El 15 de mayo pasado, en 150 ciudades de EEUU, hubo paros, piquetes y diversas protestas en locales de cadenas de comida rápida “fast-food”. Lo interesante es que esta jornada también fue internacional. En Nueva Zelandia, India, Japón, Gran Bretaña y algunos países de Europa continental también hubo ese mismo día movilizaciones, piquetes, bloqueos y paros.
Esto golpeó a corporaciones multimillonarias como McDonald, Wendy’s, Burger King y otras cadenas de negreros despiadados, que se disfrazan de simpáticos payasos, niñitas sonrientes o reyes amables.
En verdad, esas y otras cadenas son explotadores tan chupasangres como el peor de los patrones industriales. En todos los países del mundo, pagan los salarios más bajos, se ceban en la explotación de los más jóvenes e imponen jornadas y tareas agotadoras, que además deben cumplirse sonriendo a la clientela. Pero detrás de ese teatro, hay una dura realidad, que va desde los frecuentes accidentes de trabajo (quemarse con aceite hirviendo es habitual) hasta el veto a organizarse libremente.
La principal reivindicación es la duplicación del salario mínimo, que es uno de los más bajos entre todas las ramas de los llamados «servicios».
Este movimiento, surgido en Estados Unidos, afronta un doble desafío. Intenta organizar a un vasto sector de trabajadores que se caracteriza por estar en las capas de más bajos salarios. Trabajadores que, además, o no están sindicalizados o, si lo están, se hallan bajo el control de organizaciones burocratizadas.
En EEUU, un sector de la burocracia –la del Service Employees International Union (SEIU)– optó por “ponerse al frente” para no perder el control, impulsando también las acciones en otros países. Sin embargo, por los relatos, reportajes y videos de la jornada del 15 de mayo que se ven las redes y la prensa de izquierda, lo notable es la multitud de activistas jóvenes, generalmente “veinteañeros” o menos, organizados un sector en comités de base.
Las luchas en el sector de fast-food estaría teniendo, además, otras consecuencias en países como EEUU. Allí, la desindicalización viene siendo la línea de gran parte de la patronal que la logrado imponerla a gran escala, no sólo en los mal llamados “servicios” (en verdad los fast-foods son fábricas de comida) sino también en la industria. ¡Nada de sindicatos, ni siquiera burocráticos!
El proceso de organización y luchas en los fast-foods estaría impactando a todo ese amplio sector de la industria en que los trabajadores han quedado sin la más mínima organización, ni siquiera controladas por burocracias. Un triunfo contra los McDonald, Wendy’s, Burger King podría ser un ejemplo a imitar, que anime a los vastos sectores de trabajadores en Estados Unidos y otros países de «capitalismo ejemplar», a recuperar el derecho a organizarse.
Por Rafael Salinas, Socialismo o Barbarie Nº 289, 22/05/2014