectivamente eso fue lo que sucedió con los “acuerdos de Ginebra” entre el gobierno ruso, EEUU, la UE y su títeres de Kiev, firmados el pasado jueves 17.
Este acuerdo –en verdad entre EEUU y Rusia, porque la UE y sobre todo el gobierno títere de Kiev cumplen más bien un papel de comparsas “necesarias”– implicaba una traición de Putin a las mayorías sublevadas del este de Ucrania. Pero, como toda traición, tenía su precio. Efectivamente, en esos acuerdos, ni la “Junta de Kiev” ni EEUU y la UE reclamaban ya por Crimea. Aceptaban así tácitamente, por la vía de los hechos, su vuelta a Rusia. Con el soborno de Crimea en el bolsillo, Serguéi Víktorovich Lavrov, el canciller de Putin famoso por su “cara de cemento”, puso la firma al pie de la capitulación de Ginebra.
Probablemente, es esto pesaron además otras consideraciones, tanto de política exterior como de la situación al interior. Rusia tiene lazos económicos y financieros con la Unión Europea –en primer lugar con Alemania– que no le conviene poner en cuestión. (También por eso, Merkel es el ala «moderada» del bloque occidental). Además la economía de Rusia, como la del resto de los BRICs, no pasa por un buen momento.
Pero además el Kremlin no debe estar muy seguro de «importar» a Rusia –aunque sea mediante una «asociación» y no una anexión lisa y llana como Crimea– a regiones turbulentas, con sectores armados que hoy apuntan a la «Junta de Kiev» pero mañana no se sabe qué van a exigir a sus protectores de Moscú.
Esta entrega de los sublevados en el Este ucraniano, se realizaba mediante una maniobra clásica en este tipo de traiciones diplomáticas:
Por un lado, la población sublevada, que estaba armada y que en los hechos ejercía el poder en las principales ciudades del este, debía desarmarse, desmovilizarse y entregar los edificios gubernamentales a los títeres de Kiev. A cambio de ello, los acuerdos de Ginebra hacían vagas promesas de establecer un régimen federal, por el cual las regiones del este tendrían una no bien definida autonomía. También se prometía terminar con la proscripción del idioma, una medida que es tan fascista como de difícil aplicación…
En síntesis: entregar las armas y el poder a cambio de… un papel mojado.
Además, en ese papel, no eran contemplados (ni siquiera a nivel de vagas promesas) ninguno de los problemas y demandas sociales y de los trabajadores, que estaban en la base de la sublevación, como por ejemplo, que los planes económicos impuestos a Kiev por la troika FMI-EEUU-UE implican la liquidación de gran parte la minería y la industria ucraniana, que está situada en el Este…
Pero resultó más fácil firmar eso en Ginebra que aplicarlo en Ucrania. Desde el primer momento, los sublevados rechazaron desarmarse.
Más allá de cualquier cálculo político ha sido un elemental reflejo de defensa propia. Entregar las armas, sería quedar indefensos frente a un gobierno que, desde el gabinete de ministros para abajo, cuenta con un notable cupo de fascistas y neonazis. Y la política del gobierno de Kiev ha sido la de institucionalizar esto, incorporando a la policía y otros cuerpos represivos a militantes de Svoboda, Pravi Sektor y otros sectores del nacionalismo ucraniano nazifascista, que abiertamente se reivindica continuador de los líderes y organizaciones que lucharon junto a Hitler en la Segunda Guerra Mundial.
El protagonismo de estos sectores nazifascistas puede ir en aumento, porque sectores del ejército ucraniano desobedecieron las órdenes de Kiev de reprimir a los sublevados… e incluso un número no determinado se pasó a sus filas. Como suele suceder en situaciones al borde de la guerra civil, los organismos normalmente unidos del estado –como las fuerzas armadas, la policía, etc.– se resquebrajan y pueden llegar a dividirse por líneas de fractura políticas.
Por eso, en la presente emergencia, no hay mejor “cemento” que los militantes nazifascistas para llenar y soldar esas grietas antes que todo vuele en pedazos. Es que, por definición, un rasgo fundamental del fascismo es llevar adelante la lucha política por métodos de guerra civil.
La vida breve de un pacto… y sus consecuencias
La cuestión es que el pacto-entrega de Ginebra no pudo cumplirse. Ahora Obama y sus laderos de la UE reclaman a Putin… que a su vez echa las culpas a la Junta de Kiev.
Esto ha llevado a una situación de extrema tensión internacional, que ha dado combustible a muchos analistas parlanchines para hablar de la “nueva guerra fría” y del peligro de la “tercera guerra mundial”.
Desde ya, ni la Rusia de Putin es la Unión Soviética, ni los EEUU de Obama son el super-imperialismo de la posguerra. Estamos en otro contexto, tanto geopolítico como de la lucha de clases… lo que no implica que la situación esté exenta de peligros. Aunque en un contexto diferente, la situación geopolítica mundial (y de la lucha de clases) tiende a hacerse conflictiva y polarizada. [Acerca de esto, ver: «Una coyuntura internacional polarizada», http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=2067 ]
Aquí no podemos desarrollar el complejo tema del cuadro político y geopolítico contemporáneo, muy diferente al del siglo XX después de la Segunda Guerra Mundial, y que requiere por sí mismo un extenso análisis.
Sólo digamos que, en esta situación, ratificamos lo que decíamos en el artículo de la semana pasada (“Queremos decidir por nosotros mismos nuestro futuro”, 17/04/2014):
“Apoyamos la lucha de los trabajadores y el pueblo del Este de Ucrania, contra la ‘Junta de Kiev’
“Desde que comenzó el Euro-Maidan, advertimos que podía estar en juego la unidad nacional de Ucrania. Efectivamente fue así.
“Estamos y seguiremos estando por la unidad nacional de Ucrania. Pero, como lo explicó cien veces Lenin, la unidad nacional –de Ucrania o cualquier otro país– debe ser voluntaria. No hay ni puede haber “unidad nacional” a punta de pistola. Eso sólo abona situaciones de opresión que, tarde o temprano, terminan en enfrentamientos muchas veces fratricidas.
“Hoy, los principales enemigos de la unidad nacional de Ucrania, los que están haciendo estallar el país, es la ‘Junta de Kiev’ y sus patrocinadores de Occidente. Con sus medidas económicas, políticas y discriminatorias, han empujando a media Ucrania (donde además está el grueso de la clase obrera), a rebelarse exigiendo formas de autonomía y de mantenimiento de los lazos con Rusia para protegerse.
“Esta rebelión es legítima (como lo fueron también, sobre todo en sus inicios, las protestas contra el depuesto Yanukovich). Pero, de la misma manera, hay que advertir la imperiosa necesidad de una política y una dirección independientes y de clase. El actual vacío político y de dirección puede finalmente llevar a desvíos y derrotas.”
También, de la misma manera, afirmamos que no hay que tener la menor confianza en Putin ni el Kremlin. Con lo de Ginebra, ya demostraron que para ellos los pueblos del este de Ucrania pueden ser un peón sacrificable en el tablero de ajedrez geopolítico.
Por eso, ratificamos asimismo que la hipotética invasión de Rusia al este de Ucrania también debe ser rechazada. Si Putin ocupa militarmente los oblast sublevados no lo hará para sostener la autodeterminación de los trabajadores y los pueblos de esas regiones.
Por Claudio Testa, para Socialismo o Barbarie, 25/04/2014