Sep - 8 - 2014

.

A última hora del viernes 5, cuando las fuerzas armadas de Kiev presentían una dura derrota en la ofensiva adelantada contra los separatistas pro rusos en el este del país, entró en vigor un cese al fuego entre el gobierno de Ucrania y los rebeldes de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, aunque los combates continuaban a las afueras de la estratégica ciudad de Mariupol, sobre el mar de Azov, la segunda en importancia de la región de Donetsk, donde el Ejército esperaba de un momento a otro el asalto de los rebeldes.

El acuerdo se logró en Minsk, Bielorrusa, donde se reunieron representantes de las repúblicas rebeldes y voceros de Kiev, con la presencia de funcionarios rusos y de la Organización para la Seguridad y Cooperación Europea (OSCE). El plan fue acordado por los presidentes Vladimir Putin y Petro Poroshenko.

Putin informó que los términos fundamentales son cesar las operaciones de ofensiva de las tropas ucranianas y las fuerzas milicianas, establecer un control internacional del cumplimiento de las condiciones del alto al fuego, excluir el uso de aviones de combate contra civiles y poblados, organizar un canje de prisioneros y abrir corredores humanitarios para el paso de refugiados y ayuda.

Mientras este plan de paz se negociaba, el primer ministro ucraniano Arseni Yatseniuk acusaba a Rusia de ser un “Estado terrorista”, amenazaba con construir un muro en la frontera con ese país, presentaba una ley en el Parlamento para eliminar la neutralidad de Ucrania y abrir las puertas para su ingreso a la OTAN, al tiempo que en Gales, la cumbre de la OTAN discutía la creación de una fuerza de despliegue rápida y nuevas sanciones contra Rusia.

Un giro de 180 grados

A pesar de las duras declaraciones del gobierno ucraniano y de las amenazas occidentales, este cese al fuego es consecuencia del dramático giro en los acontecimientos en el terreno: después de provocar serios retrocesos a los separatistas rebeldes, las fuerzas de Kiev han perdido la iniciativa y han sufrido duros golpes, colocándose al borde de una deshonrosa derrota militar.

Apenas fue electo presidente el 25 de mayo, Poroshenko prometió que la prioridad de su gobierno sería la paz, pero lanzó una masiva operación antiterrorista contra las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, que proclamaron su independencia en sendos referéndum realizados en mayo pasado.

Con un Ejército regular cuyos soldados se rindieron o desertaron en los primeros combates, Kiev recurrió a la organización de ejércitos privados, como los batallones Azov y Dniepr, basados en los militantes del Sector de Derecha, una formación nacionalista neonazi que se destacó en las protestas en la plaza Maidan de Kiev, al tiempo que empezó a utilizar aviones y artillería pesada contra los centros urbanos.

De esta manera, las fuerzas ucranianas lograron hacer retroceder a los rebeldes de enclaves estratégicos como Slaviansk y Kramatorsk, al costo de numerosas víctimas civiles y de la destrucción de poblados enteros.

Pero a fines de agosto los acontecimientos dieron un giro: los separatistas que se defienden del ataque de Kiev lograron el control de una parte de la frontera con Rusia, garantizando así la retaguardia y el envío de refuerzos y de ayuda. Esto les permitió pasar a la ofensiva, retomando buena parte del territorio que habían cedido, liberando el aeropuerto de la ciudad de Lugansk y abriendo un segundo frente en el sur de Donetsk, sobre la costa del mar de Azov, donde hacia el final de la semana continuaban los combates, con cerca de 500 soldados ucranianos sufriendo una encerrona en la localidad de Ilovaisk.

Si no se firmaba el cese al fuego el viernes, Poroshenko se arriesgaba a perder Mariupol, una derrota estratégica, porque permitiría a los rebeldes abrir un corredor hacia Crimea.

A los reveses militares, Poroshenko suma el creciente descontento de la población por los malos resultados de su operación militar punitiva a un costo enorme. El Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania declaró el miércoles 3 que la operación militar causó la muerte de 837 efectivos de las fuerzas gubernamentales y más de 3 mil heridos, sin incluir las pérdidas en la ciudad de Ilovaisk, donde todavía se libran combates.

Esto ha desatado las protestas de las madres y de los familiares, por una operación militar programada con escasos recursos y un Ejército poco preparado, al tiempo que la economía continúa deteriorándose, el dólar sigue su carrera alcista cotizándose a más de 13 grivnas, cuando hace un año costaba ocho, las reservas del Banco Central continúan bajando, y se aproxima el duro invierno sin un acuerdo con Rusia para la provisión de gas.

El gobierno ucraniano denuncia que el giro en la guerra ha sido por culpa de la intervención rusa. Según la OTAN, existirían cerca de mil soldados rusos apoyando a la insurgencia. Rusia niega terminantemente que esté brindando una ayuda oficial. Los dirigentes de la RPD reconocen el apoyo no oficial, pero dicen que son voluntarios venidos de distintas partes de Rusia.

Las víctimas de la guerra

Si la primera víctima de la guerra es la verdad, con ella mueren los periodistas. Esta semana, la agencia rusa Rossiya Segodnia confirmó la muerte del fotógrafo Andrei Stenin, de 32 años, cuando el 5 de agosto viajaba por la región de Donetsk, tras un ataque del Ejército ucraniano contra un convoy de diez vehículos civiles que iban por la ruta hacia el pueblo de Snezhnoe.

El vehículo fue primero atacado con ametralladoras, y luego fue arrojada una granada adentro, razón por la cual los restos del periodista sólo pudieron ser reconocidos después de un mes de búsqueda.

Stenin fue el quinto periodista muerto en el conflicto ucraniano y el cuarto periodista ruso, una altísima cifra para medio año de enfrentamientos. El 30 de junio murió el camarógrafo de Canal 1 Anatoli Klian en un ataque de artillería, el 17 de junio perdieron la vida los periodistas del canal VGTRK Ígor Korneliuk y Antón Voloshin y el 24 de mayo el periodista italiano Andrea Rocchelli y su asistente ruso fueron asesinados en Andreyevka. Varios periodistas de distintos medios rusos han sido atacados, detenidos, secuestrados o deportados.

“La guerra que realiza el gobierno ucraniano ha provocado una enorme cantidad de víctimas civiles y una crueldad no vista contra los periodistas”, dijo a Aprodesde Moscú, Dimitri Kiseliov, director de la agencia Rossiya Segodnia. “En pocos meses, Ucrania se ha convertido en el lugar más peligroso para los periodistas en el mundo”.

Aunque otros conflictos mundiales como el de Irak o Gaza hayan copado la primera plana de las noticias, la guerra civil en Ucrania, en pleno centro de Europa, entre aldeas campesinas y campos de girasoles, ha adquirido una ferocidad inusitada.

“En Donetsk no hay agua en muchos barrios porque las estaciones de purificación han sido destruidas, enormes partes de la ciudad están sin luz, las estaciones de gasolina han sido casi todas destruidas, los productos desaparecen”, cuenta a Apro desde Donetsk Alina, una trabajadora de la salud. “Todos seguimos yendo a trabajar por puro patriotismo porque hace tres meses no recibimos nuestros sueldos. Casi no hay autobuses, sólo funcionan los trolebuses y las camionetas privadas. La gente va a trabajar y vuelve corriendo a encerrarse en su casa. La semana pasada cayó un artefacto en el patio del edificio vecino, pero no explotó. Por primera vez no hubo el festejo del 1 de septiembre, que es el primer día de clases, porque los colegios no abrieron y los niños están todos en sus casas. Mi nieta Polina está muy asustada y no puede dormir de noche por los bombardeos y disparos”, agrega.

“Las fábricas no trabajan, han bombardeado escuelas y hospitales, mucha gente se va porque perdió todo, algunos vuelven cuando se les acaba la plata, otros se van a Rusia y no vuelven más. Mis familiares, que viven en Vinnitsa, en el centro Ucrania, no me volvieron a llamar ni a preguntar por nosotros, pensarán que somos terroristas”, dice.

En total, el conflicto lleva casi 2 mil 600 muertos y unos 6 mil heridos, según el último balance de la ONU, además de 260 mil desplazados, aunque se cree que la cifra es mayor porque muchos de ellos no han sido debidamente censados y la mayoría de los pueblos de las regiones en conflicto de Lugansk y Donetsk se han vaciado casi en 90%.

El bombardeo permanente ha causado el corte de suministros básicos como luz, gas y agua, así como la falta de provisiones y de comida, el cierre de los bancos, de casi todos los negocios y oficinas, y hasta el famoso mercado de flores del centro de la ciudad se quedó sin vendedores, además de los graves daños a la infraestructura, como caminos, puentes, edificios, estaciones eléctricas y escuelas.

Una luz de esperanza

El analista Mijail Pogrebinsky, director del Centro Kiev de Análisis Políticos y Conflictología, dice a Apro desde la capital ucraniana, que existe una esperanza de que el plan de paz discutido entre Poroshenko y Putin no termine en el cesto de la basura como todos los anteriores.

Explica: “Creo que esta vez va a ser distinto, porque existe un interés del gobierno en parar el conflicto, y los rebeldes, si bien están a la ofensiva, saben que no tiene las fuerzas para resistir un largo conflicto. Me parece que también tiene que ver la posición europea, pues creo que la canciller alemana Ángela Merkel convenció a Poroshenko de negociar, porque se dieron cuenta de que Putin no va a ceder y saben que este conflicto no lo pueden ganar militarmente”.

Según Pogrebinsky, “los militares de Kiev demostraron su incapacidad y no pueden esperar ningún triunfo en ese frente. Por eso, la principal razón por la cual se ha abierto una esperanza para la paz es la seria derrota sufrida por las fuerzas de Kiev, ya que los rebeldes no sólo recuperaron territorio, controlan una parte de la frontera con Rusia, ganaron la frontera marítima en la última semana, y si no hubiera negociaciones, podría caer Mariupol”.

Lo cierto es que se trata de un conflicto que no tiene solución militar, porque sus raíces son económicas, sociales y culturales, de dos regiones que proclamaron su independencia, donde las agrupaciones armadas están en su amplia mayoría formadas por milicianos locales, que cuentan con el apoyo de la población, y que tienen en su retaguardia a Rusia, cuya frontera controlan, de donde pueden entrar y salir, recibir ayuda y voluntarios. En la medida en que no se busque una solución política y negociada que reconozca las exigencias de mayor autonomía y de respeto a su economía y a su identidad cultural, y que tenga en cuenta las preocupaciones de defensa de Moscú, la operación punitiva de Kiev, por más sangrienta que sea, está condenada al fracaso.

Por Patricia Lee, Prisma Internacional / Proceso, 05/08/2014

Categoría: Europa Etiquetas: ,