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El pasado martes 4, se realizaron en EEUU las llamadas elecciones de “midterm”; es decir, de mitad del período presidencial. En ellas, Obama recibió una paliza feroz.
Se impusieron, incluso más allá de los pronósticos, los candidatos del Partido Republicano, que en el blindado mecanismo bipartidista yanqui le toca el rol de ala derecha.
La indiscutible y rutunda derrota de Obama ha llevado sin embargo a gran parte de la prensa latinoamericana e internacional a sacar conclusiones algo esquemáticas.
En verdad, este resultado electoral refleja distorsionadamente una realidad mucho más compleja que un puro y simple giro o vuelco a la derecha.
Recordemos que hace apenas un año, en octubre de 2013, el Partido Republicano estaba en medio de una grave crisis, con un alto repudio de la opinión pública por haber provocado el “shutdown” (“apagón”, “cierre”) del gobierno de EEUU. Con la cola entre las piernas –y no sin serias divisiones– los republicanos debieron dar marcha atrás y pactar con Obama la votación de sus presupuestos.
Ahora, las encuestas –que en EEUU suelen ser bastante exactas– indican que no ha habido variaciones substanciales en las opiniones políticas en general, ni en la adhesión programática al Partido Republicano, en especial.
El cambio fundamental se da en relación a Obama. Una buena parte de los que votaban por Obama le dieron la espalda a las elecciones: no se inscribieron o no fueron a votar. Otro sector, mucho menor, votó por los republicanos.
De una u otra forma, esto se expresó como un colosal “voto castigo” a Obama, un presidente que ha decepcionado, ya sin retorno, a los millones de trabajadores, jóvenes, afroamericanos y latinos que lo llevaron a la Casa Blanca en las presidenciales de noviembre del 2008. Y que luego lo sostuvieron en una y otra elección, por lo menos como el “mal menor”, frente a la “derecha” representada en el Partido Republicano y especialmente en los cavernícolas del Tea Party.
Pero en estas elecciones ya estaban hartos de esta jugarreta, que es en verdad un clásico mecanismo de estafa política. No ha sido, entonces, el amor a los republicanos y su Tea Party, sino la bronca y decepción con Obama la que ha producido estos resultados.
Obama, un “decepcionador serial”
Obama, efectivamente, podría ser definido como un “decepcionador serial”. Por supuesto, si hay una ley de hierro en la “democracia” burguesa, es la distancia entre las promesas e ilusiones preelectorales que se inyecta a las masas, y la triste realidad posterior de los gobiernos que votaron. Pero en eso también hay medidas y proporciones: esa distancia puede ser de algunos kilómetros o de muchos años-luz. Obama se ubica claramente en el último rango.
Como decíamos, Obama ganó la presidencia porque captó principalmente a tres sectores que por uno u otro motivo venían rechazando a las administraciones republicanas, que además habían llevado a EEUU a las desastrosas aventuras de Irak y Afganistán.
Esos sectores fueron 1) amplios sectores de la juventud estadounidense, 2) gran parte de la clase obrera y trabajadora y 3) las crecientes masas de origen latino o afroamericano. Obama acabó decepcionando a todos.
El principal terreno de esa decepción es la situación económico-social. Obama sube a la presidencia en 2008, al inicio de la crisis financiera y económica de EEUU que luego se transmitió al mundo.
Frente a la crisis, Obama actuó acatando las políticas neoliberales que le dictaban las corporaciones y Wall Street. No hubo la menor veleidad de “reformismo” o “progresismo”, como el de los gobiernos demócratas durante la anterior gran crisis, la Gran Depresión de los años ’30 del siglo pasado.
Pero, en su momento, Obama logró hacer pasar con poca resistencia y con un deterioro político relativamente “soportable”, todas las medidas antiobreras y antipopulares exigidas por los capitalistas. Curiosamente es ahora, cuando se proclama el “fin de la crisis” y cuando el empleo se ha recuperado relativamente, que se percibe una rabia fenomenal de la gente, un estado de ánimo furioso por el salario, las condiciones de vida y de trabajo, su porvenir, etc.
La cuestión es que la mal llamada “clase media” –es decir, la clase trabajadora norteamericana que antes de la crisis conservaba todavía un nivel de vida relativamente alto– hoy se encuentra con que ha descendido violentamente. Su realidad son salarios mucho más bajos, precarización, deudas y más deudas, hipotecas aplastantes, imposibilidad de ascenso social de sus hijos vía universidades que ya no pueden pagar, seguros de salud que no pueden cubrir, etc., etc. ¡Es el fin de la fábula del “american dream”, el “sueño americano”!
Entonces, hay una rabia generalizada en esos sectores, donde se combinan capas medias asalariadas, trabajadores “white-collar” o “blue-collar” y buena parte de la juventud, que fueron en su mayoría votantes de Obama. Están sacando cuentas, y ven que han sido los grandes perdedores estructurales de la crisis. Que se hable del “fin de la crisis” exacerba aun la rabia.
Es que están cayendo en la cuenta de que no es un ajuste de cinturón coyuntural sino un cambio histórico en su status económico-social.[1]
Afroamericanos y latinos, no menos decepcionados
Por otros motivos, que se combinan con los anteriores, afroamericanos y latinos no están menos decepcionados. En anteriores artículos de Socialismo o Barbarie se ha subrayado la importancia de que en la formación económico-social de EEUU, el sector WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant – blanco, anglosajón y protestante) de la población se va reduciendo en relación a los de origen latino, afroamericano, asiático, etc.
En buena medida, la elección de Obama debe mucho a ese fenómeno. Pero, una vez en la presidencia, ha hecho todo lo posible para decepcionarlos.
Una de las promesas de Obama que captó masivamente el voto latino fue la de aprobar una ley de inmigración, que facilitara la legalización de millones de trabajadores inmigrantes que hoy son “ilegales”. Esta ha sido una de sus burlas más crueles. No sólo no se aprobó ninguna ley. Obama se convirtió en el presidente que más “ilegales” ha expulsado.
La consecuencia –según la agencia France-Press– es que Obama “ha pasado ahora a ser llamado el «Deportador en Jefe» por el récord de al menos 2,3 millones de inmigrantes deportados durante su mandato”.(AFP, 03/11/2014)
Con los afroamericanos, la cosa no fue mejor. La crisis ha exacerbado la discriminación y el racismo. Durante los violentos episodios de Ferguson, en agosto de este año, el mundo vio cómo la policía blanca, como en las mejores épocas del Ku Klux Klan, asesina y apalea a los negros de los barrios pobres. Frente a esta situación escandalosa, el presidente afroamericano hizo todo lo posible para “lavarse las manos”.[2]
Es que Obama pertenece a una ínfima minoría de color que ha ascendido socialmente, y que es utilizada por la burguesía para sostener la farsa de que en EEUU ya no hay racismo, mientras las masas afroamericanas se hunden en la miseria, la discriminación, el desempleo y los salarios de hambre… y siguen siendo víctimas del racismo.
Uno de los peores aspectos de Obama es que también se ha negado a enfrentar la fraudulenta discriminación contra negros y latinos que se aplica en muchos estados, y que les niega el derecho a votar.
El sistema electoral yanqui es uno de los más antidemocráticos del mundo, pensado para excluir a los sectores sociales “indeseables”, trabajadores, pobres, negros, latinos, etc. No sólo se vota en días laborables, sino que no existe un padrón de todos los ciudadanos confeccionado por el estado. Para cada elección hay que inscribirse. Esto no sólo exige tiempo libre, sino que se presta a todo tipo de triquiñuelas para excluir a los “indeseables”, los que no sean WASPs. En muchos estados, sobre todo en los dominados por los republicanos, la exclusión va creciendo vertiginosamente. ¡Se está volviendo a los buenos tiempos en que sólo los blancos votaban!
¿Cómo ha respondido Obama? ¿Interviniendo para acabar con este fraude escandaloso y creciente? ¡De ninguna manera! Obama dice que la culpa… es de los negros y latinos. ¡Son políticamente perezosos! “El problema real –declaró Obama, en una entrevista– es la apatía de los negros.”[3]
¿Después de Obama, qué?: ¿republicanos, demócratas o una alternativa independiente?
Con esta elección, Obama se ha transformado en un “pato rengo”. En la jerga política yanqui, significa un presidente muy debilitado en sus últimos tiempos de mandato.
De alguna manera, gracias a Obama, los republicanos vieron servido su triunfo en bandeja. Pero para recoger ese triunfo electoral, debieron adoptar una táctica que el día de mañana se puede volver contra ellos.
En primer lugar, impusieron una cierta “disciplina” en sus filas, que había estado ausente en escándalos como el del “apagón” del gobierno, y que les costó un repudio generalizado.
En ese marco, se impuso como casi única consigna de campaña el “voto contra Obama”. Al mismo tiempo, todas las propuestas por la positiva se perdieron oportunamente en “la noche y la niebla”. Esto exigió en especial disciplinar y poner bozales a los sectores más extremos y chiflados del Tea Party.
De esa manera, le quitaron a los desmoralizados candidatos demócratas el argumento de reclamar el voto, como el “mal menor” frente a los desorbitados extremistas de derecha. Esta maniobra, que hace dos años le valió a Obama la reelección, fracasó ahora. Por un lado, como explicamos, la bronca anti-Obama es mucho mayor. Por el otro, los republicanos evitaron entrar en el terreno de las definiciones programáticas. Se limitaron a ofrecerse como el garrote para el “voto castigo” a Obama-
Este “vacío programático” republicano les rindió votos en dos sentidos. El principal, fue que una buena parte de los antiguos votantes de Obama o no se inscribieron o no fueron a votar. Pero también lograron que un sector los votase.
Sin embargo, estas triquiñuelas de ocultar el programa para capitalizar el voto castigo, es un equívoco político que puede volverse en contra. Dentro de dos años serán las elecciones presidenciales. Allí no está claro que el voto castigo vaya a ser tan eficaz ni que se pueda ocultar con tanta facilidad el programa archirreaccionario de los republicanos.
Por otra parte, el Partido Demócrata ya tiene en la cocina candidatos –como Hillary Clinton– que se han “instalado” como figuras diferentes y críticas de Obama.
De todos modos, republicanos o demócratas, con todas sus rabiosas peleas, son las dos caras distintas de la misma moneda: el dominio del gran capital, de las corporaciones del imperialismo yanqui, que han solucionado en parte su crisis hundiendo a los trabajadores, como ya explicamos.
Ninguno de ellos representa una salida favorable para la clase trabajadora y los sectores populares. Por eso, es más necesario que nunca poner en pie otra opción, romper el maldito bipartidismo, con una alternativa política independiente de ambos partidos.
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[1].- La prensa seria de EEUU y también algunos corresponsales extranjeros vienen escribiendo mucho sobre este estado de ánimo rabioso que ha presidido las elecciones y el “descenso” social. Ver: Adam Nagourney, “To Angry Voters, Washington Comes Out the Biggest Loser”, New York Times, Nov. 4, 2014 – Silvia Pisani, “La crisis en EE.UU. se esfuma… pero su clase media también”, corresponsal de La Nación, 03/10/2014 – Bill Schneider, “Democrats Are Having Trouble With the Working Class”, Huffington Post, Oct. 20 2014 – Bill Schneider, “’Meh’ Economy Muddies Mid-Term Election Picture”, Huffington Post, Oct. 3, 2014.
[2].- Ver: Rafael Salinas, “La rebelión de Ferguson – Crónica de un estallido anunciado”, Socialismo o Barbarie, 21/08/2014 ( http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=3182 ) y, en especial: “Se cae la fábula de la sociedad post-racial – Tres etapas del racismo en Estados Unidos”, Socialismo o Barbarie, 21/08/2014 ( http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=3183 ).
[3].- Justin Sink, «Obama: Apathy, not Voter ID, keeps minorities from polls», The Hill, 21 Oct. 2014.
Por Rafael Salinas, Socialismo o Barbarie, 06/11/2014