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Praxis – Socialismo ou Barbárie, 27/08/2014
Para los trabajadores las elecciones burguesas no son el mejor terreno para desarrollar nuestras luchas. Sin embargo, más allá de las adversidades, la izquierda debe dar ese combate e denunciar ante todos los trabajadores las trampas de esta democracia para ricos y presentar un programa de transformación social. Estas elecciones de este año, las primeras después de la rebelión de junio, son un momento importante para que la izquierda presente su proyecto de sociedad y aprovechar la mayor visibilidad política para poner sus candidatos al servicio de las luchas
La muerte de Eduardo Campos replantea la disputa por la presidencia
Al mayor elemento de politización nacional y desgaste del pacto lulista, que ya venía arrastrando dificultades desde la elección de Dilma Rousseff, se suma un ingrediente inesperado. La muerte de Eduardo Campos, candidato a la presidencia del PSB (Partido Socialista Brasileiro) el 13 de agosto pasado, y su remplazo por quien fuera su compañera de fórmula, Marina Silva, desbarajusta todo el proceso electoral.
Las últimas encuestas indican que Marina está por encima de Aécio Neves (PSDB – Partido da Social Democracia Brasileira) en las intenciones de voto, y que en un ballotage podría derrotar a Dilma Rousseff.
Marina Silva siempre tuvo mayor caudal electoral nacional que Campos. Pero postulada a la vicepresidencia porque su propio partido –Rede Sustentabilidade– no obtuvo la legalidad necesaria para presentarse a las elecciones. El cálculo del PSD era que pudiese transferir “sus votos” a Campos”; y éste, a su vez, por medio de su máquina partidaria garantizaría la estructura necesaria para dicha transferencia. Pero eso no ocurrió. Las intenciones de voto de la fórmula Campos-Silva no alcanzaban los dos dígitos y nada indicaba que este cuadro pudiese cambiar con el acercamiento de las elecciones. Ahora, el accidente aéreo en que murió el candidato presidencial, cambió todo.
Campos, al contrario de lo que dice la prensa después de su muerte, estaba lejos de significar una alternativa real a la polarización electoral entre el PT (Partido dos Trabalhadores) y el PSDB que está instalada desde hace décadas.
El PSB, que llegó a construir una imagen de partido democrático debido a su historia de resistencia frente a la dictadura militar, siempre fue una organización de las clases dominantes que se preocupó de defender los intereses de las oligarquías regionales. Como formación política, está muy lejos de ser un canal de expresión de los anhelos de las masas trabajadoras.
La “tercera opción” frente a la polarización entre el PT y el PSDB no consiguió, entonces, convencer a los electores de las grandes ciudades que buscan cambios. El descontento con la situación política y social –una realidad captada en las encuestas y sentida cotidianamente en las manifestaciones en las calles– no podía encontrar un canal de expresión en un típico representante de esas oligarquías. Claro que Campos trató de captar esa atmósfera de descontento popular con el actual gobierno burgués y el “pacto lulista” que lo sostiene, mediante propuestas demagógicas como el «pase libre nacional» del transporte financiado por el estado y sin atentar contra los intereses de las empresas. Pero con todo eso, sólo había conseguir alrededor del 9% de las intenciones de voto.
Campos no pudo compensar su origen político, sus relaciones con las oligarquías rurales del noreste, sus alianzas con lo más corrompido de la política nacional y su inocultable neoliberalismo. Pero con Marina Silva a la cabeza de la fórmula la situación cambió.
Según el instituto Datafolha, Marina ocupa el segundo lugar con el 21% de los votos, una cifra que supera el 20% de Aecio Neves. En la proyección a un ballotage, Marina aparece con el 47%, mientras Dilma queda rezagada con el 43%. Marina llega al segundo lugar en la carrera sin que los otros candidatos vean mermar su caudal de votos. Esto demuestra que su proyección electoral absorbe los votos de los indecisos. La segunda ronda de Dilma vs. Marina, de ser muy dudosa, se convertiría en el escenario electoral más probable.
Marina no es una verdadera alternativa
Sin embargo, la nueva candidatura presidencial del PSB está lejos de representar una verdadera tercera vía a la polarización electoral de los últimos veinte años entre PT y PSDB.
Al contrario de lo que supone una parte importante de la población trabajadora y la juventud, si Marina es elegida no habrá ningún cambio de fondo de la política nacional ni de la gestión de la economía.
Marina Silva, cuando rompió con el PT en el segundo mandato de Lula, lo hizo por temas puntuales. Su ruptura no fue por la izquierda. En su gestión al frente de la cartera de Medio Ambiente, durante el gobierno Lula, fue aprobada la ley que permite la privatización de los bosques, los que llevó a la expulsión de pueblos originarios y ponerlos al servicio de las ganancias empresarias. Lo mismo ocurrió con la política con los cultivos transgénicos, también aprobada bajo la gestión de Marina.
Además, Marina está muy lejos de asumir posiciones «progresistas» en otras cuestiones. En economía, defiende el famoso «trípode macroeconómico», basada en el estricto control de la inflación, el tipo de cambio flotante y el superávit primario. Es decir, las reglas económicas neoliberales, que han servido para mantener altas tasas de ganancia de los capitalistas en general y del sector financiero en especial, mientras que la mayoría de los trabajadores sigue bajo condiciones de vida y explotación atroces.
También forma parte de su «mística» aparecer frente a la juventud como una figura que traería “aire fresco” a la política nacional, más representativa de los oprimidos y de la “ética” en los «asuntos públicos». Nada más engañoso. No hay rastro en sus propuestas de realizar cambios radicales en la formas de hacer política. Ninguna ruptura con la actual y podrida representación política, ni menos ningún progreso para las masas participen de forma directa en las decisiones políticas.
En los temas de género y diversidad sexual mantiene un total conservadurismo. Es evangélica (de la “Asamblea de Dios”), por lo tanto no defiende el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo, ya que su matrimonio es una «unión hecha por Dios entre un hombre y una mujer”. Por eso, defendió al diputado Marcos Feliciano, pastor evangelista, cuando fue criticado por defender la llamada «cura de los gays».
Tampoco está a favor de cambiar la ley en relación a los derechos sobre anticonceptivos. Tampoco el derecho de las mujeres a la interrupción del embarazo, un derecho obtenido hace décadas en muchos países del mundo. Como los demás candidatos del campo dominante (Dilma Rousseff y Aecio Neves), propone que se mantenga intacta la actual legislación que penaliza el aborto, responsable de la muerte de decenas de miles de mujeres cada año en Brasil.
Como se puede ver por su historia, sus alianzas políticas y su programa Marina no significa una alternativa para los trabajadores y la juventud.
A pesar de sus orígenes populares –movimientos sociales y la lucha del sindicato de recolectores de caucho Xapuri (Acre) contra la devastación de los latifundios– ha perdido ya hace mucho tiempo toda relación con esas raíces.
El principio central de su discurso de campaña es que para resolver los problemas hay que «unir a Brasil», ricos y pobres, explotadores y explotados. La opción conservadora siempre tiene como bandera la “unión nacional” como única solución ante la crisis. Es una operación clásica que embaucar a los jóvenes y trabajadores para que apoyen proyectos contrarios a sus intereses.
Marina sigue los mismos pasos de Lula. Utiliza su pasado y su origen popular para vender un “pacto social” que saque a las masas de las calles y detenga la lenta rebelión que tiene lugar entre los trabajadores y los jóvenes.
Entre un mayor espacio para la alternativa socialista y una contraofensiva patronal
Estamos asistiendo desde 2013 a un proceso de radicalización de huelgas salariales, tales como la de los recolectores de residuos de Río de Janeiro y los «rodoviarios» de São Paulo, que han cuestionado la estructura burocrática de la dirección de los sindicatos, y han impuesto tácticas radicalizadas y formas de organización que superen la burocracia enquistada en los sindicatos. Sin embargo, la rebelión de junio no podía imponer un cambio categórico en la correlación de fuerzas, una situación política que puso a la clase obrera y la juventud en franca ofensiva contra la patronal y su aparato represivo.
Estamos en una situación política de aumento de la actividad de los trabajadores, pero donde las manifestaciones perdieron su inicial carácter de masivo, y la burguesía y su estado continúan su práctica conocida de criminalizar la lucha de clases. Como símbolo de la contraofensiva, se puede citar la huelga del metro de São Paulo, un movimiento que fue duramente reprimida por las fuerzas policiales del Estado y los tribunales estatales, y que terminó con el despido de 42 trabajadores. Esto se manifiesta también en la prohibición nacional sobre el uso de máscaras en los actos, la detención arbitraria e ilegal de activistas jóvenes, los despidos de huelguistas y las multas astronómicas impuestas por “el tribunal de trabajo”.
A pesar de que la situación política ha cambiado desfavorablemente después de la derrota de la huelga del metro de São Paulo primera gran derrota tras ola de rebelión en junio – y las elecciones burguesas son un poderoso elemento de desviación de la lucha directa de los trabajadores, el proceso electoral de este año se llevará a cabo en un contexto de mayor politización nacional.
No alimentamos ninguna ilusión en que la vida de las masas trabajadoras pueda cambiar a través del proceso electoral. La historia del Estado burgués, en general, y de la república burguesa en Brasil, en particular, son ejemplos de esto. El lulismo, con el PT, tuvo sus orígenes históricos en la rebelión del movimiento obrero brasileño en la década de 1980. Luego, pasó por un profundo proceso de transformación política y social para llegar al finalmente al en el 2003 gobierno en una alianza conservadora con el PL (Partido Liberal, que luego se llamó PR, Partido da República, donde tienen gran influencia las iglesias evangélicas). Esta trayectoria es un innegable ejemplo de esa lección histórica. Marina Silva fue y es parte de lo mismo.
El PSTU y el PSOL: responsables por la dispersión de la izquierda
Con la erosión del gobierno y de las alternativas burguesas se abrió un campo de disputa política dentro de las masas para la izquierda. Pero la izquierda socialista, en estas elecciones, al no hacer una lista común, tiene grandes dificultades para dialogar con los trabajadores que, después de tres décadas de democracia burguesa, buscan otras alternativas.
Por una mezcla de sectarismo y oportunismo, la izquierda pierde terreno frente a la falsa «tercera vía» burguesa. Por eso, pensamos que fue un error total del PSTU y el PSOL no constituir una lista nacional con el conjunto de la izquierda, en un momento en que hay mayor espacio político. Esto no sólo podía traer resultados electorales, sino también avances estructurales y de inserción política en sectores más amplios de la clase obrera trabajadora.
Se perdió así la posibilidad de construir un partido revolucionario que superara la diáspora del marxismo experimentada en las últimas décadas. Incluso con el peso que tiene las corrientes oportunistas dentro del PSOL –como la APS (Ação Popular Socialista), por ejemplo–, si el PSTU hubiese hecho un llamamiento a todas las organizaciones y activistas de participar en un proceso de formación de un frente de izquierda con un programa socialista e independiente del gobierno y de los empleadores, haciendo una campaña centrada en las luchas, podríamos haber ganado estos sectores y formado un frente común.
Pero el frente de izquierda no se materializó. Este fracaso se debe, por un lado, a la posición oportunista del PSTU que, al calcular que los candidatos del PSOL no tenían peso electoral para elegir diputados, priorizaron su autoconstrucción con la candidatura de Zé Maria, no dando así una batalla por la conformación de un frente de izquierda.
Por otro lado, las corrientes de izquierda del PSOL tampoco apostaron a un proceso de unificación. Es que tratan de sobrevivir de alguna manera, adaptándose a la estructura burocrática de un pequeño partido parlamentario, sin tener que enfrentarse al duro pero necesario, camino de la construcción de un partido revolucionario.
La izquierda no ha logrado, entonces, crear una articulación política que la unificara en esta elección –la primera después de la rebelión de mayo 2013– que permitiría la creación de una alternativa revolucionaria para el diálogo con los sectores de la clase obrera y la juventud que están rompiendo el PT pero no encuentran una alternativa de clase.
O sea, se perdió la oportunidad de presentar en las elecciones una alternativa socialista revolucionaria al mayor número posible de trabajadores y de jóvenes radicalizados.
Las organizaciones que tenían condiciones objetivas (PSTU y algunos sectores organizados dentro del PSOL) para luchar contra la construcción de un frente de izquierda independiente de la patronal en las elecciones, no se dio cuenta que esta era la tarea central en las elecciones de este año, que era necesario hacer una amplia convocatoria hacia la izquierda revolucionaria para construir un movimiento capaz de crear una lista que realmente representan a los millones de trabajadores jóvenes que hace un año están protagonizando un proceso importante de lucha que refleja la profunda crisis del pacto lulista.
Además de perderse un enorme espacio político para presentar un programa socialista para una enorme masa de trabajadores jóvenes, que están cada vez más desilusionados con la política tradicional. Esa política tampoco contribuye en nada a preparar las luchas que se enfrentarán a la «amarga medicina» del ajuste posterior a las elecciones. Esta es una de las razones por las que una figura defensora de los intereses de la clase dominante como Marina Silva, aparece como alternativa y capitaliza una parte importante del electorado obrero y popular que no se ve representado por el PT ni el PSDB.
A pesar de la distorsión de la representación política causada por el proceso electoral, la influencia de la izquierda socialista en las elecciones podría haber sido mayor que el 2% de la intención de voto que indicarían las encuestas. Con la unidad, la izquierda podría haber sido referencia de una parte significativa de los trabajadores y la juventud.
Llamamos al voto crítico a Zé Maria y a las demás candidaturas clasistas e independientes
Lamentablemente no tenemos una alternativa nacional unificada de la izquierda socialista, pero a pesar eso es necesario un posicionamiento electoral.
El programa electoral del PSTU es una lista de consignas que no tienen a una clara jerarquía política. Sabemos que el programa político debe tener en cuenta las necesidades históricas y políticas de los trabajadores. En el caso de la actual situación, tenemos como una necesidad imperiosa la defensa de los trabajadores que están en huelga –como la USP (Universidad de San Pablo), por ejemplo–. La clase dominante quiere a toda costa revertir la situación política, derrotar al movimiento de los trabajadores y de la juventud y retrotraerse a las condiciones políticas de hace un año. La patronal para poner fin a la nueva situación política abierta luego de junio de 2013. A pesar de eso, el punto relativo a la represión de los movimientos, aparece recién el punto 14° del programa electoral del PSTU. No tiene la menor jerarquía y además no establece mínimamente cómo luchar contra la criminalización de los movimientos.
Por otra parte, el programa ni siquiera toca el inicial pero trascendente proceso de radicalización de la lucha de los trabajadores, a partir de fenómenos como la huelga de los recolectores de basura de Río de Janeiro y otras expresiones del desborde a las barreras burocráticas.
El PSTU no ha tenido ninguna sensibilidad ante estos procesos. Parece creer que el aparato de Conlutas por sí solo puede garantizar que las nuevas expresiones de lucha que tienen lugar por fuera de las burocracias gubernamental pueden ser capitalizadas en forma automática, es decir, sin cambiar su práctica política.
Por el contrario, es necesario superar la adaptación a los aparatos sindicales, llevar a cabo una guerra contra la burocracia traidora, luchar a muerte para que las huelgas estén rodeadas con la solidaridad política activa y salgan victoriosas.
Ejemplo reciente de esta cuestión, fue la política del PSTU y el PSoL al frente de la huelga del metro de São Paulo. La dirección de los trabajadores, más allá de no intervenir activamente en la huelga de los «rodoviarios» de São Paulo, movimiento surgido a partir de la desobediencia más radical a la burocracia traidora de ese sindicato, no propuso la realización de una huelga de conjunto en el mes de mayo de ese año. Este «retraso» de la huelga de los trabajadores del metro, termino haciendo que los trabajadores perdiesen su mejor momento para lanzar la lucha, un lapso en que la burguesía aún no estaba unida alrededor de la Copa del Mundo y donde había un proceso nacional de radicalización sindical. Esa política resultó en el debilitamiento que puso fin a la huelga y facilitó los ataques del gobierno estadual.
Otra cuestión que hay que criticar, es en relación con la práctica de la legalidad solidaridad, ya que el PSTU se negó a conceder la legalidad a sectores de la izquierda. La legalidad solidaridad es una tradición dentro de las corrientes socialistas revolucionarias, una forma elemental de burlar a las terribles restricciones que imponen la leyes del estado burgués a las organizaciones políticas que no pueden permitirse el lujo de obtener la legalidad electoral. Hasta organizaciones democráticas que no eran revolucionarias han concedido la legalidad a corrientes marxistas. En este como en otros campos, el sectarismo del PSTU es desastroso, lo que resulta en la creación de barreras a menudo insuperables para la necesaria creación de un partido revolucionario en Brasil.
El PSTU es una organización de los trabajadores. Sin embargo, arrastra una serie de problemas políticos que debemos discutir, presenta un proceso de adaptación a los aparatos burocráticos y una inercia político-teórica que los lleva constantemente a posiciones en las que predomina los intereses corporativistas y la despolitización en sus acciones.
Hay inercia política en PSTU que lo puede llevar a un curso oportunista irreversible. Pero, creemos que llamar al voto nulo y contra una organización y candidatura obrera, es un error en este momento. Sólo llevaría agua al molino de la posición conservadora “antipartido” que está incrustada en de la juventud. Significa alimentar un concepción “antipolítica” que se disfraza de oposición radical.
Por lo tanto consideramos incorrectas las posiciones de corrientes que –como la LER-QI y el MNN– no se posicionan claramente o llaman al voto nulo, lo que significa caer en el campo de la capitulación al atraso político de los sectores que están empezando a entrar en la escena política. Son sectores que se dedican a hacer la exégesis del programa electoral del PSTU, sin tener en cuenta la necesidad de presentar una alternativa política electoral para que los trabajadores
Llamar al voto nulo cuando se tiene una opción de clase, es la forma en que sectores antpolíticos/antipartido tienen de hacerse pasar por politizados e incluso “revolucionarios”. En realidad, sólo oculta su absoluta falta de proyecto alternativo al capitalismo. En el fondo es una posición conservadora pues al no presentar una crítica coherente al capitalismo y una estrategia para superarlo sólo contribuye a la despolitización de los trabajadores y la juventud.
Por este conjunto de consideraciones, en estas elecciones llamamos al voto crítico de la candidatura de Zé Maria y a las listas estaduales que levanten un programa de ruptura con el capital, la independencia política de los trabajadores, y que estén dispuesta a estar con los trabajadores y la juventud.