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Las capitulaciones de Tsipras, así como los “límites” que trata de ponerles, reflejan dos aspectos contradictorios.
Por un lado, que el movimiento obrero y de masas no está movilizado, no está “a toda máquina”, como sucedió en ciertos momentos en que hizo trastabillar a gobiernos y parlamentos.
Pero también, por otro lado, refleja que las cosas comienzan a “moverse”, aunque no todavía a la medida que sería necesaria para impedir la firma de otro ruinoso Memorándum. Comienza a haber luchas obreras pero no de conjunto, sino contra ataques puntuales; a saber, en la sanidad por la ruina de los hospitales, en los portuarios por las privatizaciones, etc.
Aquí se combinan una complejidad de factores, desde las derrotas sufridas a lo largo de estos años, que se han traducido en primer término en despidos masivos, hasta las expectativas que las cosas se arreglarían por vía electoral-parlamentaria, con la subida de Syriza al gobierno.
A eso se añade que ha sido una preocupación fundamental de Tsipras y de la mayoría de Syriza alentar la desmovilización y un electoralismo químicamente puro, tanto antes como después de las elecciones. Luchando no se va a ninguna parte; en cambio, votando se pueden cambiar las cosas. Ésa es la conclusión tácita que los dirigentes de Syriza alientan en la conciencia de las masas trabajadoras, aprovechándose de los terribles golpes recibidos de los patrones y los anteriores gobiernos.
Guiándose por ese principio, en estos meses de presiones y chantajes desvergonzados de la Troika, nunca fueron respondidos por el gobierno con el menor intento de movilización, aunque fuese para seguir negociando en mejores condiciones. Menos aun con iniciativas de impulsar movimientos solidarios a escala europea, entre otros motivos para contrarrestar la infames campañas xenófobas de la prensa europea, en primer lugar de Alemania, que presentan a los griegos como haraganes que no quieren trabajar.
Además, muchos países de la Unión Europea, sufren en mayor o menor medida, planes de austeridad y miseria, como el pueblo griego. En España, Portugal, Irlanda, Italia y tantos otros –incluso Francia y la misma Alemania– hay sectores más o menos amplios que no está satisfechos con los esclavistas de la UE y la Troika. Pero Tsipras y su gobierno no hicieron nada para moverlos, tanto en Grecia como fuera de ella.
Dentro del país, Tsipras sólo se acordó de las masas trabajadoras y populares cuando habló, a fines de abril, de la posibilidad de convocar a un referéndum en relación a los puntos en debate con la Troika. Pero a esto contestaron Merkel y su ministro de Finanzas, que aceptaban el desafío de hacer una consulta. A partir de allí, Tsipras se cayó la boca sobre el tema.
Esto nos remite a un argumento de larga data, tanto de Tsipras como de otros sectores de “izquierda”, para justificar sus capitulaciones: que la mayoría del pueblo griego quiere seguir en la UE y/o en la “eurozona”.
Por supuesto, es un hecho a tener en cuenta. Pero, a partir de allí, hay dos políticas, una la de Tsipras & Cía., la de alentar esa falsa conciencia. Durante años dijeron a los griegos que están muy bien sus ilusiones en la UE y el euro. Y que la lucha es por la reforma de la Unión Europea.
La otra política posible, la política de los revolucionarios, es la de no mentir a las masas, decirles la verdad, por más dura y desagradable que ella sea. Explicar pacientemente la naturaleza de la Unión Europea y, en primer lugar, la esclavitud que implica la eurozona. Aprovechar para eso la experiencia nefasta con el euro y la UE.
Esto, por supuesto, no implica ignorar las realidades ni las relaciones de fuerza adversas, que pueden obligar a retrocesos y concesiones. Pero una cosa es eso, y otra muy distinta es mentir a los trabajadores griegos, pintando de rosa a sus peores enemigos, diciéndoles que la UE y la eurozona son “un espacio para la negociación y los compromisos beneficiosos para las partes”.
Tsipras y su corriente en Syriza han alentado esas nefastas ilusiones, sin combatir a esos engendros del capital financiero levantando una alternativa socialista y revolucionaria.
Por supuesto, esto no se soluciona con mera propaganda ni tampoco con la “ambigüedad creativa” del profesor Varoufakis. En estos momentos lo decisivo sería que el renacido descontento y las incipientes luchas que reaparecen en distintos sectores, desborden los límites “sindicalistas” y sectoriales: que confluyan en un gran movimiento político contra la Troika y el nuevo Memorándum de hambre y miseria que pretenden imponer a Grecia y sus trabajadores.
Por Claudio Testa, Socialismo Barbarie, 21/05/2015