“A medida que la ocupación del territorio palestino se ha prolongado, la simpatía hacia Israel se ha ido desvaneciendo. En encuestas de la BBC publicadas en junio, antes de la destrucción de Gaza, ciudadanos de 23 países opinaron sobre la influencia buena o mala de distintos estados en el mundo. Israel se clasifica entre los peor vistos, por encima sólo de Corea del Norte, Pakistán e Irán. Asimismo, un número creciente de europeos llaman a Israel racista…que Israel es un Estado de apartheid… Incluso en Estados Unidos, donde una mayoría aún respalda a Israel, viene creciendo la proporción de los que piensan que sus acciones contra los palestinos son injustificables. Y en la nueva generación, los jóvenes de entre 18 y 29 años de edad, sólo un tercio respalda a Israel…” («Winning the battle, losing the war, The Economist, August 2, 2014)
“Lejos quedaron los días en que Israel, con sus kibutzim, era un favorito de los jóvenes idealistas europeos. Se ha desvanecido también la idea de un Israel vulnerable y pobre, rodeado por poderosos ejércitos… un pequeño David contra Goliat… «La pérdida de legitimidad –dice un ex diputado israelí– se ha convertido en unaamenaza estratégica»…”(“Gaza has cost Israel sympathy not just in Europe, but also among Americans”, The Economist, August 2, 2014)
The Economist, la centenaria revista británica, no sólo es neoliberal rabiosa sino también incondicionalmente sionista y pro-israelí. Por eso, el balance profundamente pesimista que ya había sacado antes de la presente tregua, no puede ser cuestionado por antipatía hacia Israel.
Asimismo, de una u otra manera, los elementos vitales de este balance –que se condensan en el punto estratégico de la pérdida de legitimidad de Israel pero que tiene otras expresiones– se reflejan en las diferentes reacciones en cada uno de los bandos.
En Gaza, celebran una victoria. Esto a pesar de los miles de muertos y heridos, de la horrenda destrucción, de los sufrimientos inenarrables que van a prolongarse en todo sentido: las pérdidas de familiares, los niños asesinados o mutilados, los centenares de miles sin hogar, las 200 escuelas especialmente bombardeadas por Israel que habrá que reconstruir. Y, lo más grave, que veremos más adelante, es que el acuerdo de tregua no implica el final categóricodel bloqueo genocida a la Franja deGaza –que la ha convertido en un inmenso campo de concentración– sino sólo un “aflojamiento” (no muy claro).
En Israel, en cambio, el clima es de velorio, a pesar de que las pérdidas han sido insignificantes, y casi todas de soldados en acción, no de civiles. Según las encuestas, más del 60% opina que Israel perdió la guerra.
Paradojas y realidades
Ambas paradojas –festejos en Gaza y desánimo en Israel– tienen sus razones pero también sus límites objetivos. Para hacer un balance equilibrado hay que tener en cuenta esa totalidad.
Israel, efectivamente, ha sufrido un salto en el progresivo desgaste de su legitimidad frente al mundo, especialmente en su punto de apoyo vital, la “opinión pública” de los imperialismos de Occidente (en casi todo el resto del planeta, ya se han enterado de que es un estado genocida, racista y de apartheid). Esto, como veremos, es de importancia estratégica… pero no de consecuencias automáticas ni menos inmediatas.
Simultáneamente, no hay que ignorar que el resultado inmediato no es una derrota categórica de Israel en lo militar y geopolítico. Los palestinos, ni en Gaza, ni en Cisjordania, ni en todo el territorio de la Palestina histórica, se han liberado de la opresión de este monstruo racista. Más en general, los pueblos de Medio Oriente, siguen bajo la amenaza de este enclave colonial, creado por los imperialismos de Occidente después de la Segunda Guerra Mundial para actuar como su perro guardián en la región… una amenaza que incluye un arsenal atómico.
Pero, dentro de estos marcos, Israel tuvo un serio traspié que lo obligó, por ejemplo, a negociar directamente con Hamas para salir del atolladero de una guerra que no podía “perder” (en términos militares) pero tampoco podía “ganar” porque los palestinos de Gaza no cedieron.
Es que Israel tiene por norma negociar sólo con los palestinos que son sus lacayos (o lacayos de EEUU, que es más o menos lo mismo). Al resto, como en el caso de Hamas, los califica de “terroristas” para ni siquiera sentarse a negociar, y además tener el justificativo de asesinar a sus dirigentes.
Israel no sólo tuvo que tragarse este sapo –que tiene un valor político capital–, sino también retirarse de la Franja, acabar con los bombardeos y sobre todo hacer concesiones en cuanto al bloqueo, aunque Gaza no logró aún derechos elementales, como tener un puerto.
Dejemos esto en claro, no para empañar la heroica resistencia palestina y sus logros, sino para ir más allá en esta lucha.
El atolladero estratégico de Israel
“La política, por lo tanto, asumirá un papel en la acción
total de la guerra, y ejercerá una influencia continua sobre ella…
La guerra es la mera continuación de la política por otros medios…
La guerra no constituye simplemente
un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación
de la actividad política… por otros medios. (Karl von Clausewitz, “De la guerra”)
Para eso, hayque volver al punto en que comenzamos: el deterioro mundial de la legitimidad de Israel. Esto afecta y limita las políticas que puede aplicar Israel y sus alcances. Y esto se manifiesta también cuando su política se expresa “por otros medios”… mediante las armas, en este caso.
Concretamente, como explicamos en un artículo anterior [Ver: “Israel en Gaza – ¿Se está aplicando el plan Feiglin de «solución final»?”, Socialismo o Barbarie Nº 298, 31/07/2014], Israel es un estado racista, de apartheid.
Sin embargo, a diferencia de otros estados racistas que lo precedieron en la historia –como por ejemplo la antigua Sudáfrica–, Israel hoy no tienelanecesidad crucial de explotar a la población palestina, como hizo en otras épocas. La ha ido reemplazando en los sectores de baja calificación con trabajadores africanos o de otros orígenes, sometidos a un régimen de discriminación y control aplastante. En términos de explotación capitalista, los palestinos “sobran”.
Asimismo, para Israel, los palestinos presentan el peligro, a mediano plazo, de lo que se llama la “bomba demográfica”. Su número aumenta a mayor velocidad que losisraelíes. En un Estado único se puede mantener esclavizado a un sector de la población. Pero si esta crece proporcionalmente cada vez más, tarde o temprano estallará todo.
Pero los sionistas han cerrado la posibilidad de la “solución de los dos estados”, que hubiese sido posible, mal o bien,dos o tres décadas atrás, antes de los engañosos “acuerdos de Oslo” de 1993. Es decir, repartir el territorio de la Palestina histórica en dos estados, uno de Israel y otro Palestino. En vez de eso, Israel impulsó la implantación por la fuerza de colonos y la consiguiente expulsión gradual pero creciente de palestinos. Hoy, basta ver el mapa del entrecruzamiento de guetos palestinos y colonias sionistas, para comprobar que sólo es posible un solo Estado.
Este estado único podría ser un Estado palestino democrático, socialista y no racista, donde todas las etnias y creencias vivan en paz.
Pero si este estado único resulta finalmente ser el actual Estado racista de Israel, la total “limpieza étnica” de los palestinos es a la vez, en última instancia, su condición y consecuencia ineludibles.
O sea, aplicar el plan Lieberman (actual ministro de Relaciones Exteriores), que viene proponiendo desde hace años arrasar Gaza con bombas nucleares y expulsar a los palestinos de Cisjordania a la vecina Jordania. O el plan Feiglin (actual vicepresidente del parlamento), de iniciar la “limpieza étnica” por Gaza, pero masacrando y expulsando a los palestinos sin armas nucleares, para poder colonizar luego el territorio.
Pero hoy, en las condiciones internacionales, de la región y de la misma Palestina, estas “soluciones finales” son impracticables, aunque estén inscriptas en la lógica implacable del estado racista.
La guerra desatada por Netanyahu, aunque se inscribió claramente en esa dinámica, fue de muy corto alcance. Como dice un crítico sionista, Netanyahu desató una “guerra sin plan”. Es decir, al revés de Clausewitz, Netanyahu se lanzó a una guerra “sin política”. Su lógica implícita es la que le marca el carácter de Israel como Estado racista, la de tratar de avanzar cualitativamente en la “limpieza étnica”. Pero eso se estrelló contra la resistencia palestina, por un lado, y, por el otro, decisivamente, con la “deslegitimación” internacional de Israel.
Tiene razón, entonces, la preocupación del ex-diputado sionista que cita TheEconomist: “La pérdida de legitimidad se ha convertido en una amenaza estratégica”. El gobierno de Israel pensó, evidentemente, que las graves derrotas, distorsiones y retrocesos de la “Primavera Árabe” le daban “piedra libre” para hacer lo que quisiera. Pero Israel sale peor de lo que entró en esta “guerra sin plan”, con su legitimidad internacional aun más deteriorada. Por eso en Israel, un sector –lamentablemente amplio– se siente derrotado.
Para finalizar, esto lleva a una conclusión central: La continuidad de la heroica resistencia palestina es un factor imprescindible. Pero, para lograr la derrota estratégica de Israel, es igualmente imprescindible la lucha internacional, en Medio Oriente y en el resto del mundo, en especial en los países imperialistas que le sirven de apoyo. ¡Será decisivo despojar a Israel de toda legitimidad como Estado racista y de apartheid!
Por Elías Saadi, Socialismo o Barbarie Nº 302, 29/08/2014