Sep - 13 - 2014

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Barcelona.- A ras del suelo, la ciudad era un desborde emocional. Familias enteras, grupos de amigos y alguno que otro caminante solitario se apelotonaban bajo un sol hiriente. Agitaban banderas, aplaudían, se sacaban fotos y coreaban a gritos la palabra mágica: «¡I-inde-inde-penden-cia!».

Desde el aire, la multitud incalculable amalgamaba una «V» gigantesca con los colores rojigualdos de Cataluña, a lo largo de dos de las principales avenidas barcelonesas, la Diagonal y la Gran Vía. Gente y más gente ordenada con precisión cibernética a través de 11 kilómetros.

Punta de la "V" de la Diada

Punta de la «V» de la Diada

Con esa alquimia de sentimiento y cálculo, el independentismo catalán desplegó ayer la manifestación más reivindicativa de su historia para exigir que se permita celebrar el 9 de noviembre una consulta popular sobre la posible ruptura con España.

La masiva «V» -de «votar» y de «victoria»- dio un impulso vital al plan del nacionalismo y marcó el inicio de la temporada separatista en Europa, que tendrá dentro de seis días el clímax del referéndum sobre la independencia de Escocia.

Las calles de Barcelona reafirmaban ayer los lazos entre la creciente rebeldía en Cataluña y el desenlace electoral que marcará el futuro de Gran Bretaña. El azul y blanco de la bandera escocesa era el único elemento que interrumpía la hegemonía del rojo y el amarillo.

Uno de los lados de la "V" de la Diada

Uno de los lados de la «V» de la Diada

«Presidente, ponga las urnas para votar. ¡Desde acá el pueblo convoca la consulta!», arengó Carme Forcadell, presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), la entidad civil que organizó la marcha.

Era un apoyo y, a la vez, una presión para el jefe del gobierno regional, Artur Mas, que en los próximos días tendrá que decidir si mantiene su promesa de llevar a cabo el plebiscito independentista en el previsible caso de que sea considerado inconstitucional en los tribunales.

El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, ratificó que no permitirá que se organice un referéndum de autodeterminación. Mas le respondió anoche sin adelantar si desafiará o no un fallo adverso: «No se puede silenciar la voz de un pueblo. No se puede impedir votar. Lo de hoy ha sido un mensaje atronador que Madrid debe escuchar».

La magnitud del acto por la Diada Nacional de Cataluña resultaba clave para empujar la consulta en un momento en que los separatistas atraviesan tensiones internas.

Mas respiró aliviado cuando a las 17.14 la «V» humana estalló en un rugido de independencia. Imposible saber si hubo 1.800.000 personas, como dijo la Guardia Urbana de Barcelona, o 520.000, como informó la Delegación del gobierno español.

En cualquier caso, la asistencia resultó enorme para una región que cuenta con 7,6 millones de habitantes. El separatismo logró sostener el poder de movilización con el que sorprendió al mundo en 2012.

«No vamos a volver atrás. Para mí la independencia ya es un hecho. Falta que España lo asuma y nos deje votar», opinó Albert Fuentes, un arquitecto que esperaba el inicio de la manifestación a 50 metros de la Sagrada Familia. Su hijo de tres años dormía en un cochecito con un sticker que decía «sí» pegado en la mejilla.

A miles de personas de distancia, Ana Collet marchaba con el kit completo del independentista: la bandera «estelada» atada al cuello como una capa, una remera roja con la inscripción «Ara és l’hora» y una pancarta que llamaba a la «desobediencia» contra el Estado español. «No pude evitar llorar cuando me vi en medio de la historia, construyendo el país de mis hijos», susurró. La rodeaban chicos de secundario y ancianos. «Llevo una vida esperando esto. ¡Mira que crecí con Franco!», exclamó Pere González Arnaud, jubilado.

En la Plaza de las Glorias, el ángulo de la «V», grupos de castellers formaban torres humanas que emergían de la multitud. Había jóvenes disfrazados de soldados del siglo XVIII, en homenaje a los «héroes» de la resistencia de Barcelona en la guerra de secesión española de 1714.

El 11 de septiembre se rememora la derrota que aquel año sufrieron las tropas catalanas que rechazaban la llegada al trono del primer Borbón, Felipe V. El nacionalismo identifica esa fecha con el fin de la autonomía de Cataluña, en una interpretación controvertida de la historia.

La batalla por la consulta soberanista encajó con el simbólico aniversario 300 de la caída de Barcelona. «Es hora de dejar de ser un pueblo que recuerda derrotas militares y convertirnos en uno que festeja una victoria pacífica», dijo la activista Muriel Casals, líder de Òmnium Cultural.

Había euforia en los organizadores, después de un trabajo de precisión científica para convertir la Diada en un mensaje político contundente. El último mes consiguieron que 500.000 personas se inscribieran vía Internet. A cada uno se les asignaba un tramo en el corredor de la Gran Vía o de la Diagonal y se les indicaba el color de la remera que debían vestir.

Miles de voluntarios se encargaron de acomodar a los asistentes. Los helicópteros de la TV pública de Cataluña corroboraron que la bandera a rayas se formó casi sin defectos a la hora señalada.

Por Martín Rodríguez Yebra, corresponsal, La Nación, 12/09/2014

Categoría: Estado español, Europa Etiquetas: