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Desde el 1º de julio pasado en que se produjeron las primeras manifestaciones, la ciudad-puerto de Hong Kong está viviendo una sucesión de marchas, ocupaciones, huelgas generales y otros actos de protesta. Con altibajos, esta serie de movilizaciones ha alcanzado ya las dimensiones de una gran rebelión, como las que han ido estallando desde el 2011 en muchos países, entre ellos los del mundo árabe.
El estallido de Hong Kong de por sí es importante, dado el papel de este enclave financiero y comercial de trascendencia mundial. Pero las consecuencias de esta rebelión pueden ser mucho más amplias que los escasos mil kilómetros cuadrados que ocupa esa ciudad-puerto. Es que Hong Kong es una “Región Administrativa Especial” de China. Entonces, el gran interrogante es si su rebelión se va a extender al resto de ese inmenso país.
El punto político que detonó esta revuelta, es además, un tema mortal para la dictadura del Partido “Comunista” Chino. Es decir, para la burguesía billonaria que acapara el poder a través de un partido que hace ya muchas décadas nada tiene que ver con el comunismo ni el socialismo.
“Un hombre un voto”… pero no para cualquier candidato
Hong Kong fue hasta 1997 un enclave colonial del Reino Unido. El imperialismo británico se había apoderado de ese territorio en 1841/42. Finalmente, en 1997, se vio obligado a devolverlo, cuando ya Hong Kong era un floreciente emporio comercial y financiero, que crecía vertiginosamente por el big-bang de la restauración capitalista en China y por ser además una de las capitales mundiales del neoliberalismo salvaje de los ‘90.
Para que la trasferencia del territorio a China se hiciese sin mayores problemas con su población, Pekín aceptó constituir una “Región Administrativa Especial”, donde existe un mayor grado de libertades políticas, sociales y culturales que en la dictadura burocrática del resto de China.[[1]] Esto se hizo bajo la publicitada consigna “un país, dos sistemas”, que abriría las puertas al retorno de la isla de Taiwán, separada del continente después del fin de la guerra civil y del triunfo de la revolución en 1949.
En verdad, aunque en Hong Kong hay algo más de libertades y derechos democráticos (por ejemplo, no existe la asfixiante censura de publicaciones que impera en el resto de China, o la total prohibición actividades políticas y sindicales independientes del PCC, etc.) las diferencias son en el fondo de grado más que cualitativas. Un derecho democrático fundamental –el de votar para elegir al gobierno–, no existe, por ejemplo.
Así, el jefe del Poder Ejecutivo es “votado” por sólo 800 personas “representantes de sectores económicos y sociales”… o sea por los billonarios de Hong Kong y sus socios y amigos, los billonarios de Pekín. La elección del poder legislativo es una farsa parecida, aunque algo más abierta… La mitad son designados “a dedo” como el Ejecutivo. Los otros son votados popularmente, lo que permitió la elección de algunos más independientes del PCC.
Esta situación venía alentando desde hace mucho tiempo el reclamo de que tanto el ejecutivo como el legislativo fuesen electos según el principio de “un hombre, un voto”. Se suponía que esto estaría vigente para las elecciones previstas en 2017.
Pekín terminó aceptando lo de “un hombre, un voto”… pero en las elecciones del ejecutivo sólo podrían presentarse tres candidatos. Y los tres serán nominados por el PCC.
En resumen: todos podrían votar… pero los candidatos los designan Pekín y sus amigos de Hong Kong. Para eso, se conformaría un comité de unas 1.200 personas (¡otra vez los “representantes de sectores económicos y sociales”!) que decidirían la lista.
Surge Occupy Central
A las protestas se fueron incorporando diversos sectores que, además de este reclamo democrático general, traen también sus propios agravios. En primera fila está la juventud estudiantil, pero luego se pliegan sectores del movimiento obrero y sindical, lo que facilitaría el éxito aplastante del paro general del lunes 29.
En esa oleada, se fortalece notablemente el movimiento Occupy Central, que emula en gran medida al Occupy Wall Street del 2011, que intentó ocupar inicialmente el centro de la zona financiera de Nueva York. Occupy Central se fijó también el objetivo de paralizar el centro financiero de Hong Kong.
Occupy de Hong Kong ya había adquirido notoriedad meses atrás, cuando en agosto organizó una consulta popular no oficial en la que unas 800.000 personas respaldaron la implantación del sufragio universal sin restricciones. Tanto el gobierno de la ciudad como el de Pekín no reconocieron esa consulta. Finalmente, el pasado 31 de agosto, las autoridades de Pekín ratificaron su decisión de no permitir una elección abierta del próximo gobernante de Hong Kong en los comicios de 2017. Esto redobló las protestas.
La creciente movilización fue respondida con una brutal represión del Ejecutivo de Hong Kong. Sin embargo, gases, camiones hidrantes, palos y numerosas detenciones no han logrado, hasta ahora hacer retroceder el movimiento. Por el contrario, después de cada ataque represivo, se han multiplicado las multitudes que ocupan permanentemente las zonas del centro financiero. Y además se ha extendido el apoyo entre la población. Ha comenzado a funcionar una amplia red de autoorganización para proveer agua, alimentos, atención médica y otras necesidades de los ocupantes.
Un elemento importante de este vuelco es la adhesión de sectores del movimiento obrero y sindical a la lucha. Así, la huelga general del lunes 29 tuvo la adhesión de la Confederación de Sindicatos de Hong Kong (HKCTU). En relación a los movimientos, hay que subrayar el desborde de las organizaciones oficiales, manejadas por el PCC, como la central estudiantil o sus sindicatos burocráticos.
Este movimiento no nace de la nada. En Hong Kong, por un lado, tiene el precedente de luchas de los trabajadores y también movimientos sociales (por ejemplo, de defensa de los trabajadores inmigrantes). El combate más resonante fue el año pasado una dura huelga de los obreros del puerto, que enfrentaron a Li Ka-shing, el patrón más rico de China y Asia. Por otro lado, el margen relativamente mayor de libertades democráticas, ha permitido el desarrollo de una vanguardia más politizada que en el resto de China. En Hong Kong hay así publicaciones y sitios web que reflejan los problemas y las luchas obreras y populares de todo el país, como el China Labour Net o el China Labour Bulletin.
Pero esto no significa que la recomposición política, el camino de la construcción de nuevos partidos obreros socialistas revolucionarios, sea un camino fácil y allanado. Como en todo el mundo, este renacimiento avanza pero desde muy atrás, combinado con ilusiones y carencias que hemos visto en los anteriores estallidos de rebeliones… y que habrá que superar…
El nombre del mismo movimiento Occupy que hoy está a la cabeza, sintetiza esas limitaciones. Su nombre completo es: “Occupy Central con paz y amor”.
Las perspectivas y sus variantes
Lo de Hong Kong, como decíamos inicialmente, abre perspectivas inéditas. Es que se trata, efectivamente, del más importante movimiento político que enfrenta la burocracia billonaria del PCC, desde las protestas de la plaza Tian’anmen, de 1989 en Pekín, que fueron ahogadas en sangre.
Pero, con toda su importancia económica y política, Hong Kong no es Pekín, capital de China. Por eso, una de las claves es si la protesta política se extenderá al resto de China. En esto, opera un complejo de factores a favor y en contra. El extraordinario desarrollo capitalista de China ha creado una nueva clase obrera que está dando muestras de una creciente y notable combatividad, enfrentando muchas veces condiciones de explotación atroces. También, hay, en los últimos años, decenas de miles de “incidentes”; es decir, de estallidos de ira popular, muchos de ellos, muy violentos.
Al mismo tiempo, aunque hay avances en la conformación de una amplia vanguardia sindical, el nivel de organización y conciencia políticas de esta nueva clase obrera viene remontando pero desde muy atrás. En la entrevista a Au Loong Yu, que publicamos en este edición pueden apreciarse tanto las dimensiones colosales del surgimiento de una nueva clase obrera en China y su creciente combatividad, como también las desigualdades y contradicciones de este proceso y el atraso de su punto de partida en cuanto a conciencia y organización sindical y política.
Cómo va a jugar todo esto en relación a lo de Hong Kong, es muy difícil de pronosticar. Por lo pronto, Pekín ha impuesto la más estricta censura en los medios. Y en lo poco que informa, habla de los “terroristas” que operan en Hong Kong. Esto indica que está atemorizado… pero al mismo tiempo logra que gran parte del resto de China no se haya enterado aún de lo que está pasando o lo haga a través de falsedades escandalosas.
Pero, por otro lado, la cortina de silencio y mentiras es insostenible a la larga. Pekín debe acabar cuanto antes con la rebelión de Hong Kong.
Si la “resuelve” concediendo un legítimo sufragio universal, donde se puedan votar candidatos que no sean solamente los designados a dedo por el PCC, establece un precedente mortal para el régimen.
Sin embargo, si quiere resolverlo como en Tian’anmen, enviando tropas y haciendo una masacre en Hong Kong, las consecuencias para un régimen que no tienen hoy la legitimidad de hace 25 años, podrían no menos graves…
Por eso, es explicable que Pekín haya quedado, hasta ahora, casi paralizado, vacilando entre opciones una peor que otra. ¡Pero esta relativa parálisis no puede durar mucho!
¡Solidaridad mundial con los estudiantes y trabajadores de Hong Kong!
Sea como sea, algo es indiscutible. La juventud y los trabajadores movilizados en Hong Kong necesitan de la mayor solidaridad internacional.
Si hasta ahora el régimen de los burócratas billonarios de Pekín no ha “resuelto” el problema con un baño de sangre, no es sólo por los inconvenientes internos que le provocaría. También pesa notablemente el repudio internacional y la pérdida de legitimidad de un régimen que se presenta en todo el mundo como promotor de la paz, en contraste con las barbaridades que los imperialismos de EEUU y Occidente.
En todo el mundo, es imperioso entonces movilizarse en apoyo a los jóvenes, los trabajadores y el pueblo de Hong Kong, que reclama el derecho elemental de votar a sus gobiernos.
¡Basta de represión en Hong Kong! ¡Fuera las tropas de Pekín! Apoyemos a los estudiantes y trabajadores movilizados contra los burócratas del PCC en Hong Kong y en toda China!
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[1].- Un arreglo similar se hizo con el vecino enclave portugués de Macao, que constituye la otra “Región Administrativa Especial” de China.
Por Claudio Testa, Socialismo o Barbarie Nº 307, 02/10/2014