Compartir el post "► El gobierno de Syriza cede a la presión del Eurogrupo y del Fondo Monetario"
El viernes 20 de febrero, el flamante gobierno griego y el Eurogrupo llegaban a un acuerdo in extremis para prolongar el “programa de ayuda” firmado por el gobierno precedente durante cuatro meses más. Luego de algunas semanas de negociaciones tensas –que tuvieron mucho de teatro–, las autoridades europeas lograron doblegar en lo esencial a las autoridades griegas, cuyos declaraciones rimbombantes contra la Troika y los planes de austeridad demostraron no ser más que saludos a la bandera.
Los detalles concretos del acuerdo aún están por definirse. En efecto, el acuerdo alcanzado el viernes solo estable una serie de normas generales a partir de las cuales era posible extender el programa de ayudas. La lista final, presentada por Grecia y aprobada por el Eurogrupo el martes, precisa las “áreas” sobre las cuales se apoyará la política fiscal griega, pero no es aún lo suficientemente preciso. A pesar de esta ambigüedad conveniente para ambas partes (permite cerrar un acuerdo y evitar una catástrofe, a la vez que lo hace el “pasable” para Grecia y la UE), algunas cuestiones de fondo pueden deducirse.
La primera es que Grecia se comprometió a no modificar en un ápice el statu quo. El fondo del acuerdo, realmente, es que Grecia acepta pagar religiosamente la deuda, reconocer como supervisores a la UE, el FMI y el BCE, y renunciar a toda medida unilateral progresista y a poner en cuestión los planes de ajuste aplicados hasta ahora. Por empezar, significa entonces que Syriza abandona completamente toda perspectiva de tocar el “talón de Aquiles” de la economía griega, el que lo ata y somete a las instituciones de crédito internacionales: la deuda externa, que ha alcanzado la cifra de 175% del PBI.
En segundo lugar, se acepta como único interlocutor válido a la UE, el FMI y el BCE, la famosa “Troika” que tanto fustigó Syriza. Esto significa no solamente que serán estas instituciones las que decidirán en el futuro si los griegos han hecho bien la tarea y son “dignos” de recibir los siguientes tramos de rescate, sino también que cualquier reforma progresista del gobierno deberá ser validada por la Troika, órgano de las burguesías imperialistas y anti-obrera hasta la medula.
El último punto es tal vez el más significativo. El gobierno griego renuncia a volver sobre las medidas tomadas durante el plan de ajuste anterior (por ejemplo, a reestatizar las empresas privatizadas). Así, en los hechos, acepta el estado de devastación económica y social en que el país se encuentra sumido. A esto se suma el abandono de toda medida unilateral progresista que venimos de describir, y que impide que se dé una salida al servicio de las necesidades obreras y populares.
El contorno –aún ambiguo– del acuerdo tampoco es buena señal. El eje esta puesto en la lucha contra la evasión fiscal (tráfico de gasolina y cigarrillos, por ejemplo) y contra la “corrupción” en el Estado (reducción del número de ministerios y de recursos acordados a los parlamentarios).
Esto último parece acorde al programa de Syriza, que había prometido acabar con el “Estado clientelar” del PASOK y Nueva Democracia. Pero también puede volverse contra los sectores populares: el “control del gasto” de las estructuras del estado se aplicaría también a la sanidad, por ejemplo, en un país donde los hospitales públicos por falta de insumos se ven obligados a derivar pacientes a los centros autogestionados.
Además, Syriza no sólo renuncia a reestatizar las empresas privatizadas por el antiguo gobierno. El acuerdo firmado establece, además, que se evaluaran las futuras privatizaciones para que sean “lo más rentables posibles económicamente”. Muchas de las promesas centrales de Syriza se han convertido ya en papel mojado. La suba del salario mínimo sigue apareciendo, pero sin plazo ni monto establecido. Su aumento se haría “sin dañar a la competitividad de la economía” y en “acuerdo con los socios europeos”. Las políticas para hacer frente a la crisis social y humanitaria (acceso a la vivienda, electricidad, alimentación) figuran en el acuerdo, pero sólo se llevaran adelante en la medida en que “no dificulten los objetivos fiscales”.
Esta capitulación a la velocidad de la luz debe ser explicada de manera materialista. El problema de fondo es que el gobierno de Syriza, de bases estrictamente parlamentarias y con una perspectiva puramente posibilista, tuvo un abordaje puramente economicista y no político de la cuestión. Toda su estrategia se limitó a las negociaciones por arriba para tratar de encontrar el estrecho margen que el mantenimiento del statu quo actual permite.
Pero está claro que, desde el punto de vista puramente económico (y en el marco del respeto total del orden capitalista), la posibilidad de impulsar una salida progresista a la crisis tiende a cero. La economía griega se encuentra devastada y para hacer frente a los vencimientos de deuda e incluso al funcionamiento del Estado, se ve obligada a recurrir al financiamiento externo. A eso se suma la enorme presión económica de las últimas semanas: una fuga de capitales brutal, que aumenta la tendencia a la falta de liquidez de los bancos, y que habría alcanzado 1.000 millones de euros tan solo el jueves y viernes pasado.
Frente a esto, la única solución hubiera sido como mínimo el control de capitales (una medida realmente anticapitalista hubiera sido la nacionalización de la banca) y la suspensión del pago de la deuda. Estas dos medidas, que no son en sí mismas anticapitalistas, son las únicas que hubieran posibilitado establecer una relación de fuerzas favorable, y recuperar un margen de maniobra para dictar algunas medidas progresistas en el país.
Pero esta solución, eminentemente política y no puramente económica, no estaba en lo más mínimo en los planes de Syriza. El alfa y omega de su estrategia es la negociación por arriba con la Unión Europea. Claro que, al no salir de los márgenes actuales, se le impone a Syriza una ley de hierro: la solución puramente económica, reformista, posibilista, no puede llevar sino a la capitulación frente a la UE y el Fondo Monetario Internacional, que manejan todos los hilos de la situación actual.
Este acuerdo parece haber sido aceptado por una parte del electorado de Syriza. El sector más eurófilo, antiguos votantes del PASOK, lo vería con buenos ojos, con un crisol de argumentos posibilistas: hemos ganado tiempo, todos saben que Syriza no iba a cumplir sus promesas, había que hacer sacrificios para mantenerse en el euro, etc. Esta es, sin duda, una de las “almas” electorales de Syriza, más susceptible de aceptar la capitulación y cuyos rasgos reformistas o posibilistas (además de la resignación frente a un sistema político donde “todos mienten”) hacen que el acuerdo sea visto como el “mal menor”.
Pero no todo ha sido color de rosas para la formación de Tsipras. Un sector de su electorado y su base ha votado a Syriza con la esperanza de terminar con los planes de austeridad y de aplicar medidas que respondan a las necesidades más urgentes de los sectores populares. Este fenómeno es el que ha comenzado a expresarse por arriba, en las criticas más o menos abiertas no sólo del “sector de izquierdas” de Syriza (donde intervienen varias organizaciones trotskistas), sino también de dirigentes de peso y que vienen de tradiciones políticas más cercanas a las del núcleo de dirección.
La expresión más significativa de esto sido la carta abierta publicada por Manolis Glezos, verdadera autoridad moral de la izquierda griega, reconocido resistente al nazismo que bajó la bandera nazi de la Acrópolis en 1941. El mismo ha criticado abiertamente el compromiso alcanzado por el gobierno griego, en la carta cuyos pasajes principales reproducimos aquí:
“Renombrar a la Troika como ‘instituciones’, al memorándum como ‘acuerdo’, y a los prestamistas como ‘socios’, de la misma forma que llamas pescado a la carne, no cambia la situación anterior. […] El pueblo votó lo que Syriza había prometido: que anularíamos el régimen de la austeridad, que no es sólo la estrategia de la oligarquía alemana y de los prestamistas europeos sino también de la oligarquía griega. […] Sin embargo, ha pasado un mes y esa promesa todavía tiene que hacerse realidad. […] Por mi parte, PIDO DISCULPAS [en mayúsculas en el original] al pueblo griego, porque yo también tomé parte en la creación de esta ilusión. Sin embargo, antes de que se continúe en la dirección equivocada, antes de que sea demasiado tarde, vamos a reaccionar. Los militantes, amigos y simpatizantes de Syriza deben realizar reuniones urgentes, en todos los niveles de la organización, deben decidir si aceptan esta situación. […] Algunos dicen que para hacer un trato tienes que hacer concesiones. Por principio, entre opresores y oprimidos no puede haber conciliación, como no los puede haber entre esclavos y conquistadores.”
Esto es sin duda el reflejo del descontento de sectores la militancia de Syriza y más en general de sectores de la sociedad griega, que ven en el acuerdo una capitulación, que significa en los hechos abandonar toda perspectiva de romper con la austeridad. De lo que se tratará en las próximas semanas, es de ver en qué medida este descontento se sigue desarrollando y si el mismo se expresa no sólo en el terreno de las opiniones y declaraciones, sino también en la movilización real de las masas.
Desde el principio hemos dicho que el carácter puramente parlamentario de Syriza, su negativa a apoyarse en la movilización de las masas, era uno de sus principales límites a la hora de dar una salida progresiva a la crisis. Aunque las declaraciones de dirigentes de Syriza sean un reflejo del descontento y puedan ayudar a desprestigiar la política capituladora de Tsipras, no pueden ser en sí mismas suficientes para revertir el curso actual de Syriza y de los acuerdos con la UE.
De lo que se trata es de profundizar la movilización desde abajo, para imponer las medidas anticapitalistas necesarias a la resolución de los problemas de la crisis desde los intereses de los trabajadores y el pueblo.
La primera tarea es repudiar la capitulación de Syriza, explicar pacientemente los límites de su política y proponer un programa alternativo a la crisis griega. Sólo mediante la más amplia lucha de los explotados y oprimidos podrá invertirse la situación actual.
A esto se suma, como tarea de primer orden, la solidaridad internacional con el pueblo griego. Al doblegar al gobierno griego (y a la voluntad de acabar con la austeridad que reflejaba de manera distorsionada), la burguesía imperialista quiere acabar con cualquier intento de los pueblos europeos de oponerse a la política de ajuste.
Por eso, el ministro de Finanzas alemán se regocijaba públicamente frente a las “dificultades de Syriza de explicar este acuerdo a su electorado”. Para impedir que la derrota de Grecia sea la derrota de todos los pueblos europeos, hay que redoblar la solidaridad internacional y defender la perspectiva de una Federación de Repúblicas Socialistas frente a la actual Unión Europea opresora y al servicio de las burguesías imperialistas.
Para pelear por esta perspectiva, es necesario avanzar en la construcción de una organización revolucionaria independiente de Syriza, que vaya hasta el final en el enfrentamiento con la UE y los planes de austeridad y ponga al orden del día las medidas anticapitalistas necesarias para una salida estructural de la crisis. Solo defendiendo entre amplios sectores de la clase trabajadora y la juventud una alternativa socialista a la crisis, se podrá acompañar la experiencia y avanzar hacia una ruptura de fondo con la dominación capitalista.
Declaracion de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie, 25/02/2015