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Barcelona ( http://sobesp.wordpress.com/ ).– Los días 18 y 19 de octubre, Podemos –la formación liderada por Pablo Iglesias que logró 1,2 millones de votos y cinco eurodiputados en las pasadas europeas del 25 de mayo– realizó su Asamblea Ciudadana. Fue el acto fundacional tras el cual Podemos se constituyó en “partido” y Pablo Iglesias en su secretario general. El “nuevo” partido adoptó el “modelo organizativo” presentado por el equipo de colaboradores de Iglesias. Y alrededor de 100.000 personas lo votaron por internet. Este acontecimiento ha dejado planteadas varias discusiones y debates.
Lo cierto es que Podemos aparece primero en intención de voto en las últimas encuestas, superando al PP, que gobierna, y al PSOE, que encabezaba la “oposición”. Esto nunca había sucedido con una formación tan joven, de sólo ocho meses de existencia.
Podemos ya consiguió un espectacular resultado en las europeas de mayo pasado. Y ahora consolida su arranque a siete meses de las elecciones autonómicas y municipales, y a un año de las generales. A las municipales no concurrirá con su marca, sino integrada en otras candidaturas.Y no menos cierto es que Podemos ha convulsionado el escenario político español, pudiendo hacer saltar por los aires el tablero electoral y permitiendo entrever un fin de ciclo en la política española si llegaran a confirmarse las predicciones de los sondeos.
Por esto mismo, todo el mundo se refiere a Podemos como un “fenómeno”. Y así como despierta ilusiones y esperanzas, también levanta temores e inquietudes. Dejando de lado los miedos que vienen del lado de la “casta” (término que usa Iglesias para evitar hablar de clases sociales, de ricos y pobres o de derechas e izquierdas) que se ve amenazada en sus posiciones y privilegios, las ilusiones que mueve Podemos alcanzan a amplios sectores de la población como también del activismo y la izquierda.
No desinteresadamente muchos hablan de Podemos como “la venganza de los indignados” o como los “herederos del 15M”, el 15 de mayo de 2011, cuando irrumpió el movimiento de indignados. Eso desató movilizaciones en todo el país contra la política de austeridad, los recortes, el bipartidismo, la monarquía y la corrupción. Rajoy interpeló al movimiento desafiándolo a conformar un partido y presentarse a elecciones para pelear por sus propuestas.
Para muchos, ese partido hoy existe y se llama Podemos. Y la posibilidad cada vez más concreta de que Podemos se haga un lugar en el Congreso, alimenta las esperanzas de oponerle algo “nuevo” o “distinto” a la basura que gobierna España desde la retirada del franquismo. Ese ha sido el espíritu y el motor del 15M, el cuestionamiento a los pilares fundamentales de la España de la transición, el enfrentamiento en las calles contra las consecuencias de los recortes, y el apetito y el deseo de que algo cambie.
Desde su nacimiento “Podemos” ha recogido mucho de este espíritu en su discurso y en su programa, y de hecho lo ha refrendado en las propuestas con las que obtuvo los cinco eurodiputados. Pero también es cierto que, a partir de su consolidación como fuerza política, se viene constatando –aunque no se diga o se quiera evitar hablar del tema, un curso de adaptación y un claro giro hacia el centro en sus propuestas programáticas, en su discurso y en su política. Todo esto va definiendo una estrategia puramente electoral y encarnando un proyecto que, engañosamente, pretende cambiar las condiciones de vida de los españoles desde el parlamento mediante la aplicación de tibias reformas a nivel del régimen. Y esto se contradice con el espíritu, los principios, los métodos, las demandas y reivindicaciones que el 15M puso sobre la mesa.
Rompiendo el tablero electoral y deslizándose al centro del tablero político
Puede decirse a grandes rasgos que la Asamblea Ciudadana fue un evento donde el debate se centró alrededor de las cuestiones de organización, subyugando a un segundo plano el debate político. Si bien las dos cuestiones que acapararon el centro de atención fueron la del “modelo organizativo” y el tema referido a la posibilidad de presentarse a las elecciones municipales del 2015 con el nombre Podemos, fue la primera la que se impuso y dominó la escena. En fin, mucho se discutió y se resolvió acerca de la “forma” organizativa de Podemos, pero poco o nada se debatió sobre su política, su estrategia y su programa.
Sin embargo, en el discurso inaugural de la asamblea y en sus posteriores y permanentes apariciones mediáticas, el propio secretario general se ha encargado de dar la pauta del proyecto programático que se empieza a delinear y efectivizar. Como todo el mundo ha tomado nota, evidencia un claro y rápido giro a la moderación. La mesura en el discurso, la cautela en las propuestas y la prudencia en la política, demuestran que Podemos se aleja cada vez más de las propuestas programáticas con las que supo ganar no sólo cinco eurodiputados, sino también la confianza de los que votaron por ellas y ven en Podemos una posibilidad de cambio real.
“¡Estamos aquí para ganar!, no para ser una fuerza testimonial. Un país entero nos está mirando. ¡Cuánta preocupación tienen los de la casta! ¿Verdad? Nosotros no tenemos miedo a discutir porque nos estamos jugando un país”. Estas fueron las palabras con las que Pablo Iglesias abrió la asamblea. Y entre gritos de “¡Sí se puede!” y “¡A por ellos!”, insistió en la posibilidad real de conquistar el poder frente a los partidos de “la casta”. Reconoció que el reto es “muy difícil” y afirmó que por eso “no podemos permitirnos ningún fallo”… sin clarificar la naturaleza política de ese posible “fallo”.
Asimismo, agregó que Podemos quiere ocupar “la centralidad del tablero político” español: el espacio de “una mayoría social que apuesta por la decencia” y por que “los ricos paguen impuestos, porque democraticemos la economía y no la dejemos en manos de mangantes”. Aseguró que los que ahora mandan “no tienen más patria que sus cuentas bancarias en Suiza o Andorra”, cuando la patria de los ciudadanos no es otra que un país dotado de los mejores servicios. “Patria es sentirte orgulloso de contar con los mejores hospitales y las mejores escuelas”. Porque “no es la casta la que hace funcionar el país, es la gente”, dijo, y exclamó: “¡Esa es nuestra patria, la gente!”. Iglesias prometió una campaña (se entiende que para las elecciones generales) “que se estudiará en las facultades de Política”. Y concluyó: “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”.
Efectivamente, el cielo se toma por asalto. Pero dicho asalto no podrá ocurrir con una política como la que propone ahora Iglesias. Se trata de una definición clara de corrimiento hacia el centro y un lavado del programa original, que deja de lado las grandes demandas estructurales y perfila un programa reformista. Es decir: un programa de reformas superficiales, de cambios cosméticos a nivel de régimen, sin tocar demasiado la estructura capitalista sobre la que se basa el Estado español heredero del 78. Y es que si no se atenta contra el sistema, el planteo estratégico de Podemos de conquistar lugares en el gobierno y aplicar reformas, se reducen a un fin en sí mismo; a lo sumo, a una administración reformista del país.
Este movimiento hacia el centro pudo verse en el escandaloso y canalla silencio de Podemos frente dos grandes cuestiones planteadas en la realidad del país el último año; la Ley del Aborto y el derecho a decidir de los catalanes. Ambos temas han dividido aguas, han movilizado y han llamado la atención de todo el mundo. Pero Podemos no ha dicho nada al respecto, ni a favor de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, ni a favor de los catalanes de decidir su futuro.
Iglesias ni siquiera se ha pronunciado en el programa de Ana Pastor, “El Objetivo” (que batió récord de audiencia), cuando ésta le preguntó por Sí o por No en un referéndum Monarquía-República. Habló de “proceso constituyente” y sostuvo que “monarquía o república es un debate viejo”. Y que, en todo caso, “la pregunta debería ser si los españoles somos o no mayores de edad para decidir si al jefe de Estado se lo elige en las urnas o por sangre azul”. La reciente abdicación del Borbón y las movilizaciones que le sucedieron exigiendo un referéndum por la República o el fin de la Monarquía parecen ser “viejos” para Iglesias. Sin embargo, estuvieron más a la izquierda que éste, al cuestionar o exigir el fin de una de las instituciones heredadas del franquismo.
Otro ejemplo de esta ubicación cada vez más hacia el centro, es el tema de la deuda externa. Si bien en el programa original presentado para las europeas pasadas se hablaba de “impago” de la deuda, ahora se habla de “no pago de la parte ilegítima mediante auditoría ciudadana”. Frente a esto la pregunta de Ana Pastor fue lapidaria: “¿no reconoce que están moderando el mensaje?” A lo que Iglesias respondió que “es una manera de evitar que digan (“la casta”) que no queremos pagar”. Pero lo que queda claro es que pagar no es lo mismo que no hacerlo, aunque sólo sean 50 euros. Y esto da más tranquilidad a la casta, que esperanzas y beneficios concretos a los españoles.
Por supuesto que, coherente con todo lo anterior y no por olvido o equivocación, los grandes ausentes en el discurso y en la política de la dirección de Podemos son los trabajadores. Y ni siquiera fue testimonial el apoyo que Podemos a importantes luchas obreras, como fueron las de los compañeros de Panrico y Coca Cola, por ejemplo.
Como muestra basta un botón. Este corrimiento hacia el centro del tablero político, que evidencia el abandono y la renuncia a las grandes demandas estructurales, indica al fin y al cabo la estrategia postulada por Podemos, que en palabras de Iglesias se resume en “ganar las elecciones” y llegar así a un “gobierno de la gente”. Es decir, se postula una estrategia puramente electoral con un programa claramente reformista, que sólo puede significar cambios superficiales a nivel del régimen, dejando todo lo demás tal cual está…
Por un reagrupamiento de los revolucionarios
A esto se suma la consagración de un régimen interno totalmente antidemocrático. Comenzando por la elección de la Asamblea Ciudadana, que bajo un ropaje “democrático” esconde todo lo contrario: el voto electrónico con la que las propuestas se validaron pone en el mismo plano a aquellos que hicieron un simple click desde su casa, y a aquellos que militan cotidianamente en la organización. También contribuye a dar un peso desproporcionado a Pablo Iglesias, altamente mediatizado. A esto se suma las propias resoluciones que se tomaron: elegir la dirección nacional a través de una lista cerrada, impedir a los círculos locales presentarse a las municipales, e impedir la doble pertenencia –es decir, pertenecer a la vez a Podemos y a otro partido– resolución dirigida directamente a los militantes de Izquierda Anticapitalista.
Esto tiene como objetivo acallar a la oposición interna, evacuar todo tipo de debate democrático mediante la apelación al “caudillo” mediático Iglesias, amo y señor de Podemos. Apunta además a impedir una verdadera elaboración colectiva en el seno de una formación que ha atraído a centenas de personas que vienen de los movimientos sociales y están realizando su primera experiencia política, cerrando así este auditorio a la izquierda revolucionaria.
En este contexto, en el cual la crisis económica sigue haciendo estragos, frente a la aguda crisis del régimen y el bipartidismo, y frente a la falsa y engañosa opción de salida reformista que propone la dirección de Podemos de cambiar las cosas desde el parlamento y con reformas, se hace necesario y urgente volver a poner en el centro de la escena a la clase trabajadora, sus luchas, sus métodos y su programa, como única garantía de mejorar verdaderamente nuestras condiciones materiales de vida.
Para levantar bien alto esta perspectiva, se hace imperioso discutir una intervención común de todos aquellos que nos reclamamos del marxismo revolucionario, como punto de partida fundamental para avanzar en el reagrupamiento de los revolucionarios.
Por Carla Tog, Socialismo o Barbarie - Estado español, 10/12/2014