La construcción del partido revolucionario
A propósito del clima de estabilidad general que se vivió a lo largo del año (y de las presiones de todo tipo del período posmoderno que todavía se vive internacionalmente), se nos ocurrió escribir esta nota general acerca del compromiso revolucionario en la actualidad.
Un objetivo colectivo
Lo primero a destacar tiene que ver con las motivaciones que están detrás de la militancia, sobre todo cuando esta militancia es se asume originalmente en el medio estudiantil.
El sólo hecho de ser estudiante; el estar, de alguna manera, conectado con los debates más generales que se le plantean a la sociedad, despierta una reflexión o preocupación por las cuestiones más globales.
Esto es así, sobre todo, entre aquellos compañeros y compañeras que se suman a la militancia, o que, de alguna manera, se sienten impulsados a participar en las causas colectivas de la sociedad.
Atención: esto no es lo que ocurre con la población promedio. En general, por razones materiales o ideológicas, viven en su vida “privada” sin sensibilidad para los problemas generales, colectivos.
Es común, salvo grandes conmociones que no pueden dejar a nadie ajeno (grandes crisis, guerras o revoluciones), que una mayoría no participede las acciones colectivas por intereses que no sean inmediatamente los suyos. Es decir: es propio de la militancia solidarizarse con el interés general, dejar de atender sólo el interés individual, particular.
Preocupación que es común entre la militancia independientemente de la procedencia social de cada compañero o compañera. Pero, de todas maneras, esta condición hace específicamente parte de la condición estudiantil, precisamente porque tal condición facilita en cierto modo elevar la mirada hacia los asuntos de conjunto (de ahí que la izquierda revolucionaria siempre se haya nutrido de los medios estudiantiles).
A esto se le agrega otra determinación: el hecho que la preocupación del militante tenga un aspecto “trascendente” respecto de su propia área de intereses personales. Es decir: el militante que se suma a una organización revolucionaria,de alguna manera, con sus más y sus menos, es más o menos consciente (¡o debe serlo!) que se vincula al “desarrollo de la historia”; que “vincula” su propio destino –hasta cierto punto, evidentemente– al de la historia misma.
Mucho ha intentado el posmodernismo ridiculizar esta dimensión “trascendente” de la militancia (el posmodernismo ha dejado por abolida la dimensión de la historia, las grandes perspectivas), con la idea de que tal o cual militante o la organización como un todo, están animadas por el “mesianismo” de creer que sumarse a la lucha por las causas colectivases una “fantasía”, una “irrealidad” o, peor aún, animar ideas “totalitarias”. Lo “realista” seria reducirse a la mediocridad, a la rutina, a la alienación, rendirse ante la supuesta evidencia del “eterno presente”.
Pero esto es una supina estupidez propia de los tiempos que corren, representaciones que no pueden anular, sin embargo, la materialidad de las cosas: el recomienzo de la lucha de clases que se está viviendo y que comienza a replantar, nuevamente, la lucha emancipadora.
Es que, efectivamente, sumarse a la militancia revolucionaria conecta al militante alaobra colectiva de la transformación social.
Y esto no es algo que pueda ser desmentido por la historia, al contrario.Los grandes logros humanos, las grandes aspiraciones e ideales, los grandes logros revolucionarios de la clase obrera, siempre han sido subproducto de una acción colectiva; obra colectiva que, por añadidura, cuando es realmente revolucionaria, significa de manera concomitante y como una condición de existencia, la modificación, el revolucionamiento de la propia personalidad del militante como tal.
Es decir: la militancia, cualesquiera que sean los problemas o “sacrificios” de alguna comodidad que pueda contener, es una “disparadora de la personalidad”, una empresa que la revoluciona como ninguna otra: ¡lo más apasionante que pueda haber como dedicación de la propia existencia!
Insistimos. Lo más transformador de la propia personalidad, lo que da más posibilidades de desenvolver “el ser genérico del hombre” del que hablaba Marx en los Manuscritos Económicos Filosóficos de 1844: “El hombre es un ser genérico no sólo porque en la teoría y en la práctica toma como objeto suyo el género, tanto el suyo propio como el de las demás cosas, sino también, y esto no es más que otra expresión para lo mismo, porque se relaciona consigo mismo como el género actual, viviente, porque se relaciona consigo mismo como un ser universal y por eso libre”.
Es decir: es esa “aspiración universal” la que, efectivamente, libera todas las potencialidades de la personalidad, las potencialidades del militante.
¿Cómo ser revolucionario en condiciones no revolucionarias?
Pero como ninguna experiencia humana se desarrolla en abstracto, fuera de las determinaciones de la época, y la militancia tampoco, lo planteado arriba no podría dejar de pasar por las condiciones históricas en las cuales se desarrolla hoy la militancia revolucionaria, condición, presiones, que en cierto modo hay que enfrentar, no dejar que nos sometan.
Es evidente que en condiciones revolucionarias la dedicación militante es más peligrosa pero más “sencilla” también; nadie de la población activa se querrá perder participar de una revolución social en marcha, por así decirlo (¡de ahí que el compromiso militante en los años ‘70, por ejemplo, haya sido el de una generación entera!).
Ocurre sin embargo que en la actualidad, el peso de los factores que conspiran contra la militancia, son enormes. Existe una combinación de circunstancias que apuntan contra la condición militante, tanto económicas como políticas e ideológicas.
Económicamente, entre sectores del estudiantado de capas medias, están en obra una serie de “seducciones” entre las cuales una no menor en estos tiempos de globalización, es, precisamente, el “turismo mundializado”: la facilidad para ello de los créditos y mecanismos de financiamiento por el estilo (¡mecanismo, el del crédito, universal para “enganchar” en el consumo a todas las clases sociales!).
Pero de manera concomitante con tantos factores económicos “seductores”, están también las representaciones ideológicas de los tiempos presentes.
Se trata, en fin, de una serie de rasgos que se combinan y que hacen a la militancia en estos “tiempos posmodernos”, a las presiones sociales e ideológicas a las que está sometida y que tienen que ver con una serie de características del período: el vuelco a la vida individual, a la exaltación “hedonista”; el perder de vista que las cosas podrían ser diferentes a lo que son; el vivir al instante, con la sola dimensión del presente; lapérdida de la dimensión de futuro y, también, del pasado, la lucha de las generaciones que nos antecedieron.
Una suerte de idea general de pérdida del compromiso, de la pasión por las perspectivas globales, colectiva, emancipadora, liberadora de las potencialidades que anidan en cada personalidad.
Esto nos lleva a lo que queremos señalar en este punto: la circunstancia que es difícil ser revolucionario en condiciones no revolucionarias, porque obliga a ir contra la corriente, porque obliga a mantener las amplias miras en medio de la mediocridad general, porque obliga a no dejarse ganar por el discurso de que las cosas no podrían ser transformadas.
Se trata de problemas reales a los que se les adosa una representación ideológica, pero que surge terrenalmente de las condiciones del presente y que se multiplican en condiciones de estabilidad política, de bajónen la lucha de clases.
De ahí que en la educación política de la joven militancia sea menester poner este tipo de problemas sobre la mesa. ¿Cuál es el antídoto más clásico a este tipo de presiones?: la lucha de clases; la formación y participación de la militancia, de las nuevas generaciones, en las grandes y pequeñas luchas obreras.
Es que para cualquier militante con sensibilidad, el hecho que se desarrolle una lucha colectiva (¡y más aún si es radicalizada!), es una comprobación de la vigencia de la lucha por la transformación social. Y no solo una comprobación, ¡sino una experiencia a ser vivida que la mayoría de la militancia (una mayoría que tenga “sangre en las venas”), no se querrá perder por nada del mundo!
Mucho se habla de las revoluciones, de sus peligros. Pero se habla menos de lo emancipador que es para la personalidad de cada uno de los participantes, del despertar que significa, del aprendizaje que se realiza en días y semanas, y que concentra una adquisición mayor de conciencia y experiencia que muchas décadas de estabilidad.
Lo hemos dicho muchas veces: no hay nada más emancipador, más “desarrollador” de la personalidad humana, más apasionante, que la militancia revolucionaria, sea en la época que sea (cada generación debe asumir la parte que le toca de la tarea histórica de la transformación social), que la participación en la acción colectiva de la revolución socialista, que la construcción del partido revolucionario a tales efectos.
Por José Luis Rojo, Socialismo o Barbarie, 12/11/15