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En la próxima semana, el jueves 18 de septiembre, tendrá lugar en Escocia –la región norte de Gran Bretaña– un referéndum. Se votará por sí o por no a la siguiente pregunta: «¿Debería Escocia ser un país independiente?»
Si la mayoría votase por el “Sí”, comenzaría la ruptura (prácticamente final) del “United Kingdom”, el “Reino Unido”. Bajo la hegemonía de Inglaterra –es decir, del imperialismo inglés– y de la monarquía con sede en Londres, el Reino Unido en su cumbre abarcó además de Inglaterra, a Gales (Wales), Escocia y la otra gran isla, Irlanda.
De Irlanda, que se independizó en su mayor parte en1922, ya sólo le queda el pequeño Ulster (también llamado “Irlanda del Norte”). Si Escocia (“unida” plenamente a Inglaterra desde 1707) también se independizara, sería de hecho el fin del Reino Unido… Restaría Gales, donde soplan vientos autonomistas aunque no aún de independencia.
Además, Inglaterra llegó a ser la cabeza del British Empire, el Imperio Británico, el más poderoso hasta la Primera Guerra Mundial y todavía con gran fuerza hasta la Segunda. Susdominios, colonias, protectorados y otros territorios gobernados o administrados por la corona británica,llegaron a abarcar desde la India a Canadá, buena parte de África, Egipto, Palestina, Mesopotamia y otros territorios de Medio Oriente, también Australia y Nueva Zelanda, además de variados enclaves como las Islas Malvinas (Falklands) o la valiosa Hong Kong, recuperada por China recién en 1997.
Lo del referéndum de independencia de Escocia fue hasta hace poco una noticia casi inexistente en la prensa europea y mundial (sólo se le prestaba atención en España, por el “follón” de Catalunya y Euzkadi). Es que se daba por descontado que el “no” ganaría en Escocia por abrumadora mayoría. Pero la tortilla comenzó a darse vuelta en las últimas semanas. Las encuestas revelaron un crecimiento vertiginoso del “sí” a la independencia. Las más recientes lo dan ganador, aunque por un estrecho margen: el 51%.
Un tiro por la culata
Esa suposición –que la gran mayoría votaría seguir integrando el Reino Unido– probablemente motivó la facilidad con que Londres, en su momento, admitió que el Parlamento escocés convocara el referéndum. Esto puede resultar un tiro por la culata. Por eso suenan las alarmas no sólo en Inglaterra sino en toda la Unión Europea.
Las consecuencias comienzan a reflejarse, en primer lugar, con la caída de la libra esterlina frente al dólar y al euro, además de las cotizaciones en la Bolsa de Londres de diversas empresas y grandes bancos, que quedarían en situación comprometida con la ruptura.
Es que el voto por la independencia podría iniciar una reacción en cadena que vaya mucho más allá de lo que desean, tanto en Londres como los que dispusieron el referéndumen el parlamento escocés de Edimburgo.
En principio, el partido nacionalista burgués que hegemoniza hasta ahora la movida por la independencia –el SNP (Scottish National Party, Partido Nacional Escocés)– es una fuerza ultra-moderada, por no decir conservadora. Su “independencia” de Inglaterra es de cortísimo alcance. No sólo propone, por ejemplo, seguir con la libra esterlina inglesa como moneda, sino también con la actual reina Isabel al frente del “nuevo” Estado escocés (pero ahora comoreinado independiente[[1]]). ¡O sea, no habría ni siquiera una República de Escocia independiente!
Es que el SNP responde a sectores de la burguesía que, por un lado, quieren dar una salida nacionalista pero ultramoderada al descontento creciente de las masas trabajadoras y populares, castigadas por la crisis y el desempleo. El sentimiento popular a favor de la independencia se justifica porque, efectivamente, Escocia pagó en buena medida los “platos rotos” de la decadencia del Reino Unido incluso desde antes de la Segunda Guerra Mundial.
Ahora, el gobierno ultra-conservador de David Cameron y sus medidas de austeridad “salvaje”, no estimula a los escoceses a seguir en el mismo barco.
Pero también, por otro lado, hay otro factor que empuja a la ruptura, tanto a sectores de la burguesía como populares. Son las ilusiones en que Escocia logre “zafar” de la interminable crisis europea, convirtiéndose en un estado petrolero, no como Kuwait y los Emiratos, pero por lo menos como Noruega.
En efecto, en el Mar del Norte, que baña al Este lascostas de Escocia, hay grandes yacimientos de hidrocarburos. Gracias a ellos Noruega, en la costa opuesta, viene sufriendo mucho menos la crisis. La renta petrolera cubre el bache.
Seguir bajo la férula del Reino Unido, implica para Escocia percibir sólo unas pobres regalías mientras Londres ingresa la mayor parte de las ganancias. En cambio, la independencia (incluso con la reina Isabel a cuestas) significa que toda la renta petrolera irá al bolsillo del nuevo Estado escocés… y de sus capitalistas.
Apoyamos el derecho a la independencia, pero no hay que hacerse ilusiones si ésta queda en manos de la burguesía
Los trabajadores y el pueblo de Escocia tienen derecho a independizarse del Reino Unido. Pero si la independencia queda en manos de la burguesía (vía el Scottish National Party u otras fuerzas), ganarán poco o nada con el cambio.
Las aspiraciones a la independencia son justificadas no sólo por la presente crisis. El sometimiento de Escocia a Inglaterra, aunque se logró con la colaboración y complicidad de gran parte de la aristocracia escocesa, implicó una tragedia para amplios sectores populares. El ascenso mundial del Imperio Británico disimuló esto. Pero luego su decadencia lo ha vuelto a resaltar.
Pero, en medio de la actual crisis, ni allí ni en toda Europa, la solución de fondoserá la multiplicación de mini-estados, aunque existan razones justificadasde que el descontento popular se exprese en ese sentido.Sin dejar de apoyar ese derecho, señalamos la necesidad de levantar una alternativa de clase junto a los trabajadores ingleses y de todo el Reino Unido.
Europa: Las barbas en remojo…
“Cuando las barbas de tu vecino veas pelar,
pon las tuyas a remojar”
Este antiquísimo refrán es aplicable hoy, ante la perspectiva de que el referéndum de la próxima semana en Escocia consagre la secesión de uno de los estados más importantes de Europa, que además, junto con Francia, Alemania y Rusia, fue uno de los que determinó la configuración del continente desde la Revolución Industrial y la Revolución Francesa.
Sin embargo, la “inquietud” europea ante el referéndum de Escocia no es tanto de nostalgias del pasado sino de peligros del presente. Uno de los principales es que, al calor de la crisis, pueden incentivarse diversos separatismos.
Y no se trata de problemas en la lejana Ucrania… De consumarse la división del Reino Unido, habría un ejemplo concreto de qué tomarse, que podría tener más imitadores en Occidente.
A la cabeza de estos temores va por supuesto el Estado español, que además enfrenta una crisis económica y social más seria que la del Reino Unido, y también un deterioro y pérdida de legitimidad mayor de los aparatos políticos y del régimen monárquico. Para el 9 de noviembre próximo, el Parlamento de Catalunya ha convocado un referéndum similar al de Escocia, aunque con dos preguntas: 1) “¿Quiere que Cataluña sea un Estado?” y 2) “En caso de respuesta afirmativa, ¿quiere que este Estado sea independiente?”.
A diferencia del Reino Unido, no hay aún ningún acuerdo entre los gobiernos de Barcelona y Madrid sobre esta consulta. Este último estaría decidido a impedirla por la fuerza… y los políticos que la impulsan en Catalunya no parecen decididos a ir hasta las últimas consecuencias, como los republicanos separatistas del siglo pasado que la peleaban con las armas en la mano.
Sin embargo, eso no es “tranquilizador”. Por un lado Madrid, con un gobierno como el de Rajoy, no parece dispuesto a negociar ni siquiera un “termino medio”. Por el otro, en Catalunya, más allá de que Artur Mas no es Lluís Companys, la bandera de la independencia ha sido tomada por amplios sectores, con la esperanza también de que sea una salida a la crisis.
Además, Catalunya no es la única región del Estado español ubicada en la senda del “soberanismo”. El País Vasco es también candidato firme a la ruptura, aunque viene haciendo menos ruido que los catalanes. Pero si lo de Catalunya avanza, difícilmente Euzkadi quiera seguir atado a Madrid.
Pero el Estado español no es el único en problemas. Hay chisporroteos en otros países, aunque en su mayoría menos graves.
Bélgica es el que presenta un panorama más complicado. La división de Valonia y Flandes sigue sin cerrarse. En mayo pasado, el partido Nueva Alianza Flamenca (Nieuw-Vlaamse Alliantie, N-VA) ganó las elecciones, con un programa que plantea la separación de ambas regiones.
En Italia, el separatismo del norte, alentado por la derecha de la Lega Nord, tuvo sus picos electorales en los 90, y luego en la década pasada. Después, quedó desprestigiada junto a Berlusconi por la corrupción de sus dirigentes. Pero la falta de solución a la crisis por parte del actual gobierno del Partito Democratico, puede revivir el separatismo si no hay alternativas reales por la izquierda.
En Francia, la República dice ser “una e indivisible”, pero en Córcega sigue habiendo una minoría que está por la independencia.
En síntesis: al calor de la crisis europea, los problemas nacionales y regionales que parecían “superados” o dormidos, despiertan y echan a andar.
[1].- En verdad la actual reina Elizabeth II de Inglaterra ya es “técnicamente” reina de Escocia, pero con el nombre de Elizabeth solamente.
Por Claudio Testa, Socialismo o Barbarie, Socialismo o Barbarie, 11/09/2014