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“Cada 28 horas, algún policía, guardia de seguridad u otro empleado protegido por el gobierno de EEUU asesina a un hombre, una mujer o un niño negros… Sólo el 13% de esos muertos estaban presuntamente envueltos en alguna actividad criminal o amenazaban otras vidas… [Así, en los últimos años, han crecido] los asesinatos impunes extrajudiciales de las fuerzas policiales militarizadas que ocupan las comunidades negras… El racismo sistémico ha llevado a una creciente militarización y represión, que exacerba la crisis de derechos humanos que devasta las comunidades negras…” (“Operation Ghetto Storm: Annual Report on the Extrajudicial Killing of Black People”, Malcolm X Grassroots Movement. April 7, 2013)
Estados Unidos vive un estallido de protestas y movilizaciones antirracistas como no se veía desde hace décadas. Motivos no faltan. Un “Gran Jurado” decidió que no será procesado Darren Wilson, el policía racista blanco que acribilló al joven negro Michael Brown mientras levantaba los brazos mostrando estar desarmado.
Así, la justicia yanqui ratificó la norma de impunidad que cubre a las policías y cuerpos represivos estatales (y también a los guardias de “seguridad” privados), cuando se trata de asesinar al negro o al latino que les resulte “sospechoso”, aunque no exista ningún hecho, como un ataque, un arma o cualquier otro elemento material que confirme esa “impresión” subjetiva.
Las protestas estallaron, en primer lugar, en Ferguson, el pueblo de Michael Brown, localidad de la periferia de St. Louis, principal ciudad del estado de Missouri. Pero no sólo Ferguson, población de mayoría negra, sino todo el país estaba a la expectativa de ese “juicio”. Por eso, las manifestaciones rápidamente se fueron extendiendo. Al cerrar esta edición, seguían las protestas crecientes en más de 150 ciudades de costa a costa.
Es que, al mismo tiempo, lo de Michel Brown y el “juicio” a su asesino eran un test para comprobar si hay algo de verdad en que Estados Unidos ha mejorado en materia de racismo. Un racismo que históricamente se expresa de muchas formas. Una de ellas, es la impunidad para maltratar y hasta asesinar a quienes tengan el defecto de no ser WASPs (blancos, anglosajones y protestantes). Por eso, una de las principales consignas de las movilizaciones ha sido “Black lives matter!” (“¡Las vidas negras importan!”).
El resultado de este test ha sido categórico. Como en las mejores épocas del racismo oficializado, los tiempos del Ku Klux Klan, los linchamientos y las “leyes de Jim Crow”[[1]], también hoy hay impunidad garantizada.
Estados Unidos puede tener un presidente y otros funcionarios de color, y una pequeña minoría afroamericana que “ha hecho carrera”. Eso le permite presentarse al mundo con la mentirosa fachada de la “sociedad post-racial”.
Pero la cooptación de esa ínfima minoría no ha cambiado el fondo de las cosas. Como decíamos en otros artículos, “el racismo anti-negro (y ahora también anti-latino) cruza estructuralmente esa sociedad. Existe como pieza insustituible del mecanismo de explotación capitalista y del poder político de la gran burguesía imperialista y sus corporaciones… [Es que] el racismo no es sólo ni principalmente un sentimiento «subjetivo», puramente «psicológico», de blancos «malcriados». Es una relación estructural que ha sido esencial en la formación económico-social de EEUU ya desde su prehistoria colonial”. (Socialismo o Barbarie Nº 301, 21/08/2014)
Una farsa judicial escandalosa
El no procesamiento del policía asesino de Michael Brown se veía venir. Es que desde el principio al fin pintó como una farsa judicial grotesca.
En primer lugar, el policía no fue directamente a juicio por haber matado al joven negro. Primero su caso fue considerado por un “Grand Jury” (Gran Jurado), que decidía si lo imputaba o no. Sólo si el Grand Jury votaba afirmativamente, iba a juicio por asesinar a Michael Brown.
El Gran Jurado está compuesto por 12 ciudadanos de la comunidad, que supuestamente son elegidos por sorteo. Para decidir el destino del acusado –enviarlo o no a juicio– hace falta una mayoría de 9 votos.
Ferguson es una comunidad con gran parte de población negra. Pero –¡oh milagro!– 9 blancos y sólo 3 negros salieron ganadores de esa lotería. Nadie pudo explicar ese extraño comportamiento de la Diosa Fortuna, que desafía las leyes matemáticas de las probabilidades.
El hecho es que milagrosamente, desde el principio, el policía asesino contaba con una sólida mayoría blanca en el jurado. ¡Justo los 9 votos que necesitaba!
Pero el escándalo apenas comenzaba. El fiscal del estado, Robert McCulloch, que debe actuar como “parte acusadora” en cualquier proceso, se transformó de hecho en el abogado defensor del policía asesino Darren Wilson.
Desde el inicio, en la exposición del caso, el fiscal McCulloch, presentó al policía como la pobre víctima del hecho. Sintiéndose amenazado por un peligroso delincuente juvenil negro –Michael Brown–, el desvalido policía se vio obligado en defensa propia a descargarle doce balazos.
Que Brown no era un delincuente juvenil sino un estudiante aventajado, que no estaba armado y que según todos los testigos creíbles levantó los brazos cuando el policía racista lo encaró a la distancia, no fue tenido en cuenta por ese Grand Jury de mayoría blanca garantizada.
Y por si había algún peligro de que el policía Darren Wilson fuera a juicio, el fiscal tomó una medida insólita. Es norma en los Grand Jury, que finalmente el fiscal recomiende un cargo para enjuiciar al acusado. Rompiendo esa regla, el fiscal no pidió que fuese enjuiciado.
La conducta escandalosa del fiscal McCulloch significó no sólo la protección del estado a los policías racistas-asesinos. Ha sido también un claro estímulo del estado a que sigan haciendo lo mismo.
Al respecto, el principal implicado en el caso, el policía Darren Wilson, habló por todos ellos. En declaraciones a la prensa luego del juicio, dijo: “Tengo la conciencia tranquila y volvería a actuar del mismo modo…” (Agencia EFE, 25/11/2014). O sea, volvería a asesinar a afroamericanos indefensos.
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[1].- Leyes que consagraban la discriminación racial, que fueron abolidas gracias al gran movimiento por los derechos civiles del siglo pasado.
Por Rafael Salinas, Socialismo o Barbarie, 27/11/2014