Aporte a la valoración del trabajo historiográfico de Milcíades Peña
No hay muchos casos de autores marxistas que hayan sido tan influyentes dentro de la izquierda marxista y de otras vertientes como él, influencia que aún sigue vigente. Unos de los puntos más altos a los que llego el marxismo latinoamericano, que se atrevió a desarrollar una historia nacional, pero desde el marxismo revolucionario.
“Historiador de de sólida formación pero a la vez militante trotskista; investigador minucioso pero alejado de los círculos académicos, a los que desdeñaba social e intelectualmente; profundamente materialista pero a la vez con un manejo de la dialéctica inusual en sus contemporáneos ;”[1]
“El trabajo del joven Peña (contaba con poco más de veinte años cuando lo realizó) es en verdad un borrador, el esbozo de un proyecto de más largo aliento que como sabemos no pudo ser llevado a cabo”[2]. Desde nuestra corriente lo hemos defendido en varios artículos del periódico y de la revista Socialismo o Barbarie incluso en el libro de Yunes titulado “revolución o dependencia”[3]; siempre partiendo de considerar la obra de Peña como un borrador, un esbozo, así como también entender que retomarlo implica criticarlo, porque tiene límites claros.
La visión de Milciades Peña sobre la historia es lo que Tarcus llamó una visión trágica[4], en el sentido de que la historia de nuestro país siempre oscilo entre opciones que no ayudaban a desarrollar las fuerzas productivas del país y poder llevar a nuestra nación por el camino de la independencia y la industria. De acá sus dos preocupaciones: mostrar las falsas opciones y luchar por un verdadero desarrollo nacional independiente de toda opción burguesa con la clase obrera a la cabeza.
Lo primero que salta a la vista cuando uno lee a Peña es su sagacidad y simpleza a la hora de atacar ciertas ficciones y puntos comunes en la historia argentina. Pero a la vez sus escritos son centralmente políticos, apuntan a desmentir y desnudar los mitos relacionados a posiciones políticas de diversas tendencias (comunistas, liberales, teólogos, etc). Su objetivo era despojar de falsa gloria a héroes y mostrar la hipocresía de las opciones políticas que se dieron en la historia (unitario o federales; Rosas o Urquiza, etc), criticando duramente la visión maniquea de la historia.
Este es uno de los puntos rescatables de su obra, siempre buscó discutir las posiciones políticas de su momento a través de la teoría histórica y siempre desde una perspectiva marxista independiente y dialéctica, poniendo sobre la mesa la posibilidad de una posición independiente de cualquier sector burgués. Sus discusiones con el stalinismo (principal fuerza de izquierda en ese época) y los revisionistas de la historia (principal alternativa a la visión histórica de la Oligarquía, ligados al populismo) muestra que uno de sus principales objetivos era intervenir y disputar las posiciones hegemónicas dentro de la historia y la política.
Otra gran virtud de Peña es lograr una historia muy lejos de héroes y figuras determinantes, en su obra se puede ver como actuaron las clases sociales de cada momento y luego ver esto mismo a través de algunos de sus principales representantes y de sus obras políticas. No se detiene a explicar la grandeza o decadencia de una persona para explicar el porqué del desarrollo de la historia, sino al revés. La relación del individuo con la sociedad y la historia queda claro, las personas actúan en un marco superior a ellas, pero estas relaciones no son determinantes, el sujeto tiene una cierta libertad. Porque entiende que el motor de la historia, es la lucha de clases, entonces hay que ver como se mueven las clases detrás de los responsables políticos burgueses. Al mismo tiempo tiene en cuenta y entrelaza limitaciones exteriores como el imperialismo y su capital extranjero, al cual correctamente le da mucha importancia para ver como se forma la Argentina moderna.
Además su punto de vista tiene un punto importante y actual, su alejamiento de una historia personal se debe a que toda su obra esta recorrida por otra idea clara: la independencia de clase. Partiendo de la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky, Peña desarrolla esta idea a lo largo de sus escritos. Los sectores burgueses tienen programas acordes, y como son burguesías atados al imperialismo no serán ellos quienes propongan un programa de liberación e industrialización, ese rol le queda a la clase obrera (que no siempre existió en Argentina).
También es muy destacable de la obra de Peña, que en todo momento se para desde un punto de vista dialectico. Las cosas que en un momento pueden ser progresivas luego se pueden transformar en regresivas, o algunos procesos pueden traer consecuencias progresivas en el corto plazo, pero a la vez traen el germen regresivo para el largo plazo. Este modo de comprender la realidad le permite entender el accionar de algunos sectores sociales como necesarios en ese momento, pero inmediatamente criticarlos por atar el país al extranjero por ejemplo. La industria puede traer sumisión, depende como, en qué momento, para qué y quien la desarrolle. El rol que juega la burguesía es una muestra más de ello.
Lejos de una visión esencialista, en la cual la burguesía de cualquier país se comporta igual a la descripción que hacen Marx y Engels, Peña adopta un punto de vista diferente, las burguesías se comportan de otro modo. Esto quiere decir que en Europa a fines del siglo XIX la burguesía busco construir naciones pujantes e industriales, democráticas, etc. Pero en los países semi-coloniales, esta busca otros objetivos, por lo que su forma de actuar difiere: busca crear una nación no industrial y dependiente. Tareas que deberá realizar otra clase, ya que la burguesía industrial y revolucionaria es histórica, y su tiempo pasó.
Su compromiso con este objetivo desmiente algunas críticas actuales sobre sus trabajos. “no renegamos de Peña porque haya escrito hace 50 años, sino por su ensayismo: lee algunos libros y opina. Lo que pase en la realidad, lo tiene sin cuidado.”[5]. Grave error despreciar así a uno de las pocas personas y de los primeros en tratar de presentar una historia marxista seria. Sin mencionar que sus ensayos están plagados de fuentes de primera y segunda mano, en la bibliografía se pueden contar 34 periódicos y boletines de la época para saber que opinaban los actores del momento, además toma dos archivos personales y los diarios de las sesiones de las cámaras de diputados (provincial y nacional), del senado y la asamblea constituyente de 1949, sin mencionar otras tantas fuentes citadas (o recortadas como les gusta a los compañeros) de libros de autores reconocidos[6]. Pero además ya vimos como este intelectual siempre busco intervenir mediante la teoría y la historia en los problemas del momento, ayudando a tomar una posición independiente. Solo para adelantar, reconocemos que sus mayores logros son en torno a ideas que necesitan ser profundizadas y ampliar su base científica.
Más allá de estas cosas positivas, sin duda su obra posee muchos límites propios de la época en la que vivió y de su corta vida. Por un lado hay que comprender que sus libros están escritos en un momento en que están apareciendo nuevas investigaciones y métodos para comprender mejor el pasado, los cuales no termino de ver, leer y comprender. El momento político también aporta sus límites, Argentina estaba siendo hegemonizada por el populismo y el mundo por el stalinismo y su vulgar teoría. Esta situación generó en este intelectual tensiones que lo llevaron en algunos puntos a tomar posiciones sectarias, donde más se puede ver este error es en el momento que analiza el peronismo. Hoy las discusiones con sectores americanistas como el chavismo, sigue siendo muy actual, quizás la discusión con los stalinistas no tenga la vigencia de esa época pero sigue muy presente en algunos sectores de la vanguardia de izquierda.
Además de estos límites, que podríamos llamar externos, vamos a ver otros personales de Peña. Muchas veces podemos ver contradicciones producto de que el autor murió joven sin antes corregir e incluso terminar muchas de sus ideas y obras, que fueron compiladas luego de su muerte siguiendo el plan diseñado por él.
Hay una tensión en su obra, y en la vida política de Peña ¿es un militante? ¿O es un intelectual?, esta tensión (mejor desarrollada en la obra de Tarcus, aunque tengamos algunas críticas a este trabajo[7]) no será tema de este articulo, pero una mención queremos hacer al respecto.
Peña durante gran parte de su vida fue militante orgánico de la corriente morenista, y otra parte fue un intelectual sin partido. Gran parte de la teoría que Peña desarrollará en su obra fue desarrollada gracias a la militancia junto a Nahuel Moreno, sin esta experiencia sin duda no habría mucho que decir de Milciades Peña[8]. Por otro lado, lo publicado por Peña siempre fue una discusión política que apuntaba a cómo actuar en el presente y con las principales corrientes de ese momento, todo esto desde una perspectiva clara: lo mejor del socialismo revolucionario, el trotskismo.
Muchos autores, de la academia y de la política (aunque sea difícil diferenciar estas dos áreas), lo han retomado, pero la gran mayoría de las veces sin mencionarlo, ni siquiera para decir que coinciden en ciertas ideas. Dentro del área de la historia argentina, no son pocos los que se animan a decir que la revolución de mayo no es una revolución o es una revolución política, pero ninguno dice que antes que ellos hubo alguien que lo dijo. Pero su legado fue mencionado por Portantiero y Murmis en su clásico “Estudio sobre los orígenes del peronismo”, el inglés Waldman en “El peronismo 1943-1955”, Horowicz en “El país que estalló, antecedentes para una historia argentina”, son algunos de los que mencionan su aporte.
Con estas virtudes y estos límites vamos a tratar de rescatar lo mejor de su obra y de criticar sus lados malos.
Breve biografía
Milciades Peña nació en La Plata en 1933, por problemas familiares de muy pequeño fue criado por sus tíos, quienes él creía que eran sus padres y aquella tía “loca” que él visitaba era su verdadera madre. Esto fue fuente de sus problemas más tarde, al enterarse a los 11 años de cómo eran en realidad las cosas generarían en él una crisis personal.
Autodidacta, aprovechó que su tío trabajaba en la Biblioteca de la Universidad Nacional de La Plata para leer de historia, filosofía, sociología, literatura y demás de forma muy temprana. Ingreso en el Colegio de la Nacional de la UNLP (estudios que abandonó cuando ingresó al GOM).
En política también ingreso tempranamente, cuando allá por 1946 ingreso a la juventud del PS; luego de romper con el PS se organizó en uno de los grupos en los que se había dividido el trotskismo, el GOM (Grupo Obrero Marxista) encabezado por otro joven llamado Nahuel Moreno (aunque le llevaba alrededor de una década a Peña). La relación entre ambos militantes de esta pequeña organización fue de amistad al principio aunque se fue tensando con el paso de los años. Peña no contaba con 18 años, y se unió al GOM como parte de un grupo de militantes de la juventud del PS (entre ellos Alberto Plá).
El GOM tenía como principal objetivo la estructuración de sus militantes en fábrica, pero Peña tomó en sus manos actividades más relacionadas al periódico que editaba el grupo. Con su apodo de Hermes Radio fue parte de la transformación del grupo en el Partido Obrero Revolucionario (POR), del que fue parte del Comité Central a pesar de su juventud en Diciembre de 1948.
Fue durante estos años en los que colaboró con Moreno en las investigaciones en torno a la estructura económica de la argentina, la burguesía argentina y la conquista de América. Si bien no firmó ninguna nota, el mismo Moreno reconoció que Peña le ayudo en el ordenamiento de fuentes, libros y demás. A parte del periódico también se encargó de la edición de la revista Estrategia de la Emancipación Nacional. Fueron años formativos los del POR, que luego se verían en sus artículos.
Pero las tensiones de la estructuración y su carácter más intelectual fueron creando conflictos entre Hermes Radio y la dirección del POR. A partir de 1950 se va alejando de a poco del POR, primero dejando sus responsabilidades de dirección, luego alejándose de la militancia partidaria en 1953. Mantuvo su intervención política en la revista Revolución Permanente, y colaboró con Silvio Frondizi, otro intelectual marxista de la época.
En 1955 vuelve a ser parte orgánica del POR, y es durante esta etapa que empieza la escritura de los textos que formarían Historia del Pueblo Argentino, vuelve a hacerse cargo de la edición del periódico del partido y de la revista estrategia. Fue en esta revista de estos años que comenzó a escribir sin su seudónimo los artículos que lo harían conocido. Fue una etapa donde además se dedico a defender y propagandizar las posturas del POR, desde una base teórica-política.
En 1959 se distancia definitivamente del POR y de Moreno, para luego fundar Revista de la Liberación y Fichas de Investigación Económica y Social. Donde se haría más conocido aún.
El 29 de diciembre de 1965, Peña puso fin a su vida en medio de una de sus crisis personales, a la edad 32 años[9].
Introducción a Historia del Pueblo Argentino
En este articulo haremos un recorrido por una parte de su obra, Historia del Pueblo Argentino, que hace poco fue editada nuevamente[10], relanzando a Milciades Peña a nuevas generaciones. Esta obra es un intento de escribir una historia integral de Argentina desde un punto de vista marxista. En ella recorrerá desde la conquista hasta el peronismo, utilizando conceptos como la “ley de desarrollo desigual y combinado”[11] o “revolución permanente” de Trotsky, o el concepto de imperialismo de Lenin. En definitiva parte de lo mejor de la teoría marxista de esa época.
Hay que volver a aclarar que esta obra fue editada póstumamente, sin siquiera ser corregida por Peña, debido a la temprana muerte del autor. Lo cual, obviamente, deja muchos límites en sus escritos, a veces contradicciones, pero que no alteran la calidad de la obra ni de la teoría aplicada.
Fue publicada originalmente en 6 libritos o entregas (según la versión de Fichas aparecida en la década del 70), divididas según la época que decide analizar. Fue un homenaje de sus amigos, quienes se encargaron de llevar a cabo el plan que tenía Peña. Rápidamente la obra tuvo su impacto en el resto de los historiadores, de varias tendencias. Horacio Tarcus en el estudio preliminar reconoce a una serie de autores que comenzaron a citarlo, desde Oszlak, Ansaldi hasta Halperin Donghi necesitan criticarlo o citarlo, autores extranjeros como Rock (que reconoce su deuda) o Waldmann que lo cita con su pseudónimo de Gustavo Polit[12].
Esta obra no es un análisis de la historia económica, como suelen hacer los pseudos marxistas economicistas. Si bien los elementos económicos aparecen durante toda su obra, el peso esta puesto en la lucha de clases, en la relación nada pacifica de las clases o fracciones de esas clases y el imperialismo. Es una historia que describe como se movieron estas clases, dando lugar al desarrollo de nuestro país. La estructura económica capitalista aparece y juega en cada página, pero al anclarse en la lucha de clases, se aleja claramente del determinismo económico, sin dejar de lado los límites que impone la estructura económica. Un gran logro que pocos han imitado.
Un punto importante y destacable es que durante toda la obra muestra que las clases sociales son algo vivo. No actuaron igual siempre, depende el contexto las clases se pueden mover diferente, siempre tratando de defender sus intereses obviamente, pero así podemos ver a la oligarquía defendiendo lo público en la década de 1890[13] cuando hoy asumimos que esta clase siempre peleo contra la intervención estatal. También podemos ver a las clases actuando divididas, no monolíticamente, que se enfrentan para imponer un mejor sistema de explotación.
Si algo queda reflejado en su obra, es también que no tiene una visión romántica del pasado (como si la tienen los revisionistas), así como tampoco busca antecedentes o aliados para justificar sus posiciones presentes. Peña nos muestra una historia de la lucha de clases, para mostrar las posibilidades que tiene nuestro presente, la potencia que existe hoy, la capacidad de transformar la sociedad que hoy existe.
A continuación haremos un repaso por lo que consideramos más importante de su obra, que obviamente como se ha dicho antes, no es el carácter ni sus análisis históricos, si más bien su avances teóricos y sus intuiciones históricas. Muchas de sus apreciaciones, a pesar de que su fundamento científico pueda ser criticado, se han mostrado correctas o por lo menos dignas de ser profundizadas. Pero nos interesan más sus conceptos y su uso de la teoría de la marxista para seguir sus dos líneas interpretativas: el desarrollo nacional y el concepto de imperialismo.
Historia del Pueblo Argentino, sus aportes
Al recorrer la obra de Peña, con todos sus errores y aciertos, podemos resumir que hay dos grandes cuestiones presentes, por un lado la cuestión del desarrollo nacional y por el otro la cuestión del imperialismo. Ambos temas se entrelazan en toda la obra, aparecen según el momento y desaparecen pasando a segundo plano según el punto de la obra que se tome. Pero de una forma que la cuestión nacional nunca se ve sobre determinada por la cuestión del imperialismo, pero sin desaparecer el segundo, permitiendo entender el desarrollo nacional ligado al desarrollo de la economía mundo capitalista. De esta forma los agentes extranjeros no son los únicos culpables de nuestros problemas, pero resaltando que son parte de este.
Esto que parece sencillo y fácil de entender, pero en muchas obras de marxistas reconocidos se pierde totalmente (con o sin intención). Por lo que es uno de los puntos más fuertes y rescatables de la obra.
La cuestión del desarrollo nacional, es siempre un punto flaco en las obras de carácter marxista, siempre queda bastante desaparecida, quizás por miedo a quedar como un defensor del nacionalismo. Si además entendemos que Peña desarrolla casi toda su obra en un contexto de crecimiento de las teorías nacionalista (de derecha o de izquierda), mas merito para Milciades Peña, quien sin ceder de forma sectaria a negar esta cuestión, tampoco cae en vaguedades ni en el sentido común de las teorías nacionalistas.
Ya en el primer libro de su obra, donde trata la conquista de América y la revolución de mayo, comienza la explicación del desarrollo dependiente y atrasado de Argentina. Al analizar la conquista de nuestro continente, Peña desarrolla el concepto de Capitalismo Colonial, para demostrar que el Río de la Plata era una colonia pre-capitalista, siempre en transición al capitalismo. De esta forma niega el carácter feudal de la conquista y de las colonias (siguiendo trabajos pioneros en esos momentos como los de Bagú), y al negar el carácter feudal del Río de la Plata, este historiador marxista puede comprender que el desarrollo de la burguesía es netamente comercial, ligado al desarrollo del mercado mundial capitalista.
Este “nacimiento” de la burguesía como comercial, marca el carácter dependiente de ésta. Al estar ligada profundamente al comercio internacional (a las exportaciones de materias primas y a la importación de bienes manufacturados europeos), es una burguesía con escaso interés nacional, no necesita desarrollar una industria o terminar con la dependencia de las metrópolis, solo necesita y quiere mantener el comercio y la dependencia.
Acto seguido explica la revolución de mayo, que la ve como una revolución netamente política. Al faltar una burguesía con carácter e intereses nacionales, la revolución solo cambia el Estado, la forma de gobierno, pero casi no cambia la estructura económica y social, no afecta los intereses de las clases dominantes. Podríamos decir que todo siguió más o menos igual, solo que ahora la burguesía comercial se hizo cargo del Estado y permitió el desarrollo de una burguesía más ligada a la producción ganadera (que permitió mantener una producción comercializable en el mercado mundial: el cuero). O sea que la producción nacional, siempre debía estar ligada a la exportación, por lo que lo importante es vender en Europa, no generar un desarrollo nacional.
No se niega que el desarrollo del comercio y la ganadería no sea crecimiento, pero es un escaso crecimiento que nos puso como proveedores de materias primas y consumidores de productos manufacturados. O sea que seguimos transfiriendo valor a Europa mientras nos empobrecemos, obviamente que los socios menores de estos pagos si se enriquecieron.
Acá vemos algo muy perspicaz de Peña, toma la burguesía como un concepto histórico, no como un dogma. Según Marx, desde el Manifiesto Comunista, la burguesía es revolucionaria por que viene a acabar con el feudalismo y todo lo retrogrado que tiene para la humanidad. Pero esto no siempre debe ser así, Peña se permite corregir este dogma que han tomado muchos marxistas y que aún hoy mantienen. La burguesía deja de ser revolucionaria en estas tierras, al nacer como un apéndice de la burguesía revolucionaria europea, en nuestro contexto la burguesía ya habría gastado su carácter revolucionario, no tendría nada mejor que aportar al desarrollo de esta región. Peña pone a la burguesía en un contexto histórico, lo que le permite dinamizar el concepto y transformarlo en algo vivo, que cambia con el tiempo y el lugar, deja de ser un concepto de diccionario que se pone en cualquier lugar y actúa de igual manera. Un gran aporte.
Siguiendo el recorrido por la obra de Peña llegamos a Juan Manuel de Rosas, para la época de Peña una discusión actual, acá también tiene algo que aportar. En las décadas del 60 y 70 hay una recuperación de la montonera y de los caudillos, como los defensores luego de la revolución de independencia, la libertad y el desarrollo nacional. Peña tuvo la difícil tarea de decir, sin tapujos, que las montoneras eran el atraso, reconociendo que eran los sectores explotados y que eran la mayoría, con total sinceridad dice explícitamente que son el atraso, las artesanías precapitalistas, el gaucho errante, un camino sin salida. Nada fácil mientras los revisionistas históricos populistas defendían a la “pobre montonera que quería ser aniquilada por los porteños malos”.
Estos revisionistas históricos populistas, siempre escribieron y hablaron desde el orden, porque su visión es que estas estaban comandadas por los caudillos, los verdaderos héroes de las guerras del siglo XIX. Los temerarios y virtuosos generales que comandaron a las montoneras, eran estancieros (muy pocas veces eran guachos salidos de las montoneras), que usaron las montoneras para dirimir las disputas entre ellos. Una clara defensa del orden jerárquico, solo alguien como los Rosas o Urquiza, hombres de tierras y riquezas, podían dirigir a estas masas pobres y sin educación.
Rosas, en la versión de Peña, poco tendría que aportar a la nación argentina. Un representante estanciero, con un federalismo raro (ya que siempre se negó a realizar los pedidos más básicos de los federales: libre navegación de los ríos y nacionalización de la aduana), una variante más del atraso, un obstáculo más en el desarrollo nacional. Su principal y casi único objetivo fue el desarrollo de la ganadería y del comercio, ambas actividades muy relacionadas al imperialismo inglés, del cual era un gran amigo, nunca buscó romper esa dependencia ni diversificar la economía de la provincia de Buenos Aires (ya que sumado a lo anterior, agrego yo, tenía una estrecha mirada localista y nunca pensó en el resto de las provincias).
Es en este momento que aparece la famosa metáfora del “circulo de hierro” para hacer mención a que no habría alternativa a un verdadero desarrollo nacional: La montonera, los intereses de la mayoría, no tenían ninguna alternativa que ofrecer. Los federales que levantaban la montonera solo querían exportar libremente. Los unitarios cuyo centralismo y libre cambio perjudicaba a la industria artesanal del Interior, la cual era atrasada y no conducía a la industria capitalista. Ninguna clase social tenía un programa que ayudara a desarrollar una industria o un país soberano, las principales clases tenían su interés fuera del país, en el mercado mundial. El centro, otra vez, es que nadie abogaba por un verdadero desarrollo nacional.
Cuando se enfoca en Mitre, al tocar el periodo posterior a Rosas, encontramos más de esos destellos teóricos que hacen necesario releer y retomar a Milciades Peña. Los planes de Mitre (héroe en la mitología argentina), de poner bajo la tutela de Buenos Aires y su puerto al resto de la república, eran un avance para la unidad nacional, pero al mismo tiempo era anti-nacional en cuanto a que privilegiaba el comercio internacional y el capital inglés frente al capital nacional y el desarrollo de una industria, sin mencionar que se hizo en contra de la opinión de la mayoría. Bien claro, como algo puede ser progresivo y al mismo tiempo no, algo imposible o raro para algunos, pero la única forma de entender el desarrollo histórico. Las cosas no son buenas o malas, son contradictorias, y hay que ser capaz de entender los eventos históricos como eso, contradicciones. Porque el desarrollo histórico no es lineal, como un auto que va para adelante o para atrás, es más complicado que eso, y Peña lo deja bien claro en toda su obra.
El quien y el cómo hace las cosas resulta importante para entender el carácter de las cosas. Mitre al mando de un ejército “nacional” derrotó o extermino a todos los caudillos opositores y sus montoneras, incluso comenzó la guerra con el Paraguay. Este tipo de unidad, hecho a la fuerza y por un representante de la burguesía terrateniente y comercial, ligado a Inglaterra, no podía realizar una unidad que favoreciera un desarrollo nacional que nos independizara del imperialismo y creara intereses nacionales.
Milciades Peña analizará más adelante las figuras de Yrigoyen y Perón, mostrando como la divergencia entre planes no es más que dos opciones sin salida para el desarrollo nacional, ninguna opción pudo y quiso lograr un desarrollo independiente y real. Al analizar la obra de Perón (uno de los puntos más bajos de la obra, en honor a la verdad) aparece el concepto de pseudoindustrialización, para hacer mención a una industria atrasada y dependiente de la industria yanqui en ese momento, una industria más dependiente del uso de mano de obra que de la tecnología.
Pero los escritos de Peña no son solo una mención al desarrollo nacional que no fue porque no se pudo ni se quiso. Aparece algo que luego de la caída del muro de Berlín, muchos han querido ocultar y otros han restado importancia: el imperialismo.
Parte de un concepto marxista que es el de semi-colonia, lo que significa es que desde su origen independiente, las Provincias Unidas y luego Argentina, dependerían económica y políticamente de una nueva metrópoli (Inglaterra primero y luego EEUU) aunque bajo una independencia formal. Parte de las tareas democráticas burguesas que no realizó nuestra dependiente burguesía agraria e industrial.
El imperialismo aparece con fuerza a la hablar de lo ocurrido luego de 1810, como un capitalismo comercial, cuyo principal objetivo es controlar el comercio y las finanzas de los países semi-coloniales.
Rosas es considerado por la historia el caudillo que enfrento a las potencias imperialistas, acá Peña vuelve a atacar al revisionismo histórico y la historiografía que tiene en tan alta estima al gobernador. Rosas no sería una opción contra el imperialismo, es más sería un socio local de él. Ambos compartían el interés de mantener la paz para poder mantener el lucrativo comercio de la región, Rosas y los estancieros que lo apoyaban ganarían vendiendo cueros y los comerciantes ingleses, que cada vez más se formaban como un grupo de presión, ganarían comprando cueros y vendiendo productos industriales. Un negocio redondo para los dos.
Esta visión coincide con lo que ocurría en el mundo, es durante los años del rosismo que los ingleses invaden Malvinas solo para controlar la ruta comercial del Cabo de Hornos. También coincide con el primer préstamo internacional que toma Rivadavia.
A fines del siglo XIX este imperialismo mutaría, coincidiendo con el avance de las grandes potencias en la ocupación de Asía, África y Oceanía, se transformaría en un imperialismo que ahora si intentaría controlar la producción y directamente presionar a los gobiernos mediante la deuda externa. Por eso, cuando Peña analiza el periodo posterior al rosismo, el imperialismo merece otra consideración. Se vería claramente como una burguesía dependiente conforma definitivamente un país semi-colonial.
Es la época de los frigoríficos, los trenes y las primeras industrias, son los años de la pelea entre el imperialismo inglés y el norteamericano. Explicar como la deuda externa y el control de las finanzas que ejerce el imperialismo perjudica el nuevo país es fácil, pero Peña se mete con lo más difícil, denunciar que la industrialización llevada a cabo por la oligarquía dependiente es parte de las ataduras que crean el imperialismo en complicidad con esta clase.
En otras parte Peña la llamará pseudo-industrialización, porque es una industria que depende de las importaciones para su funcionamiento, es una industria que solo complementa los negocios del imperialismo, por eso este no se opone a esa industrialización, no compite con la industria de los países centrales y le generan nuevos negocios. Por ejemplo le permita a las potencias exportar maquinas, repuestos o funcionar como intermediario para proveer materias primas que no hay en ese país.
Si antes de 1860 el imperialismo ejercía un cierto control a través de la circulación, en especial la compra de materias primas y la venta de productos industriales, luego de esa fecha (aproximadamente) las potencias eligen otro camino con un control más directo sobre el país (que así pierde su soberanía en algunos rubros) mediante el endeudamiento y la inversión directa en sectores productivos (trenes, frigoríficos, minas, etc). Con el control sobre los principales transportes, empresas y comunicaciones, sumado a la deuda, las potencias podían intervenir (en algunos casos descaradamente) en la política de los gobiernos.
Con la cercanía del siglo XX aparece un sector de la burguesía que no está de acuerdo con la entrega sin límites del país al imperialismo. Son actores anti-imperialistas, pero en un sentido muy limitado, es el caso de Alem y sus seguidores. Este escaso anti-imperialismo defensivo no significa que lo quisieran echar del país y confiscar todos sus capitales, significaba que querían negociar mejor con él.
Dentro de esta disputa es que los sectores más anti-imperialistas van a recurrir a un reclamo histórico, muy importante, y que podía volcar la balanza a su favor: el voto. Ellos entendieron que si no se quería que el Estado cayera en manos de una Oligarquía completamente “sierva” de los ingleses o directamente en manos de ellos, había que apoyarse en otras clases que les de fuerza a la hora de negociar. El voto popular podía ser esa herramienta que les diera esa fuerza, en un momento en que la sociedad ya tenía una base moderna con la que la democracia podía funcionar. Pareciera que exagera Peña cuando dice que fue “el primer embate anti-imperialista de la historia argentina”[14]. Pero muestra que tan subordinada estaba la clase dominante argentina si esto es lo máximo que podía dar para defender su soberanía.
Una obra, un gran aporte
Algunos de sus mayores logros han sido sin duda la aplicación de una teoría marxista viva y lejos de todo dogmatismo. Trataremos de redondear algunos de esos conceptos o ideas que muestran los puntos más altos de esta obra de Peña.
Las clases sociales dentro de la obra de Peña muestran una dinámica poco habitual en otros autores. Lejos de ver clases monolíticas y actuando siempre igual de acuerdo a sus intereses. Peña puede entrelazar de forma nivelada los intereses históricos de las clases con los intereses del momento.
Ya hemos mencionado como ve a la burguesía, lejos de atarse a un concepto estático, prefiere contextualizar el accionar y los intereses. La burguesía puede ser revolucionaria en el 1800 en Europa, pero puede ser dependiente en los mismos años en América, solo por el carácter de la conquista y sus intereses creados. Una burguesía que depende del imperialismo para sus negocios, no puede crear un país independiente, otra vez el quien hace las cosas y el cómo las hace.
Las clases sociales tampoco actuarían de forma monolítica, como siguiendo un manual. Cuando Peña analiza el periodo conservador y el surgimiento del radicalismo, vemos varias grietas entre la misma burguesía agraria. Facciones burguesas enfrentándose por el control del Estado burgués, facciones burguesas peleando por el derecho a voto. Y es que la burguesía no es una sola, ni tiene un manual, solo tienen un mismo interés histórico, pero pelean por imponerlo de la forma que ellos creen que es la mejor manera de defender ese interés. Lo que sucede es que no siempre coinciden, y ahí llegan las peleas y las grietas. ¿Dar el derecho a voto es mejor para controlar la situación social? Algunos opinaban que si, otros que no.
Al entender así a las clases sociales, Peña desmiente algunos mitos, de quienes si creen que la burguesía sigue un manual como un robot. Contradiciendo a más de uno en esos años que creía que una burguesía agraria se oponía a la industria solo por ser agraria. Peña nos muestra una burguesía agraria capaz de comprender que cierto desarrollo industrial es mejor para lograr la “paz social” y generar algún que otro negocio.
La cuestión del imperialismo en esa época nos ayudará a entender mejor esta cuestión de cómo se comporta una clase social. Dentro la burguesía agraria más conservadora y entreguista hay diferencias, mientras a los comerciantes porteños no les importaba mucho, a los estancieros si la entrega se traducía en más impuestos o aumentos de fletes, se opondrían aunque tibiamente. Un ejemplo citado por Peña[15]: el Ferrocarril del Oeste, la Sociedad Rural planteaba que no debía venderse esta propiedad estatal (¡que diferentes son nuestros tiempos!), pero se vendió igual, ¿Por qué se oponían? Porque defendían la baratura de los fletes para su mercadería.
Luego entre estos aparece el radicalismo, un sector de burguesía que quiere ser un socio menor del imperialismo, para no terminar siendo una colonia hecha y derecha. No querían terminar como Egipto (bajo un protectorado directo de Inglaterra)[16], eso significaría su muerte como socios menores, serían capataces en vez de socios.
En cuanto a la disputa en torno al Estado burgués también nos aporta algo interesante, dice Peña que se peleaban solo por la caja (o sea por robar del Estado), que no había diferencias ideológicas. El Estado burgués una vez asegurado, no es solo la junta administrativa de la burguesía, también sirve para enriquecerse al mismo tiempo con negocios públicos.
Algo que sorprende mucho es ver como “hace jugar” todo el tiempo las determinaciones del individuo y su libertad de acción dentro de la sociedad. Muy difícil de ver en otras obras, Peña logra mostrar un individuo tensionado por sus determinaciones sociales y su capacidad de actuar más allá de ellas. Logra mostrar a las clases persiguiendo sus intereses, pero no como robots comandados por la estructura económica, sino como seres humanos que pueden tomar sus decisiones.
Y es que los conceptos son históricos, clases sociales e intereses deben ser puestos en un momento de la historia y en un lugar del mundo, para ver cómo se mueven. Esto le permite no atarse a dogmatismos como lo hacen los stalinistas al creer que la burguesía sin importar nada actúa siempre igual, de forma revolucionaria. Sería una clase social totalmente estática.
De esta forma los actores sociales y las clases pueden ser “culpadas” y no justificadas, en el sentido de que fue una decisión tomada por ellas frente a varias opciones. Así la burguesía es tan “culpable” como el imperialismo de haber creado una nación dependiente y atrasada, podían haber elegido un camino diferente, pero decidieron ser socios menores del imperialismo.
La acción individual en Peña, está limitada, y no determinada, por la estructura económica. Y los límites se pueden romper. No niega la presión que ejercen los intereses propios de cada clase según el grado de desarrollo de la estructura, pero no le asigna como lo hacen otros, un carácter sagrado. La burguesía actúa según su interés histórico: la explotación de la mano de obra, pero muchas veces se ve obligada por las circunstancias a actuar de forma que no sería lo mejor para esto. Es que la lucha de clases interviene generando un terreno que no es 100% económico.
En un párrafo, el autor muestra las caras de un buen marxista, no un repetidor de Marx: “…Pese a los marxistas de trocha angosta, la lucha de clases no determina directamente todos y cada uno de los acontecimientos políticos… (Sigue Peña) Pero ningún fenómeno político puede comprenderse sino en relación a la lucha entre las clases y los grupos de clase. Y en un país semicolonial como la Argentina, a la lucha entre las clases nacionales se suma la lucha entre ellas y el imperialismo, y entre los imperialismos competidores.”[17]
Este párrafo muestra dos cosas. Primero un ataque claro al economicismo, dejando claro que los hechos que ocurren en la realidad no vienen determinados por las relaciones económicas, sino que hay una cierta libertad para los sujetos que actúan en la realidad (libertad dada por la lucha de clases), las cosas son más complejas que estudiar una teoría y aplicarla. Segundo que en la mayoría de los países es indispensable tener en cuenta otro actor de la lucha de clases, el imperialismo, pero no como un ente que viene de afuera unido y con un solo objetivo, sino que puede tener contradicciones en su interior, y que esto se refleja en la lucha de clases nacional. Dos lecciones que muchos se niegan a aprender.
Al hablar de Yrigoyen, Peña utiliza el mismo sistema. Si bien muestra que el gobierno radical se enfrentó a un sector de la burguesía agraria, ese enfrentamiento se suspendía al existir hechos particulares de la lucha de clases: la semana trágica y los conflictos en la Patagonia. Yrigoyen tuvo la libertad de enfrentarse y poner en marcha un “plan” más en contradicción con el imperialismo y más conciliador con los obreros, pero ante los hechos políticos pesan los intereses históricos, y por ende se hizo necesaria la represión a los obreros.
Los conceptos de clase social e imperialismo, para el pesar de algunos, no arrojan resultados mecánicos, son realidades vivas que se transforman, cambian, siempre manteniendo su esencia. Lejos de un reduccionismo económico, clásico de muchos marxistas, Peña nos ofrece otra forma de analizar y aplicar el marxismo.
Tarcus, ha puesto de relieve esto de la historia trágica, sacado de la conocida metáfora de Peña del círculo de hierro, en el sentido de la falta de oportunidades para romper este círculo de dependencia y atraso. Esto tiene algo de verdad, sobre todo si se mira el final de la vida de Peña. En lo intelectual termina hablando del quietismo de la clase obrera al ver que esta no lograba romper con el peronismo, y sus problemas personales que transformaron su muerte en una tragedia.
Pero este fatalismo, esta falta de oportunidades, tiene oportunidades futuras. Durante toda la obra, Milciades Peña nos muestra el falso juego de opuestos: revolucionarios vs contrarrevolucionarios; federales vs unitarios; oligarquía vs industriales; etc. El círculo de hierro es ese, la imposibilidad de que un sector de la sociedad logre poner en pie una nación independiente donde las fuerzas productivas crezcan sin obstáculos. Imposibilidad que no tiene forma de solucionarse, ya que no habría una clase social o fracción que quisiera romper el círculo. Acá esta la tragedia.
El desarrollo de las fuerzas productivas, que tanto le preocupaba, solo podía lograrse por una clase, la obrera. Pero esta clase recién toma forma durante la primera mitad del siglo XX, o sea que al no existir la clase obrera que lleve adelante la revolución democráta-burguesa, no existía posibilidad de una nación independiente durante el siglo XIX. Pero esta tragedia abre las puertas al futuro, hoy si estarían planteadas las condiciones para un cambio radical, para realizar las tareas que no llevo adelante la burguesía. Hoy no estaría planteada la tragedia que dice Tarcus.
En definitiva, es la aplicación de la “revolución permanente” y la “ley de desarrollo desigual y combinado”. No es una visión absolutamente trágica, hay una esperanza, y esa esperanza es la clase obrera llevando adelante la revolución socialista con sus órganos e instituciones.
Milciades Peña, con su particular forma de escribir y su peculiar vida, nos deja como legado una historia lejos de todo determinismo, una aplicación dialéctica del marxismo, de lo mejor que nos ofrece el marxismo americano, apoyándose en conceptos desarrollados por lo mejor del socialismo internacional. Releer y profundizar este autor nos dará un gran aporte a nuestros bagajes teóricos en la perspectiva de construir una alternativa socialista.
[1] Yunes, Marcelo: “Revolución o dependencia, imperialismo y teoría marxista en Latinoamérica”, Ediciones Antídoto-Gallo Rojo, BS AS, 2012. Página 85.
[2] Pessoa, Guillermo: “Sobre aquel que vuelve y podría tener razón”, revista Socialismo o Barbarie n°27, pagina 327.
[3] Yunes, Marcelo: op cit.
[4] Tarcus, Horacio: “El marxismo Olvidado
[5] Santiago Rossi Delaney: “Confianza ciega. La Revolución de Mayo y otra respuesta al Nuevo MAS”, El Aromo nº67.
[6] Milciades Peña: “Historia del Pueblo Argentino”, Emece, BS AS 2012. Página 531 y siguientes.
[7] Tarcus, Horacio: op cit
[8] También desarrollado mejor en Camarero, Hernán: “El trotkismo en el periodo formativo de Milciades Peña”, revista Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, año II, n°3, septiembre de 2013.
[9] Para ampliar esta biografía se recomienda el libro de Tarcus o el articulo de Camarero antes citados.
[10] Peña Milciades: “Historia del Pueblo Argentino”, Emecé, BS AS, 2012.
[11] Este concepto se ve claramente en el descubrimiento de América, España un imperialismo en decadencia es el que descubre América, pero para entregarla rápidamente a imperialismos en crecimiento.
[12] Peña, Milciades: op cit, Estudio preliminar de Tarcus, páginas 13 y 14.
[13] Peña Milciades: op cit página 330
[14] Peña op cit página 371.
[15] Peña op cit página 330.
[16] Peña op cit página 348.
[17] Peña op cit página 482
Por Martiniano Massacane