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La caída de un nuevo avión de Malaysia Airlines con unos 300 pasajeros en vuelo hacia Holanda, ocupó durante unos días las primeras planas de la prensa y la TV. Por un momento,el genocidio de Israel en Gaza pasó a segundo lugar.El aparato malayo no habría caído por accidente sino derribado por un misil tierra-aire o por un caza.
Como era de esperar, los falsi-medios occidentales, repitieron obedientes el libreto que venía de Washington y de sus títeres de Kiev: los responsables de este acto criminal serían sin duda los sanguinarios “separatistas pro-rusos”, alentados y armados hasta los dientes por Vladimir Putin.
Por supuesto, los borregos de la “prensa independiente” hablaron y siguen hablando sin el menor dato comprobado. Y, efectivamente, hasta hoy es imposible contestar seriamente la pregunta de quién derribó ese avión civil… y es probable que finalmente no se pueda establecer con seguridad.
¿A quiénes les conviene?
En cambio, hay otras preguntasfundamentalesque ya pueden ser respondidascon certeza. La primera de ellas es:¿a quién le conviene?
Evidentemente, el derribo de este avión no le conviene a la población del Sud-Este de Ucrania, insurreccionada contra el gobierno de Kiev, ni tampoco al producto político de esa insurrección: las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, ahora fusionadas en el “Estado Federal de Nueva Rusia”.En esa difícil situación, lo último que desearían es cargar con la responsabilidad del derribo de un avión civil extranjero, que no tenía intervención alguna en la guerra.
En estosdías, los insurrectos del Este, con escaso armamento, enfrentan la ofensiva del nuevo ejército organizado por Kiev, con la ayuda directa de EEUU y la OTAN.
Habiendo desertado gran parte de las fuerzas armadas existentes antes del “Euro-Maidan”, el nuevo régimen constituyó de hecho un nuevo ejército alrededorde una “Guardia Nacional” a la que se incorporaron en masa los militantes de la extrema derecha en general y los neonazis del PravySektor en especial. Son ellos los que están avanzando en el Este, gracias a que Putin y el gobierno ruso “sostiene” a los supuestos “pro-rusos” como la soga sostiene al ahorcado.
Como señalamos reiteradamente, Putin no puede darles abierta y directamente la espalda. Gran parte del apoyo político masivo que hoy tiene en Rusia está ligado a su imagen de campeón y defensor de los pueblos de etnia o habla rusa. No puede cerrarles abiertamente la puerta en las narices. Por esos motivos, al mismo tiempo que rechazó de plano la incorporación a Rusia de los insurrectos de Donetsk y Lugansk, probablemente les deje recibir a cuentagotas algo de armamento, pero lo suficientemente modesto como para obligarlos a que se sometan a su política: la de aceptar un acuerdo capitulador con Kiev… Al mismo tiempo, Putin ladra pero no muerde contra EEUU, la UE y la OTAN.
Por todos esos motivos, al Kremlin tampoco le conviene el derribo del avión malayo, pero lo afecta en grado mucho menor.
¿Quiénes son los principales beneficiados? Sin duda alguna, Occidente, en primer lugar EEUU y sus sátrapas de Kiev.
Dentro del monótono coro de la prensa occidental, algunos excepcionalmente han examinado este aspectode a quiénes les conviene. Así, Luisa Corradini, en La Nación (19/07/2014), después de subrayar que “los separatistas prorrusos de la región de Donetsk, parecen haber escapado ahora totalmente al control de Putin”, añade:
“Seriamente, nadie puede pensar que el ataque fue perpetrado por militares rusos siguiendo órdenes del Kremlin. ¿Qué ganaría Putin provocando semejante drama? Esta vez, todo el mundo perdió. O tal vez, no. Porque ahora Putin se encuentra ante una auténtica encrucijada: tal vez haya llegado el momento de sacrificar a los separatistas pro-rusos, que terminarán como los únicos culpables, y de paso asfixiarlos, al cortarles el apoyo logístico y la financiación con una buena excusa.
“Sería una de esas raras oportunidades calificadas en política de win-win, donde todos ganan. Ucrania recuperaría su integridad territorial; Europa y Estados Unidos restablecerían relaciones diplomáticas y comerciales normales con Rusia. Y Putin podría finalmente negociar los términos de un acuerdo de cooperación política con el nuevo presidente ucraniano, PetroPoroshenko.”
Este panorama idílico difícilmente se concrete, pero por otras razones: que las relaciones geopolíticas tienden a hacerse cada vez más ríspidas. En lo que sí tiene razón, es que los grandes beneficiados son EEUU y sus títeres de Kiev… y quizás Putin en la medida que logre aprovecharlopara “zafar” de la cuestión ucraniana y de los fastidiosos insurrectos de Donetsk y Lugansk.
Otra pregunta molesta: ¿quién orientó a un avión civil para volar en zona de guerra?
La respuesta a esta cuestión es más indudable que las anteriores. Fue desde los controles aéreos de Kiev que se determinó la ruta del avión de Malaysia Airlines. La pudrición de la prensa occidental puede medirse por el hecho de que esta sencilla pero esencial pregunta casi no figura en sus elucubraciones. Se charlatanea sobre cualquier cosa. Por ejemplo, sobre los sistemas de misiles rusos.
Pero casi no se escucha LA pregunta esencial: ¿cómo un avión civil fue dirigido a sobrevolar una zona de guerra?
Un avión no ingresa ni recorre el espacio aéreo de un país por donde se le dé la gana al piloto. Su ruta es marcada por los controladores de ese país, en este caso, desde Kiev. Las autoridades aéreas ucranianas son los responsables de su ruta. ¿Acaso el avión de Malaysia entró clandestinamente a Ucrania o desobedeció las indicaciones de Kiev? ¿Los radares ucranianos no lo detectaron? Y si no fue así, ¿por qué lo enviaron a volar sobre en centro de una zona de guerra, donde ya habían sido derribados aviones militares hace pocos días?
¿Fue sólo un simple error o descuido? ¿O al gobierno ucraniano y a sus “asesores” de la CIA y la OTAN (que están haciendo turismo en Kiev desde el Euro-Maidan) pensaron que les vendría muy bien una atrocidad como ésta, para justificar la masacre, la guerra de “limpieza étnica” que han iniciado contra el Este?
Que el gobierno de Ucrania, la Casa Blanca y sus socios menores de Berlín y Bruselas eludan estas preguntas, ya da para pensar mal. Hasta ahora nadie de ellos aclara porqué ordenaron a un avión civil sobrevolar un territorio en guerra.
¡Pero su silencio ya es una ruidosa respuesta!
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APÉNDICE
Nada nuevo bajo el sol: incidentes y provocaciones para justificar guerras y masacres
Los estados imperialistas en general, y los de EEUU y Europa en particular, tienen una larga tradición en el montaje o aprovechamiento de “incidentes” para justificar sus guerras ante la opinión pública. Se podría escribir una biblioteca al respecto. Recordemos algunos famosos.
► La Guerra Franco-Prusiana (1870-71), antecedente directo de la Primera Guerra Mundial, fue detonada gracias un telegrama falsificado por Bismarck, el hábil canciller de Prusia, el famoso “telegrama de Ems”). El tonto del emperador francés Napoleón III, se tragó esa falsificación sin pestañar. De su tío Napoleón I había heredado sólo el nombre y no la sagacidad política y militar.
► La Primera Guerra Mundial de 1914-18 estaba “en el horno” de las grandes potencias imperialistas desde hacía tiempo. Ya se habían establecido las alianzas fundamentales (Francia, el Reino Unido y la Rusia Zarista, por un lado; y los imperios Alemán y Austrohúngaro, por el otro… con Italia oscilante). Pero se necesitaba la chispita, que la aportó el 28 de junio de 1914 el estudiante serbio Gavrilo Prinzip al asesinar al heredero de la corona de Austria-Hungría, el archiduque Francisco Fernando. Esto habría sido un mero incidente, pero varios, en primer lugar el Kaiser (emperador) de Alemania, lo utilizaron para desatar una guerra que suponían que terminaría fácilmente en unas semanas…
► La Segunda Guerra Mundial (1939-45) necesitó un incidente menos “espontáneo”. El 31 de agosto, Hitler disfrazó a un grupo de las SS con uniformes polacos. Así, atacaron una radio alemana cercana a la frontera polaca. Al otro día, Hitler declaró la guerra para defenderse de Polonia… que estaba invadiendo Alemania…
► Un campeón de esas tramoyas es el imperialismo yanqui. Es que, como decía Trotsky, EEUU siempre está “liberando” a alguien… En ese marco, el incidente-pretexto para sus intervenciones resulta imprescindible. Veamos algunos.
— A fines del siglo XIX, Estados Unidos (junto con Japón) despuntaba como un nuevo imperialismo. Con mucha hambre, decidió comerse al decrépito Imperio Español. Un bocado importante era Cuba, sublevada contra el colonialismo ibérico. Entonces Washington envió a La Habana el acorazado Maine, en enero de 1898, para “proteger” a los residentes yanquis. Oportunamente, el 15 de febrero, el Maine volaba en pedazos por una misteriosa explosión al interior del buque. No hubo ningún ataque español. Pero ya estaba servido el pretexto para declarar la guerra a España, y así apoderarse de las Filipinas en el Pacífico y de Puerto Rico y Cuba, en el Caribe.
— El ingreso de EEUU a la Segunda Guerra Mundial fue logrado por el ataque de Japón a la base naval de Pearl Harbor, en Hawái, el 7 de diciembre de 1941. Hasta ese momento, la opinión pública norteamericana estaba dividida acerca de participar. Tampoco había consenso en la burguesía; unos eran “aislacionistas” mientras que otros, más despiertos; veían la gran oportunidad! Los japoneses le hicieron el favor al gobierno de Washington de iniciar ellos la guerra. EEUU ya había logrado descifrar los códigos de la marina japonesa. Sus mensajes hablaban del ataque en marcha. Inexplicablemente, desde Washington, no se dio ningún aviso. Sólo sacaron silenciosamente de la base los portaviones para “hacer maniobras”… y se dejó el fierro viejo para que Japón lo bombardeara. Un alerta podría haber suspendido el ataque de Japón y complicado para Washington la entrada en el conflicto. Claro que los 3.500 muertos y heridos de 7 de diciembre de 1941. hubieran preferido que les avisaran.
— En 1964, el presidente Johnson –otro “progre” sanguinario, como Obama– quería mandar tropas a Vietnam. Pero la gente no estaba de humor para otra guerra, después de las palizas recibidas en Corea (1950-53). ¡Johnson necesitaba un Pearl Harbor! Pero los vietnamitas, menos amables que los japoneses, no se lo daban. Entonces, decidió inventarlo. En un operativo mediático, fabuló el “incidente del Golfo de Tonkín”. Anunció, en agosto de 1964, que barcos norvietnamitas, “en medio de la noche” (para que nadie reclamara fotos o films), habían atacado allí a la flota yanqui… que se había defendido heroicamente… Era pura fábula, pero logró que el Congreso votase el envío de tropas, que llegaron a 500.000… Pero todo acabó mal. Diez años después, en abril de 1975, se desplomaba el régimen survietnamita títere de EEUU y un resto de las tropas yanquis que aún quedaban, debieron huir desesperadas. En esa década, en EEUU había estallado un gran movimiento contra la guerra, que radicalizó a la juventud y obligó a la retirada. Un elemento detonante de eso, fue la revelación que lo de Tonkín había sido puro cuento.
— Con esos y otros antecedentes, no son de extrañar las justificadas dudas que generó el atentado a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001. Un año y medio antes, el grupo neoconservador Projet for a New America Century –que luego orientaría al gobierno de Bush– declaraba la “necesidad de otro Pearl Harbor” (textual) para poner en marcha un plan de invasiones y ocupaciones coloniales a fin de “remodelar el Gran Medio Oriente”, como decía Condolezza Rice. Pero la opinión pública, “en frío”, no iba acompañar ninguna cruzada de los “neocons” en Medio Oriente.
Milagrosamente, el atentado a las Torres Gemelas, supuestamente organizado por el ex agente de la CIA Osama Bin Laden, proporcionó el imprescindible “Pearl Harbor”. ¿Casualidad?
Por Claudio Testa, Socialismo o Barbarie, 25/07/2014