El inicio del Sínodo el 4 de octubre fue tormentoso. Un importante teólogo de la Congregación para la Doctrina de la Fe –rama de la burocracia vaticana encargada de “tutelar la doctrina”– se declaró gay y llamó a una conferencia de prensa para presentar en sociedad a su novio. Simultáneamente, trece cardenales y obispos “conservadores” dejaron trascender a la prensa una carta muy crítica contra la línea del Papa de reformas cosméticas. Luego, el informante encargado de abrir el debate del Sínodo, se pasó de bando y dio un informe igualmente desfavorable. Esto obligó, fuera de programa, a que otro cardenal diese un contrainforme en apoyo al Papa y sus propuestas…
Sin embargo, con el paso de los días las aguas se fueron calmando… por lo menos en la superficie. Finalmente, se logró un documento que logró, en sus partes más discutidas, por lo menos dos tercios de los votos. Claro que eso no significa una real homogeneidad ni tampoco que los “reformadores” hayan tenido una victoria categórica, sino que se fueron desdibujando los cambios y haciendo concesiones a los más “conservadores”.
Con el título “Termina el Sínodo de la Familia: grandes expectativas, pequeños cambios”, el principal sitio del “progresismo” católico latinoamericano, ADITAL, se lamenta de que “los resultados de la asamblea sinodal han sido demasiado pocos y menores en relación a las grandes expectativas que se generaron en torno a él y respecto de un cambio significativo de la doctrina y praxis eclesiales en torno a puntos sensibles del tema de la familia: la comunión a divorciados vueltos a casar, el reconocimiento de la diversidad de familias en la sociedad y la Iglesia, y las raíces socio-económicas (y no sólo morales) de la actual crisis de la otrora llamada célula fundamental de la sociedad…”[1]
Efectivamente, el Sínodo, en su documento final[2], no sólo ratificó la disparatada doctrina del “matrimonio indisoluble”… en un mundo donde cada vez más gente se divorcia. Tampoco abrió las puertas a facilitar las “anulaciones”, un truco daría a la Iglesia la forma de aceptar el divorcio pero con otro nombre, como explicamos en un artículo anterior.
Similares posiciones cavernícolas se ratificaron en otros órdenes, como la condena del uso de métodos anticonceptivos y de condones, la negación del derecho al aborto, etc. Asimismo, que las parejas convivan sin casarse por Iglesia sigue siendo pecado mortal. Y aunque Francisco dijo una vez “¿quién soy yo para juzgar a un gay?”, el Sínodo no sólo ha juzgado que las personas LGBT siguen siendo pecadoras sino también que no pueden casarse, bajo ningún concepto.
¡Basta de fábulas sobre el Papa “progresista”!
Todo esto tiene una importancia política, que va más allá de las cuestiones doctrinarias de la Iglesia en medio de una grave crisis histórica. Es también un rotundo desmentido a las fábulas del “progresismo” del papa Francisco y de un giro en ese sentido de la Iglesia. Desde al chavismo en Venezuela hasta el peronismo en Argentina, pasando por los hermanos Castro en Cuba, todos alaban al Papa “progre”, que está del lado de los pueblos… y nos quiere “vender ese buzón”.
Pero el giro de Francisco es de un cambio de las formas pero no del fondo doctrinario. Es el viejo truco de “cambiar todo, para que todo siga igual”. Sus opositores conservadores se resisten a esos cambios –“formales” pero importantes–, en una situación en que la Iglesia se vacía de fieles por efectos de la secularización, y de muchas de sus prohibiciones disparatadas en las sociedades del siglo XXI. Esa oposición retrógrada no nos tiene que engañar sobre sus límites y contenido.
Para dar un ejemplo. El anterior Papa, Benedicto XVI (Ratzinger), con modales de sus épocas en la Juventudes Hitleristas, recorrió media África predicando contra el uso de condones… en países donde el HIV es arrasador. El documento del Sínodo –reflejo de la nueva era del papa Francisco– no fulmina directamente a nadie con el infierno por ponerse un condón… Pero, con un lenguaje suave y trabalenguas acaramelados, muy distintos de los de Benedicto, de contenido sigue diciendo lo mismo: ¡prohibido usar forro! Y pasa lo mismo con el resto de los “pecados” antes mencionados.
Sin embargo, esos cambios de forma, son inaceptables para sectores de la Iglesia. Temen que los cambios formales abran las compuertas a modificaciones más de fondo.
Sea como sea, lo que es absolutamente inaceptable, repetimos, es el “buzón” político que nos quieren vender acerca del Papa “progresista”, especialmente en América Latina.
Nota:
1.- Observatorio Eclesial, “Termina el Sínodo de la Familia: grandes expectativas, pequeños cambios”, Adital, 26/10/2015.
2- “Mensaje final del Sínodo de la Familia”, 25/10/2015, http://www.vidanueva.es.
Por Claudio Testa, Socialismo o Barbarie, 29/10/15