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Introducción: un punto de inflexión en la guerra contra el “Estado Islámico”
El 29 de enero de 2015, las tropas kurdas 1 de las YPG/YPJ anunciaron la completa liberación de la ciudad de Kobane, una pequeña ciudad kurda situada en el norte de Siria, en la frontera con Turquía, de las garras del Estado Islámico (EI), tras cuatro meses de encarnizados combates. Este enorme triunfo fue continuado por la liberación de gran parte de su periferia rural: esto significa el fracaso total de la ofensiva iniciada por el EI en septiembre de 2014. Se trata de la primera gran derrota del EI en territorio sirio, y quizás también la más grande que ha sufrido en su existencia hasta el momento.
Las imágenes de la batalla de Kobane recuerdan a las de Stalingrado en la Segunda Guerra Mundial: una ciudad destruida, en la que se peleó calle por calle, casa por casa. Al igual que en aquella, los defensores se vieron sometidos a un durísimo asedio durante largo tiempo, y pelearon en una evidente inferioridad de condiciones hasta que pudieron invertir la relación de fuerzas. En ambos casos, parecía que se peleaba contra gigantes invencibles, que nadie había podido derrotar hasta el momento. En ambos casos, los “gigantes” terminaron cayendo a manos de la resistencia popular. Está por verse si, al igual que en 1943, el triunfo de la resistencia permite invertir el destino de la guerra y concluir con la derrota total de los agresores.
Ya comienza a haber señales de que esto último podría estar ocurriendo. La contraofensiva de las YPG/YPJ y de sus aliados árabes (bajo las banderas del Ejército Sirio Libre 2), con el apoyo de los bombardeos aéreos de la “coalición internacional” encabezada por EEUU, lograron quebrar las líneas defensivas del EI en toda la región de Kobane, empujando a los invasores cada vez más lejos. Esto plantea en el corto plazo la posibilidad de batallas decisivas por el control de importantes enclaves del EI en la frontera sirio-turca. Por otro lado, el ejemplo de Kobane ya está siendo imitado también en otras zonas del Kurdistán sirio: allí la misma combinación de tropas del YPG-YPJ y la aviación internacional consiguió infligir importantes derrotas al EI.
La dinámica abierta en Kobane podría empezar a configurar entonces una auténtica amenaza existencial para el “Estado Islámico” en Siria. Si el EI lograra ser expulsado del país a manos de los kurdos y de sus aliados árabes 3 (y de todas las etnias), sería un gigantesco triunfo popular, de una gran importancia política. Su caída implicaría la liberación de miles de personas del yugo de la opresión y la barbarie jihadista.4 Más aún, liberaría un torrente de energía contenida en los sectores democráticos y progresivos de la región, en la lucha más general contra el conjunto de los regímenes opresivos.
Esto es así porque el jihadismo ha jugado un rol profundamente contrarrevolucionario en Siria y en todo Medio Oriente. El EI en particular se ha dedicado sistemáticamente a masacrar a los activistas que comenzaron y encabezaron las protestas contra el régimen, a los combatientes armados que liberaron sus zonas de las tropas de Al Assad, etc. El EI viene actuando desde su formación como un inhibidor de las fuerzas revolucionarias, absolutamente funcional al régimen. Al mismo tiempo que se encarga de liquidar y desmoralizar sistemáticamente a los opositores a Al Assad, con su infinito despliegue de barbarie consigue horrorizar a la mayoría de la población y legitimar la prédica del régimen, “o mi dictadura o el abismo”.
La “revolución de Rojava”
El destino más general de la guerra contra el Estado Islámico, sin embargo, es solo uno de los aspectos que se pusieron en juego en la batalla de Kobane. Existe también otro aspecto, todavía más profundo por su contenido.
Esto tiene que ver con el carácter político-social, no de los agresores del EI, sino de los defensores de la ciudad: las YPG-YPJ. El carácter “no tradicional” de ese ejército salta a la vista en cualquiera de las imágenes transmitidas por los medios de comunicación: en todas ellas, se ve en la primera plana a las mujeres combatientes, fusil en mano. Este es un rasgo absolutamente excepcional, y que por sí solo ya hace una gran diferencia con la mayoría de los actores regionales. Sin embargo, este es solo uno de los aspectos de la cuestión.
Lo que determina el contenido político-social de las YPG-YPJ es la experiencia histórica de la que son producto. Es decir, la experiencia de auto-gobierno de Rojava y de profundas transformaciones sociales que comenzó a mediados de 2012 en el marco de la guerra civil siria, tras la retirada de las tropas del régimen sirio de esa región.
La experiencia de Rojava no se reduce solamente a la conquista de la autodeterminación étnica o nacional de una minoría oprimida. Allí ocurrió algo más profundo y de mayor significación política: comenzó un proceso de contenido emancipatorio con rasgos de “revolución social”, de autoorganización y protagonismo popular con un rol muy destacado de las mujeres. Se trata, sin embargo, de una gesta popular pero no obrera, dada la ausencia de industria o de grandes estructuras capitalistas en la región que estructuren un proletariado moderno.
El resultado de este proceso es que en Rojava se puso en práctica una experiencia de tipo comunal con elementos de “democracia desde abajo”. Decenas de organizaciones populares y asambleas locales conforman la columna vertebral de la administración civil. El protagonismo de las mujeres en la vida política, social y militar es parte inescindible de este proceso global. El crecimiento económico ha intentado encausarse a través de bases cooperativas. Todo el proceso se desarrolla bajo el signo del laicismo. Se trata en síntesis de una experiencia muy progresiva 5, especialmente en el marco del reaccionario contexto regional.
Por todo lo mencionado anteriormente, el contenido de la “batalla de Kobane” es mucho más que su forma. No se trató solamente de una disputa entre kurdos e islamistas por el control del norte de Siria. Se trató de un choque entre perspectivas políticas y sociales mayormente opuestas, de dos principios radicalmente diferentes para reorganizar el Medio Oriente. Mientras el “Estado Islámico” pretende hacer retroceder siglos enteros a la región, la experiencia comunal de Rojava plantea una salida sobre bases progresivas.
El triunfo alcanzado en Kobane, por lo tanto, alumbra el camino no sólo para erradicar al monstruo reaccionario del EI, sino también para emprender la tarea de reorganizar Medio Oriente sobre nuevas bases sociales, muy diferentes a las de los regímenes hoy dominantes: las putrefactas dictaduras militares, monarquías tribales, teocracias, “democracias” neoliberales y autoritarias, etc. En este sentido, más allá de sus límites políticos, es un ejemplo muy valioso que la izquierda revolucionaria debe propagandizar, extrayendo las conclusiones que puedan servir para el acervo más general de la lucha de clases en este período. A esta tarea pretende aportar este artículo.
En el primer apartado desarrollaremos dinámica político-militar de la batalla de Kobane, explicando por qué ha llegado a adquirir toda su importancia internacional. En el segundo apartado, desarrollemos el aspecto de la experiencia comunal de Rojava y su carácter de laboratorio de transformaciones sociales. En el tercer apartado desarrollaremos las coordenadas más generales del ciclo regional, realizando un breve balance de la Primavera Árabe y de sus efectos en Siria, para poder ubicar a los procesos de Kobane y Rojava en su marco político concreto.
1- La batalla de Kobane
1.1 La peligrosa expansión del Estado Islámico
El desarrollo del Estado Islámico no entra dentro de los límites temáticos de este artículo. Sin embargo, hay algunos elementos que son imprescindibles para comprender la batalla de Kobane: especialmente, aquellos que hacen al marco político en el que se desenvuelve. Por eso introduciremos a continuación algunos trazos generales de su evolución.
La organización hoy denominada Estado Islámico tiene sus orígenes en 2003, en el marco de la invasión yanki a Irak. Allí fue creada como rama iraquí de la conocida organización jihadista Al-Qaeda. Alcanzó inicialmente cierta importancia como parte de la guerra civil sectaria desatada en ese país en 2006. Sin embargo, el primer salto cualitativo de esta organización comenzó con la guerra civil siria. En 2013, se transformó en Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS por sus siglas en inglés) como producto de la fusión con una fracción de la rama siria de Al Qaeda.6 Unificó entonces el “teatro de operaciones” de ambos países, lo que le dio un considerable poder militar. Desde entonces desarrolló una dinámica ascendente en Siria, especialmente luego de derrotar a otros grupos de la oposición anti-al Assad y dominar sus territorios. Esto le permitió establecer allí su capital: la ciudad de Al-Raqqa.
Su crecimiento y acumulación en Siria le permitieron expandir también lentamente su presencia en Irak, especialmente luego de la retirada final de las tropas yankis. Contribuyó a ello también la creciente ruptura política entre las tribus sunitas y el gobierno central chiita 7, que adquirió el rasgo de una insurrección étnico-tribal. La combinación de todos estos factores permitió entonces su segundo gran salto cualitativo: a mediados de 2014, el ISIS invadió y conquistó la ciudad iraquí de Mosul (tercera ciudad más grande del país). En ese contexto el ISIS proclamó el “restablecimiento del Califato” y cambió su nombre a “Estado Islámico”, con una connotación universal.
Pero ¿cómo pudo el ISIS hacerse con el control de una ciudad tan importante como Mosul?
El hecho más decisivo es que las Fuerzas Armadas iraquíes prácticamente se “derritieron” ante el avance del ISIS. Es decir, no presentaron combate: simplemente huyeron desordenadamente.
Irónicamente, los yankis habían armado a las FF.AA. iraquíes con tecnología de punta tras la invasión de 2003, con el objetivo de combatir al “terrorismo”. Pero esas Fuerzas Armadas fueron completamente incapaces de hacerlo. Apenas tuvieron que enfrentar a los “terroristas”, escaparon dejando sus arsenales abandonados. Gracias a ello, hoy los “terroristas” manejan poderosos obuses, vehículos blindados y hasta tanques americanos.
El ISIS se vio entonces enormemente fortalecido, tanto en el terreno militar (por sus adquisiciones) como en el político (por el enorme prestigio que ganó). Más aún, obtuvo una conquista de valor estratégico: consiguió infundir terror en sus adversarios, ganándose la fama de ser una fuerza invencible. El ejército iraquí comenzó entonces a desbandarse en masa, regalándole una importante parte del país al EI
Lo mismo ocurrió inicialmente con los peshmerga, las tropas del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí. El gobierno del Kurdistán de Irak, a diferencia de las YPG-YPJ del Kurdistán sirio, es un firme aliado de Estados Unidos. Los peshmerga conforman un ejército profesional, fuertemente armado. Sin embargo, abandonaron también sistemáticamente sus posiciones, hasta que se vio amenazada la misma existencia del Gobierno Regional.
El EI se estaba convirtiendo en una amenaza demasiado real para los aliados regionales del imperialismo, sin que nadie fuera capaz de defenderlos seriamente. Volver a desplegar tropas terrestres yankis en Irak no era una opción posible, dada la enorme oposición de la “opinión pública” tanto dentro de cómo fuera de los EE.UU.8 La propia campaña de Obama se había basado en la promesa de retirarse de Irak, y cuando ésta se realizó fue anunciada como un gran triunfo.
Por esta razón, en agosto de 2014 Estados Unidos se decidió por lo opción menos costosa políticamente: envió a su Fuerza Aérea a bombardear al Estado Islámico en Irak, pero sin tropas terrestres. Ésta, sin embargo, era una “solución” muy precaria: todo el mundo es consciente de que sin una fuerza militar “sobre el terreno”, una derrota total del EI es imposible.
Obama quedó entonces cuestionado globalmente por su política hacia Medio Oriente. Esta situación se agravó con las ejecuciones barbáricas por parte del EI de ciudadanos estadounidenses que habían sido capturados en Siria: las enormes repercusiones mediáticas del hecho terminaron de instalar el problema del EI en la opinión pública occidental.
Mientras tanto, las YPG-YPJ venían resistiendo ya desde el inicio de la guerra civil siria contra las distintas fuerzas jihadistas que intentaron conquistar sus territorios. Allí comenzaron a ganarse la fama de ser una fuerza militar especialmente disciplinada y efectiva. Más aún, jugaron un importante rol también en Irak en la liberación de los yazidíes asediados por el EI en el monte Sinjar (allí donde los peshmerga se habían retirado en desbandada). Esto les otorgó un especial prestigio y los comenzó a ubicar como un actor capaz de jugar un rol más global en la lucha contra los jihadistas. En este contexto comenzó el asedio de Kobane.
1.2 El asedio de Kobane
En septiembre de 2014, aprovechando que los bombardeos norteamericanos todavía no habían sido extendidos a Siria, el EI comenzó su ofensiva sobre Kobane. Buscaba con esto un doble objetivo: lograr el dominio completo sobre una amplia franja continua de la frontera turco-siria, y mostrar que podía seguir teniendo triunfos militares resonantes pese a los bombardeos en Irak. Los dirigentes del “Califato” pensaron que en Kobane podían lograr una victoria relativamente sencilla sobre las YPG-YPJ, pero se equivocaron.
La ofensiva del EI comenzó con una fuerza arrasadora, dada su importante superioridad numérica y de equipamiento militar. Por esta razón, a principios de octubre ya había logrado confinar a la resistencia kurda a unos pocos bloques dentro de la ciudad, amenazando con liquidarla.
Por un lado, el EI cuenta con una fuente casi inagotable de refuerzos: miles de combatientes reclutados en las zonas que controla en Irak y en Siria, sumados a los miles que migran de todas partes del mundo para incorporarse a la Jihad. Por otro lado, cuenta también con el material bélico de primera categoría que sus brigadas consiguieron saquear del ejército iraquí. Por último, y no menor, cuentan con poderosas fuentes de financiamiento: desde la extracción y venta de petróleo hasta los aportes generosos de oscuros “donantes privados” del Golfo Arábigo.
Por si fuera poco, el EI cuenta con el apoyo tácito del gobierno de Turquía, país miembro de la OTAN. Erdogan, el presidente turco, es un islamista supuestamente “moderado”, aliado de Estados Unidos. Es un enemigo acérrimo de las YPG-YPJ, a las que designó como “organizaciones terroristas” por su pelea por la autodeterminación del pueblo kurdo, y especialmente por sus tendencias comunalistas.
La política de Erdogan es jugarse a asfixiar a la defensa de Kobane: quiere que el EI haga el “trabajo sucio” de barrer a la resistencia kurda. Por esta razón, Turquía mantiene un criminal bloqueo 9 contra las YPG-YPJ, impidiéndoles cruzar la frontera para reforzarse y abastecerse en los bastiones kurdos de ese país.
1.3 La heroica resistencia de las YPG-YPJ
Contra todo este despliegue se tuvieron que enfrentar las YPG-YPJ. En tanto guerrilla popular, contaban solamente con armas ligeras para hacerlo. Y sólo con esas armas resistieron heroicamente contra el EI hasta avanzado el mes de octubre, en una relación de fuerzas abrumadoramente desfavorable. En esas condiciones, el solo hecho de no haberse disgregado ni abandonado sus posiciones, ya es de por sí un enorme mérito.
Por esta razón la resistencia de las YPG-YPJ se había ganado un enorme prestigio, no solo entre los kurdos de todo Medio Oriente, sino entre todos los sectores democráticos y progresistas del mundo. Se daba la siguiente paradoja: todos los “ejércitos profesionales” de la región se desbandaban al enfrentar al EI, y los bombardeos yankis en Irak no estaban teniendo tampoco resultados significativos. Sin embargo, las YPG-YPJ se mantenían firmes y resistían heroicamente.
Ante los ojos de la “opinión pública”, los kurdos de Siria se habían convertido en la única fuerza militar capaz de hacerle frente al Estado Islámico, de ponerle un freno, y de demostrar de esa forma que el EI no es invencible. Las YPG-YPJ aparecieron enarbolando la bandera de los valores democráticos y progresistas universales contra el “fascismo de disfraz islámico”.
En ese marco, Estados Unidos no tenía margen político para dejar asfixiar a la resistencia de Kobane, especialmente en tiempos en que su política hacia el EI era cuestionada en todo el planeta por ineficaz. Por esa razón, hacia mediados-fines de octubre, Estados Unidos, Turquía y el Gobierno Regional del Kurdistán de Irak (afín al imperialismo), acordaron un cambio en su política hacia el conflicto de Kobane. Obama decidió enviar a su Fuerza Aérea a bombardear también al EI en esa ciudad. Simultáneamente, Turquía permitió el ingreso a la ciudad de un batallón de los peshmerga iraquíes, dotado de armas pesadas.
Estos apoyos permitieron terminar de invertir la correlación de fuerzas: los guerrilleros de Kobane no sólo consiguieron repeler exitosamente los ataques del EI, sino que lograron inclusive pasar a la contra-ofensiva e ir paulatinamente recuperando el terreno perdido. Durante los siguientes meses el EI se vio obligado a abandonar posición tras posición, sufriendo cientos de bajas. Finalmente, debió retirarse de la ciudad en su totalidad, y luego de toda de su periferia rural.
1.4 Algunas conclusiones políticas de la resistencia
La gesta de Kobane cobra especial valor cuando se la contrasta con la performance de los bien pertrechados y entrenados “ejércitos profesionales” de la región. El ejército del Estado Iraquí prácticamente colapsó cuando tuvo que comenzar a enfrentar al EI, quedando al borde de la disgregación total. El ejército del Estado sirio durante largo tiempo ni siquiera intentó ir a una ofensiva seria contra el EI, y cuando tuvo que enfrentarlo sufrió varias derrotas desastrosas.10 Inclusive los peshmerga kurdos iraquíes se retiraron en más de una ocasión sin dar pelea, cuando sus posiciones en Iraq fueron amenazadas por el EI. Es decir: de nada sirvieron los millones de dólares que los tiranos regionales invirtieron en armar hasta los dientes a sus Fuerzas Armadas.
¿Cómo puede explicarse, en contraste, el éxito militar de este “ejército irregular” de las YPG-YPJ, sin soldados profesionales ni gran armamento?
A diferencia de los “ejércitos profesionales” de los Estados tradicionales, los milicianos de Kobane pelean por mucho más que por un “deber profesional” (es decir, dinero), o que por abstractas ideas de patriotismo (es decir, por la defensa de gobiernos tiránicos). Los defensores de Kobane pelean por la perspectiva de una sociedad organizada sobre nuevas bases, completamente diferentes a la actual. Este es el motor central de su resistencia, la fuente de su tenacidad y su éxito militar.
Por esta razón, cuando los otros ejércitos desertan o se disgregan, las y los guerrilleros del YPG mantienen firmes las líneas de combate. Por esta razón la población local los apoya masivamente y ayuda activamente en su lucha. Por esta razón cuentan con una gran simpatía internacional.
Esta enorme fuerza moral, y una organización político-social-militar compacta y disciplinada son las claves para la victoria: ésa es la enseñanza de todas las guerras revolucionarias.
No son las armas o los millones de dólares invertidos en un ejército los que resuelven mecánicamente una guerra. El factor más poderoso a lo largo de la historia es el contenido político-social de la pelea. Así los ejércitos de la Revolución Francesa destrozaron a las fuerzas de la monarquía. Así triunfo el ejército anti-esclavista del norte de Estados Unidos contra el Sur esclavista. Así triunfó en Rusia el Ejército Rojo obrero y campesino contra la contrarrevolución, y pudo luego derrotar al nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Así triunfó la revolución cubana contra el ejército proyanqui de Batista. Así fue derrotado Estados Unidos en Vietnam.
Un ejército que encarna principios político-ideológicos superiores a los de la sociedad existente tiene un poder mucho mayor que solamente el de su equipamiento. Porque sus soldados tienen razones para pelear hasta el final. Porque puede conseguir una enorme base de apoyo y de reclutamiento. Porque puede “derretir” la base social de su adversario y desmoralizar a sus combatientes antes todavía de que empiece la batalla.
Todo lo contrario ocurre con los ejércitos que no encarnan ninguna perspectiva política superadora. No pueden sostenerse más que como “fuerzas mercenarias”, incapaces de pelear a fondo. No consiguen que nadie quiera ayudarlos en su pelea, ni que decenas de miles de personas se enrolen en sus filas voluntariamente (tanto en los frentes de combate como en la retaguardia). Inclusive pueden lograr lo opuesto: que su enemigo pueda reunir más apoyo y más fuerza moral. En ese caso, la derrota está asegurada.
Una de las conclusiones centrales de la batalla de Kobane, por lo tanto, es que la derrota de las fuerzas reaccionarias de Medio Oriente (sean islamistas o nacionalistas burguesas), no es posible si no es en manos de una fuerza político-social que pelee por acabar con la explotación y la opresión, y no por mantener las lacras de la sociedad existente. Sólo una auténtica revolución social, con los trabajadores, la juventud y las mujeres a la cabeza, puede llevar a fondo esta tarea.
2- Rojava como experiencia comunal y laboratorio de transformaciones sociales
Dedicaremos este apartado al análisis específico de la experiencia de Rojava en tanto proceso de “revolución desde abajo”, de poder comunal y de transformaciones sociales.
2.1 El contenido “sociológico” de la experiencia de Rojava
Medio Oriente en su conjunto se trata de una región muy heterogénea y compleja, que combina estructuras y relaciones sociales “modernas” con estructuras y relaciones profundamente atrasadas y hasta primitivas.
Este último aspecto, el atraso, se manifiesta en múltiples planos. Desde el punto de vista geográfico, en Medio Oriente existen enormes regiones desérticas o muy escasamente pobladas, zonas pastoriles, etc. En el aspecto social, persisten estructuras de tipo tribal, es decir, familias extensas que forman redes de “solidaridad social” transversales a todos los grupos sociales, pero que a la vez establecen segmentos que los dividen y –en muchos casos– enfrentan entre sí. Desde el punto de vista étnico-lingüístico-religioso-cultural, existen cientos de grupos diversos, con las más variadas identidades, costumbres, creencias, etc., que lo convierten en un mosaico profundamente heterogéneo y con muy escasa unidad: el rasgo más permanente es la fragmentación. En el aspecto económico, por último, tienen todavía un enorme peso la producción agraria y manufacturera de pequeña escala, al igual que el pequeño comercio.
Existe una fuerte desigualdad entre países globalmente más modernos (como Turquía y Egipto) y otros más atrasados (como los de la península arábiga). Pero también existen enormes desigualdades al interior de cada país. Una cosa es la Siria urbana y otra muy diferente sus zonas rurales (sin hablar de las desérticas). La mayoría de los combatientes de las “brigadas rebeldes” sirias proviene de las zonas rurales o periféricas, mientras que en las grandes ciudades la población tiende a mantenerse al margen de la guerra civil. Mientras en el campo pesa más el conservadurismo religioso, en las ciudades pesa más el laicismo. Esto explica parcialmente la diferencia en las dinámicas de la guerra civil y del proceso de movilizaciones urbanas que le precedieron.
Rojava en su conjunto se trata de una región periférica, esencialmente rural. El Kurdistán sirio está dividido en tres cantones discontinuos entre sí, todos ellos ubicados en el norte de Siria, en la frontera con Turquía: Efrin al Oeste, Kobane en el Centro y Jazira en el Este (en la frontera con Irak). Habitan estos cantones entre tres y cuatro millones de personas (incluyendo el flujo de refugiados de guerra).
En su interior se encuentran las tierras más fértiles de Siria, que durante años proveyeron de grano al resto del país. También se encuentran importantes yacimientos petrolíferos, de donde se extraía una considerable parte del combustible del país.
Sin embargo, el régimen sirio siempre se opuso a la industrialización de esta región, por lo cual quedó relegada a la mera producción de bienes primarios. Ni siquiera el petróleo es refinado en esta región. No existe, por lo tanto, una economía industrial ni de grandes ciudades.
Citamos a continuación a un autor que permite ilustrar el contenido sociológico de esta región (y por lo tanto, de su experiencia):
“Otra política implementada fue que Al Jazera sólo debía producir trigo y petróleo. Esto significó que el gobierno se aseguraba de que no hubiera fábricas, empresas e industria en la zona. Al Jazera produce el 70% del trigo sirio y es muy rica en petróleo, gas natural y fosfatos. Así que la mayor parte de la gente se dedicaba a la agricultura en los pueblos y pequeñas ciudades, y en las ciudades más grandes se podía encontrar gran cantidad de comerciantes y tenderos. Además, algunas personas eran empleadas por el gobierno en educación, sanidad y autoridades locales, en el servicio militar como soldados y pequeños contratistas en los municipios” (Zaher Baher, “El experimento del Kurdistán oeste (Kurdistán sirio) ha probado que el pueblo puede realizar cambios”).
Estas bases materiales delimitan a los actores sociales y políticos de la experiencia democrática de Rojava. Se trata de una gesta popular 11, pero no obrera: no hay un proletariado industrial ni una “clase asalariada” más o menos compacta, que impriman su sello histórico al proceso.
Este contenido social contrasta con el “ambiente urbano” en el que se desenvolvió la Primavera Árabe, especialmente en países como Egipto. Allí la dinámica del proceso se vio fuertemente marcada por la presencia, por un lado, de una poderosa juventud urbana “conectada” a través de las redes sociales, y por otro, por la intervención activa del movimiento obrero. Ambos actores sociales se encuentran ausentes en las experiencias de Kobane y de Rojava en general.
Este aspecto periférico señala un “límite” objetivo en cuanto a la dinámica global del proceso, y especialmente en cuanto a sus perspectivas más estratégicas. Sin embargo, eso no lo quita un ápice de su valor político, especialmente dadas las coordenadas coyunturales y estructurales de la región que desarrollamos en este artículo. La revolución en la periferia y la revolución en las grandes ciudades deben complementarse en un único gran movimiento de transformación social y política.
2.2 Un proyecto para el Kurdistán: el Confederalismo Democrático
La experiencia de Rojava no nació espontáneamente, ni partió de una “tabla rasa” político-ideológica. Por el contrario, esta experiencia fue preparada durante largo tiempo por el PYD (Partido de la Unión Democrática), fundado en 2003 en el Kurdistán sirio, y que adquirió desde entonces una amplia influencia de masas en su región.
Las concepciones político-ideológicas del PYD, a su vez, fueron tomadas de su “organización madre” en Turquía: el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK son sus siglas en kurdo).
El PKK fue fundado en Turquía a fines de la década de 1970. Se trataba en sus orígenes de una organización “marxista-leninista” clásica que luchaba por un Estado kurdo independiente, unido y socialista. Para esto utilizaba, al igual que muchas organizaciones en esa década, la estrategia de la “lucha armada” de tipo guerrillero. Esta organización logró conseguir una importante base de apoyo entre los kurdos de Turquía, conformando una fuerte organización militar. La lucha que entabló contra el Estado turco (miembro de la OTAN) le valió su designación como “organización terrorista” por las grandes potencias imperialistas.
Tras la caída de la URSS, en todo el mundo empezaron a soplar “nuevos vientos” ideológicos, poniendo en crisis a las viejas organizaciones de la izquierda estalinista, maoísta, guevarista, etc. El PKK atravesó ese período con fuertes trasformaciones: su líder, Abdullah Ocalan (encarcelado en el Estado turco) comenzó un viraje político-ideológico muy similar al que ocurrió en México con el EZLN del “Subcomandante Marcos”.
Desde la prisión, Ocalan fue adoptando ideas de tipo anarquista o autonomista. Especialmente desde la década del 2000, comenzó a formular el nuevo programa estratégico del PKK: el Confederalismo Democrático. Resumiremos a continuación sus principales trazos.
El punto nodal de esta nueva perspectiva es el rechazo a la idea tradicional de que el problema de los kurdos se solucionaría con la creación de un Estado-Nación kurdo. Por el contrario, la perspectiva del Confederalismo Democrático parte de una impugnación global al concepto de Estado-nación. Esta crítica tiene un aspecto más general y uno particular. El aspecto general, es el rechazo a la idea de una organización verticalista que organice la vida social. En este sentido, la propuesta es organizar la sociedad abajo hacia arriba, desde las comunidades locales, con la participación de todo tipo de asambleas y organizaciones populares.
El aspecto particular tiene que ver con la consideración de la situación específica de Medio Oriente. La región se caracteriza por la coexistencia de miles de grupos étnicos y religiosos, cuya distribución “sobre el terreno” no se corresponde en modo alguno con los Estados-Nacionales. Más aún, nunca podrían hacerlo, porque en cada localidad, en cada pueblo o ciudad conviven decenas de grupos diferentes, distribuidos de maneras irregulares, discontinuas, dispersas, etc. No hay forma alguna de hacer entrar la geografía social de la región en los moldes del “Estado-nación”.
Estos dos aspectos se combinan en la perspectiva de organizar la vida social a través de una confederación de pueblos, grupos y etnias, de abajo hacia arriba, de lo local hacia lo general. Esta forma “no-estatal” de organización sería la única manera de acabar con los siglos de guerras fratricidas que caracterizan la historia del Medio Oriente.
Esta visión igualitaria, libertaria y de rechazo a la opresión, tiene su correlato en la perspectiva del rol de las mujeres en la sociedad. Medio Oriente es una región especialmente conservadora, con un muy fuerte peso de las relaciones y la cultura patriarcales. La opresión hacia la mujer llega a niveles insoportables en gran parte de la región, y se redobla en las zonas rurales o pastoriles, en las poblaciones más periféricas y en los estratos más bajos de la sociedad. Por esta razón, el “Confederalismo Democrático” plantea la centralidad del objetivo de la emancipación de las mujeres de toda forma de opresión, partiendo de su auto-organización desde abajo. La perspectiva es la formación de organizaciones de mujeres que jueguen un rol fundamental en la vida social, en los organismos de gobierno y en la defensa militar.
2.3 La “revolución” del 19 de julio
El proceso político que condujo a la experiencia democrática de Rojava comenzó en 2011, con el estallido de movilizaciones masivas en toda Siria contra Al Assad (como parte del proceso más general de la Primavera Árabe). Esto tuvo su impacto en el Kurdistán sirio, con un auge de la movilización y organización popular de los kurdos como parte del movimiento general de resistencia contra el régimen.
En ese marco las propuestas del Confederalismo Democrático impulsadas por el PYD comenzaron a llevarse a la práctica entre los kurdos de Siria, desarrollándose un movimiento por el auto-gobierno y la auto-gestión. Comenzó también la puesta en pie de grupos armados para la auto-defensa de los kurdos, orientados por el PYD.
La transformación más decisiva, sin embargo, ocurrió en el marco de la guerra civil siria. El punto de quiebre fue la “revolución” del 19 de julio de 2012: un levantamiento por el cual las milicias kurdas comenzaron a hacerse con el control de la mayor parte de las ciudades de Rojava (y de los barrios kurdos de otras ciudades). Paulatinamente, el régimen de Al Assad fue retirándose de las zonas kurdas.
El estallido de una insurrección armada en gran parte del país había llevado a una enorme presión sobre las fuerzas militares del régimen. Abrir un nuevo frente de combate contra el Kurdistán sirio podía significar grandes perdidas para Al Assad, y hubiera empujado a los kurdos a participar en la guerra civil del lado de la oposición siria.
Al mismo tiempo, el régimen sirio tenías algunas “garantías” políticas para esta retirada: el PYD se negaba a unirse al resto de la oposición siria en su guerra por derrocar a Al Assad, constituyendo en los hechos una especie de “acuerdo de no-agresión”.
Desde el punto de vista del régimen sirio, ceder el Kurdistán sirio al PYD era un “mal menor”: le permitía liberar tropas para combatir contra la oposición en el resto de los frentes. Por otro lado, el PYD podía actuar en el norte de Siria como un “tapón” que sellara partes de la frontera con Turquía, y blindar a esa región para que no puedan ingresar las tropas de la oposición siria.
Desde el punto de vista del PYD, esto le permitía materializar su proyecto confederalista democrático en el Kurdistán sirio, y además sin necesidad de arriesgarse a una larga y difícil guerra contra el régimen. Por otra parte, el PYD tenía también sus propias razones para no unirse al resto de la oposición en su lucha armada: el rechazo a las direcciones islamistas y pro-imperialistas de los “rebeldes” sirios, que además en muchos casos se oponían a la autonomía del Kurdistán, tomando como propias las pesadillas del presidente turco Erdogan.
Sin embargo, la decisión de no participar de la guerra civil le trajo también serios problemas políticos al proyecto de autonomía de Rojava. Gran parte del espectro de la oposición siria acusa al PYD de “colaborar con el régimen” debido a la situación de “no-agresión” que opera entre ellos 12, llevándolos a un fuerte aislamiento entre los árabes. Aislamiento que, entre otras cosas, los debilita frente a sus enemigos jihadistas.
Por otro lado, el régimen sirio no tiene ningún “compromiso de principios” con la autonomía del Kurdistán: todo lo contrario, la retirada fue solo una concesión táctica. Una vez que dejen de existir las condiciones que hicieron necesaria la retirada, es muy posible que el régimen intente recuperar militarmente el terreno perdido. Esto puede ocurrir si Al Assad lograra aplastar a la oposición siria. En términos estratégicos, esto plantea la cuestión de la caída del régimen como un problema de supervivencia para la autonomía de Rojava: una visión estrechamente “localista” trae el enorme peligro de llevar a la larga a una derrota del proyecto en manos de la represión estatal.
Por último, está el problema más profundo y estratégico de todos: el “desentendimiento” de los problemas más generales de la población árabe, enormemente mayoritaria en Siria y en Medio Oriente. Esto deja a la experiencia de Rojava en un lugar relativamente marginal frente al proceso más general, lo cual es un grave problema político. Aún si fuera posible el triunfo de los kurdos por separado de la lucha de los árabes (y no lo es), el resultado sería que la enorme mayoría de la población de Medio Oriente seguiría estando sumida en la opresión política, la pobreza y la explotación.
2.4 Las formas comunales y las transformaciones sociales en Rojava
La retirada de las fuerzas del régimen sirio de la mayor parte de Rojava marcó el comienzo de su experiencia de “autonomía democrática”. En el aspecto militar, se formalizó la creación de las YPG como fuerzas de autodefensa de Rojava y de su experiencia democrática.
Pero lo más interesante es lo que ha ocurrido en el terreno de la administración civil del Kurdistán sirio. Esta parece haber quedado en manos de un conjunto de organizaciones populares, asambleas barriales, comités de las comunidades, etc., conocidas colectivamente como el movimiento Tev-Dam (Movimiento de la Sociedad Democrática). Citaremos extensamente a continuación una descripción realizada por Zaher Baher, que visitó Al-Jazira (uno de los cantones de Rojava) en mayo de 2014:
“El programa del Tev-Dam era muy inclusivo y cubría todas las cuestiones particulares de la sociedad. Se implicó mucha gente de las bases y clases populares y de diferentes orígenes; entre ellos kurdos, árabes, musulmanes, cristianos, asirios y yazidíes. La primera tarea fue la de establecer una gran diversidad de grupos, comités y comunas en las calles de los barrios, pueblos, comarcas y en todas las ciudades pequeñas y grandes. El papel de estos grupos fue el de involucrarse en todos los aspectos de la sociedad. Los grupos se crearon para tratar todo tipo de cuestiones incluyendo: mujer, economía, medio ambiente, educación, salud y cuidados, apoyo y solidaridad, centros para familias de mártires, comercio y negocios, relaciones diplomáticas con países extranjeros y muchas más. Incluso hay grupos establecidos para conciliar y mediar en disputas entre diferentes personas o facciones y así intentar evitar que estas disputas vayan a los tribunales, a menos que estos grupos sean incapaces de resolverlos.
“Estos grupos suelen tener sus propias reuniones semanales para hablar sobre los problemas que enfrenta la gente allá donde vive. Tienen su propio representante en el principal órgano de toma de decisiones de los pueblos y ciudades, llamado Casa del Pueblo”.
Todos los que escriben sobre la experiencia de Rojava coinciden en estos puntos: la colaboración de diferentes grupos étnicos-religiosos, y la proliferación de diversas organizaciones populares para hacerse cargo de las diferentes tareas.
Volvemos a citar a Baher, estar vez acerca de las comunas: “Las comunas son las células más activas en la Casa del Pueblo y se han creado por todos los lados. Éstas tienen sus propias reuniones regulares semanales para discutir sobre los problemas a encarar. Cada comuna tiene su propio representante en la Casa del Pueblo y en el vecindario, en la villa o en la ciudad donde estén”.
Luego este autor cita a su vez al Manifiesto de Tev-Dam: “Las Comunas son las células más pequeñas y más activas de sociedad. (…) Las Comunas están formadas sobre el principio de participación directa de la gente en los pueblos, en las calles y los vecindarios, y en las ciudades. Éstos son los espacios donde la gente se autoorganiza voluntariamente con sus opiniones, creando sus propios objetivos e inician sus actividades en todas las áreas posibles, abriendo las puertas al debate de cualquier problema y sus soluciones”.
El Tev-Dam, a su vez, se dotó de un organismo ejecutivo para llevar adelante administración: la “auto-administración democrática” (DSA). Citamos nuevamente a Baher: “Después de mucho trabajo duro, discusiones y planteamientos, el Tev-Dam ha llegado a la conclusión de que necesitan una DSA en los tres cantones del Kurdistán (Al Jazera, Kobani y Afrin). A mitad de enero del 2014, las Asambleas Populares eligieron sus propias DSA, con autonomía para implementar y ejecutar las decisiones de la “Casa del Pueblo” (el comité principal del Tev-Dam) y asumir algunas labores administrativas en las autoridades locales y municipales, en los departamentos de salud y educación, en organizaciones de negocios y comercio, en defensa y sistemas judiciales, etc. La DSA está compuesta de 22 hombres y mujeres, teniendo cada DSA un diputado y una diputada. Casi la mitad de representantes son mujeres. Está organizado de manera que gente de diversos orígenes, nacionalidades, religiones y géneros puedan participar. Esto ha creado un muy buen ambiente de paz, hermandad, satisfacción y libertad”.
De estos párrafos podemos concluir que en Rojava se ha puesto de pie una auténtica experiencia comunal, es decir, de participación directa de los explotados y oprimidos en la gestión de sus propios asuntos, sobre una base territorial. No se trata de una experiencia de “poder obrero” emanada de los lugares de trabajo al estilo de los soviets o Consejos Obreros. Aunque se trata de un “escalón inferior” en términos políticos y de clase, sigue significando una ruptura política de importancia, no sólo con las tiranías y dictaduras a las que está acostumbrada la región, sino con la limitada democracia representativa burguesa. Esto es un paso adelante muy importante en relación a los límites más generales del actual ciclo político mundial, donde muy difícilmente se va más allá de las formas democrático-burguesas.
Sin embargo, es necesario todavía desarrollar y profundizar qué significan en términos históricos y teóricos las formas comunales y la democracia obrera y socialista, para analizar hasta qué punto esto es lo que ocurre en Rojava.
Formas comunales y democracia obrera y socialista
Las dos grandes experiencias históricas de poder obrero y popular (la Comuna de París de 1871 y los soviets de los primeros años de la Revolución Rusa de 1917), conformaron grandes asambleas de representantes que deliberaban y decidían sobre los grandes problemas que afectan al conjunto de la sociedad. Se diferenciaban de la “democracia representativa” burguesa en dos grandes cuestiones: en el contenido social, se trataba de organizaciones de los trabajadores y los sectores populares en lucha –en contraposición a una falsa democracia sin distinciones sociales y en la que el desmovilizado pesa lo mismo que el movilizado–; y en la forma política, en que los representantes eran revocables, se elegían con mucha mayor frecuencia y estaban mucho más cercanos a sus bases. Esos dos aspectos hacen a organismos diseñados a la medida de las necesidades populares, en contraposición a la falsa democracia burguesa donde todos los mecanismos fortalecen la lejanía político-social entre los “representantes” y los “representados” en interés de la minoría explotadora que gobierna.
Esto nos lleva a una primera diferencia con las concepciones políticas del autonomismo y el anarquismo, que igualan “democracia directa” a “poder local” en contraposición al “poder centralista”. Las concepciones de “poder local” son fragmentarias, ya que establecen mecanismos democráticos para resolver “pequeños problemas” que afectan a pequeñas cantidades de personas, pero no permiten resolver los grandes problemas que afectan al conjunto. Esto genera el peligro de que, o bien el poder real para resolver los problemas generales permanezca en manos de una “élite” informal y no reconocida como tal (que termina resolviendo por los demás de una manera dictatorial), o bien de que la sociedad se disperse y sea incapaz de resolver ningún problema colectivo. En cualquiera de los dos casos, no se establecería una auténtica democracia obrera y socialista.
No está claro qué combinación de organismos locales-fragmentarios y globales existe en Rojava, pero los artículos periodísticos y políticos al respecto parecen señalar más bien la preeminencia de los primeros.
Por otro lado, una auténtica democracia obrera y socialista solo puede ser tal si en el interior de los organismos de poder popular pueden coexistir diversos partidos o tendencias políticas con orientaciones diferentes, que compitan democráticamente por ganarse a la mayoría. Si bien en Rojava los partidos políticos parecen estar permitidos (y coexisten varios de ellos), no está del todo claro cuanto alcance real tiene la discusión democrática al interior de los organismos comunales, dominados por el PYD. Existen diversas denuncias por parte de “manejos autoritarios” al partido dominante. De cualquier forma, es difícil comprobarlas sin reflejos directos sobre el terreno. Por otro lado, en condiciones de guerra permanente, una plena democracia obrera y socialista siempre encuentra fuertes restricciones.
El rol de las mujeres
Uno de los aspectos más destacados de la experiencia democrática de Rojava es la irrupción de un poderoso movimiento de mujeres auto-organizadas, que a su vez juegan un importante rol en la organización de la vida social y de la defensa militar. Citamos un relato de otra visitante del cantón de Jazira:
“La vida diaria ha cambiado sobre todo para las mujeres, quienes anteriormente estaban reducidas a una vida dentro de casa. Aunque las calles todavía son principalmente provincia de los hombres, las mujeres han establecido sus propias estructuras de educación y sus propios consejos locales. Todos los cuerpos políticos deben de contar con un 40% de mujeres y todos los co-representaciones deben incluir a una mujer. Las mujeres están organizadas autónomamente tanto en la revolución como en sus temas arquetípicos. Las vallas publicitarias en Qamislo muestran a más luchadoras de YPJ que a los hombres de YPG. “Te defenderemos”, dice uno” (Rebecca C., “Rojava: una revolución en la vida diaria”).
Más aún, el rol de las mujeres es absolutamente imprescindible en la resistencia militar de Kobane frente al Estado Islámico: “Un estimado 35% de los combatientes (de alrededor de 15.000) son mujeres. Fundadas en 2013 como un ejército autónomo de mujeres, las YPJ llevan a cabo operaciones de forma independiente. Hay varios centenares de batallones de mujeres en toda la región del Kurdistán Sirio. Meysa Abdo es la mujer que dirige la resistencia en Kobane y cientos de mujeres han muerto luchando contra el ISIS/EI” (Dilar Dirik, “Más allá del campo de batalla: La lucha radical de las mujeres kurdas”).
El valor político de todo esto es inconmensurable. El contraste con el EI no podría ser mayor. Pero no hay que ir tan hacia el “extremo” para encontrar a la barbarie patriarcal: esta se encuentra en cada calle, en cada casa, en cada plaza y en cada lugar de trabajo de Medio Oriente.
El caso más claro de esto son las monarquías ultrarreaccionarias del Golfo (Arabia Saudí, Qatar, etc.) o la teocracia iraní. Pero aún los países más relativamente “secularizados” como Egipto sufren masivamente de la opresión de género. Un país casi “europeo” como Turquía padece bajo el gobierno de los “islamistas moderados” una regresión en las condiciones de vida de las mujeres. Las recientes declaraciones al respecto del presidente turco Erdogan son muy clarificadoras: “No puedes poner a hombres y mujeres en posiciones iguales, eso va en contra de la naturaleza porque su naturaleza es distinta” y “nuestra religión ha otorgado una posición a las mujeres, la posición de madre” (“Hombres y mujeres no están en posiciones iguales”, http://www.elmundo.es).
En estas condiciones, el movimiento de mujeres de Kobane es un ejemplo valiosísimo para toda la región, que enlaza su significado con la lucha de las mujeres de la Plaza Tahrir, de Turquía, de Arabia Saudita, de Yemen y de todos los países.
La economía en Rojava
Citaremos a continuación un fragmento sobre la situación económica en Rojava:
“Actualmente, la situación económica es mala. Hay sanciones impuestas tanto por Turquía como por el Gobierno Regional del Kurdistán (KRG) del Kurdistán iraquí (explicaré este punto en otra sección). La vida en Al Jazera es muy sencilla y las condiciones de vida son muy bajas, aunque no existe pobreza. La gente, en general, es feliz dando prioridad a lo que han logrado con el fin de tener éxito” (Zaher Baher, cit.).
Hasta aquí, lo que podemos deducir es que las condiciones de guerra y el bloqueo económico imponen una “economía de subsistencia”. Pero una mirada más profunda exige analizar la política económica llevada adelante por la administración de Rojava:
“La nueva administración tomó la tierra y distribuyó porciones de ella a cooperativas auto-organizadas que están trabajando para expandir la ganadería y para aumentar y diversificar lo que se planta. Continúa extrayendo algo de petróleo y lo refina en diesel de baja calidad para venderlo en el cantón y distribuirlo a las cooperativas y otras instituciones. Lo que producen las cooperativas se vende o a la administración o a precios controlados por la administración. La administración proporciona a cada hogar con una ración de pan. El contrabando es alto” (Rebecca C., cit.).
Leemos aquí una orientación hacia las cooperativas como forma de organización de la producción. Sin embargo, debemos partir de recordar algo que señalábamos en el primer apartado de este artículo: la ausencia de grandes centros industriales y en general, de una producción a gran escala en esta región. Por lo tanto, lo que se ha puesto en pie en Rojava se trata de pequeñas cooperativas, de pequeña escala y muy escaso capital.
Esto se puede confirmar leyendo el siguiente fragmento de una entrevista al Dr. Ahmet Yusuf, presidente del Comité de Economía y Comercio del Cantón Autónomo de Efrin: “Por lo tanto, la economía que queremos crear en el cantón de Efrin será una economía social. Por esa razón empezaremos con cooperativas. Empezaremos con pequeñas unidades de producción. Desarrollaremos una economía basada en la agricultura” (Dr. Yusuf, “Rojava’s economic model is a communal model”).
Más adelante en la misma entrevista sostiene:
“Intentaremos incluir a inversores de capital regionales en este proceso. Pero no les dejaremos la oportunidad de explotar a la comunidad y al pueblo o monopolizar. El cantón de Efrin es un cantón agrícola. Por esa razón, solucionaremos los problemas de nuestros granjeros y contribuiremos a la diversificación de su producción. Construiremos pequeñas unidades de producción, por ejemplo le daremos mayor importancia la producción regional de oliva a la que hasta ahora no se le ha dado importancia. Avanzaremos hacia la industrialización de pequeña escala en nuestra región en la que todos los productos de la oliva serán procesados”.
Para completar el panorama, citamos un fragmento del mismo autor, en otra entrevista:
“Actualmente en Efrin existen 50 fábricas de jabón, 20 de aceite de oliva, 250 plantas procesadoras de oliva, 70 fábricas de materiales de construcción, 400 talleres textiles, 8 fábricas de zapatos, 5 produciendo nylon, 15 procesando mármol. Fueron construidos dos molinos y dos hoteles. Somos el primer y único lugar produciendo jabón en Siria. Estamos trabajando en desarrollar el comercio alrededor de los productos de uso cotidiano, frutas y otros productos alimenticios. Estamos haciendo todo esto en las aldeas así la gente regresa a ellas. Una vez más una represa fue construida para proveer agua potable. Creamos la marca ‘Hecho en Efrin’” (Efrin Economy Minister, “Rojava Challenging Norms Of Class, Gender And Power”).
Este programa resulta muy progresivo para comenzar a desarrollar (muy lentamente) la base económica de la región, que parte prácticamente desde cero. Pero para poder desenvolverse plenamente y obtener resultados significativos, no puede quedar allí: necesariamente debe ligarse a las grandes fuerzas productivas existentes en el resto de Siria, de Turquía y de la región. Este aspecto desarrollaremos a continuación.
2.5 Los límites de las concepciones económicas autonomistas
Existen diversas corrientes políticas de tipo autonomista, anarquista, etc. que sostienen que la pequeña producción es en sí mismo el programa, el objetivo del movimiento de transformación social. Las corrientes más extremas llegan a identificar los males de la sociedad capitalista con la misma gran producción industrial. En su versión “pluricultural” o “étnica” se llega a identificar, como si fueran una misma cosa, la moderna producción en masa con la dominación colonialista europea y su sistema de valores. La ideología y el programa del Confederalismo Democrático del PYD parecen dar a entender una concepción relativamente similar, en la que la recuperación de los valores “descolonizados” iría de la mano con el rechazo del sistema de la gran industria (por lo menos desde el punto de vista de la “sociedad ideal”, más allá de su aplicación efectiva).
Esto significa en un sentido hacer de la necesidad virtud. Una cosa es que una experiencia de transformación social sea iniciada en una zona atrasada económicamente, y que deba comenzar desde el principio un proceso de industrialización. Eso necesariamente implicaría un estadio de pequeña producción, y formas de tipo cooperativas particulares. Pero otra cosa muy distinta es convertir ese estadio en un programa en sí mismo, diferenciado y opuesto al del desarrollo global de las fuerzas productivas. En ese caso, de aplicarse hasta el final implicaría un estancamiento y un retroceso de la experiencia comunal, que revertiría no en una superación de la sociedad capitalista, sino en una especie de recreación de una sociedad pre-capitalista, un “regreso al pasado”.
El sistema industrial no significa más que la dominación de las fuerzas naturales por parte del ser humano. Dominar las fuerzas naturales significa, a su vez, utilizarlas en función de la mejora de la calidad de vida de las personas. Significa mantener bajo control las enfermedades, reducir los tiempos de viaje, establecer refugio contra las condiciones climáticas, minimizar el trabajo necesario para producir cualquier producto, abastecer masivamente las necesidades de grandes poblaciones, etc.
Por lo tanto, renunciar a un sistema industrial de gran escala solo puede significar exactamente lo contrario: la subordinación del hombre a la naturaleza, a sus ciclos, a sus condiciones, a sus rendimientos. Significa la esclavitud del trabajo, porque grandes cantidades de esfuerzo son necesarias para pequeñas cantidades de producción. Significa la escasez, la miseria y por lo tanto también la desigualdad. Es precisamente de allí de donde nacen históricamente todas las formas de explotación y de opresión. Por lo tanto, renunciar al sistema industrial no implica una mejora en la calidad de vida, sino un retroceso profundo (y directamente insostenible para las enormes densidades de población existentes hoy en día).
Bajo el sistema capitalista, la gran industria es regida por la lógica de la ganancia privada, y por lo tanto lleva a la explotación de los trabajadores, la destrucción del medio ambiente, el agotamiento de los recursos naturales, etc. Pero estos no son aspectos intrínsecos de la industria misma, sino de las relaciones sociales bajo las cuales se la organiza. El desarrollo científico-técnico es un factor de progreso, y es su utilización concreta la que determina sus resultados. El socialismo consiste precisamente en la máxima utilización de la ciencia y la tecnología sobre la base de relaciones sociales completamente diferentes, para lograr la emancipación total de la humanidad frente a toda forma de explotación y de opresión.
Sin esta perspectiva, cualquier avance que se obtenga en la organización democrática y cooperativa, en el rol de las mujeres, etc. solo puede ser parcial y tender a reabsorberse, porque en el fondo sigue viva la fuente de toda esclavitud: la necesidad material, la subordinación del hombre a la naturaleza y por lo tanto al trabajo.
Por lo tanto, para que la experiencia democrática de Rojava pueda tener una verdadera perspectiva histórica, debe enlazarse con la revolución obrera y socialista en el resto de Medio Oriente, que le permita acceder al conjunto de las fuerzas productivas de la región con el objetivo de desarrollarlas conjuntamente. Esto exige una estrategia que supere los particularismos y la utopía de un “comunalismo” puramente local. Los triunfos logrados en Rojava deben expandirse, enlazarse con el conjunto de la Primavera Árabe, de las luchas emancipatorias en toda la región.
3- Kobane y Rojava en el espejo regional
3.1 La Primavera Árabe
La gesta de Kobane y la experiencia comunal de Rojava deben ser ubicadas en el marco de la coyuntura que atraviesa el conjunto del Medio Oriente. Estos procesos se sitúan en un momento en el que las perspectivas más generales del ciclo de la Primavera Árabe parecen haberse estancado.
La llamada Primavera Árabe comenzó en 2011 como parte de la coyuntura internacional generada por la gran crisis capitalista. El encarecimiento de los bienes de subsistencia y el aumento del desempleo agravó la situación de millones de personas. La falta de futuro y de perspectivas de mejora llevó a la desesperación a amplios sectores de la juventud. El suicido de un joven tunecino fue la chispa que encendió la pradera: cientos de miles de personas se levantaron contra los gobiernos tiránicos de sus países. Las “redes sociales” potenciaron el alcance de las protestas, contribuyendo a su masividad.
Las rebeliones se extendieron en Túnez y Egipto, en Libia y en Yemen, en Siria y en Bahréin. Otros países de la región tuvieron también importantes protestas, como Jordania e Irak, e inclusive Arabia Saudita. De conjunto, todo el mundo árabe sintió el efecto de las olas de la rebelión popular: no hubo gobierno que no tomara medidas preventivas, tanto represivas como (más raramente) concesiones políticas y sociales, para evitar que sus países fueran también afectados.
A la cabeza de las protestas masivas se encontró una nueva generación juvenil, que hasta cierto punto rompía con las concepciones político-ideológicas de las generaciones anteriores. Las “nuevas ideas” eran predominantemente democráticas -aún entendidas al modo liberal-burgués occidental-, a la vez que planteaban la separación entre religión y política, y que demandaban una mayor “justicia social”: es decir, la resolución de los problemas de miseria y pobreza de millones de personas.
El “país modelo” de estas rebeliones populares es Egipto, uno de los países más importantes de la región en términos económicos, demográficos, militares y de influencia histórica y cultural. Las imágenes de la Plaza Tahrir en el Cairo dieron vuelta el mundo, influenciado no solo a millones de árabes, sino también a los “indignados” europeos y de todo el planeta.
Allí es también donde la Primavera Árabe mostró al mundo entero sus principales límites. Una vez caído el gobierno de Mubarak, el ciclo político se polarizó rápidamente entre dos grandes aparatos reaccionarios: de un lado, el viejo establishment militar que gobernó durante décadas, del otro, el movimiento islamista de los Hermanos Musulmanes. Luego de ganar las elecciones, el gobierno de los Hermanos Musulmanes alienó gran parte de su apoyo popular, y provocó una nueva rebelión que fue coronada con un golpe de Estado. Entonces se volvió a imponer el viejo aparato militar, encabezado por Al-Sisi. Su gobierno desplegó una represión brutal contra los disidentes (tanto islamistas como laicos), e instaló una especie de nuevo “invierno reaccionario” en el país. Esto fue posible por el temor de amplios sectores de la población a que los islamistas consolidaran su poder y acabaran con la (relativa) libertad religiosa y los derechos conquistados.
Si Al-Sisi es el emblema del “autoritarismo laico”13 en Medio Oriente, en la región se desarrolló también el polo opuesto (de contenido tanto o más reaccionario aún): el autoritarismo religioso del Estado Islámico en Irak y Siria. El resurgir del jihadismo internacional e inclusive de su anterior estrella Al Qaeda es parte de este mismo proceso. Los “islamistas radicales” ganan prominencia en la misma medida en que las perspectivas realmente democráticas se hunden en toda la región. La Jihad aparece como una falsa alternativa de ruptura total con el “antiguo régimen” que la Primavera Árabe vino a cuestionar. Los jihadistas se presentan entonces a sí mismos como los únicos capaces de llevar hasta el final lo que la Primavera Árabe empezó y no pudo terminar: el derrocamiento de los viejos regímenes de la región. Solo que ya no para imponer una sociedad democrática y justa, sino para establecer una teocracia retrógrada.
Uno de los factores políticos que contribuyeron a esta deriva de la Primavera Árabe, es la intervención de las distintas potencias regionales, que manipularon estos procesos en función de sus propios intereses. Allí donde los gobiernos eran sus aliados, los ayudaron a aniquilar las protestas. Allí donde los gobiernos eran sus enemigos, instrumentalizaron las protestas a su favor.
Así, gran parte de Medio Oriente se convirtió en un campo de batalla entre las distintas potencias y sub-potencias regionales. Mientras Egipto es un botín disputado entre Arabia Saudí y Qatar, en Siria se enfrentan Irán y sus aliados contra una coalición de saudíes, qataríes, turcos y otras nacionalidades.
Estos enfrentamientos adquirieron en muchos casos la forma de guerras sectarias étnico-religiosas en gran parte de la región, o de guerras de islamistas vs. seculares. En definitiva, enfrentamientos fratricidas en los que los explotados y oprimidos se masacran entre sí sin lograr ganar absolutamente nada con ello.
En consecuencia, todo el ciclo regional está hoy teñido por una fuerte polarización entre alternativas profundamente reaccionarias 14 de distinto cuño, y que se alimentan mutuamente gracias al apoyo popular a lo que consideran el “mal menor” en cada caso. Esta situación deja muy escaso espacio político para alternativas independientes y progresistas (y mucho menos obreras y socialistas).
En un futuro (quizás no tan lejano), la situación podría volver a revertirse, cuando se terminen de agotar las expectativas puestas en los diferentes aparatos reaccionarios: en esta dirección empuja la interminable crisis económica regional y mundial, el creciente hartazgo de las masas con las guerras, la destrucción, la opresión, etc. Pero las experiencias más inmediatas del conjunto regional están marcadas por esta dinámica: es por esto que la experiencia de Kobane contrasta de manera muy profunda, adquiriendo un especial brillo político. Desarrollaremos esto más abajo.
3.2 La guerra civil en Siria
Las mismas coordenadas generales que describíamos para la Primavera Árabe aplican para la rebelión popular iniciada en Siria en 2011. Allí las protestas fueron aplastadas por el régimen de Al Assad (aliado de Irán y de Rusia), con enormes masacres y el encarcelamiento masivo de opositores y activistas. Por otro lado, la oposición burguesa siria, dominada por los sectores “islamistas moderados” y aliada a las grandes potencias imperialistas, era quien aparecía capitalizando políticamente las protestas y postulándose como alternativa de poder frente al régimen. Esto llevó ya desde el comienzo a la desconfianza de diversos grupos sociales que prefirieron mantenerse neutrales o apoyar a Al Assad: especialmente las minorías étnico-religiosas y los sectores relativamente más seculares.
El conflicto se transformó en guerra civil en la medida en que la oposición burguesa y las reaccionarias potencias regionales (Arabia Saudí, Turquía, Qatar, etc.) intervinieron para transformar la legítima auto-defensa popular en una guerra de aparatos, orientada con criterios político-sociales opuestos al sentido más estratégico de la rebelión popular.
Esta política cristalizó en un primer momento en la puesta en pie del Ejército Sirio Libre, una fuerza militar rebelde “pro-democracia” de muy heterogéneo contenido ideológico, estrechamente vinculada a las potencias regionales y, en menor medida, el imperialismo europeo; Estados Unidos jugó un rol muy contradictorio: mientras apoyó formalmente al Ejército Sirio Libre, se negó en todo momento a participar seriamente en su financiamiento y armamento. El ESL fue incapaz de ganar un apoyo mayoritario entre los sectores populares: al rechazo que generaba la “oposición política” se le sumó su muy dudoso rol en las zonas liberadas del régimen (incluida la participación de algunas brigadas en saqueos, robos, secuestros extorsivos, etc.), los ataques indiscriminados a zonas pobladas, etc. Estas cuestiones, sumadas a su incapacidad de constituirse en una fuerza militar unificada, centralizada y disciplinada, reforzaron su inferioridad de condiciones frente al ejército del régimen, lo que llevó a su progresiva asfixia y desaparición como factor de peso.
Mientras el ESL se debilitaba en su lucha contra el régimen, las potencias regionales (y en particular, sus burguesías en tanto “donantes privados”) se jugaban a poner en pie a agentes mucho más “confiables” desde su reaccionario punto de vista. Se dedicaron entonces financiar y armar a las brigadas y organizaciones jihadistas, profundamente retrógradas y enemigas declaradas de la democracia. Para reforzar esta orientación, comenzaron a ingresar masivamente combatientes jihadistas de todas partes del mundo, que se introducían (y siguen introduciendo) en Siria a través de la “autopista turca”: es decir, la gran zona liberada que creó el gobierno turco de Erdogan en la frontera entre ambos países. Los grupos jihadistas proliferaron entonces como hongos y terminaron de desplazar a las brigadas “pro-democracia”. La bandera verde, blanca y negra de la revolución fue entonces arriada y reemplazada por la bandera negra de la Jihad. Esta metáfora es en realidad un episodio que ocurrió concretamente en varios casos, documentados en videos que los activistas subieron a las redes sociales. La “batalla de las banderas” entre los activistas democráticos y los combatientes jihadistas contenía en su interior la batalla por la orientación general de la guerra civil siria.
En consecuencia, hoy en día la contienda militar en Siria parece girar centralmente entre dos polos claramente definidos: el reaccionario régimen “nacionalista” de Al Assad, y los archirreaccionarios “jihadistas” del “Estado Islámico” o de Jabhat al-Nusra (rama local de Al Qaeda). La emergencia de un “tercer polo” de independencia política como el de Rojava, aunque sea de mucha menor envergadura, tiene un enorme valor estratégico.
3.3 Conclusiones generales
La gesta de Kobane y la experiencia de Rojava contrastan abiertamente con el panorama local y regional reaccionario. Como experiencia comunal, de “democracia desde abajo” y transformación social, ofrece un ejemplo muy progresivo para toda Siria, para todo el Kurdistán y para el conjunto de Medio Oriente, más allá de los límites estratégicos que puedan tener esa experiencia y su dirección política.
No se trata solamente de que contiene una experiencia y una concepción político-ideológico infinitamente progresivos en comparación con los trogloditas del “Estado Islámico” o de Al Qaeda. Implica también una superación respecto a los seniles y decadentes “nacionalismos burgueses” de la región, sostenidos en una política de represión sistemática y defensores de un modelo económico cada vez más neoliberal.
Es que los habitantes de Rojava pudieron ir más allá de los límites a los que había llegado la Primavera Árabe: lograron empezar a proyectar una sociedad construida sobre nuevas relaciones sociales, económicas, de género y políticas. En nombre de esta nueva sociedad combaten a todas las lacras de la vieja.
El enorme valor de la experiencia de Rojava reside en que se pudo quebrar (aunque solo hasta cierto punto) el mayor límite del actual ciclo de rebeliones populares, no solo en Medio Oriente sino en todo el mundo: la crisis de alternativa a la democracia burguesa como única forma de organización política y al capitalismo como única forma de organización económica.
La experiencia, sin embargo, no está exenta de grandes límites que de conjunto ponen fuertes interrogantes sobre su proyección más estratégica: 1) se desenvuelve en una región periférica de un muy escaso desarrollo económico, 2) está ausente en ella un proletariado orgánico que pueda hegemonizarla, 3) la dirección política está en manos de una tendencia de fuertes rasgos autonomistas-posmodernos, 4) la experiencia posee un contenido fuertemente localista y 5) se encuentra relativamente aislada del mundo árabe que la rodea.
A estos factores se les suma otro que puede ejercer una enorme presión sobre la experiencia comunal, en el sentido del “acomodamiento” al statu quo regional y mundial. Se trata de la alianza militar que existe en los hechos entre las YPG-YPJ y el imperialismo yanki (que presta apoyo aéreo a las YPG-YPJ en su lucha contra el “Estado Islámico”). Las relaciones sistemáticas y permanentes con EEUU pueden ser una grave amenaza al carácter independiente de la experiencia.
Si el conjunto de estos factores no es contrapesado, pueden terminar llevando eventualmente a su reabsorción por el sistema capitalista-imperialista, y por lo tanto, a perder lo conquistado.
Por el contrario, para que el carácter enormemente progresivo de la experiencia comunal pueda desenvolverse hasta el final, necesita ligarse de manera indisoluble con la lucha de clases en toda la región, uniéndose con las peleas de todos los explotados y oprimidos de Medio Oriente. Sólo una estrategia internacionalista, obrera y socialista puede darle esta perspectiva, sin la cual sólo puede terminar estancándose y retrocediendo. Ésta es la conclusión de toda la experiencia histórica del siglo XX.
Los socialistas revolucionarios, por lo tanto, tenemos el deber de apoyar plena e incondicionalmente la valiosísima experiencia de Rojava, pero también de pelear por su orientación estratégica, sin sectarismo y sin concesiones políticas.
Bibliografía
– Zaher Baher: “El experimento del Kurdistán oeste (Kurdistán sirio) ha probado que el pueblo puede realizar cambios”, http://solidaridadkurdistan.wordpress.com/2014/11/03.
– Dilar Dirik: “Más allá del campo de batalla: La lucha radical de las mujeres kurdas”, http://solidaridadkurdistan.wordpress.com/2014/11/18.
– Rebecca C.: “Rojava: una revolución en la vida diaria”.
– Dr. Yusuf: “Rojava’s Economic Model Is a Communal Model”, https://rojavareport.wordpress.com/2014/04/14
– Efrîn Economy Minister: “Rojava Challenging Norms of Class, Gender and Power”, https://rojavareport.wordpress.com/2014/12/22
1. Los kurdos son un grupo étnico o nacional que no posee un Estado-nación propio, conformado por más de 40 millones de personas. La mayoría de ellas se encuentran repartidas entre Turquía, Irak, Siria e Irán. En Siria los kurdos conforman la primeria minoría étnica (10 por ciento de la población, aproximadamente dos millones de personas), en un país mayoritariamente árabe (75 por ciento de la población). La mayoría de los kurdos sirios habitan en el norte del país. El Kurdistán sirio recibe el nombre de Rojava. Desde 2013 dicha región posee un gobierno autónomo. También cuenta con sus propias fuerzas de autodefensa: las YPG-YPJ (siglas en kurdo para Unidades de Defensa Popular y Unidades de Defensa de Mujeres”).
2. El Ejército Sirio Libre es un conglomerado de fuerzas (mayoritariamente árabes) de diversa orientación política, pero que tienen en común la oposición al régimen sirio de Al Assad y al Estado Islámico.
3. La perspectiva de desenvolver hasta sus últimas consecuencias esta alianza interétnica, sin embargo, se encuentra muy dificultada por un entramado de intereses geopolíticos, comunitarios, etc. que atentan contra la unidad. Sin esa alianza, difícilmente las tropas kurdas puedan ingresar en las zonas de población mayoritariamente árabe-sunnita en las que el EI se encuentra atrincherado. Este es uno de los grandes puntos débiles estratégicos que poseen las YPG con su perspectiva estrechamente localista-comunitaria.
4. La Jihad es el concepto de “guerra santa” para la religión musulmana. Para las corrientes políticas islamistas radicales, la Jihad es el combate armado contra todos los gobiernos que caracterizan como opresores: tanto los “infieles” (laicos, de otras religiones y sectas, etc.), como los gobiernos musulmanes adaptados al “mundo occidental”. El Estado Islámico en particular es una organización jihadista profundamente reaccionaria, que impuso en los territorios que controla una teocracia profundamente represiva, bajo una rígida regimentación de la vida individual y social. Allí la mujer es sometida a un status prácticamente de esclavitud doméstica. Se persigue y ejecuta a las personas por ser: ateos, homosexuales, de izquierda, opositores, pro-democracia, de minorías religiosas, etc. El EI ha saltado a la fama mundial por sus métodos de barbáricos de asesinato, sus prácticas genocidas, su política de aniquilamiento a los activistas y fuerzas progresistas, etc. En estas condiciones, no podría ni siquiera concebirse la existencia de un movimiento obrero dentro de sus límites.
5. Subrayamos, sin embargo, que progresiva no es sinónimo de socialista. No sólo porque carece de protagonismo un proletariado moderno, sino porque la dirección y el programa de la experiencia tienen marcados rasgos de tipo “autonomista” y hasta posmoderno, similar en algunos puntos al zapatismo mexicano. Reconocer el enorme valor de una experiencia no implica necesariamente exagerar su contenido y alcances. Por otra parte, no disponemos tampoco de reflejos directos sobre el terreno que permitan verificar la dinámica más concreta del proceso, lo cual se ve agravado por la barrera idiomática y cultural que nos separa de las fuentes primarias.
6. Al Qaeda nunca aceptó la fusión de sus dos ramas (que respondían a realidades diferentes y tenían diferentes tácticas), por lo cual expulsó de sus filas al ISIS.
7. El enfrentamiento de tipo étnico-religioso entre sunitas y chiitas se ve estimulado por la influencia en ambos bandos de las dos principales potencias regionales (que compiten entre sí por la hegemonía): Irán en el caso de los chiitas, y Arabia Saudí en el caso de los sunitas.
8. Luego del fracaso de las invasiones yanquis de Afganistán en 2001 e Irak en 2003 (con miles de bajas y ningún triunfo claro), la sociedad norteamericana se volvió fuertemente opositora a la idea de invadir países ajenos. El resto del mundo ya rechazaba las aventuras militaristas yanquis desde el principio. La crisis financiera y fiscal de EEUU agravó esta oposición, ya que cualquier invasión terrestre tendría un enorme costo y sería muy difícil de sostener.
9. Es exactamente la actitud opuesta a la que Erdogan tiene hacia los jihadistas: durante los últimos tres años permitió el paso libre de miles de combatientes islamistas hacia Siria, lo que le ganó a la frontera turco-siria el apodo de “la autopista de la Jihad”. El monstruo reaccionario que es el EI nunca podría haber llegado a ser lo que es sin esta complicidad abierta del gobierno turco.
10. Éste fue el caso, por ejemplo, de la provincia siria de Al-Raqqa, que fue dominada por el EI luego de arrasar completamente con las bases militares de la zona. Las cabezas de los soldados de la base aérea de Al-Tabqa fueron empaladas en la capital de la provincia como demostración de su poderío militar.
11. Debemos aclarar, sin embargo, que carecemos de fuentes que permitan profundizar en el contenido concreto y específico de las relaciones sociales y las formas de propiedad en el Kurdistán sirio. Dilucidar esta cuestión requeriría de un trabajo especializado que está fuera de nuestro alcance inmediato. Sin embargo, los trazos gruesos descritos por Baher permiten hacerse una idea general para aproximarse al problema.
12. En los últimos meses, sin embargo, han estallado también algunos choques de importancia entre el YPG y el régimen sirio, pero localizados al interior de las “fronteras” de Rojava.
13. Inclusive el apego de Al-Sisi al laicismo resulta cuestionable: al mismo tiempo que despotrica contra el extremismo islámico, lanza una campaña profundamente represiva y de estigmatización contra el incipiente movimiento ateo que se desarrolla en sectores de la juventud. Es que un cuestionamiento más integral y profundo de los pilares ideológicos de la religión podría llevar a abrir la caja de Pandora del cuestionamiento al Estado capitalista y el rol de las instituciones burguesas, en una región que nunca tuvo un auténtico proceso de desacralización ideológica.
14. La única excepción parece ser hasta el momento la experiencia en Túnez, donde se estableció un gobierno democrático-burgués de coalición dominado por los “laicos” aunque con presencia islamista. El contenido de este gobierno es neoliberal y pro imperialista, pero destaca en la región por aparecer como el único caso exitoso de “transición democrática”. Por su política no es ninguna salida para la situación de las masas tunecinas, y por lo tanto su éxito real es (en el mejor de los casos) muy relativo.
Por Ale Kur, revista SoB n° 29, abril 2015