Compartir el post "Atentados de Ankara: una horrenda masacre al servicio de la política de Erdogan"
El 27 de julio publicábamos en Socialismo o Barbarie que Erdogan, el presidente de Turquía, “le declara la guerra al pueblo kurdo y a la izquierda”[[1]]. En ese momento, la noticia en los diarios era que supuestamente, el Estado turco lanzaba una ofensiva contra el Estado Islámico. Desde SoB denunciamos que el verdadero objetivo de la ofensiva no era el EI sino la población kurda y las organizaciones de izquierda.
Esta caracterización se vio brutalmente corroborada. Los últimos meses estuvieron definidos por la sanguinaria ofensiva militar que el Estado turco llevó adelante en las zonas dominadas por los kurdos. Poblaciones enteras fueran sometidas al estado de sitio por las Fuerzas Armadas. Decenas de ciudadanos kurdos fueron ejecutados por la policía a lo largo y ancho del país, y miles fueron encarcelados. Los bombardeos supuestamente contra posiciones de la guerrilla kurda del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) dejaron también cientos de muertos. El Estado Islámico, sin embargo, no fue tocado. Ninguna posición del EI fue atacada. Ninguna célula terrorista fue desmantelada.
Decíamos en ese mismo artículo que lo que motivaba la guerra contra los kurdos era la profunda incomodidad que le genera el ascenso de los kurdos y de la izquierda al partido gobernante turco (AKP, Partido de la Justicia y el Desarrollo, organización islamista y neoliberal liderada por Erdogan).
El éxito de los kurdos de Siria en Kobane y en el norte del país contra el Estado Islámico acaparó la atención de todo el mundo. Dentro de la propia Turquía, el partido de izquierda pro-kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP por sus siglas) obtuvo en las elecciones parlamentarias de junio de este año un resonante 13 por ciento de los votos. Ese resultado no sólo daba expresión a la lucha por la autodeterminación de los kurdos, sino también al descontento de amplios sectores populares contra la política de Erdogan. Era también un subproducto de la rebelión popular de Parque Gezi de 2013.
Los grandes resultados obtenidos por el HDP en las elecciones de junio tuvieron además una consecuencia de gran importancia para la política turca: dejaron al partido gobernante AKP sin la mayoría absoluta[[2]] en el parlamento. De esta manera, el AKP no podía formar gobierno nuevamente por sus propios medios: necesitaba un aliado, que no pudo conseguir.
Al mismo tiempo, fracasaba también su intención de implementar en el país un régimen presidencialista, que le diera a Erdogan poderes autocráticos. Todo esto llevó a la convocatoria de una nueva ronda de elecciones parlamentarias, que tendrá lugar el primero de noviembre de este año.
Este es, precisamente, el nudo del problema para el gobierno turco: necesita conseguir en las elecciones de noviembre la mayoría absoluta que no pudo conseguir en junio. Y la única manera de conseguir esto es dejar a la izquierda kurda afuera del parlamento.
Para esto alcanzaría con alguna de las siguientes opciones: 1) Conseguir que el partido HDP obtenga menos del 10 por ciento de los votos (con lo cual aplicaría el ultra-restrictivo régimen político turco que los dejaría sin bancas en el parlamento); 2) proscribir de manera directa al HDP designándolo como “organización terrorista” o con maniobras legales, provocarlo a que se retire de la carrera electoral; 3) o bien, de manera más drástica, aplastarlo militarmente con métodos de guerra civil.
Cualquiera de todas estas opciones requería que el gobierno turco lanzara grandes provocaciones contra el HDP y los kurdos en general. Esto es precisamente lo que comenzó a ocurrir a fines de julio de este año, con los brutales atentados de Suruc. Allí, atacantes presuntamente del Estado Islámico, volaron por los aires a voluntarios internacionales que asistían a ayudar a las víctimas de Kobane. Luego comenzaron las ofensivas militares del Estado turco contra la guerrilla kurda PKK y contra las poblaciones kurdas en general, además de las campañas de arrestos en todo el país y la represión sistemática a las movilizaciones.
Todo esto no fue suficiente para lograr los objetivos del partido islamista en el gobierno. Comenzó una campaña de instigación al odio desde todos los niveles del Estado, desde el aparato del AKP y también desde los medios de comunicación. Esto tuvo su pico las noches del 7 y 8 de septiembre, donde bandas fascistas (integradas por partidos de ultraderecha, miembros del AKP y ciudadanos exaltados por la propaganda) destruyeron e incendiaron 300 locales del partido HDP en todo el país. Es decir: el Estado turco se dio una política de supresión violenta de la izquierda kurda, con métodos fascistas.
Sin embargo, ni siquiera así consiguieron que disminuyera la intención de voto al HDP. Las encuestas seguían dándole los mismos resultados que en junio, o inclusive un aumento en la cantidad de votos. A sólo tres semanas de que se realicen las elecciones de noviembre, la guerrilla kurda PKK había tomado la decisión de anunciar un cese de fuego unilateral, con el objetivo de contribuir a que las elecciones puedan desarrollarse normalmente. Y más aún: los sindicatos, el HDP y otras organizaciones políticas habían convocado para el 10 de octubre a una movilización multitudinaria en defensa de la paz, denunciando la política de guerra de Erdogan. Todas las maniobras del gobierno islamista parecían derrotadas.
Es precisamente eso lo que explica políticamente el brutal atentado del 10 de octubre contra la movilización por la paz. Dos bombas reventaron una movilización de decenas o cientos de miles de personas, dejando 130 muertos y 400 heridos. Los autores del atentado pertenecen, según dicen los medios, al Estado Islámico. Esto es posible, pero en cualquier caso, los autores materiales actuaron como ejecutores de la política de Erdogan, bajo la complicidad de los servicios secretos de Erdogan, y en un clima de instigación generado por Erdogan.
Erdogan, el verdadero “califa” del Estado Islámico (¿con bendición de la OTAN?)
Desde el comienzo de la guerra civil siria, Erdogan viene financiando y dando armas al Estado Islámico, otorgándole el territorio turco como base de operaciones, dándole plena libertad de movimientos en la frontera. Es imposible que todo esto se haya llevado a cabo sin decenas o cientos de células del propio EI al interior de Turquía. Los servicios secretos turcos son los que facilitaron esta instalación, bajo la orden de Erdogan. Y todo esto, al mismo tiempo, con la plena complicidad de la OTAN, organización a la que pertenece Turquía… que como mínimo lo dejó hacer…
Cuando el Estado Islámico comenzó el asedio a los kurdos de Kobane, Erdogan lo facilitó cerrándole sus fronteras a los kurdos. Los medios de comunicación turcos entonces decían que las YPG-YPJ (las guerrillas kurdas defensoras de Kobane) eran igualmente terroristas que el Estado Islámico, y que por lo tanto “no podían posicionarse a favor de ninguna de las dos” (la misma posición que siguen sosteniendo hoy).
Tras los recientes triunfos kurdos contra el EI en Siria, el Estado turco dio un ultimátum a las YPG-YPJ: que no se atrevieran a cruzar el Éufrates para derrotar al EI del otro lado del río (y arrebatarles el último paso con Turquía), porque entonces las propias FFAA turcas comenzarían a bombardear a las YPG-YPJ.
A lo largo de 2015 en Turquía ya se llevaron a cabo tres atentados brutales contra los kurdos y la izquierda, con el mismo “modus operandi”: Diyarbakir, Suruc, Ankara. En ninguno de los tres casos el Estado turco apresó a ningún responsable, ni desarticuló ninguna red terrorista. Al contrario, las imágenes de las “redadas” contra el EI muestran una curiosa coincidencia: nunca los terroristas están esposados.
Inclusive, inmediatamente después del brutal atentado de Ankara, la propia policía turca reprimió a los heridos. Por si fueran necesarias mayores muestras de lejanía con la especie humana, los dirigentes del partido gobernante AKP utilizaron sus intervenciones televisivas para seguir atacando al partido HDP y a los kurdos. Su complicidad con el verdadero terrorismo no puede ser más evidente.
Lo que se ve entonces, es una sistemática política de apoyo por parte del Estado turco al Estado Islámico. El “califato” se vuelve un instrumento de los objetivos de la política exterior e interior de Erdogan. Son sus propios “grupos de choque” fascistas. Toda la política de la OTAN de bombardear al EI en Siria e Irak es hipócrita desde el momento en que son cómplices con su instalación en el propio territorio turco.
¡Fuera Erdogan! Huelga general e intervención popular
Los sindicatos convocaron a una huelga general de 48 horas en repudio al brutal atentado de Ankara. También se vienen sucediendo movilizaciones masivas de rechazo. Trabajadores y estudiantes de todo el país están a la vanguardia de la denuncia del criminal régimen de Erdogan.
Este es precisamente el camino necesario para derrotar al fascismo en Turquía: la movilización de masas, la irrupción en escena con toda la fuerza de la clase obrera, de la juventud, del movimiento de mujeres, de los kurdos y de todas las minorías oprimidas por el régimen.
Hace falta un solo torrente popular que paralice el país de punta a punta, como el que hizo caer al dictador Mubarak en Egipto en 2011. A esta perspectiva apostamos desde la corriente Socialismo o Barbarie.
[1].- “Erdogan le declara la guerra al pueblo kurdo y a la izquierda”, Ale Kur, SoB 26/7/15.
[2].- “Gran votación de la izquierda kurda y retroceso de Erdogan”, Ale Kur, SoB 11/6/15.
Por Ale Kur, Socialismo o Barbarie, 15/10/15