Una farsa diplomática que a la larga puede tener consecuencias trágicas para la humanidad
El pasado fin de semana, terminó en Parísla COP21, la últimaCumbre del Cambio Climático. Lamentablemente, la amenaza que implican para la supervivencia de la humanidad los cambios climáticos generados por la contaminación, no tuvo una respuesta seria, a la altura de este difícil desafío.
La anterior Cumbre del Clima, realizada en Copenhague en 2009, había tenido un final vergonzoso, un desbande de las delegaciones, sin llegar a acuerdos para enfrentar este peligro cada vez más evidente, de consecuencias que ya a la vista, como el acelerado derretimiento de los glaciares y los polos.
Ahora, seis años después, los gobiernos, en primer lugar los de EEUU, China y la Unión Europea, no podían repetir un desenlace semejante, ni tampoco hacerse los desentendidos. ¡Se hubiesen incinerado a la vista de todo el mundo!
Pero el principal oficio de estos personajes es ponerse la careta más conveniente según las circunstancias. Entonces, todos, de la noche a la mañana, se volvieron “ecologistas”. Y la Cumbre COP21 terminó en un show mediático, que nada tuvo que envidiar a la entrega de los Oscars.
Como decía luego un comentarista: “Ante todo, que parezca que los gobiernos hacen algo para luchar contra el cambio climático. Porque lo primero es preservar las buenas intenciones de los gobernantes, alimentar la idea de que son gente preocupada por el medio ambiente y el bienestar de las personas. Así que ahí tenemos las ridículas fotos en las portadas, con los mandatarios cogidos de la mano y levantando los brazos. Y los titulares eufóricos sobre un acuerdo que no debería llamarse histórico sino histriónico, porque si algo ha dado un salto cualitativo aquí es la teatralidad de los gobiernos.”[[1]]
Efectivamente, a diferencia de Copenhague, aquí se salió con un papel firmado, la “Convención-Marco sobre el Cambio Climático”[[2]].Después de alargarlas trabajosas deliberaciones, firmaron el 12 de diciembre 32 páginas donde se detallan medidas para la “mitigación” de las “emisiones anuales mundiales de gases de efecto invernadero”… para “poder mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2ºC con respecto a los niveles preindustriales, y de seguir esforzándose por limitar el aumento de la temperatura a 1,5ºC”, etc., etc….
Nada que festejar…
Sin embargo, si se leen atentamente las 32 páginas de esa “Convención-Marco” –redactadas en ambiguo lenguaje diplomático, donde puede leerse “blanco” pero también “negro”–, la conclusión es que no hay mucho que festejar…
Comencemos por la disección de la enrevesada cita de más arriba. ¿A qué se juega el mundo? ¿A qué apuntamos? ¿A limitar el aumento de temperatura media mundial a 1,5ºC o a 2ºC?
Esto puede parecer una discusión ociosa, pero no lo es. Los científicos especialistas en el tema concuerdan que un aumento de 2ºC temperatura media mundial, ya podría implicar cambios catastróficos, entre ellos el mencionado derretimiento de los hielos.
El hecho es que la Cumbre del Cambio Climático de París no fijó un objetivo categórico y obligatorio, sino “seguir esforzándose por limitar el aumento de la temperaturamedia mundial a 1,5ºC”. O sea, una expresión de deseos… Algo así como: “¡Ojalá me saque el gordo de Navidad!”
Pero tampoco los 2ºC son el “techo” de calentamiento global fijado imperiosamente en relación a la era preindustrial. Como no hay medidas drásticas –es decir, medidas revolucionarias y no “evolutivas”– esto puede ir a más. Los antecedentes de no-cumplimiento y/o no-aceptación de acuerdos anteriores, como el Protocolo de Kioto de 1997, nos hace ser razonablemente pesimistas en ese sentido.
Es que la medida fundamental (aunque no la única) para enfrentar el aumento de la temperaturamedia mundial, es reducir drásticamente las emisiones de losgases de “efecto invernadero” que causan el calentamiento global: el dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso y los gases industriales fluorados.
Pero este exigiría una transformación revolucionaria de la producción industrial y del transporte–en primer lugar en los dos grandes envenenadores del mundo, Estados Unidos y China–, que además golpearía directamente los intereses de las petroleras y otros sectores mineros e industriales.
Obama, por ejemplo, utilizó la Cumbre para posar mundialmente frente a los medios como “gran ecologista”. Sin embargo, su política energética –es decir, la política de esas grandes corporaciones que le dictan el libreto a Obama– ha sido impulsar más que nunca el uso de combustibles fósiles.
La gran hazaña de Obama en el terreno industrial ha sido la de promover el fracking, para eliminar la dependencia del gas y petróleo importados. Simultáneamente, no ha tomado ninguna medida en serio para reducir la emisión de esos gases de efecto invernadero producido por los combustibles fósiles. Por el contrario, los EEUU de Obama son el mayor emisor per capita de esos gases de efecto invernadero… y en casi ocho años de mandato no ha hecho nada por revertir esta situación. ¿Quién puede creer, entonces, en la súbita conversión “ecologista” de Washington?
El otro gran envenenador del mundo es China. Ocupa el primer lugar en la emisión total (no per capita) de gases de “efecto invernadero”. Precisamente en los días de la Cumbre, Beijing, la capital de China, llegaba a una situación límite. La contaminación de la atmósfera cargada de polvo de carbón y gases tóxicos fue tal, que debieron suspenderse las actividades escolares, entre otras. La población con máscaras, deambulando en una atmósfera irrespirable, daba una estampa de lo que será el futuro si no se actúa ya!
Sin embargo, aunque también Xi Jinping, como Obama, recitó en París su correspondiente “verso” verde, no hay mayores señales de que se embarque en una reconversión radical,no contaminante, de su producción industrial. Del mismo modo que EEUU se aferra al fracking, China se ata al carbón… y por los mismos motivos, las ganancias. Es el mayor extractor de carbón del mundo y tiene la tercera reserva más grande después de Rusia y Estados Unidos.
Demás está decir que la Convención-Marco sobre el Cambio Climático no dispone ninguna medida compulsiva, que obligue, sí o sí, a estos u otros envenenadores a cumplir lo acordado en París. Todo queda librado a su “buena voluntad”…
¿Quién paga las facturas?
Pero el fraude de este acuerdo no acaba allí. Otro punto fundamental es la “financiación” imprescindible para que los países menos desarrollados puedan promover la reducción de gases de efecto invernadero, y también compensar los daños sufridos por las actividades extractivas en sus suelos.
En esto, la hipocresía de la diplomacia de las grandes potencias alcanza su pico máximo. Para que el país “subdesarrollado” tenga derecho a ser financiado en emprendimientos “ecológicos”, debe renunciar a exigir indemnizaciones por los desastres que las corporaciones petroleras, mineras o de otros rubros hayan causado en sus territorios, Por ejemplo, Ecuador tiene un pleito histórico con la Chevron, que hizo un desastre inconmensurable en su territorio. Si desea recibir alguna financiación, debe dejar de reclamar.
De todos modos, lo más escandaloso –y que desnuda el “verso” de la Cumbre– son las cifras ridículamente pequeñas, que se barajaron en París. Cuando a los capitalistas les tocan el bolsillo, llega el momento de la verdad. Se acaban los discursos.
El 10% de los países más ricos del planeta producen el 50% de emisiones globales. Pero cuando se trata de compensar al resto del planeta, y además hacer frente a una reconversión que no puede solucionarse sino a escala mundial, entonces no hay quien se ponga…
La necesidad de una salida revolucionaria y socialista
Si nadie realmente se obliga a nada… y si, además, quienes tienen los medios no garantizan financiar esas mínimas medidas, latan festejada “Convención-Marco sobre el Cambio Climático” pasará a la historia como otro acuerdofracasado, similar al de Kyoto de 1997.
El gran problema es que no existe una autoridad mundial democrática y representativa de los intereses de los trabajadores y los pueblos, necesaria para imponer las medidas imprescindibles para hacer frente a una amenaza en que se juega, a mediano plazo, la supervivencia del género humano. Lo que hay es un pandemonio (cada vez más caótico) de estados y gobiernos, que frecuentemente se pelean entre ellos… pero para defender los intereses de diferentes grupos de capitalistas.
El capitalismo no puede ir más allá de la luchamás feroz por las ganancias. Tras ese objetivo, erigió estados imperialistas que desataron guerras mundiales que costaron decenas de millones de víctimas. Para eso esclavizó (y sigue esclavizando) a otros pueblos. Pero ahora, cuando la humanidad enfrenta una amenaza sin precedentes, no es capaz de mover un dedo.
Lo único que importa a los capitalistas son, en primer lugar, sus ganancias. Y, en segundo lugar, que existan estados “fuertes”, con gobiernos a su servicio, que defiendan sus sagrados bolsillos.
Eso es lo único que le interesa, aunque la humanidad corra peligro de extinción. Al mismo tiempo, por profundos motivos, han sido orgánicamente opuestos e incapacesde establecer una autoridad mundial democrática que sea competente para enfrentar este desafío.
Por eso, enfrentar este peligro consecuentemente, implica necesariamente la lucha por una nueva sociedad. Terminar con el capitalismo, imponer revolucionariamente una sociedad socialista, es la única garantía de que la humanidad podrá unirse para hacer frente a esta amenaza mortal.
[1].- Javier Adler, “El histriónico acuerdo de la Cumbre del Clima de París”, Crónicas de la Razón Práctica, 15/12/2015.
[2].-United Nations, “Framework Convention on Climate Change”, Paris, 12 December 2015.
Por Claudio Testa, Socialismo o Barbarie, 17/12/15