El domingo pasado se realizó el promocionado “Argentina debate” que, contra lo esperado, alcanzó un elevado rating: dos millones y medio de personas estuvieron siguiéndolo, lo que les dio importante visibilidad a los participantes (Macri, Massa, Stolbizer, Del Caño y Rodríguez Saá; es sabido que Scioli se ausentó).
Lo primero a destacar es que los spots gratuitos sumados a iniciativas como este “debate” (cualesquiera hayan sido sus límites) son instancias progresivas que contrastan con el carácter regresivo del régimen electoral imperante en el país, régimen que ninguno de los candidatos presentes denunció como tal.
Incluso Del Caño, candidato de la izquierda, no tuvo una palabra para cuestionar un régimen electoral proscriptivo que ha dejado a cientos de miles de votantes sin representación en octubre, un elemento de adaptación a este régimen antidemocrático[1].
De eso no se habla
Lo primero que saltó a la vista es que la puesta en escena del domingo 4 fue una suerte de “plataforma” desde la cual los candidatos ofrecieron propuestas para el caso de que asuman el gobierno: promesas muchas de ellas caracterizadas por la demagogia.
Con Macri y Massa a la cabeza, pareció unánime el cuestionamiento al impuesto a las ganancias a la cuarta categoría. Ellos dos, seguidos por los demás postulantes, hicieron propuestas alrededor de la falta de vivienda propia, promocionando instrumentos que supuestamente facilitarían su “resolución”: desde el millón de créditos hipotecarios de Macri, pasando por una iniciativa similar planteada por Massa (en su caso 1,2 millones de créditos), hasta llegar a planteos de igual tenor de los demás postulantes.
También destacó (en Macri, Massa y Rodríguez Saá) el planteo de “acabar con el trabajo en negro” y promover “el pleno empleo”, esto de una manera tramposa porque, en realidad, apuntan a legalizar una mayor precariedad laboral: con la excusa del “primer empleo” se planteó un régimen de empleo joven por el cual por cinco años las empresas se inhibirían de hacer aportes patronales.
Sin embargo, si de algo no se habló es del ajuste que viene. Macri, Massa, Stolbizer y Rodríguez Saá esquivaron olímpicamente el tema cuando la cuestión es la más candente para cualquiera que asuma el 10 de diciembre (cuestión agravada por la caída a sólo 27 mil millones de dólares de las reservas en manos del BCRA luego del pago del Boden 2015, ver nota aparte).
El contrapunto lo marcó Del Caño, que correctamente denunció a los principales presidenciables (Scioli, Macri y Massa) como candidatos a aplicar el ajuste, planteando a la vez una serie de puntos de un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.
Sin embargo, no logró que el tema se instalara como un eje de la discusión, un poco en razón del formato del “debate” (en realidad, no estaba organizado como un debate verdadero, sino más bien como una serie de exposiciones), y otro poco por determinada falta de personalidad para hacerse valer[2].
La eventualidad de una devaluación apenas asuma el próximo gobierno, el posible acuerdo con los fondos buitre, el planteo de un “pacto social” para moderar los aumentos salariales en paritarias y, más en general, la denuncia de que el actual gobierno ha pagado cerca de 200.000 millones de dólares a los acreedores, nada de esto logró Del Caño colocarlo sobre la mesa.
Sobre todo, fue llamativa la ausencia de cualquier referencia a los dirigentes sindicales tradicionales. En la Argentina está en debate el llamado “modelo sindical”. Además, todo el mundo sabe que la “gobernabilidad” del futuro gobierno, depende en gran medida del rol que estos dirigentes vayan a cumplir (su importancia para la implementación de cualquier ajuste que venga está fuera de discusión).
Pues bien: ninguno de los candidatos presentes (¡ni siquiera Del Caño!) se “acordó” de ellos. En el candidato de izquierda esto era más obligatorio aún, dado que la fórmula que integra junto a Miriam Bregman no expresa –en la persona de ninguno de los dos– el proceso de recomposición obrera que se está viviendo, proceso que estará sujeto a pruebas de importancia en el 2016.
De nada de esto podían hablar los candidatos del sistema, obviamente. Lo sorprendente es que no tuviera referencia alguna por parte de Del Caño, salvo una mención marginal en su última intervención.
Macri, Massa, Stolbizer y Rodríguez Saá se explayaron en materia de educación. Hablaron demagógicamente de “defender la educación pública”. Pero lo concreto es que se vio un consenso reaccionario entre Macri, Massa y Rodríguez Saá para culpabilizar a los docentes por la crisis educativa promoviendo un régimen de presentismo y evaluación.
En este punto Del Caño cruzó a Massa por su propuesta alrededor del “presentismo” docente cuando él no asiste nunca a las sesiones del Congreso, algo comentado favorablemente en las escuelas.
¿Sacar el ejército a las calles?
Si en materia económico-social los candidatos se quisieron vestir con “piel de cordero” (escondiendo sus verdaderas medidas debajo del atril), cuando se trató de temas como la “seguridad”, el gorilismo les salió a flor de piel.
Llamó la atención el set de medidas reaccionarias que Massa, Macri y Rodríguez Saá traen bajo el brazo; como si pensaran que en ese punto la conciencia promedio es tan conservadora que hay margen para ellas…
Del Caño tachó de “irresponsable” sacar el ejército a la calle para “combatir el narcotráfico” (como propone Massa); sin embargo, se trató de una definición confusa: ¿irresponsable para quién?
Claro que en la Argentina sacar el ejército a las calles es un escándalo: se les volvería a dar poder a los militares, atribuciones cuyos efectos serían peligrosísimos para el movimiento de masas.
Sin embargo, hablar de “irresponsabilidad” como denunció Del Caño, no alcanza a tipificar la cosa: desde el punto de vista de la burguesía, no sería nada irresponsable si se generan condiciones para ello (¡al contrario!); el problema es que sería una medida de enorme gravedad para los trabajadores y las masas populares, un tiro por elevación contra su derecho a la protesta.
De ahí que el propio Massa le preguntara a Del Caño si estaría a favor de “un acuerdo para reglamentar la protesta social”, no logrando este ser lo suficientemente categórico. Tendría que haber dicho: “no, de ninguna manera, la izquierda defiende la irrestricta movilización popular y el derecho de huelga (tal como está tipificado en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional)”.
Este contrapunto fue uno de los puntos más flojos de su intervención. Se trata de una medida reaccionaria sin precedentes en los últimos 30 años que, de implementarse, pondría en riesgo las libertades democráticas y que debe ser denunciada como lo que es: un intento para volver a colocar a las fuerzas armadas en el centro de los asuntos del país.
Una alternativa global
Otro problema del debate es que, a todos los efectos prácticos, se hizo evidentemente sobre la base de las relaciones sociales existentes: ninguno de los candidatos cuestionó el sistema capitalista imperante en el país.
Claro, sería ridículo pedirles algo así a Macri, Massa, Rodríguez Saá y Stolbizer, variantes políticas defensoras del sistema. Pero el interrogante es por qué Del Caño no introdujo ningún elemento de cuestionamiento global.
Es verdad que, correctamente, nombró dos o tres veces la perspectiva de “un gobierno de trabajadores”. También que colocó algunos de los jalones antiobreros característicos de los gobiernos capitalistas de las últimas décadas: la hiperinflación de Alfonsín y Menem, la hiperdesocupación bajo De la Rúa, la megadevaluación de Duhalde, etcétera.
Pero tuvo el grave problema de que no llegó a trazar –ni siquiera someramente– la idea de una alternativa de conjunto. Del Caño casi “abusó” de propuestas “concretas”; “consignas transicionales” como las llamamos en la izquierda revolucionaria. En sí mismo eso no está mal, hasta por el hecho de que el año electoral transcurre sin grandes luchas, en condiciones de estabilidad política, sin radicalización y que si no se hacen propuestas concretas la cosa queda demasiado general para los votantes.
Además, no hay que confundirse: en un debate así se les está hablando a amplios sectores de las masas trabajadoras; no se trata de hacer intervenciones “izquierdistas” para agradar a la vanguardia o la militancia.
Pero de todos modos, cuando se les habla a amplios sectores de masas también se deben trazar perspectivas generales. Primero, es obligatorio señalar que no hay manera de imponer ninguna de las propuestas que se plantean sin apelar a la movilización: educar en que nada se puede resolver desde arriba sino mediante la movilización desde abajo[3].
Segundo, no se ve cómo se pueda colaborar en la recuperación y/o reconstrucción de la conciencia de clase de los trabajadores si no se aprovechan oportunidades como este “debate” para llevar a cabo la principal tarea planteada por Lenin en estas instancias: educar a las masas.
Ese fue el déficit de la intervención de Del Caño y, más en general, de las campañas del FIT: pecan por defecto en materia de la educación política de los trabajadores.
No es ocioso que en la campaña hacia las PASO de nuestro partido le hayamos dedicado un lugar de importancia al planteo de una alternativa socialista (esto como parte de la idea de que gobiernen los que nunca lo han hecho: los trabajadores).
Del Caño hizo correctamente el planteo de gobierno de los trabajadores, pero como al pasar, sin énfasis alguno. Además, no nombró la palabra capitalismo ni una sola vez, no logrando así establecer una clara delimitación entre “ellos” y “nosotros”, lo que sólo se puede lograr alrededor de trazar una clara frontera de clase (cosa que intentó hacer pero no fue hasta el final).
No somos como los demás
Del Caño sentó posición a favor del derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito, lo que está muy bien. De todas maneras, fue incapaz de decir algo más respecto de los flagelos que atañen a las mujeres, y eso en el año del #ni una menos, lo que no es poco…
De todas maneras, lo que Del Caño no parece haber logrado es una delimitación de conjunto: ¡presentarse como algo distinto de todo lo que estaba ahí!
Del Caño es diputado nacional y eso es una conquista: expresa una determinada representación de la izquierda. Pero de todos modos, aun a pesar del cargo institucional, los candidatos de la izquierda tienen que lograr ser (¡y parecer!) distintos de los políticos del sistema.
Es decir: tienen la compleja tarea de expresar una representatividad que ya no es la marginalidad habitual de la izquierda, pero sin perder en el camino cierto perfil de “incomodidad” con las instancias de la política tradicional.
Se trata, efectivamente, de una exigencia contradictoria donde la delimitación se expresa no solamente vía el programa que se defiende, sino hasta “gestualmente”: uno de los puntos que menos satisfactoriamente resolvió Del Caño en el debate es lograr ser visualizado, realmente, como alguien distinto (¡lo que, atención, no quiere decir que no haya sumado algún voto como subproducto de una visibilización cualitativa!).
Esto no significa ningún sectarismo, ni comportarse como marginales, lo que sería criminal: conspiraría contra la exigencia de la izquierda revolucionaria de salir de la marginalidad. Pero en circunstancias como las del domingo pasado, hay que tener algún gesto que establezca una delimitación de conjunto con relación a los políticos patronales (y a las instancias de la democracia patronal en las que participamos); y no está claro que Del Caño haya logrado pasar del todo esa prueba el domingo pasado.
¿Para cuándo la reunión con el FIT?
Para concluir, los déficits en la participación de Del Caño en el debate televisivo, así como la falta de respuesta –hasta el cierre de esta edición– por parte del FIT a la carta que le presentamos, no quitan que por un elemental criterio de principios nuestro partido seguramente defina en las próximas semanas llamar a votar críticamente las candidaturas del FIT.
Mientras tanto, la tarea inmediata es agotar todos los detalles para la participación de lo que se adelanta como una delegación histórica de Las Rojas en el encuentro de mujeres que se realiza este fin de semana en Mar del Plata.
[1] Del Caño denuncio el “fraude” en Tucumán, así como los acoples, pero no denunció la ley electoral proscriptiva; por lo demás, el resto de los candidatos cuestionaron aspectos parciales del régimen electoral como la lista sábana, al tiempo que bregaron por el voto electrónico; pero ninguno cuestionó explícitamente las PASO (aunque Macri dejó trascender algo que iría en ese sentido).
[2] Rasgo advertido por la militancia de la izquierda en general.
[3] Este elemento es clave porque ya hay experiencias como la de Salta, donde la única explicación del desinfle electoral del PO en dicha provincia, es que los votantes tuvieron una expectativa de que votando a dicho partido se iban a solucionar algunos problemas, expectativa que no pudo ser satisfecha.
Editorial Socialismo o Barbarie (Argentina), 08-10-15