Jun - 6 - 2014

 Las dificultades que encara la economía venezolana en la actualidad[1], (inflación anualizada que supera el 50%, desabastecimiento de productos de la cesta básica, agotamiento de las reservas internacionales y sucesivas devaluaciones) que tienen una remarcada incidencia negativa sobre el nivel de vida de la clase obrera, han propiciado nuevamente un debate sobre el “modelo económico venezolano”, tratando de establecer diferenciaciones entre el modelo de la llamada “IV Republica” y el que se intenta desarrollar en el proceso bolivariano.

La oposición de derecha, acusa al gobierno nacional de haber intentado implantar un supuesto modelo “socialista” y “estatizante” que ha conducido al país a la actual crisis, mientras que el vicepresidente del área económica, Rafael Ramírez, lo califica de exitoso, en vista de los avances en materia de distribución del ingreso y reducción de la pobreza.

Ya sea achacándole la culpa al “modelo socialista” o a la “guerra económica”, ambas visiones solo representan explicaciones ideológicas de la actual situación, ocultando con ello que se trata del resultado de la forma específica del proceso de acumulación capital en Venezuela. En primer término, hay que plantear la interrogante sobre si el actual “modelo económico” es distinto al que ha caracterizado la economía venezolana desde la primera mitad del siglo XX, para ello es necesario echar un vistazo al desenvolvimiento de la economía nacional en las últimas décadas y más específicamente al comportamiento del sector manufacturero.

Aquí no hay nada nuevo: Acumulación basada en la captación de la renta petrolera

Hablar sobre un nuevo “modelo económico socialista”, no solo es desconocer la realidad, sino que constituye una operación propagandística cuyo resultado es la absoluta confusión de importantes capas de la clase trabajadora, con consecuencias políticas que hacen más difícil cualquier avance hacia la superación del capitalismo. La economía venezolana a partir de la primera mitad del siglo pasado y hasta el sol de hoy, ha sido y es, una economía capitalista fundamentada en la captación en el mercado internacional, de la renta de la tierra minera. El estado venezolano en su carácter de único propietario del recurso petrolero, utiliza dicha renta por vía de diferentes mecanismos de asignación y redistribución, para el sostenimiento del resto de los sectores de la economía[ii][2]. Por ello, cuando la renta es cuantiosa todo anda bien (en apariencia) y por el contrario, cuando la renta se hace insuficiente, empiezan a manifestarse los problemas.

Un mirada a las exportaciones petroleras desde el año 1970, hasta la actualidad, genera una panorámica lo suficientemente amplia en relación al peso del ingreso petrolero en el total de las exportaciones, y de como esa situación no ha cambiado en más de 40 años.

Gráfico Nº 1: Exportaciones petroleras 1970-2012 (porcentaje del total)

1-exportacionespetroleras

No solamente los ingresos petroleros representan más del 90% de las exportaciones del país, tal como en la década de 1970, sino que a ello se añade el hecho de que dichas exportaciones en la actualidad están representadas por un mayor porcentaje de petróleo crudo. Efectivamente, hasta finales de la década de 1980, las exportaciones de productos de refinación de petróleo superaban el 30% de las exportaciones totales, durante los años noventa empieza a manifestarse un declive que encuentra su punto mínimo en 2003 como resultado del paro golpista de aquel año. En la actualidad, los productos refinados de petróleo solo alcanzan el 14% del total de las exportaciones. Este hecho reviste especial importancia en virtud de que la refinación de petróleo es una actividad manufacturera, que implica agregación de valor.

La caída observada en la participación del ingreso petrolero durante las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, no se debe a un mayor diversificación de la economía, sino a una caída en los precios internacionales de los hidrocarburos, situación que se revierte a principios del presente siglo, generando con ello un nuevo auge rentista.

La ilusión de una burguesía nacional

La abundante cantidad de renta captada en relación al tamaño de la economía, permitió la importación de bienes de capital con la intención de industrializar el país mediante la política de sustitución de importaciones. Un tipo de cambio sobrevaluado, financiamiento a bajo costo proveniente del estado, una política comercial proteccionista y el otorgamiento de subsidios, fueron las formas concretas en las que estado venezolano transfirió una importante fracción de la renta petrolera al empresariado nacional y al capital foráneo localizado en Venezuela. De la ideología de la superación de la dependencia, se desprende la política de subsidiar a la burguesía local con la promesa de que la misma desarrollaría económicamente al país. El resultado por el contrario es un sector privado nacional de muy baja productividad que por tanto es incapaz de insertarse exitosamente en la economía mundial. Tal ilusión se sostuvo mientras la renta petrolera era abundante, pero apenas iniciada la década de 1980, una caída en los precios del petróleo y la manifestación de la crisis de la deuda, harían evidentes las limitaciones del proceso de acumulación de capital en Venezuela.

Una revisión de las tasas de crecimiento del sector manufacturero desde 1950, hasta el año pasado, revela cuando realmente empieza la “destrucción del aparato productivo nacional”, del cual se queja tanto la burguesía criolla.

Gráfico Nº 2: Tasa de crecimiento del PIB Sector Manufacturero 1950-2013

2-pibmanufacturero

Las altas tasas de crecimiento observadas durante las décadas de los 50 y 60, se deben a un cambio estructural en la economía venezolana (de agraria a petrolera). El desarrollo de actividades conexas a la explotación de petróleo (infraestructura, refinamiento, transporte, etc.) y la creciente urbanización, impulsaron el crecimiento del sector industrial, hecho que se apuntala a partir de la adopción de la política de industrialización por sustitución de importaciones. Le sigue la década de los 70, caracterizada por un aumento en los precios internacionales de los hidrocarburos y por un creciente endeudamiento externo, lo cual permitió el desarrollo de un importante componente de industria básica y en menor medida el financiamiento a la pequeña y mediana industria. La fiesta rentista termina con una caída en los precios internacionales de los hidrocarburos y a partir de 1983, la crisis toma forma específica con la devaluación de la moneda y la crisis de la deuda.

Así llega 1989, con la adopción de políticas de liberalización de la economía. Después de décadas de proteccionismo y dada la escasa escala de acumulación de la economía venezolana, el resultado no podía ser más que la inviabilidad de inserción del sector industrial venezolano en la economía mundial, hecho que se manifiesta con el estancamiento del PIB de dicho sector durante toda la década de 1990. A excepción de lo acontecido durante el paro golpista de 2002-2003, la volatilidad observada a partir de 2000 es producto del auge rentista de inicios de siglo, con picos en los años de mayor ingreso rentístico y caídas precisamente en los periodos en que disminuye el precio internacional de los hidrocarburos (2008-2009).

Es importante destacar que se trata de una crisis inherente al proceso de acumulación, que empieza a colapsar a principio de los años ochenta y que se agrava conforme pasan los años. No se trata de una que otra política errada o situación coyuntural, ejemplo de ello es que en materia de política cambiaria desde 1983 a la fecha, se ha intentado casi todo: devaluación con control de cambios, tipo de cambio duales, control de cambios con control de divisas, libre flotación, devaluaciones sucesivas (crawling peg) y flotación entre bandas. El resultado es el mismo: pérdida del poder adquisitivo de la moneda, reducción del salario real, fuga de capitales, altos niveles de inflación y una progresiva desindustrialización con la importante expulsión de mano de obra resultante.

El “gran viraje” hacia la desindustrialización

Tal como lo indica L. Vera (2009)[3], otro indicio del giro desindustrializador que toma la economía venezolana lo constituye la participación del sector manufacturero en PIB total de la economía venezolana. Tal situación se ilustra en la siguiente grafica.

Gráfico Nº 3: Participación (%) del Sector Manufacturero en el PIB 1950-2013.

3-porcentajemanufactura

A pesar una disminución progresiva de las tasas de crecimiento del PIB sectorial, este sigue su ritmo ascendente si se le compara con el total del PIB hasta finales de la década de 1980, periodo en el que alcanza su punto máximo, para luego entrar en un proceso de declive que data de más de 25 años. El proceso de industrialización impulsada por la disponibilidad de renta, se revierte en tanto ésta se hace cada vez mas insuficiente para el funcionamiento de la economía, se trunca de esta forma, la posibilidad del capital industrial de valorizarse y acumularse en el ámbito nacional. La apertura económica a partir de 1989 encuentra a un sector industrial venezolano pequeño, fraccionado, ineficiente e incapaz de competir en el mercado mundial.

Este proceso continúa con el inicio del siglo, en el cual el auge rentístico sirvió para retomar la política de financiamiento al pequeño capital, pero en esta ocasión con un revestimiento ideológico cuyo objetivo sería la supuesta superación del modo de producción capitalista a través de formulas como el cooperativismo, el “desarrollo endógeno”, la economía “popular” y un largo y pintoresco etcétera[4].

Gráfico Nº 4: Empleo sectorial, como porcentaje del total empleado 1975-2013.[5]

4-empleosectorial

“Cuando lo que está muriendo no termina de morir…”

El resultado de todo lo anterior es propio de la dinámica de acumulación capitalista, en la cual el capital más ineficiente tiende a desaparecer por efecto de la competencia y con ello expulsa a un importante sector de la clase obrera, hecho que se hace evidente en las cifras de empleo sectorial. En la grafica Nº 3 está claramente visible como el empleo en el sector manufacturero no ha dejado de disminuir especialmente desde finales de los años ochenta, hasta representar hasta el año pasado poco más del 10% del total de la población ocupada, por el contrario en el sector comercio, el crecimiento es más que evidente al punto de constituirse en el sector de actividad económica con mayor participación en el empleo.

Existen dos formas en las cuales este proceso puede explicarse: en primer lugar, la competencia capitalista obliga a introducir mejoras tecnológicas que reducen la existencia de puestos de trabajo en el sector manufacturero, y en segundo lugar, la misma competencia desplaza a los capitales más pequeños e ineficientes obligándolos a cerrar y despedir trabajadores[vi][6]. La creencia de que la pequeña y mediana industria pueden constituir un sector manufacturero capaz de atender las necesidades de consumo nacional choca irremediablemente con el proceso de acumulación capitalista en donde solo aquellos capitales que logren una escala suficiente de concentración (empresas polar, por ejemplo) logran sobrevivir.

El pequeño capital que antes era destinado a la manufactura, ahora es destinado a actividades donde efectivamente pueda valorizarse, esto es: actividades de comercio y servicio. De esta forma desaparecen empresas de manufactura ya sea por cierre o por fusión con otras más grandes y donde antes había una importante actividad en el ramo textil ahora florecen gigantescos centros comerciales[7], la fábrica de calzados desaparece y da lugar a una importadora del mismo ramo, la industria metalúrgica es sustituida por la importación de baratijas, el pequeño industrial químico se convierte en propietario de una licorería y el galpón industrial se cierra para inaugurar un hotel-casino. Finalmente, toda actividad productiva es fulminada ante la máxima expresión del rentismo parasitario: el fraude cambiario.

La depauperación de la clase obrera

Este proceso lleva a que importantes capas de la población obrera sea desplazada hacia sectores donde su subjetividad productiva es degradada, empleándose en actividades de baja productividad. Además del sector informal de la economía, que representa alrededor del 40% de la población ocupada según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) indica que más del 50% de la población ocupada en Venezuela lo está en empleos de baja productividad (comercio al detal, servicios, restaurantes, hoteles, etc.). Este proceso tuvo su auge durante la década de 1990 y en la actualidad permanece estable tal como lo indica la grafica Nº 4

Gráfico Nº 5: Empleos de baja productividad como porcentaje del total 1990-2012.

5-empleosbajaproductividad

Cada vez, sectores más numerosos de la clase obrera se convierten en Población Obrera Sobrante (POS), lo que significa que es población que sobra para el capital[8]. En este caso, el capital localizado en Venezuela no necesita a esta capa de la clase obrera, por ello la expulsa obligándola en el mayor de los casos a insertarse en la economía informal, a las actividades por cuenta propia y algunas formas especificas de empleo público. Tal como ocurre con el resto de la economía venezolana, dichas actividades se sostienen gracias a la redistribución de la renta.

La caída de la actividad manufacturera y la depauperación de la clase obrera son resultados de la especificidad del proceso de acumulación de capital en Venezuela, proceso que ya viene mostrando síntomas claros de agotamiento desde hace décadas, con periodos en los cuales un alza en los precios internacionales de los hidrocarburos, atenúa la tendencia general. El crecimiento del consumo interno aunado a un ingreso petrolero cada vez mas insuficiente, impulsan nuevamente la aparición de la crisis y con ella, los programas de ajuste que aceleran el proceso de empobrecimiento generalizado de los trabajadores.

En esta etapa crítica es cuando precisamente se hace más necesario la organización y movilización de la población trabajadora, en primer término para frenar cualquier intento de la derecha filo-fascista de aprovechar el agravamiento de la situación para hacerse del poder cabalgando sobre el descontento de las masas. En segundo lugar, se requiere de la elaboración y discusión amplia por parte del movimiento del movimiento obrero organizado, de un programa político propio, cuyo objetivo inmediato sea acabar con la vieja receta de entregar la renta petrolera a los capitalistas, mientras un ajuste brutal es descargado sobre los trabajadores.

Contrariamente, la clase obrera no solo debe impulsar una política integral cuyo norte sea el uso de la renta petrolera para la concentración de capital en aéreas estratégicas de la economía (industria, producción de alimentos, construcción de viviendas, banca y comercio exterior) sino que debe plantearse la toma del poder político y con ello, administrar la renta en función de los intereses de la clase obrera. Renta que ha sido esquilmada por la burguesía con la complicidad de todos los gobiernos.

Valencia, 20 de mayo de 2014
alemcifo@gmail.com – Twitter: @villegasjuank – www.alemcifo.org


[1].- Este articulo forma parte de un esfuerzo mucho más ambicioso por parte de los integrantes del Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO) y la Asociación Latinoamericana de Economía Marxista (ALEM) de comprender el proceso de acumulación de capital en Venezuela, por ello algunos aspectos requieren de un nivel de profundidad que trascienden al presente escrito.

[2].- Diversos autores han estudiado esta temática entre los cuales destaca Baptista, Asdrúbal. (2007). Teoría Económica del Capitalismo Rentístico, (2da edición). Caracas, Ediciones BCV.

[3].- Vera, L. (2009). Cambio estructural, desindustrialización y pérdidas de productividad: evidencia para Venezuela. Cuadernos del CENDES, 26(71). Este autor realiza bajo el enfoque del cambio estructural, un interesante estudio sobre el proceso de desindustrialización en Venezuela, en el cual se destaca el cálculo de la productividad laboral tanto sectorial como para el conjunto de la economía.

[4].- Ejemplo de ello lo constituye las “Unidades de Producción Socialista” de la ya quebrada Corporación Venezolana Agraria (CVA), en las cuales minúsculas plantas de producción de harina precocida de maíz no logran producir ni siquiera el 5% de lo que produce una sola planta de empresas Polar.

[5].- Únicamente se consideran los sectores de manufactura y comercio que incluye restaurantes y hoteles.

[6].- No solo Marx en El Capital, sino que Engels en “La situación de la Clase Obrera en Inglaterra” (1845) explican de manera detallada este proceso, vigente hoy en día.

[7].- El ejemplo más patente de ello lo constituye el grupo MANTEX (Manufacturas Textiles S.A.) que de ser una empresa textil importante en la ciudad de Valencia, ahora se dedica al construcción de centros comerciales (Metrópolis Shopping), para conocer parte de su historia: http://www.mantexmetropolis.com/mantex/quienes_somos.html

[8].- Sobre este aspecto fue de mucha utilidad la lectura del artículo de Marina Kabat (2009). La sobrepoblación relativa. El aspecto menos conocido de la concepción marxista de la clase obrera. Anuario CEICS, 3, 113-134.

Por Juan C. Villegas P., Asociación Latinoamericana de Economía Marxista (ALEM-CIFO), mayo de 2014

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