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Ago - 17 - 2006

El 26 de marzo de 1971, a casi dos años del Cordobazo, asume la presidencia del país el general Alejandro Agustín Lanusse. La movilización obrera y popular recorría el país y ya había echado a dos presidentes: el general Juan Carlos Ongania y el general Roberto Marcelo Levingston. La dictadura militar, ante el creciente ascenso de las luchas y los estallidos en distintas provincias, promueve el Gran Acuerdo Nacional (GAN) para llevar al país a una salida electoral. De esta manera el gobierno de Lanusse llega para negociar con las fuerzas burguesas, y sobre todo con el peronismo, las condiciones para una apertura democrática. Mientras tanto, reprime duramente a las movilizaciones y toda expresión antigubernamental.

En el plano continental, la Revolución Cubana era un punto de referencia de jóvenes trabajadores y estudiantes que veían en la lucha armada guerrillera un camino hacia el cambio revolucionario de la sociedad. Las organizaciones armadas en el país buscaban acrecentar sus acciones e incorporaban a sus filas a una buena parte de la vanguardia.

Las cárceles del país estaban pobladas por presos políticos. En la provincia de Chubut, en la ciudad de Rawson, a miles de kilómetros de sus familias y compañeros, se encontraban encarcelados militantes guerrilleros de Montoneros, Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y del Ejército Revolucionario del Pueblo. (ERP) Junto a ellos, en el penal, se encontraban también presos activistas y dirigentes obreros como Agustín Tosco, secretario general del sindicato de Luz y Fuerza.

El plan de fuga

Los presos guerrilleros planean fugarse, y la fecha prevista era el 15 de agosto. “Tomás Eloy Martínez señala que ya estaban preparados dos camiones, una camioneta y un Falcon para que 120 presos escapen del penal. Los principales ideólogos eran Fernando Vaca Narvaja, Marcos Osatinsky y Roberto Quieto, entre los Montoneros y FAR, y Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Mena, del ERP”.[1]

Para llevar adelante la fuga se dispone un grupo organizativo desde el exterior. Este grupo será el que planifique y aporte todo lo necesario para el operativo. La idea era que los presos, una vez que tomaran el penal, salieran en vehículos hacia el aeropuerto de Trelew. El trayecto desde el penal hasta la estación aérea comprendía 25 kilómetros y debía hacerse por ruta de ripio, ya que la ruta asfaltada estaba llena de retenes de la policía. Una vez en el aeropuerto los guerrilleros abordarían un avión que venía de Comodoro Rivadavia hacia la Capital Federal, haciendo escala en Trelew. En la nave un comando tomaría el avión y llevaría a los guerrilleros fuera del país. Se pensó llegar a Chile, donde ya gobernaba Salvador Allende. El operativo guerrillero se enfrentaba a una serie de problemas muy difíciles de resolver, dada la geografía y el control que sobre la zona tenía la Marina, la Gendarmería y la policía. Víctor Fernández Palmeiro y Esteban, del ERP e integrantes del comando organizativo del exterior del penal, afirmaban que no estaban dadas las condiciones para llevar adelante el complejo operativo. Para colmo, uno de los camiones destinado a la fuga había caído en manos del ejército en el Gran Buenos Aires, luego de un enfrentamiento en donde murió un guerrillero y otro fue detenido. No tener en cuenta este problema también fue un grave error de seguridad, pero la operación se llevó adelante.

Llegado el día de la fuga, el horario de iniciación del operativo estaba estipulado para las 18 horas. Salvo los guerrilleros que estaban involucrados en la fuga, ningún preso del penal sabia de la acción guerrillera. No obstante, hubo excepciones.

“En el patio, Osatinsky y Santucho le comunicaron a Agustín Tosco que se produciría el escape y que, si quería, tenía un lugar. Tosco respondió: Miren, les agradezco y les deseo toda la suerte, pero yo no puedo rajarme así. A mí me toca esperar a que me liberen las luchas populares. Para ustedes, que están en la lucha armada, es lógico que traten de fugarse, pero yo no. Igual les deseo que todo les salga bien compañeros, en serio”. [2]

Finalmente una serie de malentendidos y demoras entre los enlaces, y luego de disparos dentro del penal, los camiones se retiraron. Los disparos se habían efectuado en el instante del copamiento del penal. Al llegar a la salida, los guerrilleros se encontraron con que sólo estaba un Falcon esperándolos. Allí subieron Santucho, Osatinsky, Quieto, Mena, Vaca Narvaja y Gorriarán Merlo. El resto de los 110 militantes quedaron de a pie y llamaron taxis, a los cuales sólo pudieron abordar 19 guerrilleros.

Finalmente el avión no pudo esperar más y debió levantar vuelo. Poco después llegaron al aeropuerto los 19 combatientes que venían en taxis. Allí fueron rodeados por las fuerzas represivas y luego de llamar a un juez y realizar una conferencia de prensa se entregaron.

La masacre

Al frente del grupo estaban Mariano Pujadas (Montoneros) [3], María Antonia Berger (FAR) [4] y Pedro Bonet (ERP). Los guerrilleros fueron llevados a la Base Almirante Zar, donde estuvieron una semana. Hasta que el 22 de agosto, a las tres de la madrugada, fueron sacados de sus celdas y ametrallados. Sólo sobrevivieron tres guerrilleros: María A. Berger, René Haydar y Alberto Camps. Los muertos fueron: Ana M. Villarreal de Santucho, Jorge A. Ulla, Humberto A Toschi, Humberto S. Suárez, María A Sabelli, Mariano Pujadas, Miguel A. Polti, José R. Mena, Susana G. Lesgart, Clarisa R. Lea Place, Alfredo E. Kohon, Mario E. Delfino, Alberto C. Del Rey, Eduardo A. Copello, Rubén P. Bonet y Carlos H. Astudillo.

El fusilamiento de los 16 guerrilleros provocó el repudio generalizado y avivó más la bronca contra el gobierno del General Lanusse. La Marina dio una conferencia de Prensa por intermedio del almirante Hermes Quijada [5], donde se argumentaba que los guerrilleros habían tratado de quitarle las armas a los guardias, quienes debieron repeler el intento. Los guerrilleros fugados llegaron a Chile, desde donde partieron hacia La Habana. Allí fueron recibidos por el gobierno cubano.

La masacre de Trelew fue una de los peores asesinatos perpetrados por el régimen militar encabezado por Lanusse. El ensañamiento con los guerrilleros detenidos en la base Almirante Zar fue también una manifestación del odio de clase de la burguesía y su gobierno hacia quienes la enfrentaban para terminar con ella y sentar las bases de una nueva sociedad. Los métodos represivos, que dieron un salto cualitativo y cuantitativo durante la dictadura militar de 1976, mostraron que los fusilamientos de Trelew fueron parte de la respuesta que los militares daban al activo sentimiento antidictatorial que recorría el país y las filas obreras y populares.

Notas:

  1. Gabriel Martínez. “Agosto de 1972: escape y muerte”.
  2. Gabriel Martínez, cit.
  3. Mariano Pujadas era catalán y había venido a la Argentina con sus padres, cuando era chico. Su padre José María, su madre y dos hermanos de Mariano fueron asesinados por parapoliciales el 14 de agosto de 1975 en Córdoba. Los sacaron de su casa, los arrojaron a un pozo y los ametrallaron
  4. María A. Berger murió en 1979 durante la contraofensiva montonera. Haydar y Camps también desaparecieron bajo la represión de la dictadura de Videla
  5. Quijada fue muerto un tiempo después en un atentado. En esa acción guerrillera cayó Víctor Fernández Palmeiro, uno de los integrantes del comando organizativo exterior para la fuga de los presos de Trelew.

Un debate que no está cerrado

Incorporar a la memoria militante lo ocurrido el 22 de agosto de 1972 significa también profundizar el debate con la concepción guerrillerista que cruzó durante aquellos años la vanguardia de luchadores prohijados por el Cordobazo.

En líneas generales, la oposición a la dictadura militar de Onganía-Lanusse tuvo su peso efectivo en las movilizaciones obreras y los estallidos populares. El Mendozazo, el Tucumanazo, el Viborazo, las puebladas de Villa Ocampo en Santa Fe o General Roca en Río Negro, así como las huelgas combativas, colocaron a los trabajadores con sus métodos de lucha como los actores más efectivos, golpeando la columna vertebral del régimen capitalista, hasta obligar a los militares a buscar una salida democrática.

Las acciones guerrilleras, aun con la intención de atacar a la dictadura, lejos de ayudar a cohesionar las fuerzas obreras para luchar contra ella y elaborar, a partir de sus experiencias, una estrategia socialista, fueron un factor ajeno a los métodos asamblearios y de acción directa que dificultosamente los trabajadores llevaron adelante. La respuesta que recibieron Santucho y Osatinsky de parte de Tosco, poco antes de la fuga, es significativa. Tosco esperaba ser liberado por la lucha popular y aunque luego él mismo coincidiera en los planteos frentepopulistas de las organizaciones armadas, estaba marcando una diferencia sustancial de método con los compañeros que le ofrecieron fugarse con ellos.

Desde hace un tiempo se viene escribiendo y hablando sobre la trayectoria de las organizaciones guerrilleras de los años 70. En este sentido tratamos de aportar a este debate desde una óptica obrera y socialista, puesto que nuestras diferencias con la guerrilla son tanto tácticas como estratégicas. Por supuesto, sin dejar por ello, de denunciar la represión de la burguesía hacia honestos y valientes compañeros que luchaban para terminar con este putrefacto sistema capitalista.

Por Oscar Alba, SoB, 17/08/06

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