Mar - 20 - 2015

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“Grecia: Una capitulación a velocidad de la luz sobre los temas de fondo,
cuyos contornos concretos están aún por definirse.”
(“El gobierno de Syriza cede a la presión del Eurogrupo y del Fondo Monetario”,
Declaración de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie, 25/02/2015)

El 20 de febrero pasado, se firmaba en Bruselas, luego de agónicas “negociaciones”, los acuerdos entre el nuevo gobierno de Grecia y los verdugos de ese país; es decir, la asociación de vampiros capitalistas que opera con los nombres de “Unión Europea” y “Eurozona”.

En su momento, Tsipras y su posmoderno ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, los presentaron como una victoria. Darían al nuevo gobierno encabezado por Syriza, cuatro meses de respiro, para iniciar un viraje histórico. Según ellos, quedaría sepultada para siempre la política de ajuste, hambre y miseria, impuesta por la llamada “Troika” (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI).

El mismo Tsipras, aunque advertía que “hemos ganado la batalla, pero no la guerra”, proclamaba que “el viernes [20 de febrero] dimos un paso decisivo, dejando atrás la austeridad, los rescates y la Troika… Hicimos fracasar el plan de las fuerzas conservadoras en Grecia y en el extranjero para asfixiar a nuestro país y demostramos que Europa es un espacio para la negociación y los compromisos beneficiosos para las partes” [Tsipras, discurso por la TV griega, EFE, 21/02/2015].

El mismo viernes, en Bruselas, Varoufakis decía más o menos lo mismo: “Hemos dejado atrás el rescate. Es sólo un paso, pero todo logro comienza así, con un simple paso” [El País, 21/02/2015].

Por nuestra parte, señalábamos que en el acuerdo del 20-F, Syriza había cedido en todas las cuestiones esenciales, desde mantener el control de la Troika (rebautizada ahora como las “tres instituciones”) hasta seguir pagando religiosamente la fraudulenta deuda a los bancos alemanes y europeos…

Pero también, como citamos más arriba, subrayábamos que en el marco de esa capitulación había muchos “contornos concretos que están aún por definirse”. Es en ese terreno que a menos de un mes de su firma el acuerdo está en crisis y, de hecho, el gobierno de Syriza se ve ante la disyuntiva de tener que renegociar para peor esos “detalles” concretos aún indefinidos… o ir a una ruptura y enfrentamiento que no desea bajo ningún concepto.

Berlín no cree en lágrimas

Un refrán ruso de hace siglos dice: “Moscú no cree en lágrimas”. Hoy habría que actualizarlo diciendo “Berlín no cree en lágrimas”. Efectivamente, al imperialismo alemán, patrón indiscutible de la Unión “Europea”, no le ha bastado que Tsipras y Varoufakis hayan cedido en todos los puntos esenciales, como explicamos en nuestra citada “Declaración”.

Así, poco después de firmado el acuerdo, el BCE (Banco Central Europeo) dispuso prohibir a Grecia la emisión bonos para lograr algo de liquidez, cuando el país se encuentra al borde de la cesación de pagos; es decir, de un default. También la UE mantiene “trabado” el desembolso de un tramo pendiente del “rescate” europeo y que representa unos 7.000 millones de euros que evitarían esa cesación de pagos. En síntesis: aprieta la soga en el cuello de Grecia, de manera que se ahorque si hace cualquier movimiento brusco.

Esas y otras disposiciones “hostiles”, que empujan a Grecia al default que supuestamente los acuerdos de Bruselas habían evitado, son paralelas a medidas anunciadas por el gobierno griego que se pueden definir como de “asistencialismo de la miseria”. Es algo que en América Latina conocemos de sobra, por ejemplo, con la “Bolsa Familia” de los gobiernos del PT en Brasil, los distintos “planes” en la Argentina K, las “misiones” del chavismo, etc., etc.

Esas medidas asistencialistas no significan un cambio revolucionario de las relaciones sociales ni menos aún la expropiación del gran capital, ni nada que se le parezca. Pero eso no significa que los capitalistas, o por lo menos la gran mayoría de ellos, las acepten satisfechos porque lubrican la “paz social”.

En Europa, este rechazo puede ser incluso peor que en América Latina, porque el capitalismo europeo aún no ha consumado la tarea de sepultar las conquistas históricas que debió otorgar –sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial– bajo la amenaza de revoluciones. Para resolver la crisis de la que no termina de salir, el capitalismo europeo quiere lograr “competitividad”; o sea, acabar con esos gastos inútiles en salarios relativamente altos, salud, educación y otros despilfarros. Y Grecia es también, en ese sentido, un “banco de pruebas” de la UE.

Como decíamos, luego de las negociaciones de Bruselas, el gobierno de Syriza intentó poner en marcha un moderado programa asistencialista. Tsipras fue a la televisión y anunció diversas medidas, como restablecer el servicio de electricidad a familias en la extrema pobreza, frenar algunas ejecuciones hipotecarias, etc. Pero sus medidas asistencialistas están severamente limitadas por el compromiso asumido en Bruselas de que no pueden tener consecuencias presupuestarias.

Días después se anunció el freno de algunas privatizaciones, entre ellas las de compañías de electricidad y petróleo, así como de sectores de los puertos de El Pireo y Tesalónica. Simultáneamente, informó que los ingresos de futuras privatizaciones irían también a las cajas de pago de pensiones (jubilaciones).

Asimismo, aunque a cuentagotas, se iniciaría la reincorporación de despedidos en algunos sectores del estado, como la TV pública.

Un salto en la popularidad… pero nada de movilización

Aunque las medidas asistencialistas son por demás tímidas, han logrado un salto en el apoyo popular al gobierno. Según sondeos de opinión, si volvieran a hacerse hoy las elecciones, el apoyo a Syriza se duplicaría. Pasaría del 40 al 80 por ciento, aproximadamente[1]. Esto es aprovechado por Tsipras para “amenazar” a la UE con… llamar a nuevas elecciones o a un referéndum. ¡Votar, sí! ¡Movilizar, no! Esa es la norma de Tsipras y de la mayoría de Syriza.

En el forcejeo con la UE y sus patrones de Berlín, Tsipras apela a cualquier arma… menos a la única que podría ser realmente efectiva y temible: movilizar, poner en pie de guerra a esa gran mayoría de los trabajadores y el pueblo de Grecia que hoy lo apoya. Y, desde esa movilización revolucionaria, apelar al resto de los trabajadores y la juventud europea, que ya están hartos de austeridad, de desempleo, de ajustes y más ajustes, mientras un puñado de billonarios se ha hecho dueño de todo.

Por el contrario, su política –por lo menos hasta ahora– es mantenerlos en la total pasividad. Sólo cuentan como votantes o en los sondeos de opinión. En ese sentido, las corrientes como Syriza siguen presentando –por menos hasta ahora– una diferencia importante con el nacional-populismo latinoamericano, como el chavismo o el peronismo (aunque en otros aspectos se les parezcan): no movilizan. Todo comienza y acaba en los circuitos electorales.

La movilización de las clases trabajadores y de las masas juveniles y populares desahuciadas por los planes de ajuste, no está en su agenda.

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[1].- Costas Lapavitsas, “Grèce. La deuxième phase et les défis de la sortie de l’euro”, A l’encontre,  le 14 mars 2015.

Por Claudio Testa, Socialismo o Barbarie, 19/03/2015

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