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Esta última semana, el Estado turco emprendió un doble giro en su política regional. Por un lado, dice haber realizado por primera vez bombardeos contra el “Estado Islámico” en Siria. Se trata de un elemento novedoso ya que Turquía viene siendo uno de los principales “sponsors” del EI, permitiéndole el libre tránsito por su frontera y el refugio y abastecimiento en su interior. Sin embargo, se trata de un giro engañoso, incluso aunque alguno de esos ataques sean ciertos.
El segundo giro es el comienzo de una campaña de bombardeos contra el PKK (Partido de los Trabajadores Kurdos), organización que impulsa las distintas guerrillas pro-kurdas de izquierda que operan en la región. Asimismo, el PKK es el inspirador político-ideológico tanto del partido turco HDP (que obtuvo un importantísimo 12 por ciento de los votos en las últimas elecciones parlamentarias turcas), como de la experiencia de autogobierno kurdo en el norte de Siria, conocido como Rojava. Allí es donde las milicias del YPG-YPJ vienen propinándole una resonante paliza al Estado Islámico, continuando con los enormes triunfos de Kobane y de Tel Abyad.
El reinicio de las agresiones contra el PKK se vio acompañada por una campaña masiva de arrestos contra simpatizantes pro-kurdos en toda Turquía… bajo el pretexto de “combatir el extremismo del Estado Islámico”. Es decir, para enfrentar al EI, encarcelan a la única fuerza de Medio Oriente que está plantado cara contra el EI y lo está derrotando de manera sistemática.
Los bombardeos contra el PKK significan el recomienzo de la larga guerra civil del Estado turco contra su minoría kurda, referenciada mayormente por partidos de izquierda. Guerra civil que ya lleva unas tres décadas de existencia y que dejó miles de muertos. Hasta el momento, este enfrentamiento se encontraba suspendido por la vigencia de un “cese de fuego” y de negociaciones para una paz definitiva. El presidente islamista de Turquía, Erdogan, decidió dar por tierra con las opciones de paz y volver a la carnicería.
Comparando estos dos “giros”, uno puede hacerse una idea más acabada de la magnitud de cada uno. Tanto en la cantidad e intensidad de los bombardeos que han sido informados como en la cantidad de arrestos, los kurdos fueron mucho más golpeados por el estado turco que el EI… si es que realmente Erdogan lo está atacando. Por su significado político, la guerra contra el PKK arrastra a toda Turquía hacia una confrontación mayúscula, mientras que el ataque al EI parece cumplir una función más bien simbólica.
Es decir, de los dos “giros”, el ataque al PKK tiene muchísima mayor envergadura política, lo cual da a entender cual es el verdadero significado de este “golpe de efecto” de Turquía. La campaña contra el EI es solo una mascarada, una cortina de humo mediática para legitimar su verdadero objetivo: lanzar una guerra civil, o por lo menos una provocación en gran escala, contra la izquierda kurda.
Turquía intenta frenar el ascenso político de la izquierda kurda
Como mencionábamos más arriba, la izquierda kurda viene dos triunfos políticos resonantes. El primero de ellos tiene como escenario al norte de Siria, también conocido como Rojava. Allí las milicias del YPG/YPJ lograron expulsar al Estado Islámico de gran parte de la región, provocándole miles de bajas y poniéndolo a la defensiva por primera vez desde su formación.
Como producto de estas victorias militares, los kurdos del norte de Siria establecieron su auto-gobierno a lo largo de una importante franja territorial que abarca gran parte de la frontera turco-siria. Más aún, la dinámica ininterrumpida de triunfos plantea la posibilidad en el corto-mediano plazo de extender el corredor kurdo hasta abarcar la totalidad de la frontera.
Eso significaría no solo conectar entre sí territorialmente lo tres cantones que conforman Rojava (Kobane, Jazira y Efrin), sino establecer un auténtico “tapón” que sellaría el norte de Siria contra las filtraciones jihadistas desde Turquía… sobre la que Erdogan hace la “vista gorda”.
Por último, significaría establecer una entidad política kurda independiente situada inmediatamente al lado de la población kurda de Turquía: sería un aliciente para el autogobierno de esta comunidad también en ese país.
El segundo de los grandes éxitos políticos de la izquierda kurda fueron los resultados electorales obtenidos por el partido HDP en Turquía: el 12 por ciento de los votos, que les permitió ingresar al parlamento con gran cantidad de diputados.
Pero más aún, los transformó en una referencia política objetiva no sólo de la comunidad kurda y la lucha por su autodeterminación, sino de toda la izquierda de Turquía, inclusive porciones importantes de la juventud y algunos sectores obreros.
Es decir: significó la puesta en pie de un polo político de oposición por izquierda a Erdogan, que combina la crítica democrática, laica, feminista, ecologista, de las minorías oprimidas y anti-neoliberal. Un polo de esas características, más allá de sus límites programáticos y estratégicos, significa un auténtico dolor de cabeza para un régimen cada vez más cuestionado… y más reaccionario.
El ascenso ininterrumpido de la izquierda kurda se convirtió en un auténtico problema político para el gobierno islamista, profundamente neoliberal y pro-imperialista de Erdogan.
Hasta el momento, la principal herramienta con la que contaba Erdogan para frenar a los kurdos, era el desarrollo del Estado Islámico en Siria, que amenazaba con ocupar los territorios kurdos de ese país y hacer desaparecer su autogobierno… y hasta a su misma población mediante otra “limpieza étnica” como la que barrió a otras confesiones y/o etnias en el territorio que dominan en Irak.
Pero esta estrategia fracasó de manera estrepitosa: no solo las YPG-YPJ pudieron rechazar la invasión, sino que al iniciar la contraofensiva, lograron expandir su control territorial y llevarlo más lejos de lo que nunca hubiera sido posible sin la existencia del EI.
En las últimas semanas, se desarrolló una nueva tanda de éxitos militares de las YPG-YPJ, que lograron conectar los cantones de Kobane y Jazira (con el triunfo en Tel Abyad), que lograron limpiar a gran parte de la ciudad de Hasakah (capital provincial del noreste de Siria) de la presencia del EI, y que en este mismo momento están eliminando uno de los principales bastiones defensivos del EI en el río Éufrates (Sarrin). Esta fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de Erdogan.
Atentados reaccionarios y maniobras desesperadas
La semana pasada se vio el primer gran efecto de la preocupación del gobierno turco. En la ciudad turca de Suruç, limítrofe con Kobane, una bomba puesta por el Estado Islámico se llevó la vida de más de treinta voluntarios médicos que iban a ayudar a la reconstrucción de la ciudad siria devastada por la guerra. Un atentado profundamente repudiable, odioso, que no podría haberse llevado a cabo sin la complicidad de los servicios secretos turcos.
El atentado de Suruç ocurrió luego de varias semanas en las que los medios de comunicación turcos vienen llevando adelante una campaña sistemática de provocaciones contra la izquierda kurda. Esta campaña ya había logrado generar un clima de profunda polarización política, que el atentado de Suruç terminó de caldear. Se sucedieron por lo tanto importantes movilizaciones de la izquierda y los kurdos contra el régimen de Erdogan.
Una de las primeras medidas de Erdogan después del atentado fue… suspender el uso de Twitter, para que no se difundieran las imágenes de la masacre cometida por sus protegidos del Estado Islámico.
Es en este contexto político que el gobierno islamista turco lanzó su “doble giro político”. A la luz de todos estos hechos, se entiende que su único y verdadero objetivo es lanzar una guerra de exterminio contra la izquierda kurda, o por lo menos intentar frenar su ascenso a través de una serie de ataques sistemáticos.
La respuesta de los kurdos y la izquierda ya se está haciendo oír: movilizaciones masivas y enfrentamientos contra las fuerzas de seguridad en gran parte de Turquía. Es fundamental la solidaridad internacional para frenarle la mano al reaccionario gobierno de Erdogan, enemigo de los pueblos de Medio Oriente y cómplice del Estado Islámico (más allá de toda apariencia).
Por Ale Kur, Socialismo o Barbarie, 26/07/15